16 jul 2013

MARIA MUJER EUCARISTICA

El Papa Juan Pablo II, en la Encíclica Ecclesia Eucaristía, ha propuesto a toda la Iglesia reflexionar sobre el vínculo existente entre María y la Eucaristía. Efectivamente, el l capitulo VI de la mencionada encíclica, intitulado. En la escuela de María, Mujer “Eucarística”,nos dice que él>

            En base a esta afirmación del Papa Juan Pablo II podemos preguntarnos ¿qué relación tiene María con la Sagrada Eucaristía? ¿La Madre participo de la última Cena  de Jesús cuando instituyó este sacramento o, en todo caso, en las celebraciones eucarísticas de la primera comunidad cristiana?  ¿Está presente la Madre en todas las ceremonias eucarísticas de la Iglesia? ¿Qué puede enseñarnos María respecto a nuestro amor al Señor Jesús Sacramentado?

 

  Siguiendo las reflexiones del  Papa lo primero que debemos decir es que en toda la Sagrada escrituras no se menciona explícitamente la relación  entre María y la Eucaristía.<la Institución
, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María. Sin embargo sabemos, siguiendo el relato de los Hechos de los Apóstoles, que María perseveraba en la oración con la primera comunidad en espera del Espíritu Santo. Así pues, la presencia de la Madre< fracción del Pan”
 

 Pero más allá de la participación de María en las primeras misas<> Como nos dice Juan Pablo II en su carta apostólica Mane nobiscum Domine, ella “encarno con toda su existencia la lógica de la Eucaristía”. Podemos decir pues que la espiritualidad de María es una espiritualidad netamente eucarística. De esta forma “ la Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este Misterio”.        

 

ANTE EL MISTERIO EUCARÍSTICO

 

  En la eucaristía “esta el tesoro de la Iglesia, el corazón del mundo, la prenda del fin al que todo hombre, aunque sea inconscientemente, aspira, Misterio grande, que ciertamente nos supera y pone a dura prueba la capacidad  de nuestra mente de ir más allá de las apariencias”.

 

 La Eucaristía es un misterio de fe. Sin embargo,”… el hombre está siempre tentado a reducir a su propia medida la Eucaristía, mientras que en realidad es el quien debe abrirse a las dimensiones del Misterio.” En el momento de la celebración de la Eucaristía  la fe es puesta a prueba, pues como dice Santo Tomás de Aquino: “la vista, el gusto y el tacto se engañan, solamente el oído cree todo. Nadie como María puede educarnos en esta virtud para reconocer, más allá de las apariencias sensibles, a Cristo Vivo. ¿Y cómo ha vivido María su “fe eucarística”?.

 

 “En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que está fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del “Verbo de  Dios”. ¿Por qué? El Papa no responde.”María concibió en la Anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies de pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor.

En un hermoso pasaje cargado de sentido teológico y poético nos enseña el Papa peregrino: Ese cuerpo y esa sangre divinos, que después de la consagración están presentes en altar… conservan su matriz originaria de la Eucaristía
está, pues, la vida virginal y materna de María… Y si el Cuerpo que nosotros comemos y la Sangre que bebemos son el don inestimable del Señor Resucitado para nosotros viadores, lleva también consigo, como Pan de la Iglesias, en todas nuestras celebraciones eucarísticas.
 

 

María y la dimensión de fe de la Eucaristía

Dijimos
que la Eucaristía es “Misterio de la fe”. 


Nadie mejor que María, mujer de fe, nos puede introducir en este gran misterio de fe que es la eucaristía. 

Vayamos a Caná. Así como dijo “haced lo que Él os diga”, así también en la eucaristía nos dice: “No dudéis, fiaros de la Palabra de mi Hijo”. Él, que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino Su Cuerpo y Su Sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de Su Pascua, para hacerse así “Pan de Vida”.

Así pues el “Haced esto en conmemoración mía” de ese primer Jueves Santo es como un eco del “Haced lo que Él os diga” de María en Caná. Toda la fuerza de la fe de María hizo que Cristo realizara ese gran milagro en Caná. Y es también la fuerza de nuestra fe, junto con la fuerza de la fe de María, la que nos hace caer de rodillas ante la eucaristía y decir: “Creo, Señor”.

Hay más. Retrocedamos al momento de la encarnación, cuando María recibió al ángel, embajador de Dios. María tuvo que practicar su fe eucarística, antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. ¡Encarnación y eucaristía! ¡Qué unión tan profunda!

María concibió al Hijo de Dios, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y vino, el Cuerpo y la Sangre del señor.

Hay una analogía o relación profunda entre él “Hágase” de María y nuestro “Amén”, “lo creo”. María ¡mujer de fe! El cristiano debe ser hombre de fe. Por eso, su prima santa Isabel le dijo: “Feliz la que ha creído”. María, mujer de fe. 

La Eucaristía es misterio de la fe. En este sentido podemos decir que María es una mujer “eucarística”, porque vivió de la fe y en la fe, durante su vida terrena... como también nosotros debemos vivir en la fe y de la fe. 


María y la dimensión sacrificial de la Eucaristía

Dijimos
también en varias partes del libro que la eucaristía es sacrificio, es decir, Cristo que se inmola y muere como Cordero Pascual, para ser nuestro alimento y darnos la salvación. También María incorporó en su vida esta dimensión sacrificial de la eucaristía. Veamos cómo. 


