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22 mar 2020

EL PERDON SIN UN SACERDOTE

Del Papa Francisco
" Pero muchos me dirán hoy: "Pero Padre, ¿dónde puedo encontrar un sacerdote, un confesor, por qué no puedo salir de casa? Y yo quiero hacer las paces con el Señor, quiero que me abrace, quiero que mi padre me abrace... ¿Qué puedo hacer si no encuentro sacerdotes?". Haz lo que dice el Catecismo. Es muy claro: si no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu padre, y dile la verdad: "Señor, he hecho esto, esto, esto... Perdóname", y pídele perdón de todo corazón, con el Acto de Dolor y prométele: "Me confesaré después, pero perdóname ahora". E inmediatamente volverás a la gracia de Dios. Tú mismo puedes acercarse, como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin tener un sacerdote a la mano. Piensa en ello: ¡es el momento! Y este es el momento adecuado, el momento oportuno. Un acto de dolor bien hecho, y así nuestra alma se volverá blanca como la nieve."

EL PERDÓN SIN UN SACERDOTE

 La salus animarum, la salvación de las almas, es la ley suprema de la Iglesia, el criterio interpretativo fundamental para determinar lo que es justo. Es por ello que la Iglesia siempre busca, de todas las maneras posibles, ofrecer la posibilidad de reconciliación con Dios a todos aquellos que lo desean, que están en búsqueda, que esperan o que se dan cuenta  de su condición y sienten la necesidad de ser acogidos, amados, perdonados. En estos tiempos de emergencia debido a la pandemia, con personas gravemente enfermas y aisladas en pabellones de cuidados intensivos, así como para las familias a las que se les pide que se queden en casa para evitar la propagación del contagio, es útil hacer recordar a todos la riqueza de la tradición. Lo hizo Francisco durante la homilía de la misa en Santa Marta del viernes 20 de marzo.
"Sé que muchos de ustedes, para Pascua"  - dijo el Papa - "van al confesarse para reencontrarse con Dios". Pero, muchos me dirán hoy: 'Pero, Padre, ¿dónde puedo encontrar un sacerdote, un confesor, por qué no se puede salir de casa? Y yo quiero hacer las paces con el Señor, quiero que Él me abrace, quiero que mi papá me abrace... ¿Cómo puedo hacer si no encuentro sacerdotes?' Haz lo que dice el Catecismo".
"Es muy claro: si no encuentras un sacerdote para confesarte -explicó el Pontífice-, habla con Dios, que es tu Padre, y dile la verdad: 'Señor, he hecho esto, esto, esto... Perdóname', y pídele perdón con todo mi corazón, con el Acto de Dolor, y prométele: 'Me confesaré más tarde, pero perdóname ahora'. Y de inmediato, volverás a la gracia de Dios. Tú mismo puedes acercarte, como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin tener un sacerdote a mano. Piensa en ello: ¡es la hora!  Y este es el momento adecuado, el momento oportuno. Un acto de dolor bien hecho, y así nuestra alma se volverá blanca como la nieve".
El Papa Francisco se refiere a los números 1451 y 1452 del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por San Juan Pablo II y redactado bajo la guía del entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger. Sobre el tema de la "contrición", el Catecismo, citando al Concilio de Trento, enseña que entre los actos del penitente "ocupa el primer lugar". Es "el dolor del alma y la reprobación del pecado cometido, acompañado de la intención de no pecar más en el futuro".
"Cuando proviene del amor del Dios amado sobre todas las cosas - continúa el Catecismo - la contrición se llama 'perfecta' (contrición de la caridad). Tal contrición perdona los pecados veniales; también obtiene el perdón de los pecados mortales, si implica el firme propósito de recurrir, lo antes posible, a la confesión sacramental". Por lo tanto, mientras se espera recibir la absolución de un sacerdote tan pronto como las circunstancias lo permitan, es posible con este acto ser perdonado inmediatamente. Esto también fue afirmado por el Concilio de Trento, en el capítulo 4 de la Doctrina de sacramento Paenitentiae, donde se afirma que la contrición acompañada de la intención de confesión "reconcilia al hombre con Dios, incluso antes de que este sacramento sea efectivamente recibido".
Un camino para la misericordia de Dios abierto a todos, que pertenece a la tradición de la Iglesia y que puede ser útil a todos y de manera especial es útil para aquellos que en este momento están cerca de los enfermos en las casas y en los hospitales.

