Orad conmigo - Catequesis para niños
Objetivos:
1. Acoger la
invitación del Ángel, como mensaje para hoy.
2. Conducir el
encuentro de modo que los niños comprendan el valor de la oración.
3. Aceptar a Jesús,
amarlo y adorarlo como Nuestro Señor.
A - Contenido catequético
1. Invitación a la oración
Todos sabemos lo que es una invitación.
Invitamos y somos invitados para
fiestas, paseos, cines, comidas,… Los amigos quieren estar juntos, por
eso, se invitan mutuamente. Su presencia es siempre una alegría, una fiesta.
Así, las invitaciones se vuelven muy importantes para todas las personas.
Pero hay otras invitaciones mucho más
especiales que vienen de Alguien para otro alguien. Orad conmigo es una invitación
o una propuesta de Alguien muy especial. Vamos a ver de dónde viene y a quién
se destina.
Fátima, Cova de
Iria, Aljustrel, Valinhos y Loca do Cabeço son localidades muy conocidas por
los portugueses y por personas de muchos otros países. ¿Qué es lo que hizo que
estos lugares se convirtieran en tan importantes? – podemos preguntarnos.
Todo comenzó por una invitación que sonó en
los cielos de estas pequeñas localidades de Portugal.
Era al final de
la tarde. Tres niños –Lucía, Francisco y Jacinta- jugaban alegremente, en un
pequeño monte llamado Loca do Cabeço. Mientras jugaban, fueron sorprendidos por
un Ángel de una enorme belleza y lleno de luz - ¡No temáis! Soy el Ángel de la
Paz. Orad conmigo –dijo. Y arrodillándose hasta el suelo, rezó así: Dios mío,
yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no
adoran, no esperan y no os aman. Después se levantó y dijo: -Orad así. Los
corazones de Jesús y María están atentos a vuestras oraciones. Y desapareció.
El Ángel hizo una invitación a los tres
pastorcitos y ellos aceptaron inmediatamente. Cambiaron el juego por la
oración. Sintieron dentro de ellos como un impulso que los llevó a imitar al
Ángel, rezando con él y como él. Esta invitación llegada del Cielo alteró los
planes de estos tres niños, que tenían decidido jugar al juego de las
piedrecitas en aquel final de la tarde. Mientras tanto, estaban felices, muy
felices, con todo lo que había sucedido.
Orad conmigo y orad así, fueron las primeras
de muchas otras invitaciones que se siguieron en la vida de estos niños.
Invitaciones diferentes de nuestras invitaciones, es cierto, pero invitaciones
muy especiales, porque vienen del Cielo.
El Ángel vino a
provocar un enorme deseo de Dios. Vino a despertar en ellos la voluntad de
conocerlo y de amarlo más y mejor. Vino a enseñarles que, sin dejar de saltar,
correr, jugar, bailar,… podían vivir la vida de otra manera que los ayudaría a
ser mucho más felices. Les recordó que, en la vida, podemos descubrir cosas muy
importantes y bellas. Y rezar es una de esas cosas lindas, porque ¡Dios nos da
a conocer cosas maravillosas que jamás nadie enseñará! Rezar hace bien; nos da
paz. Nos ayuda a ser buenos y a vivir la vida de acuerdo con el deseo de Dios.
A Él le gusta que recemos. Y rezar es hablar con Dios como hablamos con
nuestros amigos. Más que hablar es escuchar. Escuchar a Dios es estar atento a
sus deseos y percibir lo que Él quiere de nosotros. Él nos hace invitaciones,
muchas invitaciones.
Si estuviéramos quietos, con los ojos
cerrados, pensando en Dios, podemos sentir que Él nos sonríe, nos abraza y, tal
vez, quién sabe, nos hace alguna invitación: ¡Reza! ¡Escucha! ¡Sigue! ¡Sé
amigo!
2. Invitación a la adoración
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os
pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.
Esta oración
enseñada por el Ángel a los Pastorcitos y rezada por ellos con mucha fe y mucho
amor, los ayudó a encontrarse con Dios y a comprender su gran amor. La rezaron
muchas veces y con el rostro por tierra. Habían aceptado la invitación del
Ángel y prometieron nunca olvidarlo. Poco a poco, la vida de ellos se fue
transformando y Dios pasó a ser, para ellos, el Alguien más importante, lo
único importante.
