19 sept 2013

PAUTAS PARA LECTURA ORANTE DEL EVAGELIO DE LC 16,1-13 DE JOVENES

Algunas preguntas para ayudarte en la lectura atenta…

¿Por qué el amo despide al administrador? ¿Qué hace el administrador al respecto? ¿Por qué el administrador es alabado por el Señor?

Algunas consideraciones para una lectura provechosa…

El capítulo 16 es casi en su totalidad exclusivo de San Lucas, y aborda, como tema principal, los bienes de este mundo. Primero la parábola del administrador infiel (vv. 1-13), luego, los fariseos amantes del dinero (vv. 14-18), y al final lo que puede pasar a los malos administradores (vv. 19-31) con la parábola del rico y el pobre Lázaro. Leemos hoy Lc 16,1-13 que está conformado al menos por dos grandes partes: en la primera, Jesús se dirige a sus discípulos con la parábola del administrador infiel (vv. 1-8); y en la segunda, el mismo Jesús hace alguna aplicaciones prácticas a la luz de la parábola recién contada (vv. 9-13).

La parábola va desde "había una vez un hombre rico" hasta "el Señor alabó al administrador injusto porque había obrado con sagacidad". Pero, cómo Jesús cuenta la historia.

Situación (vv. 1-2): Quizá en sus orígenes la parábola se dirigía a los no convertidos, a los fariseos; y posteriormente, la iglesia primitiva aplicaría la parábola a la comunidad (añadiendo "a los discípulos", v. 1). Es probable que un extranjero rico radicado en Palestina, se hiciera ayudar de un nativo que administrara sus bienes para que sus paisanos le tuvieran confianza en los negocios. Pero tanto el administrador como los inversionistas estarían bajo el yugo de aquel hombre rico.

El administrador fue acusado ante el rico de malgastar su hacienda. No son rumores ni una difamación; si así fuera, el administrador debía haberse defendido, y no lo hizo. Se supone que el amo ha verificado las denuncias, y por eso, le pide cuentas y decide despedirlo. No se precisa más. Los lectores nos quedamos con la duda con respecto a qué o cómo el administrador malgastó la hacienda de su amo. Por cierto, en una situación semejante a la acontecida con el hijo pródigo, que malgastó la fortuna que le había dado su padre.

El administrador piensa y toma decisiones (vv. 3-4): Ante la situación embarazosa que vive, el administrador discierne porque tiene que tomar decisiones con prontitud, no le queda mucho tiempo. Constata para sí mismo que es incapaz de realizar un trabajo físico pesado, y le es psicológicamente imposible pedir limosna. Y pensando en su futuro inmediato ("cuando sea destituido") decide realizar acciones estratégicas, diríamos nosotros hoy, para que como dice él "me reciban en sus casas". Pero, ¿quiénes lo recibirán? Es lo que de inmediato se contará.
El administrador otorga un descuento a los deudores (vv. 5-7): Los orientales gustan de las grandes cifras, es lo que se refleja en la parábola. El administrador condona el 50% al primero y el 20% al segundo, pero se trata de grandes cantidades equivalentes; perdonadas en función de un propósito bien definido: que el administrador sea recibido por estos beneficiados cuando sea destituido de su cargo (cf. v. 4). Rompe con el círculo de la opresión porque ahora se pone del lado de las víctimas, a quienes les aminora la deuda que tienen con el amo.

El administrador no le está robando nada a su amo; sólo está renunciando a lo que sería su ganancia, quizá excesiva. Aquí no se evalúa la moralidad de su actuación, por el despilfarro de que lo acusaron o por sus ganancias excesivas, a las que ahora renuncia; sino que se pone de ejemplo de actuación rápida, efectiva y astuta ante una situación de crisis. El administrador ha sabido en el presente sacar ventaja para su futuro.

La alabanza al administrador y aplicaciones para la vida de la comunidad (vv. 8b-13)

El amo de la parábola, y no Jesús como algunos sugieren, es el que reconoce la prudencia del administrador, que se muestra audaz en su rápida y decidida acción. Jesús retoma la alabanza del administrador para ejemplificar cómo los discípulos deben ser astutos, procurando con el dinero injusto ganarse amigos "que los reciban en las moradas eternas". Lo verdaderamente valioso son las personas y sus relaciones caritativas, justas y amorosas.

Los discípulos son probados en la administración de los bienes terrenos, y si son fieles, serán aptos para administrar los bienes futuros (escatológicos – definitivos). La sagacidad cristiana a la que estamos invitados consiste en ocupar el dinero para practicar caridad y de esa manera, ganarnos el cielo. Los discípulos han de ser como el administrador de la parábola en los asuntos del Reino de Dios: prontos y astutos para tomar decisiones que los encaminen hacia las moradas eternas, a la plenitud de la vida.

Al final, una sentencia de Jesús: "No pueden servir a Dios y al dinero". Resulta interesante la etimología de las cosas que dan seguridad; es decir, el dinero, de cara a la expresión "amén", con la que está emparentada, pero que se refiere a la seguridad que viene de la confianza en Dios. Así, los discípulos deben decidirse: o confían en su dinero o confían en Dios. No hay manera de hacerse a un lado. Jesús desafía a los discípulos a que se decidan, o sirven al dinero o le dan su "amén" al único Dios – Padre de todos.

 
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