Es muy importante ubicar a nuestros seres queridos y ubicarnos
nosotros. Hay muchas personas que dicen: - Está aquí en mí corazón. No puede
estar en tu corazón, porque ahí está tu amor por el o por ella, pero no él o
ella. No es tu cosa, no es tu posesión, tu amor por el o por ella no son ellos.
Podrás decir que va con vos a todos sitios, no te pertenece, no es tu compañero
de camino. Y tal vez puedas decir está en el cementerio. El cementerio es un
lugar para los cadáveres, pero no para las personas que fallecieron donde está
la resurrección y la vida. Tu ser querido dejó esta existencia, pero no dejó la
vida. Dejó el tiempo pero entró en la eternidad. Tu ser querido no es un lugar
físico, no es un espacio, ni siquiera tu ser querido es un recuerdo, ni es un
pasado. Tu ser querido está en la resurrección de Dios. Es el, ella misma feliz
en Dios. Es presente y es futuro. La resurrección, la vivencia de la
resurrección es el mejor ayudante en tu proceso de duelo. ¿Y por qué puedes
amar a tus seres queridos? Porque no son cadáveres, porque no son un pasado,
porque son ellos mismos en Dios. Y no te olvides de dejarte amar, porque el
amor es más fuerte que la muerte. Es muy fácil amar a los que se murieron, no
es tan fácil dejarse amar, porque exige un proceso de desapego, un lenguaje
nuevo de amor. Y ésta es la admirable comunión de los santos. Ellos nos aman
con el amor de Dios. Déjate amar por tus seres queridos, y ellos te van a pedir
que seas feliz.
LUGARES TEMIDOS-Los lugares temidos en el proceso de sanación del duelo. Muchas veces creemos que el sufrimiento está fuera de nosotros, está en objetos, en lugares, en fechas, en otras personas, en lo que nos dicen. No es así. Una de las claves para afrontar el sufrimiento en un proceso saludable del duelo es que el sufrimiento soy yo. Es decir, está encarnizado en mi ser, tengo que hacer una mirada, una introspección, un crecimiento de mi propia personalidad. Hay una idea también muy metida de que el sufrimiento está en los lugares físicos, por ejemplo, en la casa. Muchas personas dicen, muchos matrimonios dicen “nos queremos cambiar de casa, porque las paredes nos hacen sufrir mucho”. Yo me pregunto: ¿una pared, hace sufrir? ¿Puede hacer sufrir una pared? No. No puede ir al lugar donde murió, que fue en una ruta, o entrar en la habitación de un hospital, porque me hace sufrir ese lugar. ¿De nuevo la pregunta?, ¿Las paredes de la casa son el origen del sufrimiento?, ¿acumulan el sufrimiento? ¿Un hospital, la habitación de un hospital, el sufrimiento está en una ruta donde murió el ser querido? No. El sufrimiento soy yo. Por eso, ¿Cuál es uno de los desafíos en el proceso del duelo? hay que ir a esos lugares. Hacerse con esos lugares. ¿Nos tenemos que cambiar de casa, salir de la casa donde vivíamos o donde murió el ser querido porque nos hace sufrir? No. Usted va a ir a otra casa y va a seguir sufriendo igual, porque el sufrimiento es usted, y el proceso lo tiene que hacer en su mundo interior, con su familia. Es muy importante tenerlo esto en cuenta y un proceso terapéutico que aconsejamos, en su momento oportuno, con una sana motivación. Usted tiene que ir al lugar del accidente, al lugar. Le va a costar mucho, hasta le va a revivir el proceso, tiene que hacerlo porque nadie sale del sufrimiento sin sufrir sanamente. Ese momento difícil para usted, es lo más terapéutico. Pero se va a dar cuenta de una cosa, que si usted se prepara, tiene esta conciencia, lo interioriza, cuando usted vaya al lugar va a ser mucho más fácil y ha superado una gran prueba. El sufrimiento no está ni arriba, ni abajo, ni detrás, ni delante. El sufrimiento es usted y habremos hecho un crecimiento fundamental, hemos empezado a sanar el duelo.
¿Cuáles son los caminos equivocados del duelo?
Los vamos a recordar, que tengo que sanar mis heridas en el
hablar, en el corazón, en la mente, en los vínculos, en los valores, con Dios,
y recreando un proyecto significativo de vida. Este es el proceso de las
heridas, el recorrido. La herida sale del corazón y ¿qué busca?, ¿qué
necesita?, expresarse, hay que darle palabras.Al principio antes que palabras
vendrá el gemido, el llanto, hay que llorar, pero hay que dar palabras. Si yo
me trago mí sufrimiento, eso es un camino insano, es más sufrimiento, sufrimiento
añadido. Eso es un mal camino. ¿Cuál es el segundo? La pena sale del corazón,
busca la palabra, pero yo me expreso, me desahogo, pero ojo, simplemente me
desahogo, entrego el sufrimiento a los demás, pero no espero una iluminación.
Eso es desperdigar mí sufrimiento, ese sufrimiento vuelve a bajar, añade
sufrimiento. Es un camino equivocado. ¿Cuál es el tercer camino?. La pena sale
del corazón, busca las palabras, pero yo hablo las palabras y se las doy a
alguien que sabe ayudar. Me desahogo, pero escucho en mí sufrimiento. En el
sufrimiento hay que hablar, pero también hay que escuchar. Hay que hablar con
intención, pero hay que escuchar con atención y recibir una iluminación, para
empezar a sanar. Cuando yo hago eso, ya empiezo un camino positivo. Si no
escucho la iluminación de los demás, yo puedo darme hasta adicciones, puedo
evadirme, puedo escaparme de mí sufrimiento, puedo echar las culpas a los
demás, eso es malo. Cuando yo recibo ayuda de los demás, y he hablado, la pena
sube a la mente, tengo ideas mas claras, ya empiezo a sanar.Cuando tengo ideas
mas claras y empiezo a sanar, los valores se me refuerzan, la fe se me ilumina,
y empiezo a ver el futuro positivamente. Busquemos un camino auténtico, un
camino de sanación, porque vamos a decirlo claramente, camino equivocado,
sufrimiento asegurado. Y del sufrimiento hay que salir, pidiendo ayuda aunque
sea un proceso personal.
P. Mateo Bautista.(PASTORAL DEL DUELO -GRUPO RESURRECCION.