LA CONFESIÓN SIN UN SACERDOTE

13 mar 2020

La catequesis como puente hacia la liturgia. Por el Padre Daniel Díaz

Imaginemos que un día encendemos nuestro televisor y nos encontramos con una película que nos resulta atrayente. Pero a los pocos segundos, al comenzar un diálogo entre los personajes, no reconocemos ni una sola palabra y ni siquiera identificamos su idioma. Esperamos ansiosos los subtítulos que traduzcan lo que se dice, pero estos nunca aparecen. Mientras la incomprensible conversación continúa avanzando, hacemos el intento de entender algo, pero pese a nuestro esfuerzo no logramos nada. Sólo vemos personas que pronuncian palabras desconocidas. Todo parece tener sentido para ellos: ríen o lloran, se enojan o entristecen. Sin embargo, para nosotros, todo resulta distante e inaccesible. ¿Cuánto tardaríamos en cambiar de canal? Seguramente muy poco.
No es ningún secreto si afirmamos que en nuestra sociedad, la Liturgia de la Iglesia es un lenguaje que pocos hablan. La gran mayoría de los católicos no sabe por qué la gente se para, se sienta o se arrodilla. Desconocen el significado de palabras que se repiten constantemente como “gloria”, “aleluya”, “gracia” y mil otras. Se ven sometidos a silencios que les resultan sólo espacios vacíos y en los cuales no saben qué hacer. Y todo esto, sólo por poner algunos ejemplos. Hoy es indispensable una catequesis que introduzca gradualmente a quienes aún no lo conocen, a este modo nuevo de escuchar a Dios y de expresarnos ante Él y los hermanos, tal como la Liturgia requiere.
¿Cómo podemos enojarnos cuando alguien entra al Templo como si nada, si nunca lo ayudamos a comprender que este era un lugar distinto, un espacio sagrado? Y no bastará con explicárselo sólo intelectualmente. Habrá que ayudarlo a hacer experiencia de lo que eso significa. No como algo instantáneo, sino sabiendo que requerirá de paciencia y dedicación, de un acompañamiento afectuoso y comprensivo que no le demande ir más allá de lo que él puede en esta etapa. Y siempre deberemos esforzarnos para que perciba nuestra enseñanza como una invitación a participar de una Buena Noticia.
¡Cuántas veces nos damos vuelta con cara de pocos amigos porque alguien habla en la Misa! Pero ¿quién se ha tomado la molestia de explicar a esa persona el valor del silencio como espacio de interioridad y diálogo con Dios? ¿Quién ha ayudado a los que no lo saben, a entender que en las palabras que dice el sacerdote habla por nosotros a Dios o nos habla en nombre del Señor? Nosotros no nos privaríamos de hablarle a un familiar que está sentado frente a la tele, si están pasando un cortometraje en japonés y sabemos que él no habla ese idioma.
Estas situaciones nos plantean una doble necesidad. En primer lugar hemos de asumir la tarea catequística de enseñar a celebrar la vida y la fe. No hacerlo es un modo de marginar a quienes no entienden su lenguaje. En segundo término, hemos de asumir la tarea de traducir a un lenguaje más accesible todas las palabras y gestos de la Liturgia (y si no pueden traducirse porque responden a normas fijas, al menos le podremos poner subtítulos que sirvan de ayuda a muchos).
En sus orígenes, en tiempos del imperio de Roma, la Iglesia asumió el latín como lengua propia, para que la mayoría del mundo conocido pudiera comprender lo que celebraba. Siglos después, lo abandonó por la lengua de cada lugar, con el mismo sentido. Tenemos que preguntarnos hoy, qué cosas debemos asumir y cuáles tenemos que dejar para que todos puedan seguir celebrando a Jesucristo como Él lo merece, como nosotros lo necesitamos. Mientras lo hacemos, la catequesis deberá prestar especial atención a esta problemática y hacerse puente que acerque a aquellos que no conocen el lenguaje litúrgico, a la participación de un encuentro con Dios que sea verdadera fiesta.

20 nov 2017

Artes de reconciliación para niños católicos

"Tesoros de la Reconciliación"
Nunca es el momento equivocado para aprender más sobre el Sacramento de la Confesión. 
 Necesitamos:
Papel de construcción (marrón para el cofre y el color que desee para su fondo).
Pegamento
Puedes usar lentejuelas
Marcador negro
Papel dorado, arrugado, brillante.
Glitter (en una variedad de colores)
Las envolturas de caramelo pueden ser joyas viejas y brillantes, si tiene cerraduras viejas que puede pegar en la parte delantera, saque su cajón de envoltorio de regalo, piense fuera de la caja.






