15 mar 2018

LECTIO DIVINA DEL 5º DOMINGO DE CUARESMA CICLO B.


Domingo 18 de marzo de 2018.

 Jeremías 31,31-34; Hebreos 5,7-9; San Juan 12,20-33.
Oración inicial: “Créanos, Señor, un corazón nuevo para una alianza nueva. Renuévanos por dentro con la fuerza de tu Espíritu Santo, para que alimentados por tu Palabra, convertidos en hijos de la luz, vivamos tu ley de amor y te sigamos con un talante alegre y renovado”. Amén.

LECTURA. Leemos los siguientes textos: Jeremías 31,31-34; Hebreos 5,7-9; San Juan 12,20-33.
 Claves de lectura: 1. «El que se ama a si mismo, se pierde» (Evangelio).
Este evangelio, ciertamente impresionante, es preludio de la pasión. Algunos gentiles quieren ver a Jesús; su misión, que incluye, más allá de los límites de Israel, a todas las «naciones», sólo culminará con su muerte: únicamente desde la cruz (como se dice al final del evangelio) atraerá hacia él a todos los hombres. El grano de trigo tiene que morir, si no queda infecundo; Jesús dice esto pensando en él mismo, pero también, y con gran énfasis, en todos aquellos que quieran «servirle» y seguirle. Y ante esta muerte (cargado con el pecado del mundo) Jesús se turba y tiene miedo: la angustia del monte de los olivos le hace preguntarse si no debería pedir al Padre que le liberase de semejante trance; pero sabe que la encarnación entera sólo tendrá sentido si soporta la «hora», si bebe el cáliz; por eso dice: «Padre, glorifica tu nombre». La voz del Padre confirma que todo el plan de la salvación hasta la cruz y la resurrección es una única «glorificación» del amor divino misericordioso que ha triunfado sobre el mal (el «príncipe de este mundo»). Cada palabra de este evangelio está tan indisolublemente trenzada con todas las demás que en ella se hace visible toda la obra salvífica ante la inminencia de la cruz.
  2. «Aprendió, sufriendo, a obedecer». (2° Lectura) 
Juan, en el evangelio, amortigua en cierto modo los acentos del sufrimiento; para él todo, hasta lo más oscuro, es ya manifestación de la gloria del amor. En la segunda lectura, de la carta a los Hebreos, se perciben por el contrario los acentos estridentes, dramáticos de la pasión. Jesús, cuando se sumergió en la noche de la pasión, «a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas» al Dios «que podía salvarlo de la muerte». Por muy obediente que pueda ser, en la oscuridad del dolor y de la angustia, todo hombre, incluso Cristo, debe aprender de nuevo a obedecer. Todo hombre que sufre física o espiritualmente lo ha experimentado: lo que se cree poseer habitualmente, debe actualizarse, ha de re-aprenderse, por así decirlo, desde el principio. Jesús gritó a su Padre y el texto dice que fue «escuchado». Y ciertamente fue escuchado por el Padre, pero no entonces, sino solamente cuando llegó el momento de su resurrección de la muerte. Únicamente cuando el Hijo haya sido «llevado a la consumación» podrá brillar abiertamente la luz del amor ya oculta en todo sufrimiento. Y solamente cuando todo haya sido sufrido hasta el extremo, se podrá considerar fundada esa alianza nueva de la que se habla en la primera lectura. 
3. «Meteré mi ley en su pecho». (1°Lectura)
Una «nueva alianza» ha sido sellada por Dios, después de que la primera fuera «quebrantada». Mientras la soberanía de Dios era ante todo una soberanía basada en el poder -el Señor había sacado a los israelitas de Egipto «tomándolos de la mano»- y los hombres no poseían una visión interior de la esencia del amor de Dios, era difícil, por no decir imposible, permanecer fiel a la alianza. Para ellos el amor que se les exigía era en cierto modo como un mandamiento, como una ley, y los hombres siempre propenden a transgredir las leyes para demostrar que son más fuertes que ellas. Pero cuando la ley del amor está dentro de sus corazones y aprenden a comprender desde dentro que Dios es amor, entonces la alianza se convierte en algo totalmente distinto, en una realidad interior, íntima; cada hombre la comprende ahora desde dentro, nadie tiene necesidad de aprenderla de otro, como se aprende en la escuela: «Todos me conocerán, desde el pequeño al grande». (Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA, Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C, Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 147 s.)
