21 mar 2019

3° DOMINGO DE CUARESMA CICLO C.





Domingo 24 de marzo de 2019.
Éxodo 3,1-8.10.13-15; 1° Corintios 10,1-6.10-12; San Lucas 13,1-9.



“Este árbol es el género humano. El Señor lo visita en la época de los patriarcas: el primer año, por así decir. Lo visitó en la época de la ley y los profetas: el segundo año. He aquí que amanece el tercer año; casi debió ser cortado ya, pero un misericordioso intercede ante el Misericordioso. Se mostró como intercesor quien quería mostrarse misericordioso”.
(San Agustín, Sermón 254,3-4)


Oración inicial:
“Espíritu Santo, incluso cuando nuestras palabras no llegan a expresar bien la espera de la comunión contigo, tu invisible presencia habita en cada uno de nosotros y nos ofreces la paz y la alegría”. Amén. (Hno Roger de Taizé)

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Éxodo 3,1-8.10.13-15; 1° Corintios 10,1-6.10-12; San Lucas 13,1-9.
Claves de lectura:

1.                  "A ver si da fruto". (Evangelio)
En el evangelio de hoy abundan las advertencias. Se cuenta a Jesús que Pilato ha mandado matar a unos galileos y que dieciocho hombres han muerto aplastados por una torre. Para él todos los demás, en la medida en que pecan, están igualmente amenazados. Después el propio Jesús cuenta la parábola de la higuera que no da fruto. Habría que cortarla, pues ocupa terreno en balde y es un parásito. Pero merced a la súplica del viñador, se concede al árbol una última oportunidad: «A ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás». Los primeros acontecimientos deberían interpretarse ya en este sentido: es a cada uno de nosotros al que amenaza la espada de Pilato, a cada uno de nosotros puede aplastarnos la torre. Aquí no se maldice a la higuera estéril, sino que se pone a prueba hasta el extremo la paciencia del propietario; que se cave a su alrededor y se eche estiércol, es una gracia -última- que el árbol no ha merecido. Una gracia que se le otorga y que no produce frutos automáticamente, sino que él, el hombre simbolizado por el árbol, debe hacer fructificar colaborando con esa gracia.

2. «Todo esto fue escrito para escarmiento nuestro». (2° Lectura)
En la segunda lectura se ofrece un resumen de las gracias otorgadas al pueblo de Israel en el desierto: travesía del mar Rojo, alimento venido del cielo, agua salida de la roca, que según la leyenda camina con el pueblo y cuya agua vivificante es un preludio de Cristo. Pero de nuevo toda la descripción debe servirnos de advertencia: el pueblo era ingrato, añoraba las delicias de Egipto, se entregaba a la lujuria, murmuraba contra Dios. Y por eso la mayoría de ellos, por castigo divino, no llegó a la meta, a la tierra prometida por Dios. La Iglesia, que es a quien se dirige la advertencia, no puede dormirse en los laureles, pensando que disfruta de una seguridad mayor que la de la Sinagoga y que al final todo terminará bien. Quizá precisamente por estar más colmada de gracia está también más en peligro. Nadie termina cayendo en peores extravíos que aquellos que estaban predestinados por Dios para convertirse en camino para otros y son infieles a su vocación. Los predestinados a una mayor santidad pueden convertirse en los apóstatas más consumados y peligrosos, y arrastrar consigo en su caída a partes enteras de la Iglesia: «Un tercio de las aguas se convirtió en ajenjo» (Ap 8,11).

3. «Yo soy». (1° Lectura)
En la primera lectura se describe el milagro de la zarza que arde sin consumirse y la elección de Moisés para anunciar al pueblo este nombre de Dios: «Yo soy», como el nombre del Salvador. ¿Qué puede significar esto en el contexto de hoy sino que las advertencias que se dirigen al hombre, y que ciertamente pueden cumplirse, nunca ponen en cuestión la fidelidad de Dios, que camina con nosotros? Así pues, sería un error concluir que la paciencia de Dios con el hombre que no da fruto puede llegar algún día a agotarse, y que entonces al amor divino le sucedería la justicia divina. Los atributos de Dios no son finitos. Pero el hombre sí es finito en su tiempo y sólo puede dar fruto en el curso de su existencia limitada. La advertencia que se le dirige no indica que la paciencia de Dios se haya agotado, sino que sus propias posibilidades, que son limitadas, tienen un fin. Dios no puede pagar un salario a cambio de una vida estéril, como muestra claramente la suerte que corre el empleado negligente y holgazán en la parábola de los talentos.

