Se levantó un legista y dijo, para
ponerle a prueba: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida
eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió:
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» Díjole entonces:
«Bien has respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justificarse, dijo
a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de
Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y
darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por
aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita
que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de
camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión. Acercándose, vendó sus
heridas, echando en ellas aceite y vino; y le montó luego sobre su propia
cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos
denarios y se los dio al posadero, diciendo: `Cuida de él y, si gastas algo
más, te lo pagaré cuando vuelva.' ¿Quién de estos tres te parece que fue
prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» Él dijo: «El que practicó la
misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo. Palabra de Dios.
3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos presenta la parábola del Buen Samaritano.
Meditar una parábola es lo mismo que profundizar en la vida, para descubrir en
ella los llamados de Dios. Al descubrir el largo viaje de Jesús hacia Jerusalén
(Lc 9,51 a 19,28), Lucas ayuda a las comunidades a comprender mejor en qué
consiste la Buena Nueva del Reino. Lo hace presentando a personas que vienen a
hablar con Jesús y le plantean preguntas. Eran preguntas reales de la gente al
tiempo de Jesús y eran también preguntas reales de las comunidades del tiempo
de Lucas. Así, en el evangelio de hoy, un doctor de la ley pregunta: "¿Qué
he de hacer para tener en herencia vida eterna?" La respuesta, tanto del
doctor como de Jesús, ayuda a comprender mejor el objetivo de la Ley de Dios.
• Lucas 10,25-26: "¿Qué he de hacer para tener en herencia vida
eterna?" Un doctor, conocedor de la ley, quiere provocar la pregunta:
"¿Qué he de hacer para tener en heredad vida eterna?" El doctor
piensa que tiene que hacer algo para poder heredar. El quiere garantizarse la
herencia por su propio esfuerzo. Pero una herencia no se merece. La herencia la
recibimos simplemente por ser hijo o hija. ”Así, pues, ya no eres esclavo, sino
hijo, y tuya es la herencia por gracia de Dios”. (Gal 4,7). Como hijos y hijas
no podemos hacer nada para merecer la herencia. ¡Podemos perderla!
• Lucas 10,27-28: La respuesta del doctor. Jesús responde con una nueva
pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley?" El doctor responde correctamente.
Juntando dos frases de la Ley, él dice: "Amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu
prójimo como a ti mismo." La frase viene del Deuteronomio (Dt 6,5) y del
Levítico (Lev 19,18). Jesús aprueba la respuesta y dice: "¡Haz esto y
vivirás!" Lo importante, lo principal, ¡es amar a Dios! Pero Dios viene
hasta mí, en el prójimo. El prójimo es la revelación de Dios para conmigo. Por
esto, he de amar también a mi prójimo con todo mi corazón, con toda mi alma,
con toda mi fuerza y con todo mi entendimiento.
• Lucas 10,29: "¿Y quién es mi prójimo?" Queriendo
justificarse, el doctor pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?" El quiere
saber para él:"¿En qué prójimo Dios viene hasta mi?" Es decir, ¿cuál
es la persona humana prójima a mí que es revelación de Dios para mi? Para los
judíos, la expresión prójimo iba ligada al clan. Aquel que no pertenecía al
clan, no era prójimo. Según el Deuteronomio, podían explotar al “extranjero”,
pero no al “prójimo” (Dt 15,1-3). La proximidad se basaba en lazos de raza y de
sangre. Jesús tiene otra forma de ver, que expresa en la parábola del Buen
Samaritano.
• Lucas 10,30-36: La parábola:
a) Lucas 10,30: El asalto por el camino de Jerusalén hacia Jericó.
Entre Jerusalén y Jericó se encuentra el desierto de Judá, refugio de
revoltosos, marginados y asaltantes. Jesús cuenta un caso real, que debe haber
ocurrido muchas veces. “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos
de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron,
dejándole medio muerto.”
b) Lucas 10,31-32: Pasa un sacerdote, pasa un levita. Casualmente, pasa
un sacerdote y, acto seguido, un levita. Son funcionarios del Templo, de la
religión oficial. Los dos vieron al hombre asaltado, pero pasaron adelante.