MEDITACIÓN.
«HA LLEGADO LA HORA»
La hora de Jesús. La hora de poner las cosas en su sitio. La hora de la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Pero esa hora tiene también un lado terrible, un costo muy alto: la cruz. Jesús tiembla. «A gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía liberarlo de la muerte». El hombre que hay en Él se encrespa, entero, ante el dolor supremo que se le viene encima. «Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esa hora».
Me gusta mucho ver a este Jesús humano, retorcido ante la muerte. Y creo que no hacemos bien cuando ocultamos, o dulcificamos, esta faceta tan real de su humanidad; cuando hablamos de su pasión y muerte sin afrontar de cara el misterio: un Dios que, como si no lo fuera, se ve desarbolado en medio de olas enormes que lo destrozan, a completa merced del sufrimiento. Y me gusta verlo así, porque ahí es donde, a mis cortas luces, llego a comprender mejor el amor desbordante que nos tiene. Y donde más claramente se manifiesta que la encarnación no fue un juego, un
teatro de cara a la galería para hacerse con nosotros, sino un compromiso total, un asumir todo lo nuestro hasta sus últimas consecuencias. Y, viendo así a Jesús roto de pánico ante la muerte, comprendo también mejor el miedo y la angustia de tantos hermanos humillados, torturados en tantas cárceles del mundo. Y me consuela saber que, si alguna vez llega para mí una hora semejante, voy a tener un modelo a quien mirar, una imagen cercana en la que confiar.
Pero esta hora de Jesús no se queda ahí. Esta cruz tiene, aunque no la veamos todavía desde este lado nuestro, otra vertiente gloriosa. Este dolor total lleva ya, dentro de sí, una carga de vida que lo hace cambiar de signo. Esta muerte es ya un comienzo de triunfo. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto». La misma cumbre del calvario, terrible cuando se ve desde el camino de la cruz, espeluznante desde nuestro subir con la cruz a cuestas, es al mismo tiempo punto de esperanza y de gloria: ya se adivinan detrás los fulgores de la resurrección, ya casi se oyen los clarines de su victoria, que un día será nuestra. «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Cristo, desde lo alto de su cruz desde la hondura de su muerte, nos abre una salida hacia una vida ya sin muerte. La cruz, al tiempo que un punto de encuentro con el dolor más pleno, es una cita universal para la fiesta más sonada, la que no tendrá fin.
Ésta es, pues, la hora de Jesús. Nosotros sólo la vemos, por ahora, desde este lado triste y espantoso: exactamente el mismo lado desde el que la vio Él cuando se puso a nuestra altura. La fe en el triunfo de Cristo, la celebración ilusionada de la Pascua, nos ayudará a descubrir, cuando llegue nuestra hora, ese otro lado glorioso de la cruz: el que da la vida. Y se nos encenderá la esperanza.
Así, con la esperanza dentro, nuestro dolor se nos hará más soportable. Al mismo tiempo, este dolor nuestro, al traslucir, al asomarle de mil maneras esa luz que lleva dentro, será una Buena Noticia para todos los demás que sufren. Y levantarán la vista. Y hasta puede que sonrían.
«Por esto he venido, para esta hora. Padre, ¡glorifica tu nombre!»
(Aporte de JORGE GUILLEN GARCIA, AL HILO DE LA PALABRA, Comentario a las lecturas de domingos y fiestas, Ciclo B. GRANADA 1993.Pág. 51 s.)
Para la reflexión personal y grupal:

¿Qué momentos son cruciales para nosotros como cristianos?
Oración final:
“Dios Todomisericordioso, en Jesús nuestro hermano mayor vemos realizado el ejemplo del grano de trigo que se entregó a sí mismo y supo dar la vida por amor. A nosotros que nos confesamos seguidores de su misma actitud ante la vida, ayúdanos a reproducir en nuestra existencia su entrega generosa, creadora de vida y de fecundidad. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor y hermano mayor”. Amén.

Hno. Javier.

