6 oct 2014

un sueño,18 de octubre "Por la unión y la paz UN MILLÓN DE NIÑOS Rezando el Rosario".



fuente.:http://jugandomeacercoamaria.blogspot.com/www.millon-de-ninos-rezando.net

6 ago 2014

APORTES PARA LA CELEBRACIÓN del domingo 19 del tiempo ordinario ciclo A

demos la mano a todos”  


RECURSO

- Para este recurso necesitamos tener distintos elementos que se usen en el agua: salvavidas, remos, flotadores, patas de rana, antiparras, red… para motivar el diálogo con los chicos…

- Otra posibilidad es que alguien aparezca con todos estos elementos puestos y entable un diálogo con el sacerdote o el guía.

Diálogo sugerido:

-        ¿Qué hacés con todo esto?
-        Ah es que yo soy precavido!!!!; ¿acaso no tratamos de hacer lo mismo que hizo Jesús?, bueno yo no quiero que me pase lo que le pasó a Pedro, no me quiero hundir en el agua.
-        Pero Jesús no quiere decir eso.
-        Pero ¿acaso no nos llama a hacer lo que hizo Él?, dar una mano a los que se hunden, bueno para eso tengo que estar preparado para no hundirme y poder ayudar.
-        Bueno creo que tenemos que ir por partes…

  • ¿Cuáles son las razones por las que nos podemos hundir en el agua?: Porque no sabemos nadar y no dejamos que nos ayuden, porque nos hacemos los cancheros y vamos a lugares difíciles sin estar preparados, porque nos agarra miedo y nos quedamos duros, porque no confiamos en quien nos está ayudando…(dejamos que los chicos pongan más ejemplos)
  • Un poco de todo esto le pasó a Pedro… pero Jesús le tendió una mano.
  • ¿En qué otras situaciones podemos sentir que nos hundimos…? ¿En qué situaciones descubrimos que hay mucha gente que se puede hundir?


SUGERENCIAS PARA LA PREDICACIÓN

+ Dialogar con los chicos sobre las situaciones que se han presentado previamente.

+ Retomar las preguntas anteriores:
¿En qué otras situaciones podemos sentir que nos hundimos…? ¿En qué situaciones descubrimos que hay mucha gente que se puede hundir?

+ Muchas veces pasan cosas que nos dan miedo y parece que nos hundimos, que se nos viene el mundo encima… ahí es cuando tenemos que recordar que Jesús lo mismo que hizo ayer, lo hace hoy y lo va a hacer siempre. En esos momentos tenemos que sentir que Jesús nos dice: “Ánimo, soy Yo, no tengas miedo”.

+ Pedro quiere hacer lo mismo que Jesús pero cuando duda y deja de mirar al Señor se hunde, se quedó con sus solas fuerzas que no le alcanzan.

+ EL Señor Jesús nos invita a hacer lo mismo que Él (caminar sobre el agua, vivir la vida nueva y amar con su corazón) y puede ser que a veces sintamos que no podemos, que es muy difícil, que nos hundimos… es ahí cuando nuevamente nos tiende la mano para que descubramos que sólo de su mano podemos hacer lo mismo que El hacía. Sólo confiando y apoyándonos en Él podremos tener los mismos sentimientos de su corazón y crecer y vivir como sus discípulos misioneros.



Presentación de la vida de san Cayetano



Leemos en la página www.paulinas.org.ar la historia de san Cayetano. Investigamos acerca de la devoción al santo en nuestro país y el culto que se le rinde para pedirle por el pan y el trabajo.

