EL CUIDADO Y LA ENSEÑANZA DE LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL
La espiritualidad
El término espiritualidad proviene de la raíz latina spiritus, que significa “aliento”, en referencia al aliento de vida. En un sentido amplio, se vincula con abrir el corazón y cultivar la capacidad de experimentar asombro, reverencia y gratitud. Es la habilidad de encontrar lo sagrado en lo ordinario, de sentir el significado de la vida, conocer la pasión de la existencia y subyugarse ante algo superior.
La espiritualidad se suele condicionar a practicar alguna religión o a tener una creencia. Es un sentimiento o estado mental intensamente personal, que bajo los dogmas de cualquier religión se manifiesta en códigos de conducta institucionales, e implica la participación comunitaria en rituales compartidos, como asistir a un templo o iglesia, y observar sus preceptos y costumbres.
En la actualidad la mayoría de las personas persigue la espiritualidad, y muy pocos lo hacen en una forma ajena a una religión.
Sin embargo, en nuestros tiempos, la oferta para ejercer la espiritualidad también se busca al margen de las religiones: corrientes de New Age o, de manera individual, a través de la música, la poesía, la literatura, el contacto con la naturaleza o las relaciones personales.
La espiritualidad puede expresarse de formas diversas: desde los bailes de los judíos jasídicos, las prácticas meditativas de los budistas, las danzas espirituales de los derviches musulmanes o los servicios religiosos de los cristianos, o a través del compromiso solidario con diversas causas experimentado la vivencia de unidad e interconexión con la naturaleza o con el resto de los seres humanos.
¿Qué es la inteligencia espiritual?
Francesc Torralba en su conferencia Inteligencia espiritual para nuestra cultura hace un breve recorrido sobre el origen de este concepto y nos dice que fué Howard Gardner al hablar de inteligencias múltiples (lingüística, lógico-matemática, espacial y visual, corporal-kinestésica, musical, interpersonal, intrapersonal, y naturalista) quien amplió el concepto tradicional de inteligencia. No basta con decir que alguien es inteligente, hay que matizar para qué es inteligente.
Posteriormente Daniel Goleman popularizó, con gran eco incluso en el sistema educativo, el concepto de inteligencia emocional entendida como la capacidad de identificar emociones, expresarlas y canalizarlas (sobre todo las negativas, como pueden ser los celos o el rencor) de modo que no nos dañemos a nosotros mismos o a otros.
A principios del s.XXI Zohar y Marshall introducen el concepto inteligencia espiritual (con gran repercusión en el ámbito anglosajón, centroeuropeo, EE.UU. y Canadá) para referirse a la capacidad que tiene el ser humano de elaborar un tipo de preguntas que tienen que ver con el sentido último de la existencia y que no se explican con las otras inteligencias. Hay que matizar que estamos hablando de trascendencia, que no hay que identificarlo con una adscripción religiosa, con la pertenencia a un credo concreto. Además, esta necesidad universal que se puede canalizar de diferentes formas, permanece latente y sólo se desarrolla por interacción.
Hace una comparación con la capacidad lingüística. Nos dice que aprendemos la lengua materna por mímesis. Empieza a articularse dependiendo de estímulos externos. Aprendemos a hablar porque tenemos capacidad para ello y porque nos han animado y estimulado a hacerlo.
Su exposición continua hablando de lo que aporta la inteligencia espiritual: la búsqueda de sentido, la capacidad de distanciamiento, el asombro, el sentido de pertenencia; el modo de cultivarla o los beneficios de ésta.
¿Qué capacidades desarrolla la inteligencia espiritual?
La inteligencia espiritual dotaría a las personas de las siguientes capacidades:
Torralba afirma que 'el ser humano, independientemente de su credo religioso o adscripción confesional, sea religioso o no, "padece unas necesidades de orden espiritual que no puede satisfacer ni desarrollar si no es cultivando la inteligencia espiritual". Será por ello importante cuidar y generar el desarrrollo de dicha capacidad desde pequeño. Es Enrique Martinez Lozano, quien en un profundo artículo más ámplio que merece la pena leer, nos lo explica:
El término espiritualidad proviene de la raíz latina spiritus, que significa “aliento”, en referencia al aliento de vida. En un sentido amplio, se vincula con abrir el corazón y cultivar la capacidad de experimentar asombro, reverencia y gratitud. Es la habilidad de encontrar lo sagrado en lo ordinario, de sentir el significado de la vida, conocer la pasión de la existencia y subyugarse ante algo superior.
La espiritualidad se suele condicionar a practicar alguna religión o a tener una creencia. Es un sentimiento o estado mental intensamente personal, que bajo los dogmas de cualquier religión se manifiesta en códigos de conducta institucionales, e implica la participación comunitaria en rituales compartidos, como asistir a un templo o iglesia, y observar sus preceptos y costumbres.
En la actualidad la mayoría de las personas persigue la espiritualidad, y muy pocos lo hacen en una forma ajena a una religión.
Sin embargo, en nuestros tiempos, la oferta para ejercer la espiritualidad también se busca al margen de las religiones: corrientes de New Age o, de manera individual, a través de la música, la poesía, la literatura, el contacto con la naturaleza o las relaciones personales.
La espiritualidad puede expresarse de formas diversas: desde los bailes de los judíos jasídicos, las prácticas meditativas de los budistas, las danzas espirituales de los derviches musulmanes o los servicios religiosos de los cristianos, o a través del compromiso solidario con diversas causas experimentado la vivencia de unidad e interconexión con la naturaleza o con el resto de los seres humanos.
