20 abr 2014

FELIZ PASCUA!!!!

Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2014:
El Evangelio de la resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro,
temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo
del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel poderoso les dice: «Vosotras no temáis» (Mt 28,5),
y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de
vosotros a Galilea» (v. 7).
Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No
temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (v. 10).
Después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su f e se deshizo, todo parecía que
había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las
mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se dif undió: Jesús
ha resucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos
veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán».
Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera
llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó,
y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf . Mt 4,18-22). Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la
cruz y de la victoria. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las
def ecciones, hasta la traición; releer todo a partir del f inal, que es un nuevo comienzo, de este acto
supremo de amor.
También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea»
tiene un signif icado bonito, signif ica para nosotros redescubrir nuestro bautismo como f uente viva, sacar
energías nuevas de la raíz de nuestra f e y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea signif ica sobre
todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino.
Con esta chispa puedo encender el f uego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y
hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no of ende el dolor y la
desesperación, una alegría buena y serena.
En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también una «Galilea» más existencial: la experiencia del
encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido,
volver a Galilea signif ica custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por
mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; recuperar la memoria de aquel momento en el
que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.
Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? ¿Dónde está mi
Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar.
Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por
tu misericordia.
El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en
testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para
recibir el f uego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.
«Galilea de los gentiles» (Mt 4,15; Is 8,23): horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo intenso
de encuentro… ¡Pongámonos en camino!
GD Star

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