El Adviento es un tiempo de preparación para celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios y para renovar la gracia propia de la Navidad.
El Adviento es un tiempo, en el cual la Reina de la Paz nos invita a orar con mayor intensidad y esperanza, a la vez que nos pide que comencemos a preparar poco a poco el pesebre de nuestros corazones.
Si queremos recibir en la tierra de nuestra alma, de nuestras familias, de nuestras comunidades, al Príncipe de paz, es necesario aceptar el pedido que en este Mensaje nos hace nuestra Madre, a través del cual nos pide una concreción más profunda del proceso de conversión. De este modo no sólo celebraremos la Navidad, sino que la estaremos viviendo de corazón.
Pero, ¿cómo puede nacer el Niño Jesús, en nuestro pesebre interior, si no limpiamos el sagrado recinto de nuestra alma de: los enojos, la amargura o el resentimiento que a lo largo del año pudimos haber acumulado?
¿Cómo podemos anhelar la visita de la Reina de la Paz al pesebre de nuestro diario vivir, si no erradicamos de nuestra mente los pensamientos prejuiciosos, condenatorios hacia nuestros hermanos, sean laicos, sacerdotes o religiosos?
¿Cómo esperamos recibir el don de la paz, si vivimos promoviendo la guerra con nuestros labios, a través de las críticas, las calumnias, las mentiras, o las medias verdades, que en definitiva terminan siendo las grandes mentiras?
Por eso, el tiempo de Adviento debe ser visto, pensado y vivido, como un tiempo de purificación, conversión y transformación diaria.
¡Qué hermoso sería…, que bien nos haría…, como el cielo se alegraría… si durante el próximo tiempo de adviento, nos comprometiésemos en intentar concretar cada día las invitaciones que la Reina de la Paz nos hace a través de este mensaje!
Oración de reminiscencia de lo que hay en el corazón
A continuación te comparto como es mi modo de orar con el corazón, cada día del mes de diciembre hasta fin de año, para que si te sirve algo de ello, también lo pongas en práctica.
El corazón -en el sentido bíblico- es el depósito de todas nuestras vivencias; por lo tanto imagino que extiendo mi mano y me dejo conducir -en algunos momentos por Jesús, y en otros momentos por María Santísima- a través de los recuerdos de lo vivido en todo el año.
Lo que hago es, pedirles que ellos me lleven a recorrer con la memoria todo lo vivido, a fin de que bendigan los acontecimientos gozosos y dolorosos de este año.
1. Agradecer a Dios
Esta oración de reminiscencia me ayuda a revalorizar todo lo que he recibido de Dios en los últimos meses, entonces comienzo a experimentar la necesidad de agradecer al Señor y a su Madre, y de alabar a Dios Creador, Providente y Misericordioso por tantas manifestaciones de su amor y por tantas bendiciones recibidas.
Esta oración de reminiscencia me ayuda a revalorizar todo lo que he recibido de Dios en los últimos meses, entonces comienzo a experimentar la necesidad de agradecer al Señor y a su Madre, y de alabar a Dios Creador, Providente y Misericordioso por tantas manifestaciones de su amor y por tantas bendiciones recibidas.
2. Agradecer a las personas
También el Espíritu Santo, hace que venga a mi memoria los rostros de tantas personas buenas que Dios ha puesto en mi camino durante el tiempo transcurrido. Entonces comienzo a darle gracias a Dios por ellos, y le pido que los bendiga en aquellos aspectos de su vida donde tengan mayor necesidad.
También el Espíritu Santo, hace que venga a mi memoria los rostros de tantas personas buenas que Dios ha puesto en mi camino durante el tiempo transcurrido. Entonces comienzo a darle gracias a Dios por ellos, y le pido que los bendiga en aquellos aspectos de su vida donde tengan mayor necesidad.
Considero que, de mi parte sería un pecado de ingratitud, si no orase y bendijese -incluso a la distancia- a tantas personas con quienes he compartido algún momento lo largo del año y que han sido bienhechores míos, de mi comunidad, y de la Iglesia.
3. Limpieza y conversión
Luego reviso mi diario pensar, hablar, y obrar a lo largo del año, y siempre encuentro errores cometidos y cosas buenas que podría haber hecho y que deje de hacer. Entonces me postró espiritualmente ante la presencia del Señor para pedirle perdón de todos mis pecados, le pido aprender de mis errores, y que me de la gracia para no repetirlos el próximo año, ni en ningún otro momento futuro.
Luego reviso mi diario pensar, hablar, y obrar a lo largo del año, y siempre encuentro errores cometidos y cosas buenas que podría haber hecho y que deje de hacer. Entonces me postró espiritualmente ante la presencia del Señor para pedirle perdón de todos mis pecados, le pido aprender de mis errores, y que me de la gracia para no repetirlos el próximo año, ni en ningún otro momento futuro.
Este punto de la oración me sirve como examen de conciencia, para ir preparando lo que ha de ser mi confesión de fin de año.
4. Pedir la gracia de perdonar.
En base a lo que Dios nos muestra, es necesario perdonarnos a nosotros mismos, confiando en la Misericordia Divina, quien nos ha perdonado a través de nuestro arrepentimiento y del Sacramento de la Reconciliación.
En base a lo que Dios nos muestra, es necesario perdonarnos a nosotros mismos, confiando en la Misericordia Divina, quien nos ha perdonado a través de nuestro arrepentimiento y del Sacramento de la Reconciliación.
El sentirnos perdonados por Dios, y el perdonarnos a nosotros mismos, nos capacita para perdonar a quienes nos han herido de algún modo en algún momento del año que va terminando.
No podemos llegar a la Navidad con el corazón manchado por el rencor, ni deberíamos trasladar los enojos al año que está por llegar.
5. Propósitos concretables
En base a lo que ha ido surgiendo en la oración, lo que Dios va mostrando, y teniendo en cuenta la experiencia adquirida a lo largo del año -donde han habido aciertos y errores-, elaboro un plan de vida con propósitos realistas que pueda concretar; y le pido a nuestro buen Dios que me conceda la gracia de llevarlos adelante para su mayor gloria.
En base a lo que ha ido surgiendo en la oración, lo que Dios va mostrando, y teniendo en cuenta la experiencia adquirida a lo largo del año -donde han habido aciertos y errores-, elaboro un plan de vida con propósitos realistas que pueda concretar; y le pido a nuestro buen Dios que me conceda la gracia de llevarlos adelante para su mayor gloria.
6. Bendecir el año que va a comenzar
Finalmente -y especialmente a partir del 25 de diciembre-, empiezo pedirle a María Santísima y a Jesús, que caminen delante de mí, de los miembros de mi familia, de mi comunidad y de toda la Iglesia, apartando todo peligro y todo mal, y abriendo nuevos surcos de bendición para todos nosotros.
Este es un tiempo para interceder y bendecir cada uno de los meses, días, horas y minutos que vamos a recorrer el próximo año. Es lo que yo llamo: ser sembradores de bendiciones.
Padre Gustavo Jamut
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