¿Por qué no hicieron nada? Jesús no lo dice. Deja que nosotros supongamos o nos
identifiquemos. Tiene que haber ocurrido varias veces, tanto en tiempo de
Jesús, como en tiempo de Lucas. Hoy también acontece: una persona de Iglesia
pasa cerca de un hombre sin darle ayuda. Puede que el sacerdote y el levita
tengan una justificación: "¡No es mi prójimo!" o: "El es impuro
y si lo toco, ¡yo también quedo impuro!" Y hoy: "¡Si ayudo, pierdo la
misa del domingo, y peco mortalmente!"
c) Lucas 10,33-35: Pasa un samaritano. Enseguida, llega un samaritano
que estaba de viaje. Ve, es movido a compasión, se acerca, cuida las llagas, le
monta sobre su cabalgadura, le lleva a la hospedería, da al dueño de la
hospedería dos denarios, el sueldo de dos días, diciendo: "Cuida de él y
si gastas algo más te lo pagaré cuando vuelva." Es la acción concreta y eficaz.
Es la acción progresiva: llevar, ver, moverse a compasión, acercarse y salir
para la acción. La parábola dice "un samaritano que estaba de viaje".
Jesús también iba de viaje hacia Jerusalén. Jesús es el buen samaritano. Las
comunidades deben ser el buen samaritano.
• Lucas 10,36-37: ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del
que cayó en manos de los salteadores?” Él dijo: “El que practicó la
misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.” Al comienzo el
doctor había preguntado: “¿Quién es mi prójimo?” Por detrás de la pregunta
estaba la preocupación consigo mismo. El quería saber: "¿A quién Dios me
manda amar, para que yo pueda tener paz en mi conciencia y decir: Hizo todo lo
que Dios me pide: "¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que
cayó en manos de los salteadores?" La condición del prójimo no depende de
la raza, del parentesco, de la simpatía, de la cercanía o de la religión. La
humanidad no está dividida en prójimo y no prójimo. Para que tu sepas quién es
tu prójimo, esto depende de que tu llegues, veas, te muevas a compasión y te
acerques. Si tu te aproxima, te acercas, el otro será tu prójimo! Depende de ti
y no del otro! Jesús invierte todo y quita la seguridad que la observancia de
la ley podría dar al doctor.
• Los Samaritanos. La palabra samaritano viene de Samaría, capital del
reino de Israel en el Norte. Después de la muerte de Salomón, en el 931 antes
de Cristo, las diez tribus del Norte se separaron del reino de Judá en el Sur y
formaron un reino independiente (1 Re 12,1-33). El Reino del Norte sobrevivió
durante unos 200 años. En el 722, su territorio fue invadido por Asiria. Gran
parte de su población fue deportada (2 Re 17,5-6) y gente de otros pueblos fue
traída hacia Samaria (2 Rs 17,24). Hubo mezcla de raza y de religión (2 Re
17,25-33). De esta mezcla nacieron los samaritanos. Los judíos del Sur
despreciaban a los samaritanos considerándolos infieles y adoradores de falsos
dioses (2 Re 17,34-41). Había muchas ideas preconcebidas contra los samaritanos.
Eran mal vistos. De ellos se decía que tenían una doctrina equivocada y que no
formaban parte del pueblo de Dios. Algunos llegaban hasta el punto de decir que
ser samaritano era cosa del diablo (Jn 8,48). Muy probablemente, la causa de
este odio no era sólo la raza y la religión. Era también un problema político y
económico, enlazado con la posesión de la tierra. Esta rivalidad perduró hasta
el tiempo de Jesús. Sin embargo Jesús los pone como modelo para los demás.
4) Para la reflexión personal
• El samaritano de la parábola no pertenecía al pueblo judío, pero
hacía lo que Jesús pedía. ¿Hoy acontece lo mismo? ¿Conoces a gente que no va a
la Iglesia pero que vive lo que el evangelio pide? ¿Quién es hoy el sacerdote,
el levita y el samaritano?
• El doctor pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús pregunta: “¿Quién
fue prójimo del hombre asaltado?” Son dos perspectivas diferentes: el doctor
pregunta desde sí. Jesús pregunta desde las necesidades del otro. Mi
perspectiva ¿cuál es?