Reflexión sobre el valor del trabajo
En el diccionario, se define la palabra trabajo de esta manera: ‘Acción y efecto de trabajar. Ocupación. Obra, resultado de la actividad humana. Esfuerzo humano aplicado a la producción y a los bienes’.
Dios crea al hombre y le da un trabajo: ¡ocuparse de la creación y de su propia subsistencia! A lo largo de toda la historia, vemos cómo el hombre y la mujer han desarrollado su capacidad de trabajar para su subsistencia y para la conservación de la especie: aprendió a cazar y a pescar, a tallar piedras, a prender el fuego, a fabricar sus armas, a confeccionar sus vestimentas, a construir sus viviendas…
Con el tiempo, el trabajo humano se especializó en diferentes oficios o profesiones que marchan al compás de las civilizaciones y que se siguen desarrollando hasta el día de hoy.
El trabajo realizado por el hombre en sociedad construye el bien común, todas las actividades de las personas tienen que estar orientadas a este bien. Cualquier trabajo donde la persona persiguiera su propio interés olvidándose del bien común daña el tejido social.
Todos los seres humanos tienen el derecho de tener un trabajo, de realizarlo en condiciones dignas y de recibir una remuneración justa que les permita vivir con dignidad. La falta de trabajo y la desocupación es un atentado contra la dignidad de las personas.
Todo lo que nos rodea es el resultado del trabajo de muchas personas: el lugar donde vivimos, la comida, la ropa, la salud, nuestra educación, el transporte, la tecnología, nuestras diversiones… en todo lo que nos rodea, hay un grupo de personas que trabajan para prestarnos ese servicio. Y sobre todo, el trabajo de nuestros padres, que con tanto amor y esfuerzo se ocupan de que tengamos lo que necesitamos para crecer y para desarrollarnos hasta que también nosotros podamos insertarnos en el mundo del trabajo. Trabajan fuera de casa, para ganar el dinero que necesitan para la familia; y trabajan dentro de casa para cuidarnos y para mantener el orden de su hogar.
El trabajo nos dignifica, nos hace bien, nos ayuda a conocer nuestras capacidades y a ponerlas al servicio de los otros; nos desafía y nos enseña a ser mejores personas. ¡Todo en la vida implica una tarea o trabajo! Las personas deben encontrarle un sentido a su trabajo, para poder realizarlo con alegría, aunque resulte pesado; de otra manera el mismo trabajo se volverá una carga emocional –mal humor, amargura– que se sumará a la tarea en sí.
La virtud del trabajo está en relación con otras virtudes, por ejemplo:
La responsabilidad, que nos hace «responder» de manera adecuada a lo que se espera de nosotros o a las tareas que nos son encomendadas.
La perseverancia, que nos hace actuar con constancia y con firmeza, para obtener los resultados que nos propusimos. Nos ayuda a resistir con paciencia los esfuerzos, a no perder de vista la meta a la que queremos llegar, a no dejar a un lado nuestros compromisos ante las dificultades.
La humildad, que nos permite aprender de otros, dejarnos enseñar y corregir, y pedir ayuda cuando lo necesitamos.
Para crecer en la virtud del trabajo y para encontrar su sentido en la vida de las personas y en la cultura, debemos ejercitarnos en los siguientes aspectos:
– Considerar cuál es el fin del trabajo que realizamos y sus beneficios.
– Cumplir responsablemente las tareas que nos asignan.
– Poner atención, cuidado y dedicación en lo que hacemos.
– Hacer esfuerzos disciplinados y ordenados.
– Aprender a usar las herramientas y medios para la tarea propuesta.
– Dejarnos enseñar y pedir ayuda cuando la necesitemos.
– Agradecer a diario que tenemos trabajo y orar para que todos lo tengan.


MPEC
1. ¿Cuáles son mis trabajos o tareas cotidianas? ¿Cómo las realizo? ¿Me gusta trabajar en lo que trabajo?
2. ¿Cuáles son las tareas o trabajos que los otros me encomiendan (mis padres, mis maestros, mis amigos)? ¿Cómo las realizo?
3. De todas mis ocupaciones que cumplo en el trabajo, ¿cuál es la que más me gusta? ¿Cuál es la que me sale mejor, la que menos me cuesta? ¿La que realizo con más alegría? ¿Cuál es la que menos me gusta o la que más me cuesta? ¿Por qué? Las enumero del 1 al 5, según el orden de conformidad.
4. ¿Qué sentido le encuentro a mi trabajo? ¿Para qué lo hago? ¿De qué manera el trabajo que realizo (ya sea en la escuela o en alguna otra ocupación) construye el bien común?
5. Miro las tres virtudes para ejercitar en el trabajo: responsabilidad, perseverancia y humildad. ¿Me considero responsable, perseverante, humilde? Sí - No ¿Por qué?
6. ¿Qué necesito para crecer en responsabilidad, perseverancia o humildad? ¿Qué debo hacer?
7. Miro todas mis ocupaciones cotidianas, dentro y fuera del hogar: ¿En cuál de ellas necesito poner más atención y esfuerzo?
8. ¿Qué podemos hacer, como familia, para que el trabajo de todos construya nuestro bien común? ¿En qué tiene que trabajar cada uno para que crezca el bien entre nosotros?