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 234 s.)

MEDITACIÓN.

Dos hechos luctuosos -algunos muertos en una revuelta contra los romanos y el hundimiento repentino de una torre- dan pie para que Jesús hable del juicio de Dios, que vendrá de forma imprevista sobre quien menos se lo espera.
Puede sorprender comprobar el lugar que la consideración de la muerte ocupa en el anuncio del Reino, y a veces incluso comporta un cierto rechazo su tratamiento. No obstante, nuestra condición mortal constituye un "signo" que toda persona ha de saber interpretar. La invitación de Cristo a hacer penitencia no es para que todo el mundo se lave la cara y se maquille un poco para estar "presentable" y entrar como Dios manda en el más allá. La penitencia constituye más exactamente la aceptación de la muerte como una realidad personal que nos encara con nuestra condición creatural.

LA CONVERSIÓN: ACTO LIBRE DEL HOMBRE.
La urgencia de conversión por la proximidad del juicio de Dios es nuestra respuesta a la experiencia de un Dios que viene para hacernos salir de Egipto, que viene a ayudarnos a reencontrar nuestra identidad de seres humanos. Dios escucha el clamor de su pueblo y envía a Moisés para librarlo de los egipcios, sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel (1° Lectura). Un pueblo liberado es un pueblo en conversión. Una conversión continua.
Aun así, igual que al pueblo de Israel no tuvo suficiente con atravesar el Mar Rojo, de alimentarse del maná y de apagar su sed con el agua de la roca, para ser fiel a Dios, así al nuevo pueblo de Dios, a nosotros, no nos basta haber sido bautizados y haber participado de la mesa eucarística para entrar en el Reino de la promesa (2ª lectura). La vida del pueblo en el desierto, nos dice san Pablo, fue escrita para escarmiento nuestro, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquellos.
Por lo tanto, la palabra de Dios de este domingo quiere provocarnos con la vista puesta en la conversión asumiendo, en Cristo, una tonalidad muy particular: Él es la misericordia del Padre, una ocasión ofrecida a cada persona para hacer penitencia. El tiempo de Cristo es el tiempo de la paciencia del Padre, que no tiene "fecha de caducidad". Incluso un largo pasado de esterilidad no impide a Dios conceder otra oportunidad para que dé fruto. No es debilidad, sino amor.

LA CONVERSIÓN: ACTO QUE COMPROMETE.
El camino de la conversión nos puede llevar a decisiones insospechadas. Hay personas que viven situaciones que parecen irreversibles, aparentemente muy difíciles de cambiar; caminos que son duros de volver a recorrer después que se ha pasado por ellos con sufrimiento. No obstante, es siempre válida la llamada a la conversión incluso en estas realidades. Nadie ha dicho que esto sea fácil y rápido. Por eso a estas personas les hace falta la ayuda de la comunidad y de los maestros espirituales que los apoyen en todo momento. No podemos ser "expeditivos" cuando lo que se está jugando es el destino eterno de un ser humano. Comprensión, paciencia, perdón concedido hasta setenta veces siete es lo que conviene. El Señor no ha permitido que se arrancara un árbol hasta ahora improductivo. Un brote de nueva vida es posible en cada primavera.

(Aporte de J. GONZÁLEZ PADRÓS, MISA DOMINICAL 1998, 4, 13-14)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Conocemos los signos de los tiempos que nos toca vivir?
¿Cómo valoramos ciertos acontecimientos desde la fe?


ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

NO BASTA CRITICAR.
Si no se convierten, todos perecerán.

