Fuente: Maria Emília Carreira
www.fatima2017.org
Objetivos:
1. Acoger la invitación del Ángel, como mensaje para hoy.
2. Conducir el encuentro de modo que los niños comprendan
el valor de la oración.
3. Aceptar a Jesús, amarlo y adorarlo como Nuestro Señor.
A - Contenido
catequético
1. Invitación a la
oración
Todos sabemos lo
que es una invitación. Invitamos y somos invitados para fiestas, paseos, cines, comidas,… Los amigos
quieren estar juntos, por eso, se invitan mutuamente. Su presencia es siempre
una alegría, una fiesta. Así, las invitaciones se vuelven muy importantes para
todas las personas. Pero hay otras
invitaciones mucho más especiales que vienen de Alguien para otro alguien. Orad
conmigo es una invitación o una propuesta de Alguien muy especial. Vamos a ver
de dónde viene y a quién se destina.Fátima, Cova de Iria, Aljustrel, Valinhos y Loca do
Cabeço son localidades muy conocidas por los portugueses y por personas de
muchos otros países. ¿Qué es lo que hizo que estos lugares se convirtieran en
tan importantes? – podemos preguntarnos. Todo comenzó por
una invitación que sonó en los cielos de estas pequeñas localidades de
Portugal.Era al final de la tarde. Tres niños –Lucía, Francisco y
Jacinta- jugaban alegremente, en un pequeño monte llamado Loca do Cabeço.
Mientras jugaban, fueron sorprendidos por un Ángel de una enorme belleza y
lleno de luz - ¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo –dijo. Y
arrodillándose hasta el suelo, rezó así: Dios mío, yo creo, adoro, espero y os
amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.
Después se levantó y dijo: -Orad así. Los corazones de Jesús y María están
atentos a vuestras oraciones. Y desapareció.
El Ángel hizo una
invitación a los tres pastorcitos y ellos aceptaron inmediatamente. Cambiaron
el juego por la oración. Sintieron dentro de ellos como un impulso que los
llevó a imitar al Ángel, rezando con él y como él. Esta invitación llegada del
Cielo alteró los planes de estos tres niños, que tenían decidido jugar al juego
de las piedrecitas en aquel final de la tarde. Mientras tanto, estaban felices,
muy felices, con todo lo que había sucedido.
Orad conmigo y
orad así, fueron las primeras de muchas otras invitaciones que se siguieron en
la vida de estos niños. Invitaciones diferentes de nuestras invitaciones, es
cierto, pero invitaciones muy especiales, porque vienen del Cielo.
El Ángel vino a provocar un enorme deseo de Dios. Vino a
despertar en ellos la voluntad de conocerlo y de amarlo más y mejor. Vino a
enseñarles que, sin dejar de saltar, correr, jugar, bailar,… podían vivir la
vida de otra manera que los ayudaría a ser mucho más felices. Les recordó que,
en la vida, podemos descubrir cosas muy importantes y bellas. Y rezar es una de
esas cosas lindas, porque ¡Dios nos da a conocer cosas maravillosas que jamás
nadie enseñará! Rezar hace bien; nos da paz. Nos ayuda a ser buenos y a vivir
la vida de acuerdo con el deseo de Dios. A Él le gusta que recemos. Y rezar es
hablar con Dios como hablamos con nuestros amigos. Más que hablar es escuchar.
Escuchar a Dios es estar atento a sus deseos y percibir lo que Él quiere de
nosotros. Él nos hace invitaciones, muchas invitaciones.
Si estuviéramos
quietos, con los ojos cerrados, pensando en Dios, podemos sentir que Él nos
sonríe, nos abraza y, tal vez, quién sabe, nos hace alguna invitación: ¡Reza!
¡Escucha! ¡Sigue! ¡Sé amigo!
2. Invitación a la
adoración
Dios mío, yo creo,
adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no
esperan y no os aman.
Esta oración enseñada por el Ángel a los Pastorcitos y
rezada por ellos con mucha fe y mucho amor, los ayudó a encontrarse con Dios y
a comprender su gran amor. La rezaron muchas veces y con el rostro por tierra.
Habían aceptado la invitación del Ángel y prometieron nunca olvidarlo. Poco a
poco, la vida de ellos se fue transformando y Dios pasó a ser, para ellos, el
Alguien más importante, lo único importante.
¡Dios mío, yo
creo… rezaron ellos muchas veces! Es como si dijeran:
Dios mío, yo creo en Ti. Sé que existes, que estás vivo,
me conoces, me amas y cuidas de mí. Sé que me creaste, por eso, confío en Ti.
Tú eres mi Señor, mi único Señor. Sin Ti mi vida no vale nada. Tú eres todo
para mí. Te amo mucho. Me arrodillo, me postro delante de Ti… ¡Como eres de
grande, Señor! Te adoro. Tantas veces rezaron así, que el Ángel, en la tercera
aparición, les trajo una maravillosa sorpresa.