MEDITATIO
a) Clave de lectura:
Nos encontramos en el capítulo 10
del evangelio según lo cuenta Lucas. Estamos en la sección central del relato
lucano, que toma forma de viaje de Jesús hacia Jerusalén: “Mientras se estaban
cumpliendo los días en los que sería arrebatado del mundo, se dirigió
decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,51). Sabemos que para Lucas, Jerusalén es
la ciudad donde se realiza la salvación y el viaje de Jesús hacia Jerusalén es
un tema central. El relato de Lucas comienza en la ciudad santa (Lc 1,5) y
termina en la misma ciudad (Lc 24,52). En esta sección central, Lucas repetirá
con insistencia el hecho de que Jesús se dirige a Jerusalén (por ejemplo en Lc
13,22; 17,11). En este texto que narra la parábola del Buen Samaritano en el
contexto de la discusión con un doctor de la ley sobre el gran mandamiento,
encontramos de nuevo el tema de un viaje, esta vez de Jerusalén hacia Jericó
(Lc 10,30). La parábola forma parte de esta sección central del evangelio, que
comienza con Jesús peregrino hacia Jerusalén con sus discípulos. Mandándoles
delante de Él para preparar alojamiento en una aldea de Samaria, encuentran
solamente hostilidad precisamente porque se dirigían hacia Jerusalén (Lc 9,
51-53). Los Samaritanos impedían a los peregrinos que se dirigiesen a Jerusalén
y mostraban hostilidad para con ellos. Después de este hecho envía setenta y
dos discípulos “ a cada ciudad y lugar donde Él debía de venir” (Lc 10,1).
Setenta y dos es el número tradicional de las naciones paganas.
Los Padres de la Iglesia
(Ambrosio, Agustín, Jerónimo y otros) teniendo en cuenta todo el simbolismo de
Jerusalén, la ciudad santa de la salvación, interpretan de modo particular esta
parábola. En el hombre que desciende de Jerusalén a Jericó ven la figura de
Adán que representa a toda la humanidad expulsada del Edén, el paraíso, la
Jerusalén Celestial, por causa del pecado. En los ladrones, los Padres de la
Iglesia ven al tentador que se despoja de la amistad con Dios y hiere con sus
asechanzas y tiene en la esclavitud a la humanidad herida por el pecado. En la
figura del sacerdote y del levita ven la insuficiencia de la ley antigua para
nuestra salvación que será llevada a cumplimiento por el buen samaritano,
Jesucristo nuestro Señor y Salvador, que saliendo también Él de la Jerusalén
celeste viene al encuentro de nuestra condición de pecadores y nos cura con el
aceite de la gracia y el vino del Espíritu. En la posada los Padres ven la
imagen de la Iglesia y en la figura del posadero, entrevén a los pastores en
manos de los cuales Jesús confía el cuidado de su pueblo. La partida del
samaritano de la posada, los Padres la interpretan como la resurrección y
ascensión de Jesús a la derecha del Padre, pero que promete volver para dar a
cada uno su merecido. A la Iglesia deja para nuestra salvación los dos denarios
de la Sagrada Escritura y de los Sacramentos que nos ayudan en el camino hacia
la santidad.
Esta interpretación alegórica y
mística del texto nos ayuda a centrarnos bien en el mensaje de esta parábola.