No basta criticar. No basta indignarse y deplorar los males, atribuyendo siempre y exclusivamente a otros su responsabilidad.
Nadie puede situarse en una «zona neutral» de inocencia. De muchas maneras, todos somos culpables. Y es necesario que todos sepamos reconocer nuestra propia responsabilidad en los conflictos y la injusticia que afecta a nuestra sociedad. Sin duda, la crítica es necesaria si queremos construir una convivencia más humana. Pero la crítica se convierte en verdadero engaño cuando termina siendo un tranquilizante cómodo que nos impide descubrir nuestra propia implicación en las injusticias y nuestra despreocupación por los problemas de los demás.
Jesús nos invita a no pasarnos la vida denunciando culpabilidades ajenas. Una actitud de conversión exige además la valentía de reconocer con sinceridad el propio pecado y comprometerse en la renovación de la propia vida. Hemos de convencernos de que necesitamos reconstruir entre todos una civilización que se asiente en cimientos nuevos. Se hace urgente un cambio de dirección. Hay que abandonar presupuestos que hemos estado considerando válidos e intangibles y dar a nuestra convivencia una nueva orientación.
Tenemos que aprender a vivir una vida diferente, no de acuerdo a las reglas de juego que hemos impuesto en nuestra sociedad egoísta, sino de acuerdo a valores nuevos y escuchando las aspiraciones más profundas del ser humano. Desde el «impasse» a que ha llegado nuestra sociedad del bienestar, hemos de escuchar el grito de alerta de Jesús: "Si no se convierten, todos perecerán". Nos salvaremos, si llegamos a ser no más poderosos sino más solidarios. Creceremos, no siendo cada vez más grandes sino estando cada vez más cerca de los pequeños. Seremos felices, no teniendo cada vez más, sino compartiendo cada vez mejor. No nos salvaremos si continuamos gritando cada uno nuestras propias reivindicaciones y olvidando las necesidades de los demás.
No seremos más cuerdos si no aprendemos a vivir más en desacuerdo con el sistema de vida utilitarista, hedonista e insolidario que nos hemos organizado. Nos salvaremos si desoímos más el ruido de los "slogans" y nos atrevemos a escuchar con más fidelidad el susurro del evangelio de Jesús.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA,
BUENAS NOTICIAS, NAVARRA 1985.Pág. 275 s.)

Oración final:
“Dios, Padre nuestro, misterio infinito. Estamos acostumbrados a atribuir a tu acción todo lo que nosotros no sabemos explicar, sobre todo el mal cuyo sentido no logramos captar. Queremos expresarte nuestra voluntad de ser adultos, de asumir nuestras responsabilidades en el mal, y de preferir maduramente el silencio y la adoración del misterio, a la respuesta fácil de achacarte nuestros límites y deficiencias. Nosotros lo aprendemos esto del ejemplo de Jesús, nuestro hermano, tu hijo bienamado”. Amén.

Hno. Javier.


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16 mar 2019

2° DOMINGO DE CUARESMA CICLO C.

                          Domingo 17 de marzo de 2019.






Génesis 15,5-12.17-18; Filipenses 3,17-4,1; San Lucas 9,28b-36.

Oración inicial:
“Ven Espíritu Santo, condúcenos al monte de la revelación donde la Palabra Viva nos muestre su hondura y nos anime a seguir el camino de la fe entres las luces y sombras de la vida”. Amén.


LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Génesis 15,5-12.17-18; Filipenses 3,17-4,1; San Lucas 9,28b-36.

Claves de lectura:

1. "Hablaban de su muerte». (Evangelio)
Esta lectura del relato de la transfiguración según Lucas es la única que nos dice algo sobre el contenido de la conversación del Señor transfigurado con Moisés y Elías: hablaban de la muerte de Jesús; por tanto del acontecimiento capital de la redención del mundo. En función de esto hay que interpretar toda la escena. Jesús se muestra transfigurado ante sus discípulos, porque ya les había anunciado su muerte. La voz del Padre que viene del cielo, y designa al Hijo como el escogido, alude también a su acto redentor en la cruz. Y cuando al final los discípulos ven de nuevo a Jesús solo, saben cuánta plenitud de misterio se oculta en su simple figura, pues todo esto: su relación con toda la Antigua Alianza, su relación permanente con el Padre y el Espíritu, que en forma de nube ha cubierto también con su sombra a los discípulos, representantes de la futura Iglesia, se encuentra incluido en él. Su transfiguración no es una anticipación de la resurrección -en la que su cuerpo será transformado de cara a Dios-, sino, por el contrario, la presencia del Dios trinitario y de toda la historia de la salvación en su cuerpo predestinado a la cruz. En este cuerpo de Jesús queda definitivamente sellada la alianza entre Dios y la humanidad.