Fue en Loca do
Cabeço. Estaban con el rostro por tierra rezando la oración del Ángel cuando él
apareció. Traía en la manos un cáliz y sobre él una hostia de la cual caían
algunas gotas de sangre. El Ángel dejó el cáliz y la hostia suspendidos en el
aire y se postró por tierra para adorar a Jesucristo, con esta oración:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os
adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en reparación de los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los
méritos infinitos de Su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os
pido la conversión de los pobres pecadores.
Los pastorcitos,
espantados con lo que estaba sucediendo, imitaron al Ángel y rezaron con él y
como él. A continuación, el Ángel les dio la comunión diciendo: -Tomad y comed
el Cuerpo y Sangre de Cristo. ¡Consolad a vuestro Dios!De nuevo se arrodilló y,
postrado en tierra, rezó tres veces más la misma oración. Los pastorcitos se
postraron también, para adorar a Jesús, consolarlo, presente, ahora, en sus
corazones. Fue un momento único, maravilloso e inolvidable para ellos. Se
sintieron totalmente envueltos por Jesús. Estaban tan unidos a él que hasta se
olvidaron unos de los otros. Jesús les hizo sentir Su presencia y Su amor, que
ellos permanecieron en oración durante largo tiempo.
A partir de esa experiencia que tuvieron con Jesús
Eucaristía, su vida cambió para mejor. Decidieron amar y adorar a Jesús de tal
manera que hasta dejaban sus juegos, para rezar y hacer compañía a Jesús
escondido.
Quien cree en Dios vivo y verdadero, quien lo escucha,
quien lo ama, lo adora profundamente. Y adorar a Dios es consolarlo, es
reconocer que Él es todo para nosotros y que nosotros existimos en Él y gracias
a Él. Adorar a Dios es amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma,
con todas nuestras fuerzas. Adorar a Dios es no consentir en amar a nadie más
que a Dios, pues solo Él debe ocupar el primer lugar en nuestro corazó
En nuestra vida hay cosas bellas, lindas, magníficas que
nos gustan mucho. Mientras esas cosas tan bellas solo valen en cuanto nos
ayudan a ser felices pues, un día, todas esas maravillas de la tierra se
acabarán. Solo Dios, la mayor de todas las maravillas, permanece para siempre.
Por eso, debemos amarlo y adorarlo, por encima de todas las personas y de todas
las cosas.
Los pastorcitos
comprendieron esto muy bien. Dios, para ellos, fue el único y el más importante
de sus vidas. Dieron a Dios todo el amor de sus corazones y solo tenían un
deseo: darle alegría, escuchar su palabra, sus recados y hacer su voluntad. Y
la voluntad de Dios para cada uno de ellos y para cada uno de nosotros es que
lo amemos en serio y con mucha verdad, cumpliendo todos nuestros deberes para
con Dios y para con todas las personas.
3. Invitación a la
reparación
Estamos
percibiendo que el Ángel transmitió a los Pastorcitos varias invitaciones de
Dios: los invitó a la oración, a la adoración y a la reparación. Reparar es
amar mucho; es estar con… es consolar a quién está triste, sufre o es ofendido.
En esta oración:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen,
no adoran, no esperan y no os aman; los tres pastorcitos fueron invitados por
el Ángel a rezar y a pedir perdón a Dios por los pecados de los otros, o sea,
por todos los que no creen en Él, no lo adoran, no confían en él y no lo aman.
Dios está muy ofendido y disgustado por los pecados de aquellos que viven lejos
de Él, por los que los ignoran y desprecian, por los que hacen el mal.
En la 3ª
aparición, el Ángel, al darles la comunión, pidió: ¡Consolad a vuestro Dios!
