17 abr 2018

Dar la vida para unir


«Así es Cristo para nosotros. Hay una dimensión de la experiencia cristiana que tal vez dejamos un poco en la sombra: la dimensión espiritual y afectiva. El hecho de sentirnos unidos al Señor por un vínculo especial, como las ovejas a su pastor. A veces racionalizamos demasiado la fe y corremos el riesgo de perder la percepción del timbre de aquella voz, de la voz de Jesús Buen Pastor, que anima y fascina. Como les sucedió a los dos discípulos de Emaús, a los que les ardía el corazón mientras el Resucitado hablaba a lo largo del camino» Papa Francisco 7/5/2017

Jn 10,11-18
La imagen del buen pastor perfila una manera de vivir y de entregarse sin límites, hasta el extremo, al máximo por las ovejas. Él da la vida para unir a sus ovejas. Nosotros, pertenecientes al rebaño del Buen Pastor, le necesitamos continuamente en nuestra vida, porque las amenazas nos rodean de diversas maneras, como los estragos que nos hacen sufrir desde fuera o los miedos que nos atacan por dentro.
Nuestras preocupaciones, enfermedades y heridas necesitan no de lobos que nos aterren sino de ese Pastor que entrega su vida como expresión del amor incondicional que nos tiene. Más que al lobo o a los lobos, hemos de temer la ausencias de amor e indiferencias que nos acechan. ¡Cuántos viven la frialdad, el vacío y el desprecio de no sentirse amados y verse sin acceso al redil de este amor tan necesario! Solo quien se siente amado por un amor tan desinteresado aprende a amar a fondo perdido en el nuevo rebaño del Resucitado.
En estos días queremos dar gracias a Dios por tantos niños y niñas que van a hacer su primera comunión en este tiempo pascual. Damos gracias por sus padres y catequistas, por las parroquias y colegios en los que son acogidos para profundizar en su amistad con Jesús. Que Jesús Buen Pastor sea siempre su alimento, su fortaleza y el gran Amor de sus vidas.
Oración:
Gracias, Señor, porque Tú nos proteges de nuestros miedos, amenazas y heridas. El bálsamo de tu amor ahuyenta los temores y nos hace crecer en una entrega confiada, desde el sentirnos unidos en esta Iglesia de puertas abiertas que camina hacia la santidad.

10 abr 2018

FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO





PASCUA JUDIA -PASCUA CRISTIANA









ORACION


“Nunca dejes que nada te llene de tanto dolor o tristeza que llegue hacer que te olvides del gozo de Cristo resucitado”(Madre Teresa de Calcuta).



Para nuestra oración:
“Señor, Te espero al atardecer, al final de mis jornadas,
en el silencio de la tarde que cae.
No importa que mis puertas estén cerradas.
Tú, ¡entra! lo mismo. Preséntate ante mí,
déjame ver tu rostro radiante y regálame, como aquel día a tus discípulos,
el don precioso de la “paz”.
Yo también, como ellos, quiero ver tus manos y tu costado.
Quiero ver tu amor hecho manos y corazón traspasados por mí.
Jesús: dentro de mí encuentro mucho del Tomás desconfiado y necesitado de tu presencia.
Mi fe también es débil fatiga diaria por llegar a Ti,
por estar contigo, por sentir tu presencia en mí.
Señor, necesito tu amor, tu cercanía que comprende mi fe débil.
Necesito que al roce de mi mano con tu mano y tu costado,
me venza tu amor y me arroje con infinita ternura en tus brazos confesando que soy tuya y que Tú eres mío: „Señor mío y Dios mío‟. Amén”.