2. « Un terror intenso y obscuro cayó sobre él». (1° Lectura)
En el monte de la transfiguración los discípulos primero se caen de sueño y después tienen miedo. Es eso lo que sucede cuando Dios se acerca tanto al hombre. La primera lectura se remonta a la primera conclusión de la alianza, que se realiza en una primitiva ceremonia entre Dios y el patriarca Abrahán. La promesa del Señor se había producido anteriormente, al igual que en el evangelio la predicción de la cruz había precedido a la transfiguración. La
confirmación de esta promesa de Dios se produce en una ceremonia arcaica (atestiguada también en otros pueblos), pero lo esencial aquí es el sueño profundo que invade a Abrahán y el terror (intenso y oscuro), signos ambos de lo numinoso del acontecimiento, el cual, al igual que la transfiguración de Señor, remite esencialmente al cumplimiento de la promesa de Dios: la donación de la tierra y la amplitud del reino. Estos dos acontecimientos no están cerrados en sí mismos, sino que remiten al pasado y al futuro.

3. «Somos ciudadanos del cielo». (2°Lectura)
La segunda lectura pone toda la existencia humana en esta provisionalidad, que ahora, como la transfiguración, remite al futuro. El que está instalado en lo carnal es un «enemigo de la cruz de Cristo». Pero el que sigue a Cristo, lo aguarda del cielo, del que el cristiano es ya ciudadano por adelantado. Y el cielo no es un lugar sin mundo, sino el lugar donde nuestra «condición humilde» se transformará «según el modelo de su condición gloriosa», y donde el mundo del Creador recibirá su forma última y definitiva como mundo del Redentor. Aquí nosotros estamos definitivamente integrados en la alianza corporal entre Dios y la creación en Jesucristo, que encarna en sí mismo esta alianza entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 231 s.)


MEDITACIÓN.

Tentación de Jesús y tentación de Pedro.

Para comprender la escena de la transfiguración de Jesús es necesario situarla en su contexto. En este caso la secuencia de acontecimientos en la liturgia es muy cercana a la evangélica.
El domingo primero de Cuaresma se leía en el evangelio la tentación de Jesús. Tentación simbólicamente triple, que puede resumirse en una: realizar su misión mesiánica en poder y prestigio o asumir hasta el fondo la condición humana aun en el fracaso y el sufrimiento. Ser un líder poderoso o un compañero vulnerable del hombre para así salvarlo. Jesús vence la tentación y no huye del camino de Jerusalén, donde va a ser reconocido Hijo de Dios precisamente en el momento de máxima humillación, la cruz. Pues bien, la escena de la transfiguración tiene lugar significativa- mente en el evangelio de Lucas "ocho días después de este discurso" (9,28). ¿Qué discurso? Aquél en que Jesús comunica a sus discípulos, después que le han reconocido como Mesías de Dios (9,20), que "tiene que padecer mucho, ser rechazado por las autoridades religiosas, sufrir la muerte y al tercer día resucitar" (9,22). Jesús, que ha superado su propia tentación de líder poderoso a "lo divino", confía su camino a los discípulos después que le han confesado como Mesías. Es más, se atreve a anunciar que "el que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo y cargue cada día con su cruz" (9,23). Pasajes paralelos de Marcos y Mateo nos cuentan la reacción de Pedro, que increpa a Jesús ante esa perspectiva. Pedro tiene una concepción del mesianismo de Jesús que éste no comparte. Si el domingo pasado contemplamos a Jesús venciendo la tentación sobre su camino mesiánico, en este domingo vemos a Pedro (y a la comunidad cristiana) tentados. Por eso, "ocho días después" de la confidencia de Jesús, en el evangelio de Lucas, y ocho días después del domingo de las tentaciones, en la liturgia, se nos proclama el evangelio de la transfiguración.

Se los llevó a lo alto de la montaña:

Ante la incomprensión de los discípulos se los llevó "a lo alto de la montaña para orar" (9,28). La montaña bíblicamente es lugar donde se eleva uno sobre la cotidianiedad y se hace presente Dios. El camino hacia la cruz de Jesús va a pasar la prueba del refrendo de Dios. La oración tiene un doble efecto: actualizar esa relación con el Padre en la montaña y solicitar su apoyo para que los discípulos comprendan. El aspecto de su rostro cambió cuando entró en la esfera de relación con el Padre y resplandecía como depositario de "la gloria de Dios".
Es más: Moisés y Elías aparecen con gloria junto a Jesús. También ellos son, en esta escena, actores que representan no su propia opinión sino la receptividad ante Dios que deja reflejar su gloria en ellos. Son la Ley y los Profetas, es decir, todo el Antiguo Testamento. Como Moisés conversaba en la tienda con Dios, para recibir sus instrucciones, ahora conversa con Jesús acerca de su "éxodo", lo que la traducción litúrgica llama "muerte". Moisés y los profetas comprendieron en sus encuentros con Yahvé el sentido del gran éxodo de Israel y de los nuevos éxodos desde las nuevas cautividades. Éxodos de liberación. Ahora comentan con Jesús el éxodo definitivo, el paso de Jesús de la muerte a la vida, primogénito de una humanidad que ha de pasar también de la muerte a la vida.

