“No debemos enseñarles solamente a obedecer”, sostiene una experta
La psicóloga Mariela Cacciola habla de los desafíos actuales para los padres y la escuela.
Son malos todos aquellos castigos que encubren que el niño es algo malo a corregir y no un ser que está creciendo y aprendiendo. La que hace esta afirmación es Mariela Cacciola, especialista en crianza e infancia, coordinadora del espacio “Dulce Crianza”, desde el cuál se realizan actividades de orientación a mamás y papás en forma presencial y virtual.
- ¿Por qué creés que sigue tan vigente el castigo en la sociedad?
- Porque muchos de nosotros hemos sido educados con modelos más autoritarios y de obediencia. Hoy los desafíos en la crianza son otros. No debemos enseñar solo a obedecer, debemos trasmitir el respeto hacia el otro y para esto tenemos que primero respetarlos a ellos. Somos guías y no jefes. Para esto es necesario cuestionar nuestra infancia, animarnos a crecer junto con nuestros hijos. Para muchos padres esto no es posible, y solo pueden repetir modelos aprendidos de los cuales seguramente aún tienen malos recuerdos, o están tan reprimidos que no permiten a la persona cuestionar ese modelo vivenciado y, mucho menos, modificarlo.
- ¿Cuál es la mejor forma de disciplinar?
- La comunicación, el diálogo. El buscar juntos el remedio a lo sucedido. Que el niño puede aprender de las consecuencias de sus actos y también a buscar soluciones. El castigo sólo sanciona lo sucedido, pero no tiene en cuenta nada de lo anterior. ¿Qué pasó para llegar a eso? ¿Qué le está pasando al niño? ¿Está atravesando algún momento que lo está haciendo sentir mal y esto afecta su comportamiento? Si vemos una sumatoria de eventos que el niño no está haciendo lo que se espera de él hay que detenerse a pensar qué le puede estar pasando. Para que el niño realmente aprenda y modifique su comportamiento. No solo tenemos que sancionar su mal accionar sino que es necesario poder ponernos en su lugar y acompañarlo en lo que le está pasando. Cuando dialogamos siempre hay que tener en cuenta sus capacidades. Con el crecimiento los niños van teniendo más capacidad de responder y comprender.
- ¿Con los castigos que se imponen en la escuela pasa lo mismo? ¿Habría que revisarlos?
- Lo mismo que en el hogar. Las herramientas deben ser otras si queremos respetar al niño. Surge el problema de las limitaciones de los sistemas escolares tradicionales que exigen al niño mucho más de lo posible acorde a su edad. Otro factor importante es que la cantidad de cuidadores por alumno es muy inferior a la necesaria. Que haya un adulto cada 25, 30 o incluso 40 chicos imposibilita a que los niños reciban el acompañamiento que requieren. Castigamos problemas en los niños que en realidad los exceden a ellos y son generados por el mismo sistema escolar.
- Porque muchos de nosotros hemos sido educados con modelos más autoritarios y de obediencia. Hoy los desafíos en la crianza son otros. No debemos enseñar solo a obedecer, debemos trasmitir el respeto hacia el otro y para esto tenemos que primero respetarlos a ellos. Somos guías y no jefes. Para esto es necesario cuestionar nuestra infancia, animarnos a crecer junto con nuestros hijos. Para muchos padres esto no es posible, y solo pueden repetir modelos aprendidos de los cuales seguramente aún tienen malos recuerdos, o están tan reprimidos que no permiten a la persona cuestionar ese modelo vivenciado y, mucho menos, modificarlo.
- ¿Cuál es la mejor forma de disciplinar?
- La comunicación, el diálogo. El buscar juntos el remedio a lo sucedido. Que el niño puede aprender de las consecuencias de sus actos y también a buscar soluciones. El castigo sólo sanciona lo sucedido, pero no tiene en cuenta nada de lo anterior. ¿Qué pasó para llegar a eso? ¿Qué le está pasando al niño? ¿Está atravesando algún momento que lo está haciendo sentir mal y esto afecta su comportamiento? Si vemos una sumatoria de eventos que el niño no está haciendo lo que se espera de él hay que detenerse a pensar qué le puede estar pasando. Para que el niño realmente aprenda y modifique su comportamiento. No solo tenemos que sancionar su mal accionar sino que es necesario poder ponernos en su lugar y acompañarlo en lo que le está pasando. Cuando dialogamos siempre hay que tener en cuenta sus capacidades. Con el crecimiento los niños van teniendo más capacidad de responder y comprender.
- ¿Con los castigos que se imponen en la escuela pasa lo mismo? ¿Habría que revisarlos?
- Lo mismo que en el hogar. Las herramientas deben ser otras si queremos respetar al niño. Surge el problema de las limitaciones de los sistemas escolares tradicionales que exigen al niño mucho más de lo posible acorde a su edad. Otro factor importante es que la cantidad de cuidadores por alumno es muy inferior a la necesaria. Que haya un adulto cada 25, 30 o incluso 40 chicos imposibilita a que los niños reciban el acompañamiento que requieren. Castigamos problemas en los niños que en realidad los exceden a ellos y son generados por el mismo sistema escolar.
PUNTO DE VISTA
No existe un método para todos
SILVINA COHEN IMACH / LIC. EN PSICOLOGÍA - UNT
A pesar de que en la actualidad se ha desterrado la antigua práctica de la explotación del niño por el adulto, parece haber sido sustituida en los tiempos modernos, por una forma de crueldad más sutil, que además se esconde tras el benévolo término de “educación”. La amenaza, la intimidación, el encierro, pero también los castigos físicos, son diferentes recursos que padres intentan imponer una sanción. Actos punitivos que solo a veces logran rectificar la posición subjetiva del niño, y consiguen en cambio, las más de las veces, acallar o domesticar al niño. Es sabido que en toda sociedad humana existe alguna forma de regulación, de ordenar los intercambios entre sus miembros, estableciendo los límites entre lo permitido y lo prohibido, la ley, lo simbólico. Pensar los límites implica pensar los contornos de lo posible y de lo no-posible. Cuando esos contornos se delimitan en función de caprichos o de la insensatez del adulto, termina humillando, avasallando, vejando y aniquilando al sujeto niño.
Frente al capricho de los niños, su transgresión o desbordes, será precisa una sanción que posicione al pequeño de un modo distinto frente al otro, a la ley y a su propio deseo. Palabras o actos de los adultos que apuntarán a que el niño pueda ubicarse de una manera distinta. Si en cambio, sobreviene el castigo corporal, las humillaciones, los gritos, el niño quedará petrificado de terror, pero no por eso se posicionará desde otro lado. Es más, la bronca, la ira, el sentimiento de impotencia del niño será aún mayor.
No existe un método que sirva para todos los niños. Cada padre, cada madre irá encontrando esos modos de inscribir una ley y su contracara, la sanción del modo más saludable posible. La tolerancia a la frustración, la capacidad de espera, hasta a veces, el sentimiento de culpa, serán señales de su inscripción. El disciplinamiento, que sería la obediencia acrítica a las normas, sería más bien opuesto al psicoanálisis. No es lo mismo sujeto “disciplinado” que “ético”. Mientras el primero es un sujeto automatizado, el segundo reconoce al otro como tal, como subjetividad, lo que implica una ruptura de su egocentrismo.
FUENTE: http://www.lagaceta.com.ar/
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