27 feb 2017

Tiempo de Cuaresma




¿QUÉ ES LA CUARESMA?
Es un tiempo litúrgico especial que va desde el miércoles de ceniza hasta el jueves santo, dura alrededor de cuarenta días (de ahí su nombre), comprende cinco domingos. Es un camino de preparación para la Pascua, donde somos llamados a la conversión. Estamos invitados a vivir especialmente el ayuno, la oración y la limosna, no como fines en sí mismo sino medios para morir a todo lo que se opone al proyecto de Dios y llegar a la Pascua transformados.
Comienza el miércoles de Ceniza y se extiende hasta el Jueves Santo.
La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres de la Iglesia insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración y la limosna, porque expresan la conversión con relación a sí mismo (ayuno), con relación a Dios (oración) y con relación a los demás (limosna).
-Ayuno: no es sólo de comida y bebida, sino de todo aquello que nos esclaviza y que no conduce al bien.
-Oración: acercarnos al Padre misericordioso, pedirle perdón de corazón, y pedir su ayuda, ya que sin él, nada podemos.
-Limosna: la práctica de la caridad “cubre la multitud de los pecados” (1 Pedro 4, 8). No es dar lo que me sobra, sino compartir lo que tengo.
La idea de la Cuaresma será más cercana al significado de la temporada de la Iglesia si la primera cosa que le viene a la mente es una imagen de la nueva vida— del Bautismo. El Bautismo nos da la clave para la Cuaresma.
Hemos visto que en los siglos IV y V, la Iglesia desarrolló liturgias para ayudar a las personas que querían ser cristianas. Los últimos cuarenta días de este camino de fe, el último “retiro de cuarenta días” antes del bautismo, se convirtieron en lo que ahora llamamos Cuaresma. La Cuaresma es el tiempo para los catecúmenos para continuar su preparación para el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Es un tiempo para aquellos quienes ya hemos sido bautizados para reafirmar que este sacramento, hoy en día, significa mucho en nuestras vidas.
Fuente: Vivimos nuestra fe.
http://www.sadlierreligion.com/liveourfaith/
http://dibujosparacatequesis.blogspot.com.ar/

¿Por qué cuarenta días?
La teología y la espiritualidad de la Cuaresma se constituyeron en relación con diversos hechos  del Antiguo y del Nuevo Testamento.
- El mismo número 40 nos recuerda:
· Los días del diluvio universal;
· Los años transcurridos por Israel en el desierto;
· Los días transcurridos por Moisés en el Monte Sinaí;
· Los días transcurridos por el profeta Elías en el desierto antes de llegar al encuentro con Dios en el Monte Horeb;
· Los días de penitencia de los habitantes de Nínive;
Y en el Nuevo Testamento:
· Los días del ayuno de Jesús en el desierto, donde al final fue tentado por el Diablo.
 Todo esto tiene un valor didáctico, la Cuaresma es el tiempo:
· De la destrucción del mal, como para los hombres del diluvio;
· De la prueba y de la gracia, como para Israel;
· De la oración que dispone para el encuentro con Dios, como para Moisés y Elías;
· De la penitencia y de la expiación en espera del juicio divino, como imitación de los 40 días de ayuno y de penitencia con los que los habitantes de Nínive aplacaron la ira divina;
· Del ayuno finalizado a comer el verdadero alimento, que es hacer la voluntad del Padre: «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (así le respondió Jesús a Satanás al final de los 40 días pasados en el desierto).

-El miércoles de cenizas.
¿Qué es el Miércoles de Ceniza?
Es el primer día de la Cuaresma, es decir, de los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. En este se explica que al término de la Misa, se bendice e impone la ceniza hecha de los ramos de olivo bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior.
Es un día penitencial, en el que manifestamos nuestro deseo de conversión a Dios, por eso, cuando nos imponen la ceniza nos dicen “conviértete y cree en el Evangelio”. La ceniza es polvo, símbolo de pequeñez, de nuestra pequeñez, que nos invita a volver a Dios.