Hna. Clemencia Rojas, FMA (Hija de María Auxiliadora

Soledad - Aleluya (Hallelujah)


8 abr 2018

¿Porqué tengo este vacío interior? desde San Juan de la Cruz


28/03/2018 – La hermana Silvia de la Misericordia de Dios, desde la espiritualidad carmelita, nos trae hoy la vida de San Juan de la Cruz.
Maurice Zundel, místico contemporáneo, formado en la tradición benedictina decía:
¿Qué hace que seres que se han amado con un fervor apasionado se separen en la indiferencia?
 Y se responde diciendo esto: “Es que esperaban el infinito el uno del otro, embriagándose mutuamente de la imagen glorificada que el otro le enviaba de sí mismo”. Y él dice que “Únicamente podemos unirnos verdaderamente a otra persona liberándolo de sus límites y de nuestros límites, abriéndolo al espacio infinito de un amor que lo obliga a superarse sin cesar”.
Quiero que nos detengamos acá, dice hermana Silvia: “Somos portadores de un espacio infinito de Amor en nuestro interior, y esto no es para los santos y los místicos, es para todos”. Te habita una capacidad infinita.
“Y acá entramos con San Juan de la Cruz, místico, doctor de la Iglesia, santo carmelita del siglo XVI”. En uno de sus poemas, él dice que tenemos profundas cavernas, así llama San Juan de la Cruz a nuestras capacidades interiores.

"Estamos sellados en el alma con la huella de Dios, somos criaturas suyas. Dentro de nuestra capacidad finita tenemos un espacio abierto a lo infinito" Hna Silvia

¿Porqué tenemos vacíos interiores?

“Porque si queremos llenar estos espacios interiores tan hondos y tan infinitos, con menos que el Eterno, nos provoca un vacío”. Esos vacíos no podes llenarlos menos que con Dios, resalta Hermana Silvia.
Por otro lado, San Juan de la Cruz nos dice, que “este camino se da, si estamos en el camino de la fe, la esperanza y el amor. La vida teologal no abarca sólo momentos, sino que abarca toda nuestra vida, toda nuestra existencia”. Por eso se habla de transformar la vida espiritual en una vida teologal, este sería el mensaje de San Juan de la Cruz.
“Vivir de amor”, eso es lo que nos dice San Juan de la Cruz al igual que Santa Teresita, recuerda la hermana Silvia de la Misericordia.
“Qué bueno es saber que toda tu esperanza y todo lo que anhelás está tan cerca tuyo”, concluye.+

Hey que haces nuevas todas las cosas (musica catolica)



coro:

     Do                        Fa
   Hey, que haces nuevas todas las cosas
                               Do
   que haces nuevas todas las cosas (bis)


       Do
   Es vida que brota en la vida
       Fa
   es fruto que crece en amor
       Do
   es vida que vence a la muerte
       Fa
   es vida que trae el señor .(bis)


   Coro....


       Do
   Dejaste el sepulcro vacío
       Fa
   la muerte no te derrotó
       Do
   la piedra que te detenia
       Fa
   el dia tercero cayó.(bis)


   Coro.....


       Do
   Me ofreces una nueva vida
       Fa
   renuevo en ti el amor
       Do
   me das una nueva esperanza
       Fa
   ya todo lo viejo pasó. (bis)


   Coro.....

NUESTRO SALVADOR HACE NUEVO TODO, ÉL VENCIÓ LA CRUZ.
Y AHORA QUE MAS NO PODRÁ HACER!

1 abr 2018

Homilía del Papa: “En esta Pascua, ¿y yo qué?”

Tras haber celebrado anoche en la Basílica Vaticana la Vigilia Pascual de la Noche Santa, esta mañana a las 10.00 el Papa Francisco presidió en la Plaza de San Pedro la Santa Misa del día de Pascua de Resurrección ante la presencia de miles de fieles y peregrinos llegados de numerosos países para vivir en la Ciudad Eterna la fiesta más grande de la cristiandad, junto a trescientos sacerdotes, ciento cincuenta obispos y veinticinco cardenales