DOMINGO DE RAMOS PARA NIÑOS






Esquema de reunión sugerida:

1. Juego recreativo.
2. Comenzamos con una oración.
3. Trabajamos el material Domingo de Ramos
4. Misión de Ramos
5. Cierre con una oración
1. Juego recreativo.
Los atados. Este juego requiere de un grupo grande para practicarse. Un elegido se posiciona de espaldas al grupo mientras los demás se toman firmemente de las manos formando una cadena. Entonces los punteros de la cadena deberán moverse entre los eslabones sin soltarse ni interrumpir la cadena, hasta quedar atados o enredados. Entonces el elegido debe voltear e intentar desanudar la cadena sin romperla.
Fuente: http://www.ejemplos.co/10-ejemplos-de-juegos-recreativos/#ixzz57emEO5og
2. Comenzamos con una oración.
• Ir al templo, preparar un rincón con velas y una Biblia.
• Entrar en clima de oración con una pequeña canción
• Leer y compartir el siguiente evangelio...

“Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: «¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!». (Mc 11, 7-10)

• Invitar a los chicos a realizar pedidos o agradecimientos a Jesús.
• Rociar con agua bendita a los chicos como el Domingo de Ramos.

3. Trabajamos el material Domingo de Ramos

¿Qué celebramos el Domingo de Ramos?
·  Charlamos con los chicos y podemos ver unas imágenes
·  En la procesión y misa de Ramos iniciamos la Semana Santa; recibimos como hace 2000 años a Jesús en Jerusalén. Con los ramos de olivos y las palmas cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
·  El sacerdote bendice los olivos y las palmas y dirige la procesión.
·  Luego comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
·  Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra a colocarlas en lugares vivibles de la casa.
·  Cuando vemos los olivos o palmas recordamos que Jesús es nuestro Rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar.

Hacemos con los chicos: Sugerimos preparar con los chicos y sus padres o abuelos unos ramitos de olivos. Además unas tarjetas de invitación para la procesión y misa.
Estos ramitos pueden regalarlos a sus familias, amigos u organizar una misión en la puerta del templo o en un lugar concurrido del barrio.

4. Misión de Ramos

Si realizamos la misión, será bueno preparar una mesita con la imagen de Jesús o de la Virgen María, entregar los ramos y las tarjetas e invitar cordialmente a vivir la Semana Santa.

http://vicarianis.blogspot.com.ar/?m=1
























8 mar 2018

LECTIO DIVINA DEL 4° DOMINGO DE CUARESMA CICLO B.

Domingo 11 de marzo de 2018.
2° Crónicas 36,14-16.19-23; Efesios 2,4-10; San Juan 3,14-21.



“Mire la muerte para que la muerte nada valga… En la muerte de Cristo murió la muerte; porque la Vida muerta mató la muerte, la plenitud de la Vida devoró la muerte; la muerte fue absorbida en el cuerpo de Cristo”.
 (San Agustín, Comentarios sobre el evangelio de San Juan 12,11-13)

Oración inicial:
“Y aunque tinieblas padezco, en esta vida mortal no es tan crecido mi mal porque si de luz carezco tengo vida celestial; porque el amor da tal vida cuando más ciego va siendo, que tiene al ama rendida sin luz y a oscuras viviendo. Hace tal obra el amor después que le conocí que si hay bien o mal en mí todo lo hace de un sabor, y al alma transforma en sí y así en su llama sabrosa la cual en mí estoy sintiendo apriesa sin quedar cosa, todo me voy consumiendo.” Amén.
(San Juan de la Cruz)

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: 2° Crónicas 36,14-16.19-23; Efesios 2,4-10; San Juan 3,14-21.

Claves de lectura:

1. «El que no cree, ya está condenado». (Evangelio)
El evangelio nos da la oportunidad, en este tiempo de penitencia, de revisar nuestra idea del juicio divino. La afirmación decisiva es que el que desprecia el amor divino se condena a sí mismo. Dios no tiene ningún interés en condenar al hombre; Dios es puro amor, un amor que llega hasta el extremo de entregar su Hijo al mundo por amor; Dios no puede ya darnos más. La cuestión es si nosotros aceptamos este amor, de suerte que pueda demostrarse eficaz y fecundo en nosotros, o si, ante su luz, nosotros preferimos ocultarnos en nuestras tinieblas. En ese caso «detestamos la luz», detestamos el verdadero amor y afirmamos nuestro egoísmo de una u otra forma (el amor puramente sensual es también egoísmo). Si hacemos esto, ya «estamos condenados», no por Dios, sino por nosotros mismos.

