LA EUCARISTÍA ES PRESENCIA Y ENCUENTRO CON JESÚS
3.1. OBJETIVO:
Que el niño reconozca la presencia real y efectiva de Jesucristo en la
Eucaristía.
3.5. TEXTOS
SUGERIDOS
- Mt 26, 26-29; Lc
22, 19-20; 1Cor 11, 23-27: Relato de la Institución de la Eucaristía.
- Lc 24, 13ss.:
Toda la narración de los discípulos de Emaús es una catequesis eucarística. La
primera parte es la iluminación de la Palabra de Dios, por boca de Jesús; la
segunda, es descubrir a Cristo resucitado en la fracción del pan, y la tercera,
es la proclamación entusiasta de la resurrección del Hijo de Dios.
- Mt 28, 20: La
promesa de Jesús de quedarse con nosotros, se hace realidad en la Eucaristía.
- Hb 13, 8: Ayer
como hoy, Jesucristo es el mismo.
- CEC, 1333: En la
Eucaristía, el pan y el vino se convierten en Cuerpo y Sangre de Cristo.
- CEC, 1373-1377:
Cristo está presente de múltiples maneras en la Iglesia, pero sobre todo bajo
las especies eucarísticas.
- CEC, 1378-1381:
El culto de adoración a la Eucaristía no sólo durante la Misa, sino también
fuera de la celebración.
- TB, 7-17: Creemos
en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
3.3. IDEAS
FUERZA
- El ser humano
siempre ha querido ver a Dios.
- Jesús se hace
hombre para compartir con nosotros su vida divina.
- Se hace carne
para poderlo contemplar, tocar y alimentarnos de Él.
- Jesucristo
instituye la Eucaristía y el Sacerdocio para perpetuar su presencia entre
nosotros.
- Jesús, presente
en el sacramento de la Eucaristía con su Cuerpo y Sangre, es el mismo de ayer,
hoy y siempre.
- Los Apóstoles y
otros muchos testigos de la resurrección de Jesucristo tuvieron el privilegio
de verlo, tocarlo, presenciar los milagros, escuchar sus palabras, verlo morir
y contemplarlo resucitado. Todo esto, la Iglesia lo
experimenta
en la Eucaristía.
- Después de la
resurrección, a los Apóstoles no les fue fácil creer. Los discípulos de Emaús
reconocieron a Jesús sólo después de un laborioso camino hacia la Eucaristía;
el Apóstol Tomás no creyó hasta que tocó a su Maestro.
Niños
- No basta ver o
tocar, es necesario tener los ojos de la fe. La fe es un regalo del amor infinito
de Dios. Con esos ojos podemos ver a Jesucristo en la Eucaristía.
3.4. PARA
NIÑOS DE 5 A 7 AÑOS
Los niños
más pequeños necesitan conceptos muy concretos, les cuesta trabajo crear
símbolos. La idea debería ser inmediata, visual, clara y sencilla. Ellos tienen
confianza y creerán fácilmente cuando el catequista les hable de la presencia
de Jesucristo en la Eucaristía.
REPRESENTACIÓN
CON LOS NIÑOS: MI CASA FAVORITA
Proponemos
preparar un cuento con dibujos propios o marionetas hechas de papel.
Preparamos
la imagen de Dios como la de un anciano; la de Jesús, su Hijo, como un muchacho
muy feliz, y un co-ra-zón con el techo, chimenea, puerta y ventanas de una
casa.El cuento actuado podría ser así: Dios estaba triste por la Tierra, porque
los hombres estaban enojados entre ellos. Los hombres se portaban mal, había
niños desobedientes que no querían estudiar, no se comían lo que su mamá les
cocinaba, tiraban basura, lastimaban a
los
animalitos, etcétera. Entonces, Dios nos mandó a su Hijo Jesús para que fuéramos
sus amigos y arreglar las cosas.
Nació muy
pobre, en un establo, después de que muchos no lo quisieron recibir. Su mamá se
llamaba María, y su papá, José.
Jesús
creció y creció, en casa de sus papás. Luego salió, para decirle a todos que
Dios los quiere mucho, y se quedó sin casa; desde entonces está buscando una
casa dónde vivir (se preparan varios corazones).
Llegaba al
corazón de muchos para vivir para siempre, pero no lo recibían y lo echaban con
un puntapié de su corazón (así sucede con otros corazones). ¿Por qué lo
echaban, si es tan bueno? Porque no querían platicar con Él ni portarse bien.
Pero Jesús
es muy listo e inventó la Misa, para quedarse en la casa que más quería.
Así es:
Jesús se quedó en el Pan y el Vino consagrados, para entrar así a la casa que
más desea, nuestros corazones (entra en el corazón grande que parece una casa).
Ésta es la casa preferida de Jesús, el Hijo de Dios. ¿Quién lo quiere recibir
en su corazón?
Cuando ves
que comulgan tus papás y hermanos mayores, Jesús entra a sus corazones y allí
se queda.
Eso pasa
en la Misa: Jesús hace una gran fiesta para que abramos las puestas y las
ventanas de nuestro corazón, y lo dejemos vivir ahí para siempre. Así ya no hay
peleas ni pereza; si Jesús está en nuestro corazón, todos estamos felices.
Aquí, el
catequista puede preparar una hoja para que los niños dibujen y coloreen su
propio rostro feliz. También sería divertido para ellos pintar su rostro con
una gran sonrisa.
