1 ago 2013

La parábola del rico insensanto - Compartir

  Ricardo Stirparo y Horacio Prado 

«No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí  donde esté tu tesoro, estará también tu corazón»Mt 6, 19-21

 La Palabra de Dios nos enseña que los bienes no son para acumular, sino para compartir. El anhelo de Jesús es que vivamos en comunión, como hermanos. Y esa comunión también toca nuestros bienes. El amor de Dios se hace visible entre nosotros en el compartir la vida y las cosa que administramos. El compartir los bienes con los demás, es un signo contundente de la presencia de Dios en nuestras vidas. Nuestra opción por Dios, que es amor y comunión, nos lleva buscar vivir la comunión de bienes y a denunciar el afán de tener, de acumular y de dominar. ¿Con qué gestos concretos podemos construir y favorecer una economía fraterna, basada en los valores de la caridad, la unidad, la solidaridad y la comunicación de los bienes? Nuestra opción por vivir el Evangelio implica también una opción de comunión con los más desfavorecidos, con los olvidados y excluidos de la sociedad. La propuesta de este encuentro es que juntos dejemos que la Palabra de Dios nos enseñe que sólo en el compartir realizamos y hacemos plena la vida.

 Primer momento: Motivación

Para  introducir el tema, trabajaremos en pequeños grupos con un listado de frases que expresan distintas ideas acerca del dinero y nuestra relación con él. Luego de leer las frases iniciaremos un diálogo para analizarlas, guiados por las siguientes preguntas: 

·        Analizar cada una de las frases.
·        ¿Qué valores o antivalores encierra cada una?
·        Agrupar aquellas con las que acordamos y aquellas con las que no.
·        Elegir una o dos que mejor expresen cómo se vive la relación con los bienes en nuestra cultura.
·        ¿Nos sentimos identificados con alguna? ¿Con cuál? ¿Por qué?
·        Elaborar una nueva frase, que sea expresión de la propuesta del Evangelio en relación a los bienes.
Frases
- Dime cuánto dinero tienes… y te diré cuánto vales…
- El dinero no es nada, pero mucho dinero es otra cosa.
- No es más rico el que más tiene más, sino el que menos necesita.
- Hay gente tan sumamente pobre, que sólo tiene dinero.
- El dinero solo trae problemas, por eso los animo a que me lo den.
- ¿Quieres ser rico? Entonces no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia.
- Mi sueño es tener mucho dinero para vivir tranquilo como los pobres.
- Quien cree que el dinero lo hace todo, termina haciendo todo por dinero.
- El que no considera  lo que tiene como riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo.
- El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para ver la diferencia.
- Llevo dentro de mí mismo un peso agobiante: el peso de las riquezas que no he dado a los demás.
- ¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!
- Algún dinero evita preocupaciones; mucho las atrae.
- En la vida hay que escoger entre ganar dinero o gastarlo. No hay tiempo suficiente para ambas cosas.
- La riqueza es como el agua salada: cuanto más se bebe, más sed da.
- Muchas veces, el dinero lo compramos demasiado caro.
- Los avaros son como las abejas, trabajan como si fueran a vivir eternamente.
- El dinero es un buen siervo, pero un mal amo.
- Lo que tengo, cuando lo doy, se convierte en lo que soy.
- Todo necio confunde valor y precio.
Puesta en común y conclusiones. 

Segundo momento: Anuncio de la Palabra y trabajo grupal

Lectura de Lc 12, 16-21 («Parábola del rico insensato»). 


Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha. Después pensó: Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes,  y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida.  Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?». Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

Luego se dialoga con el grupo sobre el mensaje de esta lectura y se van escribiendo en un afiche las palabras clave: avaricia, egosimo, insensatez, riqueza… El coordinador remarca las ideas que considera centrales e invita a buscar qué valores estuvieron ausentes en esta situación: generosidad, compartir, solidaridad, pensar en los demás…

Se propone trabajar en grupos para elaborar y escribir una parábola con el mismo mensaje del rico insensato pero con personajes y situaciones de la actualidad. Se termina este momento grupal con una puesta en común y el cometario de las parábolas. 

3º momento:  Reflexión personal
Después de haber profundizado sobre el mensaje del texto y de recrearlo en los grupos, se propone un momento de reflexión personal guiados con la siguiente ficha:
¿Qué cosas poseo?
¿De qué está lleno el granero de mi vida?
¿Qué otras cosas quisiera tener?
¿Qué cosas no comparto con nadie?
¿Qué cosas me animo a compartir con mis amigos, mi familia?
¿Qué cosas puedo compartir con todos?
¿Qué significan para mí, las cosas que me cuesta compartir?
¿Cuáles son mis temores?
¿Qué experiencias positivas tuve de compartir mis bienes?
¿Cuáles fueron negativas y cómo influyeron en mí?

 Para la puesta en común se reúnen en pequeños grupos para que haya más confianza en el diálogo.
4º momento:  Oración

Para iluminar el momento de la oración se puede leer un testimonio de madre Teresa de Calcuta y e invitar a orar espontáneamente pidiendo al Señor que nos enseñe a amar de este modo. 

Ese niño me enseñó a amar. Cierta vez, en el hogar de Calcuta, no teníamos azúcar para los niños. Un vecinito, de cuatro años, escuchó decir que la madre Teresa se había quedado sin azúcar. Fue a su casa y dijo a sus padres que no comería azúcar durante tres días para dársela a madre Teresa. Al cabo de los tres días, sus padres lo trajeron a nuestra casa: entre sus manos tenía una pequeña botella de azúcar; lo que no había comido. Aquel pequeño me enseñó a amar. Lo más importante no es lo que damos sino el amor que ponemos al dar.

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