Esto significa que Dios está muy ofendido. Hay mucho odio en el mundo, mucha
guerra, mucha venganza, muchos pecados. Consolar a Dios es pues reparar, darle
alegría en vez de los que lo entristecen, no solo en oración/adoración, sino
también en nuestra propia vida vivida con mucho amor y responsabilidad
Los pastorcitos llevaron muy en serio esta petición del
Ángel. Quedaron muy impresionados, cuando supieron que Dios estaba así, tan
triste. Después de las apariciones, Francisco solo pensaba en dar alegría a
Jesús. Por eso, siempre que podía, iba a la Iglesia de su parroquia, a estar en
la compañía de Jesús escondido. Quedaba horas seguidas consolando, escuchando,
hablando con su gran Amigo, Jesús Eucaristía. Él no lo veía –igual que no veía
al viento, ni al aire- pero sabía que Él estaba allá a la espera. Estar allí,
en su compañía, hacía sentir su corazón feliz, muy feliz. Y el tenía, también,
la certeza de que a Jesús le gustaba mucho su oración, su compañía, su
presencia a veces decía a sus compañeras: -¡Me gusta tanto Dios! ¡Pero Él está
tan triste, por causa de tantos pecados! Nosotros nunca haremos ninguno. Dar
alegría a Dios fue una preocupación constante en la vida de Francisco: hasta
podemos decir que él fue un gran consolador de Jesús escondido. Los pastorcitos
aceptaron con mucho amor todas las invitaciones llegadas del Cielo. Por eso,
decidieron ser diferentes en sus comportamientos, en sus actitudes y, sobre todo,
en su oración. La vida de ellos fue una oferta total a Dios, ayudando a todas
las personas. Dar alegría a Dios exige, como sabemos, muchos sacrificios; ¡pero
ellos nunca tuvieron miedo! Se dejaron conducir por Jesús, por Nuestra Señora,
y deprisa comenzaron a tener
comportamientos, actitudes y gestos lindos que agradaban a Dios y sorprendían a
todos.
Comenzaron a rezar
más y mejor, a ser más obedientes; a respetar y a pensar en los otros; a
compartir lo que tenían con los más pobres; a hacer bien sus trabajos y muchos
otros sacrificios que ellos inventaban para ofrecer a Dios por la conversión de
los pecadores.
¿Las invitaciones
de Dios a través del Ángel, en el año 1916, no serán, también para nosotros,
hoy? Fueron entregados a tres niños. La mayor, antes de morir, con 92 años, la
Hermana Lucía, dio a conocer todas estas invitaciones, diciendo que también
eran para todos nosotros, para todas las personas del mundo entero. Somos
libres en aceptarlos o no, pues Dios respeta nuestra libertad. Mientras, Él espera siempre que le digamos
sí, porque desea nuestro amor, nuestra generosidad.
Si abrimos nuestro
corazón a Dios y le damos la atención que Él se merece, entonces estamos
aceptando las invitaciones: ¡Orad conmigo y orad así! ¡Consolad a Vuestro Dios!
B - Indicaciones
pedagógicas
1. Para el
desarrollo de la catequesis a nivel temático, se presentan tres opciones:
1ª Opción
a) Dar la catequesis en su totalidad, en un único
momento.
b) Para la adoración eucarística, se sugiere otro momento
específico.
2ª Opción
a) Presentar la catequesis durante una mañana o una tarde
y culminar con la adoración eucarística.
3ª Opción
b) Presentar la catequesis de forma más prolongada o sea,
en tres momentos: un encuentro para la invitación a la oración; otro para la
invitación a la adoración y otro para la invitación a la reparación.
c) Se sugiere un momento específico para la adoración
eucarística.
(Los cánticos para la adoración eucarística podrán ser
aprendidos por los niños a lo largo de la catequesis, para quien quiera escoger
la 2ª o la 3ª opción.)
2. Actividades
A.) En un
rectángulo de cartulina, escribir: Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo…
Después, rezarla en grupo en el lugar de la catequesis o delante del sagrario.
Se puede, también, dar a los niños hojas con la oración del Ángel.
B.) Aprender y
cantar el siguiente cántico: Cristo Jesús, Tu me llamaste (H. Faria)
Cristo Jesús, Tu me llamaste
Yo Te respondo: aquí estoy.
Tú me llamaste por mi nombre,
Yo Te respondo: aquí estoy. (bis)
3. Frases que
pueden ser presentadas durante la catequesis
¡Orad comigo!
¡Orad conmigo y orad así!
Santísima Trinidad, Os adoro profundamente…
Consolad a vuestro Dios.
C - Tiempo de
adoración eucarística
tema:
Santísima Trinidad, Os adoro profundamente
Se sugiere que
esta frase sea utilizada en la adoración y colocada en lugar bien visible, por
ejemplo: delante del altar, de manera que sea leída por todos los niños.
Se propone un
momento de adoración eucarística delante del Santísimo Sacramento expuesto. En
este momento de oración debe ser debidamente preparado por el orientador, así
como los niños deben ser motivados y bien preparados para la adoración. Se
puede, también, hacer este momento de oración al lado del sagrario. En este
caso, el orientador hará adaptaciones necesarias al esquema presentado.
1. Acogimiento
Orientador: Estamos, hoy aquí, porque conocemos algunas
invitaciones que Dios hizo a los Pastorcitos, a través del Ángel de Portugal:
- Invitación a la oración… (Rezad y rezad mucho).
- Invitación a la reparación… (Consolad a vuestro Dios).
- Invitación a la adoración… (Dios mío, yo creo, adoro…).