2. «Las buenas obras que él determinó practicásemos». (2° Lectura)
La lectura del Nuevo Testamento nos muestra una vez más el «gran amor» de Dios por nosotros, pecadores, pues nos ha resucitado con Cristo y nos ha concedido un sitio con él en el cielo. Pero nosotros no hemos conquistado ese sitio, sino que nos ha sido dado por el amor y la gracia de Dios. Y sin embargo no por ello pasamos automáticamente a ser partícipes de la vida eterna, sino que debemos apropiarnos del don que Dios nos hace con nuestras «buenas obras». Pero tampoco tenemos necesidad de inventarnos trabajosamente estas buenas obras; el apóstol nos dice que Dios «las determinó» de antemano para que nosotros las «practicásemos»; El nos muestra mediante nuestra conciencia, mediante su revelación, mediante la Iglesia y mediante nuestros semejantes lo que debemos hacer y en qué sentido debemos hacerlo. Es posible que practicar estas obras determinadas de antemano nos cueste algo, pero tenemos que darnos cuenta de que la superación que se nos exige es también una gracia ofrecida por el amor de Dios, por lo que debemos realizar nuestras obras en paz y gratitud.

3. (1° Lectura)
La primera lectura nos muestra de una forma nueva lo que ocurre con el juicio de Dios y con su gracia. En ella se recuerda la enorme paciencia que Dios tuvo al principio con el Israel infiel, hasta que finalmente el desprecio y la burla de que eran objeto los mensajeros y profetas de Dios por parte de Israel llegó a tal punto que «ya no hubo remedio»: la única salida que quedaba era la destrucción total de Jerusalén y la deportación a Babilonia. Y sin embargo éste no es el fin del destino del pueblo: el exilio no durará siempre, surgirá la esperanza de un salvador terrestre -el rey Ciro- que como instrumento de la providencia divina permitirá a los desterrados volver a su patria. Estamos todavía en la Antigua Alianza y la gracia de Dios aún no se ha «consumado», por lo que a partir de aquí no podemos deducir lo que le sucederá finalmente al que menosprecia la gracia suprema de Dios ofrecida en Jesucristo. Nos queda sólo la esperanza ciega de que Dios tendrá al final misericordia incluso de los más obstinados y de que su luz brillará hasta en lo más profundo de las tinieblas.
(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 146 s.)

MEDITACIÓN.