 Comience a cortar formas de joyas de su papel de hermosos colores. Cada uno tiene un "Tesoro de Reconciliación". 
   Estos son los que usamos:
·        Quita mis pecados
·        Aumenta mis tesoros en el cielo
·        Me ayuda a decir no al pecado
·        Hace mi alma más bella
·        Restaura la gracia de mi alma
·        Me ayuda a ser bueno
·        Reconcilia con Jesús


Lo mejor es pegar primero la forma y luego escribir el tesoro. Es menos probable que manche el marcador de esta manera. Evite colocar joyas en la línea de pliegues donde se pliega su tapa, o donde las verá desde el exterior del cofre del tesoro. 

 

30 jul 2017

Cómo explicar los 7 Sacramentos sin aburrir a un niño.

http://catholic-link.com/7-sacramentos-explicados-nino/

¿Tienes que explicarle los sacramentos a tu hijo o a tu hija? ¿Te falta material para la catequesis en tu parroquia? ¿A veces te resulta un poco complicado? No te preocupes. A través del libro Guía de los Sacramentos para niños de Arturo Cañamares publicado por Ediciones Palabra, y de este artículo, te vamos a ayudar a usar las palabras adecuadas para que ellos lo entiendan bien. Para empezar, tenemos que saber qué son los sacramentos. Los sacramentos son acciones de Dios con las que nos muestra el amor que tiene por sus hijos. Todos ellos han sido creados (instituidos) por Él, y por eso, es Él mismo quien los realiza a través de distintos medios.
¿Y para qué nos los dio? Para darnos la gracia. Es decir, para darnos, junto con su amor, la fuerza necesaria para luchar contra las dificultades de la vida. Claro que siempre y cuando nosotros tengamos una disposición y una actitud positivas de querer agradar a Dios.

¿Cuáles son los siete Sacramentos?

1. Bautismo

Cuando nacemos, lo hacemos con el primero de los pecados. Se llama pecado original y fue el que cometieron nuestros primeros padres Adán y Eva. Al bautizarnos nos limpiamos de ese pecado y de todos los cometidos antes de recibirlo, nos hacemos hijos de Dios y pasamos a formar parte de la Iglesia. Dios se pone muy contento cuando el sacerdote, al derramar agua bendita sobre el bautizado, dice: Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

2. Confirmación

Es tan sencillo como que Dios (Su Espíritu Santo), nos aumenta la fe para que tengamos la seguridad de que Él está con nosotros hasta que lleguemos al Cielo, para lo que también nos da esperanza. Finalmente, nos aumenta la caridad para que le amemos más a Él y a los que nos rodean. En este caso, tiene que ser un obispo el que imponga sus manos sobre el confirmante y unja con aceite (el Santo Crisma), mientras dice: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.

3. Eucaristía

Todos los días Jesús convierte el pan y vino en su Cuerpo y su Sangre en la santa Misa. Esto ocurre en un momento llamado Consagración. De este modo podemos comerle y recibirle en nuestra alma. Jesús instituyó este sacramento en la Última Cena con los doce apóstoles. Este tiene un plus: perdona los pecados veniales y nos preserva de los mortales para el futuro. Es el mismísimo Jesús el que tenemos dentro de nosotros.

4. Penitencia

¡Este Sacramento es un regalazo de Dios! A través de un sacerdote que escucha nuestros pecados cuando vamos a confesarlos en confidencia con él, Dios nos perdona todo en lo que le hemos ofendido. Eso sí, tenemos que ir bien arrepentidos por el mal que hemos hecho y el bien que hemos dejado de hacer. Además, nos da una paz tremenda y nos aumenta la fuerza para ser buenos cristianos, buenos hijos de Dios.

5. Unción de los enfermos

Dios ama a los enfermos. Cuando alguien está muy enfermo o es muy mayor y puede morirse pronto necesita la ayuda de Dios para ese momento. La unción es una ayuda que es fuerza, paz y ánimo. Además de perdonar todos los pecados del enfermo y prepararle para el momento de la muerte. Es como si se crease una unión con la Pasión que Cristo sufrió. Así, los enfermos ayudan con sus dolores a llevar la Cruz a Jesús y a la vez, Él les ayuda a ellos en sus últimos momentos de vida.

6. Orden sacerdotal

Este lo reciben solo los que tienen vocación al sacerdocio, que luego son los que pueden administrar todos estos sacramentos.Es un obispo quien impone las manos y reza sobre el nuevo sacerdote, consagrándole. El orden sacerdotal otorga una especial efusión del Espíritu Santo y tiene una característica especial: quien recibe este sacramento, será sacerdote para siempre.

7. Matrimonio

Este sacramento es la unión entre un hombre y una mujer para siempre. Cuando estos se casan en la iglesia, es Dios quien está uniendo sus cuerpos y sus almas. Los que se casan no deben romper ese matrimonio: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. (San Marcos 10, 9). El modelo que los hombres y mujeres tienen que seguir es el de la Sagrada Familia: Jesús, la Virgen María y San José.