Conocemos estas invitaciones y como son los Pastorcitos,
queremos aceptarlos, porque ellos son también para nosotros, para todas las
personas. Por eso, vinimos para estar un momento con Jesús Eucaristía. Vamos a
escucharlo y a hablar con Él. Vamos a alabarlo, consolarlo y adorarlo.
El silencio ayuda a preparar nuestro corazón para este
momento tan importante.
(Silencio). Vamos a sentirlo dentro de nosotros… Pensemos
en Jesús… Él está a nuestra espera, para escuchar nuestra oración… (Silencio)
2. Inicio de la oración
Entran en dos filas, en silencio o con fondo musical.
Después de que todos se sitúen en sus lugares, se canta el cántico:
Cristo Jesús, Tú me llamaste,Yo Te respondo: aquí estoy.
Tú me llamaste por mi nombre,Yo Te respondo: aquí estoy. (bis)
Orientador: Estamos, aquí, porque Jesús nos llamó; Él nos
hizo una invitación para estar en Su compañía y vernos. Vamos a mostrarle que
lo queremos seguir y amar con mucha verdad.
3. Exposición del Santísimo De rodillas
Oración silenciosa
Orientador: Estamos delante de Jesús Eucaristía. Jesús
Resucitado está presente en esta hostia santa que está sobre el altar. En
silencio de nuestro corazón, digamos en voz baja: Jesús, yo estoy aquí…; Te amo
mucho…; quiero ser tu amigo…(silencio)
4. Invocaciones
De rodillas. Todos repiten cada invocación:
Jesús, yo creo en Ti.Tú eres mi Señor.Te adoro, Jesús.Yo
te amo.Yo te alabo.
5. Cántico
Tan cerca de mí,Tan cerca de mí Que hasta te puedo tocar Jesús está aquí (bis)
6. Momento de reflexión Sentados
El orientador hará una breve reflexión sobre la frase:
Santísima Trinidad, os adoro profundamente…
Apelar para la lectura de la frase… Esta frase forma
parte de la oración que el Ángel enseñó a los Pastorcitos, en la tercera
aparición. Vamos a pensar en la palabra “adorar”.
Todos repetimos muchas veces esta palabra: decimos que
adoramos un grupo musical, un deporte, un alimento… Cuando utilizamos esta
palabra, queremos decir que nos gusta mucho alguna cosa. Pero el verdadero
sentido de esta palabra está dirigido a Dios: adorar, significa prestar culto,
homenajear a Dios. Adoramos únicamente a Dios. Ni siquiera adoramos a Nuestra
Señora y a los Santos, pues no son dioses.
Adorar a Dios, como vimos en la catequesis, es amarlo con
todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas. Adorar
a Dios es consolarlo, es reconocer que Él es todo para nosotros y que nosotros
existimos en Él gracias a Él. Sin Dios nuestra vida no vale nada. Adorar a Dios
es dejarlo ocupar el primer lugar de nuestro corazón.
Los pastorcitos comprendieron esto muy bien. Dios, para
ellos, fue el único y el más importante de sus vidas. Dieron a Dios todo el
amor de sus corazones y solo tenían un deseo: darle alegría, escuchar su
palabra, sus recados y hacer su voluntad.
En la tercera aparición, el Ángel después de dar la
comunión a los Pastorcitos, les hizo una invitación muy importante: ¡Consolad a
vuestro Dios! Consolarlo porque Él está muy ofendido, esto es, muy decepcionado
y triste con el odio en el mundo, la guerra, la venganza, los pecados. Consolar
a Dios es pues, darle alegría para compensar por todos los que lo entristecen.
En este momento, nosotros estamos, también, dando alegría
a Dios; estamos consolándolo. Y consolamos a Dios, no solo cuando rezamos, sino
también con nuestra propia vida vivida con mucho amor y responsabilidad.
En silencio y con los ojos cerrados para no distraernos,
vamos a pensar: Quiero amar a Dios muy en serio cumpliendo con mis
deberes para con Dios y todas las personas? (Silencio) ¿Quiero consolarlo
rezando más y mejor? (Silencio) ¿Quiero darle el primer lugar en mi corazón?
(Silencio)
7. Cántico
Jesús, yo te amo (4 x) Tú eres mi Señor (4 x) Jesús, yo creo en Ti (4 x)
8. Oración de adoración
Recemos la oración que el ángel enseñó a los Pastorcitos.
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no
esperan y no os aman.
9. Padrenuestro
Orientador: Ahora, con los brazos levantados, exprimiendo
nuestra alabanza y nuestra alegría, vamos a rezar con mucho amor, unidos a
Jesús aquí presente, la oración que Él nos enseñó:
Padrenuestro que estás en el cielo…
10. Bendición Eucarística
Si estuviera un sacerdote, se canta un cántico
eucarístico y él da la bendición con el Santísimo Sacramento.