No nos debe dar miedo de Dios, si hay que temer a alguien es a nosotros mismos. No es Dios el que puede amargarnos la vida -ni ésta ni la futura-. Lo que nos puede perder es nuestra insensatez, nuestra resistencia a aceptarlo tal y como él se quiere manifestar: como amor sin límite.
NACER DE NUEVO.
Nicodemo, a quien Jesús dirige las palabras del evangelio de hoy, era un fariseo. El partido fariseo era adversario del saduceo, al que pertenecía la mayoría de los sumos sacerdotes, los jerarcas religiosos que gobernaban el templo de Jerusalén y a los que los fariseos acusaban de ilegítimos. Por eso Nicodemo, después de la expulsión de los mercaderes del templo, vino a negociar con Jesús para establecer un acuerdo. Él estaba dispuesto a aceptar que Jesús era un "maestro venido de parte de Dios", pero quería que todo se desarrollara "dentro de un orden", dentro del orden que establecía la Ley.
Nicodemo propone a Jesús que realice su misión de acuerdo con ellos, actuando como maestro de la Ley de Moisés, que era, según las doctrinas fariseas, fuente de vida y norma de comportamiento para el hombre.
La respuesta de Jesús fue tajante: no es sólo una reforma de las instituciones religiosas lo que él propone; según el proyecto de Dios, hay que "nacer de nuevo", hay que crear una nueva sociedad formada por hombres nuevos (Jn 3, 1-12).
LEVANTADO EN ALTO.
"Lo mismo que en el desierto Moisés levantó en alto la serpiente, así tiene que ser levantado este Hombre, para que todo el que lo haga objeto de su adhesión tenga vida definitiva".
La Ley, explica Jesús a Nicodemo, ya no puede desempeñar las funciones que se le atribuían en la doctrina de los fariseos. De hecho, no había cumplido esas funciones en el pueblo de Israel, pues no había sido capaz de impedir que la más importante de sus instituciones, el templo, se hubiera convertido en instrumento de muerte y de opresión de los pobres ¡en nombre de Dios mismo! La vida de Dios llegará a los hombres por un cauce totalmente distinto: por un hombre, el Hombre "levantado en alto", colgado en una cruz a la que lo llevará la fidelidad y la lealtad en el cumplimiento de su compromiso de amor con toda la humanidad. De este modo, "todo el que lo haga objeto de su adhesión", todo el que decida asumir esa forma de vivir y de morir (morir por amor, gastar la vida amando), nacerá de nuevo y obtendrá la "vida definitiva". Y, de ese modo, el Hombre "levantado en alto", el Mesías crucificado, será la norma de comportamiento para todos los que quieran caminar iluminados por Dios, para todos los que elijan la luz y abandonen la oscuridad de un mundo organizado en contra de la voluntad de Dios y de la felicidad del hombre.
ASÍ MANIFIESTO SU AMOR.
"Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva".
El hombre "levantado en alto" será, además, la revelación de una imagen de Dios inconcebible para los que habían vivido bajo la Ley. Esta, además de indicar qué era lo que el hombre debía hacer y qué lo que le estaba prohibido, establecía también el castigo que correspondía a los que violaban sus mandatos. La Ley era para el hombre (Pablo desarrollará espléndidamente estas ideas. Véase, por ejemplo, Rom 7, 7-24; Gál 3, 23-4,7) una constante amenaza de castigo. Pero Dios no es, no quiere ser, una amenaza para los seres que más ama, para los hombres. Y por eso ha decidido revelarse y manifestar su gloria en el amor de aquel hombre que llevó su compromiso hasta la entrega de su propia vida. Y en lugar de prometer un cielo para los que se porten bien y de amenazar con un infierno para los que se porten mal, envía a su Hijo para que nos descubra el infierno en que hemos convertido la tierra, y nos enseñe a construir el cielo aquí y ahora. Y dimite de su función de juez supremo y nos traspasa a nosotros la responsabilidad de decidir y de escoger entre salvar y condenar nuestra vida y nuestro mundo: "Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para que el mundo por él se salve. El que le presta adhesión no está sujeto a sentencia; el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia, por su negativa a prestarle adhesión en calidad de Hijo único de Dios".
Para mantener el desorden que nos empeñamos en llamar orden (la ley y el orden, que dicen algunos) es necesario un Dios que mande mucho y que amenace más; para que sus amenazas produzcan efecto y los hombres obedezcan sus leyes algunos necesitan un Dios que meta miedo; pero por lo que Jesús le dice a Nicodemo, Dios no va a estar por la labor. Cierto que él no va a imponer su punto de vista; sólo lo va a exponer... "levantado en alto". Allí lo podrán ver todos y podrán comprobar que Dios es amor. Y podrán escoger y ponerse del lado del crucificado o de sus asesinos; y elegir, para sí mismos y para el mundo, la salvación del amor de Dios o la ruina del orden este. Sin miedo: ¿qué miedo va a dar un Dios que se manifiesta en un hombre clavado en una cruz? Pero asumiendo cada cual su responsabilidad, no sólo por el lado en el que se coloque, sino por la imagen de Dios que anuncie a los demás, pues sólo una es válida: la que revela el Hombre aquel, el Hijo único de Dios.

(Aporte de RAFAEL J. GARCIA AVILES
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990.Pág. 64ss.)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Me doy cuenta de que en el mensaje de Jesús todo se fundamenta sobre Dios y sobre la fe? ¿Cuáles son los pasos del dinamismo del “creer”?
¿Cómo me voy a preparar para la renovación de mi fe en la Vigilia Pascual?


ORACIÓN –CONTEMPLACIÓN.

ALGO MÁS QUE SOBREVIVIR.
"que tengan vida eterna".
Son muchos los observadores que, durante estos últimos años, vienen detectando en nuestra sociedad contemporánea graves signos indicadores de "una pérdida de amor a la vida".
Se ha hablado, por ejemplo, del "síndrome de la pasividad" como uno de los rasgos patológicos más característicos de nuestra sociedad industrial (E. Fromm). Son muchas las personas que no se relacionan activamente con el mundo, sino que viven sometidas pasivamente a los ídolos o exigencias del momento.
Individuos dispuestos a ser alimentados, pero sin capacidad alguna de creatividad personal propia. Hombres y mujeres cuyo único recurso es el conformismo. Seres que funcionan por inercia, movidos por «los tirones» de la sociedad que los empuja en una dirección o en otra.
Otro síntoma grave es el aburrimiento creciente en las sociedades modernas. La industria de la diversión y el ocio (TV, cine, sala de fiestas, conferencias, viajes...) consigue que el aburrimiento sea menos consciente, pero no logra suprimirlo.
En muchos individuos sigue creciendo la indiferencia por la vida, el sentimiento de infelicidad, el mal sabor de lo artificial, la incapacidad de entablar contactos vivos y amistosos.
Otro signo es "el endurecimiento del corazón". Personas cuyo recurso es aislarse, no necesitar de nadie, vivir «congelados afectivamente», desentenderse de todos y defender así su pequeña felicidad cada vez más intocable y cada vez más triste.
Y, sin embargo, los hombres estamos hechos para vivir y vivir intensamente. Y en esta misma sociedad se puede observar la reacción de muchos hombres y mujeres que buscan en el contacto personal íntimo o en el encuentro con la naturaleza o en el descubrimiento de nuevas experiencias, una salida para "sobrevivir".
Pero el hombre necesita algo más que «sobrevivir». Es triste que los creyentes de hoy no seamos capaces de descubrir y experimentar nuestra fe como fuente de vida auténtica. No estamos convencidos de que creer en Jesucristo es "tener vida eterna", es decir, comenzar a vivir ya desde ahora algo nuevo y definitivo que no está sujeto a la decadencia y a la muerte.
Hemos olvidado a ese Dios cercano a cada hombre concreto, que anima y sostiene nuestra vida y que nos llama y nos urge desde ahora a una vida más plena y más libre. Y, sin embargo, ser creyente es sentirse llamado a vivir con mayor plenitud, descubriendo desde nuestra adhesión a Cristo, nuevas posibilidades, nuevas fuerzas y nuevo horizonte a nuestro vivir diario.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 159 s.)

Oración final:
“Hoy nuestro corazón salta de gozo, Dios Padre nuestro, al sabernos amados por ti con un amor que nos hace hijos tuyos. La prueba que verifica tan gozosa noticia es Jesús, tu Hijo, y desde nuestro hermano mayor y amigo para siempre. Él no vino para condenar sino para salvar al hombre que tú amas con amor y con loca ternura de padre. Haz que sepamos corresponderte como hijos tuyos bien nacidos. Gracias, Señor, porque tú no eres un dios frío y lejano, sino un padre que nos amas, siempre desvelado por tu criatura el hombre. El secreto del mundo y de nuestra existencia humana está fundado en el latir de tu corazón que ama. ¡Gracias, Señor!”. Amén.

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 258)

Hno. Javier

4 mar 2018

LECTIO DIVINA DEL 3° DOMINGO DE CUARESMA CICLO B.



Domingo 4 de marzo de 2018.
Éxodo 20,1-17; 1° Corintios 1,22-25; San Juan 2,13-25.

Oración inicial:
“Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad toda entera, abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Tú, que descendiendo sobre la Virgen María de Nazareth, la convertiste en tierra buena donde el Verbo de Dios pudo germinar, purifica nuestros corazones de todo lo que opone resistencia a la Palabra. Haz que aprendamos como Ella a escuchar con corazón bueno y perfecto la Palabra que Dios nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto con nuestra perseverancia”. Amén.

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Éxodo 20,1-17; 1° Corintios 1,22-25; San Juan 2,13-25.