¿Qué simbolizan y qué recuerdan las cenizas?
La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.
La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).
¿Cómo se impone la ceniza?
Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras Bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».
¿Es obligatoria la imposición de las cenizas?
El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a la Santa Misa, algo que siempre es recomendable.
- ¿Cuánto tiempo hay que tener la ceniza en la frente?
Cuanto uno desee. No existe un tiempo determinado.
- ¿Es obligatorio el ayuno y la abstinencia?
El Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y abstinencia, como en el viernes Santo, para los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de esos límites es opcional. Ese día los fieles pueden tener una comida “fuerte” una sola vez al día.
La abstinencia de comer carne es obligatoria desde los 14 años. Todos los viernes de Cuaresma también son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también, aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de mortificación u ofrecimiento como el rezo del rosario.

-El color morado:
El color morado es uno de los colores sombríos, sin embargo el rojo que contiene lo anima un tanto.
Su parecido con el matiz grisáceo de la ceniza nos predica la penitencia. Se parece mucho a la violeta, esa flor modesta y solitaria que se esconde bajo el pasto, como para huir de la vista del hombre, y que parece no tener belleza y perfume sino para el Creador.
Es símbolo de humildad, de retiro, de delicada melancolía  de nostalgia del cielo. El color morado indica el duelo, pero no un duelo tan entero y absoluto que implique atisbo alguno de desesperación. Por eso es un color muy apropiado para expresar la tristeza  santa y agradable a Dios.
El morado se emplea, por lo común en días que tienen carácter penitencial. Es sobre todo el color del adviento y de la Cuaresma. La celebración del Adviento, si bien va acompañado con cantos de alegría ya que en el horizonte está siempre la figura del Señor que vendrá para salvarnos, incluye sin embargo, un toque de penitencia, al tiempo que expresa nuestro ardiente deseo de ser rescatados del pecado.
Es así mismo el color de la Cuaresma, en cuyo transcurso nos consagramos a las obras y al espíritu de penitencia.
El color morado nos advierte que aún estamos lejos de la Jerusalén celestial, sentados a la orilla de los ríos de Babilonia, la nostalgia de la patria desata nuestras lágrimas. Digamos finalmente que este color suple en la actualidad al color negro que antes se usaba para los oficios de difuntos.
 - Los  pilares para vivir de la mejor manera la cuaresma son:
 1 - Ayuno, Abstinencia y Mortificación.
El ayuno significa limitar el número de comidas diarias para las personas de entre 18 y 56 años (a menos de que no sea recomendable por razones médicas). Nuestra Iglesia nos dice que el ayuno es obligatorio el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (Código Derecho Canónico #1251).
Abstinencia significa no comer carne los viernes, principalmente el Viernes Santo. Esto es para todos apartir de los 14 años hasta su muerte. (Código Canónico #1251)
La mortificación significa “morir” (en sentido figurado) a aquellos gustos que pudieran alejarnos de Jesús. La finalidad es ayudarnos a crear una disciplina personal y lograr una purificación personal. Es importante practicar la mortificación con alegría, rectitud de intención, sencillez y humildad.

Algunas ideas de mortificación son:
- Evitar la queja, el chisme, contestar de mala manera o perder la paciencia.
- Abstenerse de bebidas, postres o comidas favoritas.
- Limitar el tiempo de entretenimiento como la tele, el cine, comer fuera de casa, comprar comida cara, etc.
- Evitar la cafeína, la cerveza, el licor, el cigarro o cualquier otro “gusto personal” (¡especialmente si puede ser dañino!).
- Comer menos (porciones más chicas) y evitar botanas entre comidas.
- Ayunar (aunque sea parcialmente) otros días además del miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
- Comer sin quejarse.
- Comer comida más sencilla, menos apetitosa al sentido del gusto.
- Evitar pasar tiempo innecesario en Internet o con videojuegos.
- Examinar el presupuesto y abstenerse de todo gasto innecesario, fomentando una vida más austera.

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 2- Dar Limosna.
“La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración y la limosna, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás”. (CIC #1434) La finalidad de practicar la limosna es desarrollar y perfeccionar el amor que Cristo Jesús pide a sus discípulos. Al ser generoso, expresamos nuestra gratitud a Dios por todo lo que El nos ha dado.

