(...)La venida de Cristo y su presencia en el mundo es ya
un hecho. Cristo sigue presente en la Iglesia y en el mundo, y prolongará
su presencia hasta el final de los tiempos. ¿Por qué, pues, esperar y ansiar su
venida? Si Cristo está ya presente en medio de nosotros, ¿qué sentido tiene
esperar su venida?
Esta reflexión nos sitúa frente a una tremenda paradoja:
la presencia y la ausencia de Cristo. Cristo, al mismo tiempo, presente y
ausente, posesión y herencia, actualidad de gracia y promesa. El adviento nos
sitúa, como dicen los teólogos, entre el «ya» de la encarnación y el «todavía
no» de la plenitud escatológica.
Cristo está, sí, presente
en medio de nosotros; pero su presencia no es aún total ni definitiva. Hay
muchos hombres que no han oído todavía el mensaje del evangelio, que no han
reconocido a Jesucristo. El mundo no ha sido todavía reconciliado plenamente
con el Padre. En germen, sí, todo ha sido reconciliado con Dios en Cristo, pero
la gracia de la reconciliación no baña todavía todas las esferas del mundo y de
la historia. Es preciso seguir ansiando la venida del Señor. Su venida en
plenitud. Hasta la reconciliación universal, al final de los tiempos, la
esperanza del adviento seguirá teniendo un sentido y podremos seguir orando:
«Venga a nosotros tu reino».
No solamente en navidad;
en cada misa, en el «ahora» de cada celebración eucarística, se actualiza el
misterio gozoso de la venida y de la presencia salvífica del Señor entre
nosotros. Nuestra espera tiene, pues, un sentido. La explosión de gracia y de
luz que tiene lugar en la fiesta de navidad es como el punto culminante de la
espera, en el que ésta se consuma y culmina plenamente.
El repetir, reiterar una y otra vez la experiencia de su
venida al nivel del misterio hace este continuo esperar y este continúo
experimentar, un año tras otro, los efectos de su venida y de su presencia irán
madurando la imagen de Cristo en nosotros porque lo único definitivo será
cuando llegue la Parusía definitiva.
La repetición cíclica de la experiencia cultual del
adviento y de la navidad, más que la imagen de un movimiento circular cerrado
en sí mismo, donde siempre se termina en el punto cero que constituyó el punto
de partida, nos sugiere la imagen del círculo en forma de espiral donde cada
vuelta supone un mayor grado de elevación y de profundidad. Así, cada año
nuestra espera es más intensa y más ardiente, y nuestra experiencia de la
venida del Señor más profunda y más definitiva. De este modo, cada año la
celebración litúrgica del adviento-
Aciprensa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario