8 mar 2020

Y UN DÍA EL CIELO SE ASOMÓ Y NOS DEJÓ SENTIRLO …

Domingo 8 de marzo
Mateo17, 1-9

ME PREPARO- El lugar, el tiempo y el corazón

Y UN DÍA EL CIELO SE ASOMÓ Y NOS DEJÓ SENTIRLO …
Leemos Mt 17, 1-9

La Fiesta de la transfiguración es un momento muy importante en la vida de los amigos de Jesús y en nuestra vida. Yo no se si para Jesús Vos y Yo seriamos Pedro Santiago o Juan, pero nos gustaría serlo, así que vamos a sentirnos ahí una vez más.
Los discípulos están viviendo días difíciles, se sienten confundidos, desconcertados. Jesús les habló de sufrimiento, de cruz y a ellos les cuesta comprender… ¿Realmente Él es el Salvador que esperaban? ¿No hay otro camino más fácil que el que propone Jesús? En esos momentos ellos solo pueden ver la cruz, no pueden vislumbrar la Pascua. Cuando escuchan a Jesús, sienten que se viene la noche, pero no ven ninguna luz en su horizonte, sienten miedo, están muy confundidos…
Tantas veces nosotros convivimos con el dolor, la injusticia, la violencia, la pobreza. Es tanto lo que nos gustaría que sea diferente y también aparecen nuestras dudas… ¿Será este el camino? ¿Todo lo que hacemos alcanza? ¿Este modo de vivir puede transformar la realidad? ¿Nos puede transformar a nosotros? ¿Tiene sentido? Cuando parece que avanzamos… los ojos del mundo nos quieren hacer creer que estamos retrocediendo ¿Estamos haciendo las cosas bien?
Tal vez las preguntas no tendrían que orientarse tanto al … qué estamos haciendo… sino …por quién lo estamos haciendo… porque el qué, podrá ir cambiando, pero el quién, siempre permanecerá ¿Te la compliqué? …
Volvamos al Evangelio, si sabemos ver y escuchar bien, Jesús siempre está atento a lo que pasa. Él conoce a sus amigos, sabe lo que están sintiendo y quiere ayudarles a dar un “salto en la fe” que les permita volver a centrarse en lo que creen. Jesús jamás les pediría un salto al vacío, es un salto que los acercará “al cielo”, sí, escuchaste bien ¡al cielo! Jesús se anima a hacer algo impensado. Busca a los más cercanos; llama a Pedro, Santiago y Juan y los lleva al “monte”, al lugar de la intimidad, allí donde siempre se daba el “encuentro profundo con Dios” y les hace un regalo, les permite vivir un “adelanto de lo que será la Pascua”… Podríamos decir que por un momento se sienten “casi en el cielo”, por unos segundos, ellos pueden ver, o más bien, se pueden dejar enceguecer por tanta luz. Ahí escuchan la Voz de Dios que les confirma que su amigo, es su hijo amado y que a Él tienen que escuchar y seguir.

ENCUENTRO QUE LA PALABRA ESTÁ PRESENTE EN MI VIDA DE TODOS LOS DÍAS.

¡Increíble encuentro! ¿Te animaste a sentirte ahí? Es una lectura en donde hay tanto para mirar que te podés perder. Encontrás a Jesús, a Dios, a Moisés y Elías, están los amigos de Jesús; aparecen lugares que también nos hablan; el monte, la nube, la luz, las vestiduras de Jesús; las palabras que se van escuchando… tanto para mirar y rezar, pero… ¿escuchaste a Pedro?
-¡Pedro!- ¿Qué haríamos sin vos?- Gracias por acercarnos a Jesús; creyendo, dudando, amando, negando, dejándolo todo, llorando, sirviendo … siempre Pedro… tan humano y tan de Dios… Jesús te invitó al Monte Tabor y le dijiste lo que todos le hubiéramos dicho ¡Hagamos tres carpas! Sí ¡Quedémonos acá! ¡Estamos tan bien ahora! Y claro ¿para qué irse? ¿para qué volver? ¿Quién puede pensar en la cruz en ese momento? ¿A quién se le puede ocurrir que para “ganar la vida hay que perderla”? ¡Hagamos tres carpas! ¡Sí Pedro! ¡Cómo no entenderte y pensar igual que vos! ¿Puede haber algo mejor que estar ahí?
Ahora, fijate bien, en ese momento en que están casi tocando el cielo, Jesús aparece y les dice lo mismo que nos diría hoy a nosotros… hay que volver, hay que bajar del monte, tenemos que volver, sí, de ese lugar en el que nos sentimos tan cuidados, mimados y transfigurados en su Amor, hay que volver… todavía queda mucho por hacer…
Jesús hoy nos permite tocar el cielo, pero para fortalecernos en la misión, para que comprendamos que la Pascua es el horizonte de nuestra esperanza. Seguramente muchas veces nos pasó “vivir momentos que son como pedacitos de cielo”, esos que no querés que acaben nunca, esos instantes en que buscamos que el tiempo no pase, “puertas del cielo que algo nos dejan vislumbrar”. A veces son lugares, a veces personas, a veces encuentros, palabras, momentos, pero creeme; “el cielo se abre para vos, para mí y para todos, más de lo que nos podemos imaginar”. Pensá en tus momentos de cielo, te aseguro que los tenés…
Y cuando vemos tanta cruz alrededor, podemos caer en la tentación de “bajar los brazos”, pero Jesús lo sabe, por eso aparece para recordarnos que el camino es “abrir los brazos”, como en su cruz, “abrir los brazos y entregarnos” caminando juntos hacia la Pascua. Ese es el camino que recorremos en la Cuaresma.
Hoy nos invita a subir al monte, para luego bajar y ponernos al servicio. Nos hace escuchar la voz de Dios, para que la compartamos con nuestros hermanos. Vos ya lo sabés o lo intuís ¡Cuánto más recibimos, más nos toca entregar! Si tuviste la gracia de disfrutar de un momento de cielo, de sentir esos brazos abiertos de Dios ¿No vas a vivir toda tu vida intentando decirles a todos de lo que es capaz Dios?
Pedro, Santiago y Juan fueron juntos al encuentro en la montaña ¿No será que Jesús quiso mostrarles que la Fe se vive en comunidad?
En este camino hacia la celebración de los 500 años hay tantos hermanos nuestros que como los discípulos pasan por momentos de cruz, de duda, de desconcierto, de dolor ¿Rezamos por ellos? ¿Les hacemos un lugar en nuestras comunidades? ¿Curamos sus heridas? Jesús quiso mostrarles a sus discípulos que ante el dolor, el sentirse amado fortalece. Siempre volvemos al amor que sana y salva.

LA PALABRA SE HACE VIDA Y ORACIÓN EN NOSOTROS

A veces uno escucha “transfiguración” y piensa que es un cambio de figura, a mí me ayuda pensar que Jesús al transfigurarse no cambió, simplemente “se hizo más transparente” Se dejó ver con más luz, se iluminó, como cuando una lupa te ayuda a ver los detalles de algo que tuviste siempre a la vista, pero nunca habías observado con claridad.
Sus amigos lo tenían ahí, pero en realidad no lo veían. Nosotros lo tenemos tan cerca, y a veces tampoco lo vemos. Hoy no necesitamos ir al Monte Tabor para reconocer a Jesús tal cual es. Que nuestro GESTO de hoy sea volver al Evangelio con el que arrancamos esta semana y pedirle al Señor que “su Amor nos transfigure la mirada y el corazón” para poder reconocerlo ¿dónde?... Te dejo la posible respuesta para rezarla juntos…

"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?...
"Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Mt 25,37-40

Que el Señor nos transfigure el corazón, para que podamos mirar a los heridos del camino con su Amor y aprender a curar sus heridas.

No te olvides que en la mesa de la Eucaristía nos unimos todos y este domingo con nuestro corazón en Luján vamos a pedirle a nuestra Madre que nos ayude a proteger y cuidar la vida “como viene”. Que podamos abrazar todas las vidas.
En el día de la mujer, rezamos por todas…
“Sí a las mujeres, Sí a la Vida”.

LA FIESTA DEL ABRAZO

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