Algunas ideas para dar limosna:
- Cualquiera que sea la cantidad de dinero que nos estemos ahorrando por el ayuno, debemos ofrecerlo al necesitado, a las misiones de la iglesia o a una causa noble.
- Considera dar limosna en forma regular, pídele a Dios que te dé un corazón generoso y te guíe hacia las personas que lo necesitan.
- Si lo practicas en familia, ayuda tener un frasco o cajita a la vista, como recordatorio y ver así cómo están cumpliendo con su limosna.
- También se considera dar limosna el ofrecer nuestro tiempo y nuestros recursos a los que lo necesitan como a una asociación de caridad, donando ropa a obras de caridad, etc.
- Involúcrate más en tu parroquia, ayuda en las diferentes actividades, ofrécete como catequista, sirve en el coro, etc.

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3-Oración y Reflexión.
La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (CIC #2559). La oración es un diálogo con Dios. Las fuentes de la oración son la Palabra de Dios, la Liturgia de la Iglesia y las Virtudes de la Fe, la esperanza y la Caridad.(CIC # 2662) La finalidad de la oración y de la reflexión es ayudarnos a conocernos mejor y conocer más a Dios; son importantes para una verdadera comunión de corazón y renovación espiritual.

Para crecer en la vida de oración se puede:
- Ir a Misa entre semana o si no es posible, leer las lecturas del Misal diariamente y meditar en ellas. Esto puede hacerse en familia, tal vez a la hora de comer.
- Buscar los Sacramentos de Comunión y Reconciliación, haciendo un buen examen de conciencia.
- Orar la Liturgia de las Horas. En algunas iglesias se reza “Laudes” u oración de la mañana. La Liturgia de las Horas es una oración que nos une con toda la iglesia universal.
- Meditar en las Estaciones de la Cruz. Durante la Cuaresma se hace especial énfasis en estas oraciones por que nos ayudan a meditar en la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Normalmente se rezan los viernes. Esta es una actividad excelente para hacerse en familia.
- Otras oraciones pueden ser: El Rosario diario, Visitas al Santísimo Sacramento, Oraciones cortas o jaculatorias, Rezar el Angelus al medio día y a las 6 de la tarde, la Bendición de los alimentos, Comunión espiritual, etc.
- Reflexionar cómo podemos asemejarnos más a Jesús en nuestra conducta diaria.
- Orar en familia. “Particularmente para los niños pequeños, la oración diaria familiar es el primer testimonio de la memoria viva de la iglesia que es despertada pacientemente por el Espíritu Santo”. (CIC # 2685)

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-El Vía Crucis o Camino de la Cruz.
Vía Crucis" en latín o "Camino de la Cruz”. También se le llama Estaciones de la Cruz y Vía Dolorosa. Se trata de un camino de oración que busca adentrarnos en la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en su camino al Calvario. El camino se representa con una serie de imágenes de la Pasión o "Estaciones" correspondientes a incidentes particulares que Jesús sufrió por nuestra salvación.
Desde los primeros siglos los peregrinos de Jerusalén veneraban los lugares santos, especialmente el Gólgota y el Sepulcro. Según las revelaciones de Dios a Santa Brígida, luego de la muerte de Cristo, el mayor consuelo de su Madre era recorrer los lugares de aquel sagrado camino regados con la sangre de su Hijo.
La imposibilidad de ir a Jerusalén o el deseo de recordar con frecuencia en su propia tierra los momentos de la Pasión, hizo nacer en la cristiandad diversas formas de representar aquellos lugares para ser recorridos en una especie de peregrinación espiritual.

Su ejercicio tiene indulgencia plenaria cuando se hace ante estaciones legítimamente erigidas. Aunque es costumbre laudable leer un texto y rezar determinadas oraciones, puede hacerse meditando mentalmente lo que propone cada estación.
Dice San Bernardo: “No hay cosa tan eficaz para curar las llagas de nuestra conciencia y purgar y perfeccionar nuestra alma como la frecuente y continua meditación de las llagas de Cristo y de su Pasión y Muerte”.