¿Qué es la inteligencia espiritual?
Francesc Torralba en su conferencia Inteligencia espiritual para nuestra cultura hace un breve recorrido sobre el origen de este concepto y nos dice que fué Howard Gardner al hablar de inteligencias múltiples (lingüística, lógico-matemática, espacial y visual, corporal-kinestésica, musical, interpersonal, intrapersonal, y naturalista) quien amplió el concepto tradicional de inteligencia. No basta con decir que alguien es inteligente, hay que matizar para qué es inteligente.
Posteriormente Daniel Goleman popularizó, con gran eco incluso en el sistema educativo, el concepto de inteligencia emocional entendida como la capacidad de identificar emociones, expresarlas y canalizarlas (sobre todo las negativas, como pueden ser los celos o el rencor) de modo que no nos dañemos a nosotros mismos o a otros.
A principios del s.XXI Zohar y Marshall introducen el concepto inteligencia espiritual (con gran repercusión en el ámbito anglosajón, centroeuropeo, EE.UU. y Canadá) para referirse a la capacidad que tiene el ser humano de elaborar un tipo de preguntas que tienen que ver con el sentido último de la existencia y que no se explican con las otras inteligencias. Hay que matizar que estamos hablando de trascendencia, que no hay que identificarlo con una adscripción religiosa, con la pertenencia a un credo concreto. Además, esta necesidad universal que se puede canalizar de diferentes formas, permanece latente y sólo se desarrolla por interacción.
Hace una comparación con la capacidad lingüística. Nos dice que aprendemos la lengua materna por mímesis. Empieza a articularse dependiendo de estímulos externos. Aprendemos a hablar porque tenemos capacidad para ello y porque nos han animado y estimulado a hacerlo.
Su exposición continua hablando de lo que aporta la inteligencia espiritual: la búsqueda de sentido, la capacidad de distanciamiento, el asombro, el sentido de pertenencia; el modo de cultivarla o los beneficios de ésta.
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¿Qué capacidades desarrolla la inteligencia espiritual?
La inteligencia espiritual dotaría a las personas de las siguientes capacidades:
- capacidad de reconocer, nombrar y dar respuesta a las necesidades espirituales;
- capacidad de trascender la mente y el yo: somos más que la mente;
- capacidad de separar la conciencia de los pensamientos;
- capacidad de percibir la dimensión profunda de lo real;
- capacidad de percibir y vivir la Unidad (No-dualidad) que somos.
Torralba afirma que 'el ser humano, independientemente de su credo religioso o adscripción confesional, sea religioso o no, "padece unas necesidades de orden espiritual que no puede satisfacer ni desarrollar si no es cultivando la inteligencia espiritual". Será por ello importante cuidar y generar el desarrrollo de dicha capacidad desde pequeño. Es Enrique Martinez Lozano, quien en un profundo artículo más ámplio que merece la pena leer, nos lo explica:
De otro modo, les estaremos privando de una de las mayores riquezas con las que puede contar el ser humano. Afortunadamente, cada vez es mayor el interés de padres y educadores por ayudar a los niños y jóvenes a entrar en contacto con esa dimensión. De formas distintas, se está buscando el modo y las "herramientas" para que los más jóvenes puedan experimentar la dimensión profunda de la realidad, empezar a vivirse desde ella y comprobar que es "desde dentro" como se operan los cambios eficaces y donde se encuentra la felicidad.
Hablar de "inteligencia espiritual" no significa hablar de religión, sino de "interioridad", "profundidad", de "conciencia transpersonal, transmental o transegoica", de "no-dualidad". Significa experimentar que somos más que nuestros pensamientos y emociones y que, cuando accedemos a esa dimensión, todo es percibido de un modo radicalmente nuevo.
Cualquiera que entra por ese camino puede comprobar por sí mismo cómo la llamada "inteligencia espiritual" potencia capacidades como la serenidad, la observación desapegada de lo que ocurre, la ecuanimidad, la libertad interior, la compasión...
El sueño es que, en el siglo XXI, se reconozca la dimensión espiritual (transpersonal) de la vida humana, con todo lo que ello implica a todos los niveles. Porque negar o no tener en cuenta la dimensión espiritual es reducir al ser humano, olvidando precisamente aquello que lo constituye en su verdad última. El cultivo de la auténtica espiritualidad no es una huida del mundo real; no es tampoco la adhesión a una confesión religiosa, a unas creencias o dogmas.Vivimos en una sociedad llena de prejucios históricos sobre este tema asociados a ideologías políticas maniqueas que no buscan encontrarse, pero la factura, como todo lo que se refiere a educación, la pagan los alumnos
Es la práctica que conduce nada menos que a experimentar y vivir lo que realmente somos. Por eso, solo esta experiencia nos garantiza encontrar "nuestra casa", hallarnos a nosotros mismos en aquel "lugar", donde hacemos la experiencia de Unidad con todos y con todo, donde "todo está bien".
Únicamente ahí nos encontramos -más allá de nuestro "pequeño yo"- con nuestro verdadero Ser. Y eso lo cambia todo... ¿Cómo privar a los niños del descubrimiento y vivencia de esta dimensión (interior, profunda, espiritual, transpersonal...) en la que, frente al vacío nihilista, propio del yo, se juega la plenitud de la vida?
enlace y fuente : http://hautatzen.blogspot.com.es/