María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
Tras la noche “del silencio ante la muerte del Señor”, de la oscuridad envuelta por el frío que la acompaña, un silencio en el que cada uno de nosotros “puede reconocerse, y que cala profundamente en las grietas del corazón del discípulo que ante la cruz permanece sin palabras” – tal como dijo el Papa Bergoglio anoche en su homilía de la Vigilia Pascual – llegamos hoy a la mañana de la Pascua en que contemplamos a Jesús vivo, cual núcleo del mensaje cristiano.
En su homilía  de esta mañana el Papa destacó la sorpresa de las mujeres que querían ungir el cuerpo del Señor. Porque nuestro Dios  – dijo – es el Dios de las sorpresas “y siempre hay una sorpresa detrás de la otra”.

El anuncio hecho sorpresa

 

“Y la sorpresa – añadió – es lo que nos conmueve el corazón”. La sorpresa es “un golpe bajo”, para decirlo con el lenguaje de los jóvenes. El primer anuncio: sorpresa. El segundo: la prisa, las mujeres corren. Las sorpresas de Dios nos ponen en camino inmediatamente, sin esperar.
Y así corren. Para ver. Y Pedro y Juan, corren.
Los pastores, en la noche de Navidad – recordó Francisco – corren para ver lo que habían anunciado los ángeles. Y la samaritana, corre. Esa gente corre, deja lo que está haciendo. También el ama de casa deja las patatas en la olla, y aunque las encuentre quemadas, corre para ver.

El Señor también tiene paciencia con quienes no van tan de prisa

 

“También hoy sucede en nuestros pueblos, en nuestros barrios – agregó el Obispo de Roma en su homilía pronunciada de modo espontáneo – que se corre para ir a ver. Así se dan las sorpresas, siempre, de prisa”. A la vez que destacó que en el Evangelio hay uno “que no quiere arriesgarse” y “se toma un poco de tiempo”: Tomás. A quien el Señor espera con amor. Es el que decía ‘creeré cuando vea’. Pero “el Señor también tiene paciencia con quienes no van tan de prisa”.
El anuncio: sorpresa. La respuesta: de prisa. Y el tercer punto – dijo el Pontífice –  es una pregunta: “¿Y yo qué? ¿Tengo el corazón abierto a las sorpresas de Dios? ¿Soy capaz de ir de prisa, o siempre con esa cantilena, veré mañana, mañana?... Para decir, igual, mañana… ¿Qué me dice a mí la sorpresa?”
Juan y Pedro fueron corriendo hacia el sepulcro, recordó el Papa. De Juan el Evangelio nos dice que creyó y también Pedro creyó. Su fe “era una fe un poco mezclada con el remordimiento por haber negado al Señor”...
“El anuncio hecho sorpresa – terminó diciendo Francisco en su homilía –.  ¿Y yo hoy en esta Pascua de 2018 qué?”.

Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 31/03/2018 -


Esta celebración la hemos comenzado fuera... inmersos en la oscuridad de la noche y en el frío que la acompaña. Sentimos el peso del silencio ante la muerte del Señor, un silencio en el que cada uno de nosotros puede reconocerse y cala hondo en las hendiduras del corazón del discípulo que ante la cruz se queda sin palabras.Son las horas del discípulo enmudecido frente al dolor que genera la muerte de Jesús: ¿Qué decir ante tal situación? El discípulo que se queda sin palabras al tomar conciencia de sus reacciones durante las horas cruciales en la vida del Señor: frente a la injusticia que condenó al Maestro, los discípulos hicieron silencio; frente a las calumnias y al falso testimonio que sufrió el Maestro, los discípulos callaron. Durante las horas difíciles y dolorosas de la Pasión, los discípulos experimentaron de forma dramática su incapacidad de «jugársela» y de hablar en favor del Maestro. Es más, no lo conocían, se escondieron, se escaparon, callaron (cfr. Jn 18,25-27).
Es la noche del silencio del discípulo que se encuentra entumecido y paralizado, sin saber hacia dónde ir frente a tantas situaciones dolorosas que lo agobian y rodean. Es el discípulo de hoy, enmudecido ante una realidad que se le impone haciéndole sentir, y lo que es peor, creer que nada puede hacerse para revertir tantas injusticias que viven en su carne nuestros hermanos.
Es el discípulo atolondrado por estar inmerso en una rutina aplastante que le roba la memoria, silencia la esperanza y lo habitúa al «siempre se hizo así». Es el discípulo enmudecido que, abrumado, termina «normalizando» y acostumbrándose a la expresión de Caifás: «¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no perezca la nación entera?» (Jn 11,50).
Y en medio de nuestros silencios, cuando callamos tan contundentemente, entonces las piedras empiezan a gritar (cf. Lc 19,40)[1] y a dejar espacio para el mayor anuncio que jamás la historia haya podido contener en su seno: «No está aquí ha resucitado» (Mt 28,6). La piedra del sepulcro gritó y en su grito anunció para todos un nuevo camino. Fue la creación la primera en hacerse eco del triunfo de la Vida sobre todas las formas que intentaron callar y enmudecer la alegría del evangelio. Fue la piedra del sepulcro la primera en saltar y a su manera entonar un canto de alabanza y admiración, de alegría y de esperanza al que todos somos invitados a tomar parte.
Y si ayer, con las mujeres contemplábamos «al que traspasaron» (Jn 19,36; cf. Za 12,10); hoy con ellas somos invitados a contemplar la tumba vacía y a escuchar las palabras del ángel: «no tengan miedo… ha resucitado» (Mt 28,5-6). Palabras que quieren tocar nuestras convicciones y certezas más hondas, nuestras formas de juzgar y enfrentar los acontecimientos que vivimos a diario; especialmente nuestra manera de relacionarnos con los demás. La tumba vacía quiere desafiar, movilizar, cuestionar, pero especialmente quiere animarnos a creer y a confiar que Dios «acontece» en cualquier situación, en cualquier persona, y que su luz puede llegar a los rincones menos esperados y más cerrados de la existencia. Resucitó de la muerte, resucitó del lugar del que nadie esperaba nada y nos espera —al igual que a las mujeres— para hacernos tomar parte de su obra salvadora. Este es el fundamento y la fuerza que tenemos los cristianos para poner nuestra vida y energía, nuestra inteligencia, afectos y voluntad en buscar, y especialmente en generar, caminos de dignidad. ¡No está aquí…ha resucitado! Es el anuncio que sostiene nuestra esperanza y la transforma en gestos concretos de caridad. ¡Cuánto necesitamos dejar que nuestra fragilidad sea ungida por esta experiencia, cuánto necesitamos que nuestra fe sea renovada, cuánto necesitamos que nuestros miopes horizontes se vean cuestionados y renovados por este anuncio! Él resucitó y con él resucita nuestra esperanza y creatividad para enfrentar los problemas presentes, porque sabemos que no vamos solos. Celebrar la Pascua, es volver a creer que Dios irrumpe y no deja de irrumpir en nuestras historias desafiando nuestros «conformantes» y paralizadores determinismos. Celebrar la Pascua es dejar que Jesús venza esa pusilánime actitud que tantas veces nos rodea e intenta sepultar todo tipo de esperanza.
La piedra del sepulcro tomó parte, las mujeres del evangelio tomaron parte, ahora la invitación va dirigida una vez más a ustedes y a mí: invitación a romper las rutinas, renovar nuestra vida, nuestras opciones y nuestra existencia. Una invitación que va dirigida allí donde estamos, en lo que hacemos y en lo que somos; con la «cuota de poder» que poseemos. ¿Queremos tomar parte de este anuncio de vida o seguiremos enmudecidos ante los acontecimientos?
¡No está aquí ha resucitado! Y te espera en Galilea, te invita a volver al tiempo y al lugar del primer amor y decirte: No tengas miedo, sígueme.