¡Dios mío, yo creo… rezaron ellos muchas
veces! Es como si dijeran:
Dios mío, yo creo
en Ti. Sé que existes, que estás vivo, me conoces, me amas y cuidas de mí. Sé
que me creaste, por eso, confío en Ti. Tú eres mi Señor, mi único Señor. Sin Ti
mi vida no vale nada. Tú eres todo para mí. Te amo mucho. Me arrodillo, me
postro delante de Ti… ¡Como eres de grande, Señor! Te adoro. Tantas veces
rezaron así, que el Ángel, en la tercera aparición, les trajo una maravillosa
sorpresa.
Fue en Loca do Cabeço. Estaban con el rostro
por tierra rezando la oración del Ángel cuando él apareció. Traía en la manos
un cáliz y sobre él una hostia de la cual caían algunas gotas de sangre. El
Ángel dejó el cáliz y la hostia suspendidos en el aire y se postró por tierra
para adorar a Jesucristo, con esta oración:
Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el
preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en
reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de Su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Los pastorcitos, espantados con lo que estaba
sucediendo, imitaron al Ángel y rezaron con él y como él. A continuación, el
Ángel les dio la comunión diciendo: -Tomad y comed el Cuerpo y Sangre de
Cristo. ¡Consolad a vuestro Dios!De nuevo se arrodilló y, postrado en tierra,
rezó tres veces más la misma oración. Los pastorcitos se postraron también,
para adorar a Jesús, consolarlo, presente, ahora, en sus corazones. Fue un
momento único, maravilloso e inolvidable para ellos. Se sintieron totalmente
envueltos por Jesús. Estaban tan unidos a él que hasta se olvidaron unos de los
otros. Jesús les hizo sentir Su presencia y Su amor, que ellos permanecieron en
oración durante largo tiempo.
A partir de esa
experiencia que tuvieron con Jesús Eucaristía, su vida cambió para mejor.
Decidieron amar y adorar a Jesús de tal manera que hasta dejaban sus juegos,
para rezar y hacer compañía a Jesús escondido.
Quien cree en
Dios vivo y verdadero, quien lo escucha, quien lo ama, lo adora profundamente.
Y adorar a Dios es consolarlo, es reconocer que Él es todo para nosotros y que
nosotros existimos en Él y gracias a Él. Adorar a Dios es amarlo con todo
nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas. Adorar a
Dios es no consentir en amar a nadie más que a Dios, pues solo Él debe ocupar
el primer lugar en nuestro corazó
En nuestra vida
hay cosas bellas, lindas, magníficas que nos gustan mucho. Mientras esas cosas
tan bellas solo valen en cuanto nos ayudan a ser felices pues, un día, todas
esas maravillas de la tierra se acabarán. Solo Dios, la mayor de todas las
maravillas, permanece para siempre. Por eso, debemos amarlo y adorarlo, por
encima de todas las personas y de todas las cosas.
Los pastorcitos comprendieron esto muy bien.
Dios, para ellos, fue el único y el más importante de sus vidas. Dieron a Dios
todo el amor de sus corazones y solo tenían un deseo: darle alegría, escuchar
su palabra, sus recados y hacer su voluntad. Y la voluntad de Dios para cada
uno de ellos y para cada uno de nosotros es que lo amemos en serio y con mucha
verdad, cumpliendo todos nuestros deberes para con Dios y para con todas las
personas.
3. Invitación a la reparación
Estamos percibiendo que el Ángel transmitió a
los Pastorcitos varias invitaciones de Dios: los invitó a la oración, a la
adoración y a la reparación. Reparar es amar mucho; es estar con… es consolar a
quién está triste, sufre o es ofendido.
En esta oración: Dios mío, yo creo, adoro,
espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y
no os aman; los tres pastorcitos fueron invitados por el Ángel a rezar y a
pedir perdón a Dios por los pecados de los otros, o sea, por todos los que no
creen en Él, no lo adoran, no confían en él y no lo aman. Dios está muy
ofendido y disgustado por los pecados de aquellos que viven lejos de Él, por
los que los ignoran y desprecian, por los que hacen el mal.