Un retiro interesado.

El ambiente delicioso en lo alto de la montaña, el resplandor de los personajes, la transfiguración de Jesús, la lejanía de la dura realidad, hace que los discípulos estén encantados en este "retiro" en que trasciende la gloria de Dios. ¡Aquí sí que se encuentran a gusto! "¡Maestro, qué hermoso es estar aquí!" (9,33).
Pedro no sabía lo que decía. Porque el "retiro" a que les había invitado Jesús no era una evasión de la realidad de su camino, sino lo contrario. Era un retiro interesado. Mientras estaba hablando Pedro les cubrió una nube (todavía más claro signo de que efectivamente estaban cogidos por Dios) y una voz decía: "Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle". No sólo quien les hablaba de cruz es el Hijo, sino que del retiro tienen que salir con la decisión de escucharle en ese tema del que no querían ni oir hablar: el mesianismo de Jesús llegará a la vida a través del amor hasta la muerte.

¿Silencio de Dios?

En nuestro tiempo hablamos mucho, demasiado, de silencio de Dios, de ausencia de Jesús. ¿No será que, como Pedro, le buscamos donde no está? Nos acercamos a los círculos de poder, a los triunfadores, a la Iglesia en su cara más imponente socialmente. Y no reconocemos a Dios. Vacío de Dios. Silencio de Dios. ¿Hemos probado a encontrarle junto a los que sufren y fracasan, junto a los que llevan su cruz propia o son crucificados por otro? ¿No será que confesamos, como Pedro, a Jesús como Mesías, pero seguimos sin aceptar su camino?
También nosotros necesitamos retirarnos a lo alto del monte para orar y entrar en la esfera de Dios. Pero ¿nuestros retiros espirituales, nuestra oración, es un entrar en la esfera de Dios para comprender su camino o un intento siempre necesariamente frustrado de hacer tres chozas para quedarnos allí y evadirnos de la realidad? Nuestra oración ¿es una relación con el Padre para oír su renovada invitación a escuchar a Jesús? ¿O es un lujo espiritual donde nos relajamos... para luego seguir nuestro propio camino, mientras nos obstinamos en afirmar que Dios calla?
(Aporte de J. M. LEMANY, DABAR 1992, 19)

Para la reflexión personal y grupal:
Hay momentos en la vida en los que necesitamos ver más allá, captar el sentido profundo de lo que hacemos, para llenarnos de energía; ¿necesito hacer un alto en el camino y subir al monte Tabor?


ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

¿DONDE ESCUCHAR LA BUENA NOTICIA?
Este es mi Hijo, el escogido. Escúchenlo.

Nos habíamos llegado a creer que el progreso científico y el desarrollo de la técnica iban a ofrecernos por fin la felicidad y el sosiego que anda buscando siempre nuestro corazón. Hoy nos vemos obligados a abrir los ojos y reconocer que el progreso técnico ha sido fuente de bienestar y de elevación humana, pero que ha generado también dolorosas esclavitudes.
Las soluciones que hemos encontrado hasta ahora son «respuestas incompletas a las aspiraciones humanas». Poco a poco, se va extendiendo entre nosotros la oscura sensación de que el hombre no es capaz de salvarse radical y totalmente a sí mismo. Tenemos medios de vida pero no sabemos exactamente para qué vivir. Nos lanzamos al disfrute intenso de la vida, pero nos sentimos cada vez más insatisfechos. Deseamos y necesitamos paz pero presentimos que la misma supervivencia del hombre está gravemente amenazada por el militarismo, el terrorismo y las modernas armas nucleares.
Los jóvenes han buscado, por su parte, en la «liberación sexual» una nueva plenitud. Pero muchos de ellos se debaten hoy entre el aburrimiento de la vida, la tentación de la droga y el fantasma del paro. El hombre de hoy inseguro e insatisfecho comienza a buscar algo nuevo. Las nuevas generaciones viven decepcionadas pero expectantes. Están cayendo innumerables sueños y esperanzas, pero la humanidad busca «el resurgir de la esperanza». ¿Dónde escuchar la Buena Noticia que estamos necesitando oír?
El relato evangélico nos recuerda aquella voz que conmovió a los discípulos y que debería resonar también hoy en el corazón de esta profunda crisis que vive la humanidad: «este es mi Hijo amado. Escuchadlo».
Pero, ¿dónde escuchar hoy la Buena Noticia de Jesús? ¿Dónde comprobar la energía salvadora y humanizadora que encierra el proyecto de vida impulsado por Cristo? ¿Dónde encontrarse con la fuerza liberadora del evangelio? Los Obispos nos hacen una llamada urgente en su carta pastoral. Sólo unas iglesias que se esfuerzan por ser coherentes con las exigencias del evangelio podrán tener la credibilidad suficiente como para ofrecer a Cristo como «la clave, el centro y el fin de la historia humana».
Sólo unos hombres que sepan vivir como «hombres nuevos», liberados de tantas «esclavitudes modernas», con un estilo de vida sencillo, solidario y servicial, animados por una profunda alegría interior, incansables en su fe en el Padre, pueden hacer creíble hoy el evangelio de Jesucristo.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS, NAVARRA 1985.Pág. 273 s.)