Las imágenes pueden ser pinturas o esculturas. Algunas representaciones son grandes obras de arte inspiradas por Dios para suscitar mayor comprensión del amor de Jesucristo y movernos a la conversión, se colocan en intervalos en las paredes de la iglesia o en lugares reservados para la oración. Los santuarios, casas de retiros y otros lugares de oración suelen tener estaciones de la cruz en un terreno cercano. En los monasterios generalmente se encuentran en el claustro.


Es la meditación de los momentos y sufrimientos vividos por Jesús desde que fue hecho prisionero hasta su muerte en la cruz y posterior resurrección. Literalmente, vía crucis significa "camino de la cruz". 

blogs: familia catolica-

15 feb 2017

cuaresma 2017 con Fano











María no protagonizó nada, “discipuleó” toda su vida.



Palabras del  Papa Francisco en el  Santuario del Quinche-Ecuador el 8 de junio de 2015....

(...)pensaba en María. Dos palabras de María, acá me está fallando la memoria pero no sé si dijo alguna otra ¿eh? Hágase en mí, bueno sí, pidió explicaciones, de que porqué la elegían a ella al ángel ahí, ese hágase en mí. Y otra palabra, hagan lo que él les diga. María no protagonizó nada, “discipuleó” toda su vida. La primera discípula de su Hijo y tenía consciencia de que todo lo que ella había traído al mundo era pura gratuidad de Dios, consciencia de gratuidad. Por eso, hágase, hagan que se manifieste la gratuidad de Dios, religiosos, religiosas sacerdotes, seminaristas, todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió. Ustedes no pagaron entrada, para entrar al seminario, para entrar a la vida religiosa. No se lo merecieron. Si algún religioso, sacerdote o seminarista o monja que hay aquí cree que se lo mereció que levante la mano. Todo gratuito. Y toda la vida de un religioso, de una religiosa, de un sacerdote y de un seminarista que va por ese camino y bueno, ya que estamos digamos, y de los obispos, tiene que ir por este camino de la gratuidad, volver todos los días Señor hoy hice esto, me salió bien esto, tuve esta dificultad, todo esto, pero todo viene de Dios, todo es gratis. Esa gratuidad, somos objeto de gratuidad de Dios. Si olvidamos esto lentamente nos vamos haciendo importantes, y mirá vos ¿eh? qué obras que está haciendo o mirá vos a este, lo hicieron obispo de tal lugar, qué importante, o a este lo hicieron monseñor o a este... y ahí lentamente nos vamos apartando de esto que es la base, de lo que María nunca se apartó, la gratuidad de Dios. Un consejo de hermano, todos los días, en la noche quizás es lo mejor, antes de irse a dormir, una mirada a Jesús y decirle: “Todo me lo diste gratis” Y volverse a situar, entonces cuando me cambian de destino o cuando hay una dificultad no pataleo porque todo es gratis no merezco nada, eso hizo María( ....)

sigueeeee.......

9 feb 2017

CONCÉDEME SEÑOR


Concédeme, Señor, Dios mío,
una inteligencia que te conozca,
una atención que te busque,
una sabiduría que te encuentre,
una vida que te complazca,
una perseverancia que te espere
con confianza y una confianza que al fin te posea.

Concédeme, a través de la penitencia,
estar afligido por lo que tú has soportado,
hacer servir, en el camino, los bienes que
me has concedido por gracia,
gozar de tus gozos sobre todo
en la patria por la gloria.

A ti que, siendo Dios, vives y reinas
por los siglos de los siglos.
Amén


Santo Tomás de Aquino

7 feb 2017

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2017 La Palabra es un don. El otro es un don




MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2017

La Palabra es un don. El otro es un don

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.
1. El otro es un don
La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.
La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016).
Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.
2. El pecado nos ciega
La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).
El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.
La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).
El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.
Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).
3. La Palabra es un don
El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).
También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.
El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.
La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31).
De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.
Vaticano, 18 de octubre de 2016
Fiesta de san Lucas Evangelista
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Francisco