En la 3ª aparición, el Ángel, al darles la
comunión, pidió: ¡Consolad a vuestro Dios! Esto significa que Dios está muy
ofendido. Hay mucho odio en el mundo, mucha guerra, mucha venganza, muchos
pecados. Consolar a Dios es pues reparar, darle alegría en vez de los que lo
entristecen, no solo en oración/adoración, sino también en nuestra propia vida
vivida con mucho amor y responsabilidad
Los pastorcitos
llevaron muy en serio esta petición del Ángel. Quedaron muy impresionados,
cuando supieron que Dios estaba así, tan triste. Después de las apariciones,
Francisco solo pensaba en dar alegría a Jesús. Por eso, siempre que podía, iba
a la Iglesia de su parroquia, a estar en la compañía de Jesús escondido.
Quedaba horas seguidas consolando, escuchando, hablando con su gran Amigo,
Jesús Eucaristía. Él no lo veía –igual que no veía al viento, ni al aire- pero
sabía que Él estaba allá a la espera. Estar allí, en su compañía, hacía sentir
su corazón feliz, muy feliz. Y el tenía, también, la certeza de que a Jesús le
gustaba mucho su oración, su compañía, su presencia a veces decía a sus
compañeras: -¡Me gusta tanto Dios! ¡Pero Él está tan triste, por causa de
tantos pecados! Nosotros nunca haremos ninguno. Dar alegría a Dios fue una
preocupación constante en la vida de Francisco: hasta podemos decir que él fue
un gran consolador de Jesús escondido. Los pastorcitos aceptaron con mucho amor
todas las invitaciones llegadas del Cielo. Por eso, decidieron ser diferentes
en sus comportamientos, en sus actitudes y, sobre todo, en su oración. La vida
de ellos fue una oferta total a Dios, ayudando a todas las personas. Dar
alegría a Dios exige, como sabemos, muchos sacrificios; ¡pero ellos nunca
tuvieron miedo! Se dejaron conducir por Jesús, por Nuestra Señora, y deprisa
comenzaron a tener comportamientos,
actitudes y gestos lindos que agradaban a Dios y sorprendían a todos.
Comenzaron a rezar más y mejor, a ser más
obedientes; a respetar y a pensar en los otros; a compartir lo que tenían con
los más pobres; a hacer bien sus trabajos y muchos otros sacrificios que ellos
inventaban para ofrecer a Dios por la conversión de los pecadores.
¿Las invitaciones de Dios a través del Ángel,
en el año 1916, no serán, también para nosotros, hoy? Fueron entregados a tres
niños. La mayor, antes de morir, con 92 años, la Hermana Lucía, dio a conocer
todas estas invitaciones, diciendo que también eran para todos nosotros, para
todas las personas del mundo entero. Somos libres en aceptarlos o no, pues Dios
respeta nuestra libertad. Mientras, Él
espera siempre que le digamos sí, porque desea nuestro amor, nuestra
generosidad.
Si abrimos nuestro corazón a Dios y le damos
la atención que Él se merece, entonces estamos aceptando las invitaciones:
¡Orad conmigo y orad así! ¡Consolad a Vuestro Dios!
B - Indicaciones pedagógicas
1. Para el desarrollo de la catequesis a nivel
temático, se presentan tres opciones:
1ª Opción
a) Dar la
catequesis en su totalidad, en un único momento.
b) Para la
adoración eucarística, se sugiere otro momento específico.
2ª Opción
a) Presentar la
catequesis durante una mañana o una tarde y culminar con la adoración
eucarística.
3ª Opción
b) Presentar la
catequesis de forma más prolongada o sea, en tres momentos: un encuentro para
la invitación a la oración; otro para la invitación a la adoración y otro para
la invitación a la reparación.
c) Se sugiere un
momento específico para la adoración eucarística.
(Los cánticos
para la adoración eucarística podrán ser aprendidos por los niños a lo largo de
la catequesis, para quien quiera escoger la 2ª o la 3ª opción.)
2. Actividades
A.) En un rectángulo de cartulina, escribir:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo… Después, rezarla en grupo en el
lugar de la catequesis o delante del sagrario. Se puede, también, dar a los
niños hojas con la oración del Ángel.
B.) Aprender y cantar el siguiente cántico:
Cristo Jesús, Tu me llamaste (H. Faria)
Cristo Jesús, Tu
me llamaste
Yo Te respondo:
aquí estoy.
Tú me llamaste
por mi nombre,
Yo Te respondo:
aquí estoy. (bis)
3. Frases que pueden ser presentadas durante
la catequesis
¡Orad comigo!
¡Orad conmigo y
orad así!
Santísima
Trinidad, Os adoro profundamente…
Consolad a
vuestro Dios.
C - Tiempo de adoración eucarística
www.fatima2017.org
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