Oración final:
“Señor, creer en ti es sentirnos como Pedro, Juan y Santiago, casi atontados frente a ese “misterio” ante el cual, quizá lo más sabio sea “guardar silencio” y esperar... O dejar transcurrir la noche, como Abraham, hasta que alguna llamarada de luz y de fuego nos dé fuerzas para continuar la marcha hacia esa tierra siempre prometida y deseada, pero también siempre proyectada un poco más allá de nuestros fáciles cálculos”. Amén.
                                                                                                              Hno. Javier.

5 mar 2019

PRIMER ENCUENTRO DE CATEQUESIS

                                                  JESÚS BUEN PASTOR
+ CARPETA DE ASISTENCIA 
+PAPELÓGRAFO DE BIENVENIDA.
+ENCUENTRO 
La asistencia a los encuentros de catequesis no deberá ser obligatoria como la escuela, sino una propuesta que ellos le resulte atractiva, más allá que deben asistir un mínimo de encuentros, o regla que se disponga por parte de la parroquia, de lo que no se deben olvidar por participar, pueden conocer más a Jesús y crecer en amistad junto a los otros compañeros del camino.

Esta propuesta está relacionada con el evangelio del buen pastor jn 10,11-18.
11 Yo soy el buen Pastor.
El buen Pastor da su vida por las ovejas.
12 El asalariado, en cambio, que no es el pastor
y al que no pertenecen las ovejas,
cuando ve venir al lobo
las abandona y huye,
y el lobo las arrebata y las dispersa.
13 Como es asalariado,
no se preocupa por las ovejas.
14 Yo soy el buen Pastor:
conozco a mis ovejas,
y mis ovejas me conocen a mí
15 -como el Padre me conoce a mí
y yo conozco al Padre-
y doy mi vida por las ovejas.
16 Tengo, además, otras ovejas
que no son de este corral
y a las que debo también conducir:
ellas oirán mi voz,
y así habrá un solo Rebaño
y un solo Pastor.
17 El Padre me ama
porque yo doy mi vida
para recobrarla.
18 Nadie me la quita,
sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla
y de recobrarla:
este es el mandato que recibí de mi Padre».

Si vos querés ser una oveja de Jesús tenés que abrir tu corazón a la voz de Jesús y acompañarlo para que así puedas conocerlo cada día más, tanto como él te conoce a vos.
La propuesta es armar una Carpeta de Asistencia que incluya la participación activa de cada niño generando así un compromiso personal para acompañar a Jesús en este camino Y dejarse acompañar por El.
Entre todos arman la caratula de la carpeta y luego, a lo largo del año, irán completando en casa clase una nueva página.

Se les entregara una ovejita a cada uno para que se coloque a él Buen Pastor.


Si vos querés ser una oveja de Jesús, tenés que abrir tu corazón a la voz de Jesús y acompañarlo, para que así puedas conocerlo cada día más tanto como él te conoce a vos.

Salmo 23
El buen pastor cuida a sus ovejas porque las ama.




OTRA IDEA : Con un títere oveja les presenté al buen pastor que es Jesús.Al final les di un alfajor con caritas de oveja hechas con blondas...idea del blog http://familiaunafiesta.blogspot.com.ar