El texto de la parábola se abre con un diálogo entre un doctor de la ley que se
levanta para poner a prueba al Señor diciendo: “Maestro, ¿ qué debo hacer para
alcanzar la vida eterna?” Jesús no responde, sino que le hace otra pregunta:
“¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? (Lc 10, 26). Debemos considerar este
diálogo como una confrontación entre dos maestros, muy común en aquella época,
como sistema para clarificar y profundizar algunos puntos de la ley. Aunque
aquí, prevalece el tono de polémica, no como encontramos en el texto traído por
Marcos, donde la pregunta viene dada por un escriba que “los había visto
discutir (Jesús y los saduceos), y visto como (Jesús) les había bien
respondido” (Mc 12,28), se acerca para preguntar. Este escriba se muestra bien
dispuesto para escuchar a Jesús, de modo que el Señor termina el diálogo: “No
estás lejos del reino de Dios” (Mc 12,34). Sin embargo Mateo coloca esta
pregunta en el contexto de una discusión entre Jesús y los saduceos en la que
estaban presentes algunos fariseos, que “ habiendo oído que Él había cerrado la
boca a los saduceos, se reunieron juntos y un doctor de la ley, lo interrogó
para ponerle a prueba...” (Mt 22,34-35). Jesús responde enseguida citando el
mandamiento del amor, que se encuentra en los libros del Deuteronomio y del
Levítico Sólo en el texto de Lucas la pregunta no se hace sobre cuál sea el
mandamiento más grande, sino cómo heredar la vida eterna, una pregunta que los
sinópticos la ponen de nuevo en la boca de un joven rico (Mt 19,16; Mc 10,17;
Lc 18,18). Como en Marcos, también aquí Jesús alaba al doctor de la ley : “Has
respondido bien; haz esto y vivirás” (Lc 10,28). Pero el doctor no está todavía
contento con la respuesta de Jesús y “queriendo justificarse” (Lc 10, 29) por
haber hecho la pregunta, le pide quién es el prójimo. Esta segunda pregunta
hace de introducción y enlaza la siguiente parábola con el diálogo entre Jesús
y el doctor de la ley. Podemos ver una inclusión entre el versículo 28 que
cierra la disputa y nos prepara a la narración de la parábola y el versículo 37
que cierra definitivamente el diálogo y la parábola En este versículo, Jesús
repite al doctor de la ley que había definido al prójimo como aquel “que ha
tenido compasión”: “Ve y haz tú lo mismo”. Esta frase de Jesús nos recuerda las
palabras pronunciadas en la última cena, como nos la cuenta Juan, cuando,
después de lavar los pies Jesús invita a los discípulos a obrar según su
ejemplo. (Jn 13,12-15).
En esta última cena Jesús deja a
los suyos el mandamiento del amor, entendido como la disponibilidad a “dar la
vida” para amarnos mutuamente como el Señor nos ha amado (Jn 15,12-14).
Este mandamiento va más allá de
la observancia de la ley. El sacerdote y el levita han observado la ley, no
acercándose al pobrete herido y dejado medio muerto, para no volverse impuros
(Lev 21,1) Jesús va más allá de la ley y quiere que sus discípulos obren como
Él. “Por esto sabrán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros”
(Jn 13,35). Para el discípulo de Jesús, la mera filantropía no es suficiente,
el cristiano está llamado a algo más que le hace semejante a su maestro, como
dice el apóstol Pablo: “Ahora, nosotros tenemos el pensamiento de Cristo” (1
Cor 2,16) “Porque el amor de Cristo nos urge, persuadidos como estamos de que
uno murió por todos” (2 Cor 5,14).
b) Preguntas para orientar la
meditación y la actualización:
* ¿Qué te ha golpeado más en la parábola?
* ¿Con quién te identificas en el relato?
* ¿Has pensado alguna vez en Jesús como el Buen Samaritano?
* En tu vida ¿sientes la necesidad de la salvación?
* ¿Puedes decir con el apóstol Pablo que tienes el pensamiento de Cristo?
* ¿Qué cosa te constriñe al ofrecer amor al prójimo? ¿La necesidad de amar y ser amado o la compasión y el amor de Cristo?
* ¿Quién es tu prójimo?
* ¿Con quién te identificas en el relato?
* ¿Has pensado alguna vez en Jesús como el Buen Samaritano?
* En tu vida ¿sientes la necesidad de la salvación?
* ¿Puedes decir con el apóstol Pablo que tienes el pensamiento de Cristo?
* ¿Qué cosa te constriñe al ofrecer amor al prójimo? ¿La necesidad de amar y ser amado o la compasión y el amor de Cristo?
* ¿Quién es tu prójimo?
3. ORATIO
Cántico – 1Pt 2, 21-24
Cristo sufrió por vosotros, dejándoos un modelo para que sigáis sus
huellas. El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; el que,
al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que
se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia; el mismo que, sobre el
madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros
pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido
curados.Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y
guardián de vuestras almas.
4. CONTEMPLATIO
La contemplación es el saber unir nuestro corazón y nuestra mente al
Señor que con su Palabra nos transforma en nuevas personas que cumplen siempre
su voluntad. “Sabiendo estas cosas, seréis dichosos si la ponéis en práctica”
(Jn 13,17).
Fuente:
WWW.ocarm.org
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