Claves de lectura:

1. «Destruyan este templo». (Evangelio)
En medio de la Cuaresma se narra la purificación del templo, para que reflexionemos sobre lo que es el verdadero culto a Dios y la verdadera casa de Dios. El evangelio tiene dos acentos principales: el látigo inexorable con el que Jesús expulsa a todos los traficantes de la casa de oración de su Padre, y la prueba que da de su autoridad cuando los judíos le preguntan por qué obra con tanto celo: el verdadero templo, el de su cuerpo, destruido por los hombres, será reconstruido en tres días. Hasta que esto no suceda (la muerte y la resurrección están todavía por venir), la antigua casa de Dios ha de servir únicamente para la oración. El Dios de la Antigua Alianza no podía tolerar a dioses extranjeros a su lado, sobre todo no podía soportar al dios Mamón.
La dos lecturas aclaran en parte lo dicho en el evangelio: la primera, el primer acento principal, y la segunda, el segundo.

2. «Porque soy un Dios celoso». (1° Lectura)
La gran autorrevelación del Dios de la alianza, en la primera lectura, tiene dos partes (y una interpolación): en la primera parte, Dios, que ha demostrado su vitalidad y su poder haciendo salir a Israel de Egipto, se presenta como el único Dios (cfr. Dt 6,4); por eso ha de reservarse para sí toda adoración y castigar el culto tributado a los ídolos. En la segunda parte exige al pueblo con el que pacta la alianza que se comporte, en los «diez mandamientos», como corresponde a una alianza pactada con la única y suprema Majestad. Todos estos mandamientos no son prescripciones del derecho natural o preceptos puramente morales (aunque puedan ser también eso), sino exigencias de cómo ha de comportarse el hombre en la alianza con Dios. Ha sido incluida en la lista la ley del sábado, que en este contexto indica ante todo que entre los días de los hombres uno está reservado para el descanso, día que está caracterizado como propiedad privada de Dios y obliga a los hombres, con el descanso del trabajo cotidiano, a ser conscientes permanentemente de ello.

3. "Los judíos exigen signos". (2° Lectura)
La segunda lectura aclara el segundo motivo principal del evangelio, en el que los judíos exigen una prueba del poder de Jesús: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». La exigencia de signos para creer es rechazada por Jesús y al mismo tiempo escuchada, mediante la única señal que se les dará: «Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra» (Mt 12,38-4O). Exactamente lo mismo que en el evangelio: el templo destruido y reconstruido. El único signo que Dios da es para los hombres «lo necio», «lo débil», la cruz: se requiere la fe para poderlo captar, mientras que los judíos primero quieren ver para poder después creer. Por eso el signo que se les da aparece como un «escándalo», mientras que para los llamados a la fe es «Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios», que se manifiesta en el signo único y supremo de la muerte y resurrección de Jesús.

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994. Pág. 144 s.)

MEDITACIÓN.