Cuando presentó a Jesús en el templo, Simeón le predijo la espada de dolor, al ser este Niño signo de contradicción. Desde ese día María ya comenzó a vivir el sacrificio de Cristo en su mismo ser. María - dice el papa - fue viviendo una especie de “eucaristía anticipada” una “Comunión espiritual” de deseo y ofrecimiento, que culminó en el Calvario. Y fue en el Calvario, donde María “mujer eucarística” se convierte en Madre nuestra: “Mujer, ahí tienes a tu hijo...”

Por tanto, vivir la eucaristía como sacrificio implica también recibir continuamente el don de María como madre. Por tanto, si en cada misa renovamos, actualizamos el sacrificio del calvario... también en cada misa, Cristo nos entrega el don de su madre. Por eso, dice el papa que María es una mujer “eucarística”. 

María está presente con la Iglesia en cada celebración eucarística. Así como el binomio Iglesia y eucaristía es inseparable, así también el binomio María y eucaristía. 

¡Maravilloso misterio el de la eucaristía! ¡E igualmente maravilloso el misterio de María!

“He ahí a tu Madre...”

Estamos en el Calvario, abrazando a esta nueva Madre que Jesús nos dio, y la hemos recibido en nuestra casa.

Esta madre tiene todos los signos de ser mujer eucarística, es decir, mujer de fe, mujer sacrificada, mujer triturada, inmolada, entregada... Ella entregó su alma para ser traspasada por esa espada de dolor. Y como el alma está unida indisolublemente al cuerpo, también su cuerpo participó de esta crucifixión íntima y espiritual.


Recibir la eucaristía  es entrar en prunfunda comunión con Jesús: “Permaneced en mí, yo en vosotros” (Jn.15,4). Esta relación de intima y reciproca “ permanencia” nos permite anticipar en cierto modo el  cielo en la tierra ¿Cuánto mas podemos decir sino en el momento de la comunión;” Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.? He aquí el ideal que anhela nuestro corazón, la plenitud de todas nuestras aspiraciones, el sentido último de nuestras vidas: ¡la comunión eterna!

 

  El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y de dar testimonio. Recibir continuamente el don de la comunión sacramental implica también acoger el memorial de la cruz, donde el Hijo nos entrega a su Madre, encomendándole  la misión de velar por nuestra configuración con Él: “ la Comunión eterna”.

  El cristiano auténtico reconoce en el misterio eucarístico la raíz y el secreto de su vida espiritual, el sacramento vivo de la gracia de cristo y, por eso, siente que solo puede pagarlo con la entrega de si mismo.



María y la dimensión de la Eucaristía como Presencia

María es mujer eucarística, porque no sólo es mujer de fe y mujer sacrificada, también es mujer, cuya presencia espiritual reconforta, anima y consuela a la Iglesia. ¿No era la eucaristía misterio de fe, sacrificio y presencia?

Este aspecto de María mujer “eucarística” se pone de manifiesto - dice el  Papa - en el canto del “Magnificat” que encontramos al final del capítulo primero de San Lucas. 

Analicemos brevemente, junto con el Papa, las cualidades del Magnificat.



  El Magnificat es ante todo alabanza y acción de gracias. También la eucaristía es alabanza y acción de gracias.


  El Magnificat rememora las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la salvación. ¿Qué hacemos en la liturgia de la Palabra, sino rememorar con las lecturas, las maravillas del Dios que salva en Cristo Jesús?


  En el Magnificat está presente ya la dimensión escatológica, es decir, las realidades últimas, la Jerusalén celestial: “Su misericordia de generación en generación para todos sus fieles”. ¿Acaso no recibimos en la Eucaristía el germen de inmortalidad, no anunciamos el cielo nuevo y la tierra nueva?

Por todo esto el Papa se ha atrevido a decir en este último capítulo de la encíclica: “En la Escuela de María, mujer eucarística”. ¡No es una exageración! ¡No es una hipérbole! María en su espíritu vivió todas las dimensiones de la eucaristía.


Así mismo las visitas al Santísimo han de ser un momento para profundizar en la gracia de la comunión y de la reconciliación sacramental y revisar nuestro compromiso con la vida cristiana; la confrontación de cada uno ante la Palabra de Ojala que nuestra vida sea también una continua eucaristía, vivida en nuestro espíritu.

 

CITAS PARA MEDITAR:

Guía para la oración.

 

**El Señor Jesús instituyó la eucaristía para quedarse por siempre con nosotros: Mt.26,26-29;28,20 Mc 14,22-25;Lc22,14-20

**Semejanza entre Hágase de María en la Anunciación-Encarnación y el amén que cada fiel pronuncia al recibir la comunión:Lc 1.26-38

**María es el primer “tabernáculo” d la historia: Lc1,39-45

**Relación intima entre eucaristía y el magnifica: lc1,39-45.Actitud “eucarística” de la madre ante el nacimiento de su Hijo:Lc 2,1-20

**Relación entre las bodas de Caná y la Eucarístia:Jn 2,1-5

**María hizo suya la dimensión sacrificial de la eucaristía con toda su vida, especialmente al pie de la Cruz:Jn 19,25-27

**Recibir la eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús:Jn 15,1-17

 

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