El rostro
pintado hará que los adultos pregunten, después de la catequesis, por su enorme
sonrisa. El catequista puede ayudarles con la respuesta, por ejemplo: «Estoy
feliz porque Jesús está aquí» (señalando su corazón); «la mejor casa de Jesús
es mi corazón»; «Estoy feliz, por mi boca recibo a Jesús y Él vive en mi
corazón».
3.5. PARA
NIÑOS DE 8 Y 9 AÑOS
Sugerimos
que los niños preparen con papel blanco una hostia dibujada y recortada por
ellos; ésta deberá llevar escrito al reverso: «El Cuerpo de Cristo es para» y
el nombre del niño que la preparó.
El
catequista llevará una maceta con un poco de tierra. Explicará a los niños que
la tierra y el agua producen vida; cómo las semillas brotan después de algunos
cuidados y cómo, con un poco de atención, estos brotes producirán frutos.
Mientras explica, el expositor podría hacer brotar plantitas hechas de papel o
plástico, para facilitar su
manipulación
y propiciar que los niños toquen y comenten el hecho.
Después,
el catequista aplicará este concepto al Cuerpo y la Sangre de Cristo: ese pan
consagrado lo dejó Cristo a todos los bautizados para que surja vida. Por ello,
sugerimos que los niños dibujen un corazón y con recortes de papel hagan algo
semejante a la explicación hecha con la maceta.
En la
Última Cena, Jesús ordenó a sus Apóstoles realizar esta fiesta siempre; es la
manera en que Cristo se ha quedado con nosotros, por todos los días.
Como
ocurre con la maceta, del corazón que recibe a Cristo en la santa Comunión,
brotan obras de vida, luz, paz, justicia, unión, generosidad y amor.
Es muy
importante que el catequista propicie la participación de los niños, que digan
cuáles son esos brotes que surgen del corazón y los vayan colocando en él con
algún adhesivo.
Los niños
pondrán el corazón de papel, con la hostia dentro, sobre su pecho; el
catequista insistirá en que lo lleven a casa después de la catequesis para que
puedan dar razón de lo que llevan puesto; por ejemplo: «Este corazón limpio
recibió a Jesús en la hostia consagrada, por eso salen de él plantitas de obras
buenas como la amistad, la oración y el estudio». La respuesta puede prepararse
para ser memorizada en grupo o justificada con las propias palabras del niño.
El catequista debe cerciorarse de que el alumno sepa responder.
4.1. PARA
NIÑOS DE 10 A 12 AÑOS: EL CORAZÓN TIENE
OJOS
Sugerimos
preparar con los pequeños una mesa eucarística, con abundante «vino» (jugo de
uva o una bebida con ese sabor) y harina para preparar un pan ázimo. Para ello,
el catequista convenientemente preparará uno o varios panes ázimos con
antelación (sólo se necesitan harina de trigo y agua), un poco más gruesos que
las tortillas de harina y cocidos ligeramente, sin permitir que se endurezcan.
Se hacen
los preparativos para el banquete: se sirven las copas o vasos sobre un bonito
mantel; se encienden algunas velas y se canta, como en una gran fiesta.
El
catequista explica de qué se trata, con palabras como éstas:
Jesús, el
Hijo de Dios, preparó la cena de Pascua con sus Apóstoles; era un banquete muy
singular. Les dio de comer un trozo de pan ázimo, es decir, sin levadura,
porque éste fue el alimento que tomaron los hebreos al escapar de las manos del
Faraón en Egipto, y les dijo: «Tomad y comed todos de él, porque éste es mi
Cuerpo, que será entregado por vosotros» (entrega el pan a los niños para que
coman).
Luego, tomó
la copa o el cáliz lleno de vino de uva. El vino de uva se utiliza para las
fiestas porque pone contentos a todos. Entonces, les dijo: «Tomad y bebed todos
de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre; Sangre de la Nueva Alianza que
será entregada por todos los hombres para el perdón de lo pecados. Haced esto
en conmemoración mía» (los niños beben, junto con el catequista).
Jesús
pidió a los Apóstoles celebrar este banquete para recordar todo lo que hizo por
salvarnos del pecado. Esto lo hacemos en todas las Misas; el sacerdote actúa en
nombre de Cristo y con las palabras de la Consagración pide al Espíritu Santo
convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor. Así,
cuando comulgamos recibimos a Jesús en su Cuerpo y su Sangre; Dios libera
nuestros corazones de las cadenas del pecado y unimos nuestra vida a la Vida
Eterna.
Para
reafirmar la idea, el catequista pedirá a los niños recortar y dibujar un
corazón, para ponerlo sobre su pecho. Igualmente dibujarán aparte un par de
ojos. El catequista les preguntará: «¿Cómo sabemos que Cristo está presente en
su Cuerpo y su Sangre sobre lo que fue pan y vino? Si lo probamos ya
consagrado, sigue pareciendo pan y vino. ¿Qué necesitamos para ver el Cuerpo y
la Sangre de Cristo en la Eucaristía? Necesitamos los ojos de la fe, sin ellos
no es posible percatarnos. La fe es un regalo de Dios para ver lo que otros no
quieren ver».
En este
momento, los niños ponen los ojos sobre los corazones, diciendo esta oración:
«Jesucristo, quiero recibirte siempre en mi corazón, mediante la Santa
Comunión.
Santifica
a mi familia y a toda la Iglesia con este Banquete de Luz y Vida eternas.
Guíanos siempre a la Verdad y no permitas que nos separemos de Ti. Te
reconocemos vivo en la Eucaristía por los ojos de la fe y te vemos realmente
presente para adorarte eternamente. AMEN.
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