Los mandamientos no son límite, sino clave para ser feliz.
El Evangelio del tercer domingo de Cuaresma tiene como tema el templo.
Jesús purifica el antiguo templo, expulsando del mismo, con un látigo de cuerdas, a vendedores y mercaderías; entonces se presenta a sí mismo como el nuevo templo de Dios que los hombres destruirán, pero que Dios hará resurgir en tres días.
Pero esta vez desearía detenerme en la primera lectura, porque contiene un texto importante: el decálogo, los diez mandamientos de Dios. El hombre moderno no comprende los mandamientos; los toma por prohibiciones arbitrarias de Dios, por límites puestos a su libertad. Pero los mandamientos de Dios son una manifestación de su amor y de su solicitud paterna por el hombre. «Cuida de practicar lo que te hará feliz» (Dt 6, 3; 30, 15 s): éste, y no otro, es el objetivo de los mandamientos.
En algunos pasos peligrosos del sendero que lleva a la cumbre del Sinaí, donde los diez mandamientos fueron dados por Dios, para evitar que algún distraído o inexperto se salga del camino y se precipite al vacío, se han colocado señales de peligro, barandillas o se han creado barreras. El objetivo de los mandamientos no es diferente a eso. Los mandamientos se pueden comparar también a los diques o a una presa. Se sabe lo que ocurrió en los años cincuenta cuando el Po reventó los diques en Polesine, o lo que sucedió en 1963 cuando cayó la presa de Vajont y pueblos enteros quedaron sumergidos por la avalancha de agua y barro. Nosotros mismos vemos qué pasa en la sociedad cuando se pisotean sistemáticamente ciertos mandamientos, como el de no matar o no robar... Jesús resumió todos los mandamientos, es más, toda la Biblia, en un único mandamiento, el del amor a Dios y al prójimo. «De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22, 40). Tenía razón San Agustín al decir: «Ama y haz lo que quieras». Porque si uno ama de verdad, todo lo que haga será para bien. Incluso si reprocha y corrige, será por amor, por el bien de otro. Pero los diez mandamientos hay que observarlos en conjunto; no se pueden observar cinco y violar los otros cinco, o incluso uno solo de ellos. Ciertos hombres de la mafia honran escrupulosamente a su padre y a su madre; pero se permitirían «desear la mujer del prójimo», y si un hijo suyo blasfema le reprochan ásperamente, pero no matar, no mentir, no codiciar los bienes ajenos, son tema aparte. Deberíamos examinar nuestra vida para ver si también nosotros hacemos algo parecido, esto es, si observamos escrupulosamente algunos mandamientos y transgredimos alegremente otros, aunque no sean los mismos de los mafiosos. Desearía llamar la atención en particular sobre uno de los mandamientos que, en algunos ambientes, se transgrede con mayor frecuencia: «No tomarás el nombre de Dios en vano». «En vano» significa sin respeto, o peor, con desprecio, con ira, en resumen, blasfemando. En ciertas regiones hay gente que usa la blasfemia como una especie de intercalación en sus conversaciones, sin tener en absoluto en cuenta los sentimientos de quienes escuchan. Además muchos jóvenes, especialmente si están en compañía, blasfeman repetidamente con la evidente convicción de impresionar así a las chicas presentes. Pero un chaval que no tiene más que este medio para causar impresión en las chicas, quiere decir que está realmente mal. Se emplea mucha diligencia para convencer a un ser querido de que deje de fumar, diciendo que el tabaco perjudica la salud; ¿por qué no hacer lo mismo para convencerle de que deje de blasfemar?

(Aporte del P. Raniero Cantalamessa ofm cap,
Comentario a las lecturas del 3° domingo de Cuaresma, 16 de marzo de 2006)


Para la reflexión personal y grupal:
¿Dónde encontramos nosotros la «casa de oración»?

ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

EL CULTO AL DINERO.
No conviertan en un mercado la casa de mi Padre.
Hay algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos lo bastante. Vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación, la secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es sino lo que tiene. Se ha dicho que el dinero es «el símbolo e ídolo de nuestra civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho, son mayoría los que le rinden y sacrifican todo su ser.
J. Galbraith, el gran teórico del capitalismo moderno, describe así el poder del dinero en su obra «La sociedad de la abundancia». El dinero «trae consigo tres ventajas fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».
Cuantas personas, sin atreverse a confesarlo, saben que en su vida, lo decisivo, lo importante y definitivo es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.
Aquí está sin duda, una de las quiebras más graves de nuestra civilización. El hombre occidental se ha hecho materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la libertad, la justicia o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.
Y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se puede adquirir nuevas relaciones pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer pero no felicidad.
Pero, los creyentes hemos de recordar algo más. El dinero abre todas las puertas, pero nunca abre la puerta de nuestro corazón a Dios.
No estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías fustigando a las gentes con un azote en las manos. Y, sin embargo, ésa es la reacción de Jesús al encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa sino su propio negocio.
El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde sólo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están mediatizadas sólo por intereses de dinero.
Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios a los hombres cuando uno vive comprando o vendiéndolo todo, movido únicamente por el deseo de «negociar» su propio bienestar.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 157 s.)

Oración final:
“Dios de la Vida, Padre todo misericordioso, que nos has señalado como Ley suprema el Amor: ayúdanos construir una comunidad de hermanos que te de siempre culto en espíritu y en verdad.” Amén.
Hno. Javier.