Sugerencias para hacer en familia
Compartimos en familia el MPEC trabajado en forma personal. Cada uno comparte los cinco trabajos que más le gusta hacer; en qué virtudes tiene que crecer y por qué y en qué trabajo tiene que poner mayor atención.
Los padres pueden aprovechar para conversar con sus hijos acerca de sus trabajos y para planear un día para que el hijo los acompañe y los «vea» en su lugar de trabajo. Conversamos acerca de las tareas que cada miembro de la familia hace y pensamos juntos en qué debemos crecer para que reine el orden y la comunión gracias al trabajo de cada uno.
Los padres podrían hablar con los hijos acerca de la situación de las personas que están sin trabajo, de los índices de desocupación en nuestro país, y de cómo nuestro pequeño aporte contribuye a la construcción del bien común.
Reflexionamos juntos:
– ¿Hay algunos trabajos que no están en relación con el bien común? ¿Cuáles? ¿Por qué?
– ¿Hay algunos trabajos o actividades que no sean dignos o que atenten contra la dignidad de las personas? ¿Cuáles?
– ¿Qué pasa cuando el trabajo de los hombres no es remunerado dignamente? ¿Por qué existen tantas diferencias en la remuneración de los diferentes trabajos? ¿Estas diferencias son justas? ¿En qué casos?
– ¿Qué es mejor darles a las personas que están necesitadas: pan o trabajo? ¿Por qué?
Podemos también buscar y comentar algún cuento, mito, fábula o poesía que nos hable acerca del valor del trabajo.
Todas las noches, agradecemos a Dios por el trabajo, rezamos por el trabajo de todas las personas y pedimos especialmente por aquellas que están desocupadas o no tienen trabajo.
El trabajo nos dignifica, nos hace bien, nos ayuda a conocer nuestras capacidades y a ponerlas al servicio de los otros; nos desafía y nos enseña a ser mejores personas. ¡Todo en la vida implica una tarea o trabajo! Las personas deben encontrarle un sentido a su trabajo, para poder realizarlo con alegría, aunque resulte pesado; de otra manera el mismo trabajo se volverá una carga emocional –mal humor, amargura– que se sumará a la tarea en sí.
MPEC
1. ¿Cuáles son mis trabajos o tareas cotidianas? ¿Cómo las realizo? ¿Me gusta trabajar en lo que trabajo?
2. ¿Cuáles son las tareas o trabajos que los otros me encomiendan (mis padres, mis maestros, mis amigos)? ¿Cómo las realizo?
3. De todas mis ocupaciones que cumplo en el trabajo, ¿cuál es la que más me gusta? ¿Cuál es la que me sale mejor, la que menos me cuesta? ¿La que realizo con más alegría? ¿Cuál es la que menos me gusta o la que más me cuesta? ¿Por qué? Las enumero del 1 al 5, según el orden de conformidad.
4. ¿Qué sentido le encuentro a mi trabajo? ¿Para qué lo hago? ¿De qué manera el trabajo que realizo (ya sea en la escuela o en alguna otra ocupación) construye el bien común?
5. Miro las tres virtudes para ejercitar en el trabajo: responsabilidad, perseverancia y humildad. ¿Me considero responsable, perseverante, humilde? Sí - No ¿Por qué?
6. ¿Qué necesito para crecer en responsabilidad, perseverancia o humildad? ¿Qué debo hacer?
7. Miro todas mis ocupaciones cotidianas, dentro y fuera del hogar: ¿En cuál de ellas necesito poner más atención y esfuerzo?
8. ¿Qué podemos hacer, como familia, para que el trabajo de todos construya nuestro bien común? ¿En qué tiene que trabajar cada uno para que crezca el bien entre nosotros?

Sugerencias para hacer en familia

Compartimos en familia el MPEC trabajado en forma personal. Cada uno comparte los cinco trabajos que más le gusta hacer; en qué virtudes tiene que crecer y por qué y en qué trabajo tiene que poner mayor atención.
FUENTE . ESCUELA DE CATEQUESIS CUADERNILLO 

5 ago 2014


 Esta fábula nos puede ayudar a reflexionar sobre nuestra espiritualidad:
El padre contrariado: podríamos decir que representa al hombre que encarna los puntos de la vista de la racionalidad pura, incapacitado para entender los matices del arte.
El camino hacia mi tesoro pasa también por el dialogo con los perros furiosos, es decir, el dialogo con mis pasiones, mis problemas, miedos y heridas, con todo lo que ladra dentro de mí y amenaza con tragarse mis energías.
Muchas veces huimos de nosotros mismos nos da pánico mirarnos al interior por miedo de ver allí a un furioso perro.
Los furiosos perros ladradores están llenos de vitalidad, si los encerramos quedamos privados de su energía, necesaria para llegar a dios y al encuentro con nosotros mismos.
La torre, un símbolo de la maduración humana; hunde sus cimientos en la tierra y se eleva al cielo, es redonda, símbolo de totalidad.
El tesoro puede ser un nuevo impulso de la vida, un nuevo estilo de autenticidad personal, la nueva manera de ser yo mismo hasta completar la imagen que dios ha formado en mí.

Esta fuerza transformadora no se encuentra en las superficies en que vivimos sino en las profundidades. El camino hacia esas profundidades pasa por la confianza y decisión, por el desprendimiento y receptividad a escuchar la llamada a la vida y  descubrir una fuente  la vida  allí en lo profundo, como un manantial de vida que nunca se agota.