29 jul 2019
Quién es Edith Stein - Santa Teresa Benedicta de la Cruz 3ª parte - Rosita Santelices
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
Quién es Edith Stein - Santa Teresa Benedicta de la Cruz 2ª parte - Rosita Santelices
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
27 jul 2019
17° DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN CICLO C.
Génesis 18,20-21.23-32; Colosenses 2,12-14; San Lucas
11,1-13.
Oración inicial:
“Señor Jesús, que
enseñaste a tus discípulos a orar, danos
un oído atento a tu Palabra y a las mociones del Espíritu, un corazón dócil
para aprender de ti el arte del dialogo con el Padre; manos y pies prontos para
el servicio y una mente abierta para acoger tu voluntad en el camino de la vida”.
Amén.
LECTURA.
Leemos
los siguientes textos: Génesis 18,20-21.23-32; Colosenses 2,12-14;
San Lucas 11,1-13.
Claves de lectura:
1. «¿Es que vas a
destruir al inocente con el culpable?». (1°Lectura)
La intercesión de
Abrahán por los justos de Sodoma, tal y como se cuenta en la primera
lectura, es el primer gran ejemplo y el modelo permanente de toda oración de
petición. Es insistente y humilde a la vez. Cada vez va un poco más
lejos: desde los cincuenta inocentes que bastarían para impedir la
destrucción de la ciudad, hasta cuarenta y cinco, cuarenta, treinta,
veinte, diez. Semejante descripción sólo puede entenderse -aunque al final la
súplica no pueda ser escuchada, pues ni siquiera hay diez justos en
Sodoma- como un estímulo del todo singular para animar al creyente a penetrar
en el corazón de Dios hasta que la compasión que hay en él comience a
brotar. Ejemplos posteriores, sobre todo cuando Dios escucha las súplicas
de Moisés, lo confirman. Cuando Dios se compromete en una alianza con los
hombres, quiere comportarse como un amigo y no como un déspota; quiere
dejarse determinar, humanamente se puede decir que quiere que el hombre
le haga «cambiar de opinión», como las oraciones de súplica
veterotestamentarias mitigan muy a menudo la ira de Yahvé. El hombre que
está en alianza con Dios tiene poder sobre su corazón.
2. «Perdónanos nuestros
pecados». (Evangelio)
En el evangelio Jesús se
dirige a Dios con la seguridad del que sabe que el Padre le «escucha
siempre» (Jn 11,42). Y, como está en oración, sus discípulos le piden que
les enseñe a orar. Jesús les enseña su propia oración, el Padrenuestro, y
además les cuenta la parábola del hombre que despierta a su amigo a
medianoche para pedirle que le preste tres panes. En la parábola el
hombre tiene que insistir hasta llegar a ser importuno para obtener lo
que desea. Con Dios en realidad sobra la indiscreción, pero se exige la
constancia en la oración, en la búsqueda: hay que llamar a la puerta para
que Dios Padre abra a sus criaturas. Dios no duerme, está siempre dispuesto
a «dar su Espíritu Santo a los que se lo piden», pero no arroja sus
preciosos dones a los que no los desean o sólo los demandan con tibieza y
negligencia. Lo que Dios da es su propio amor inflamado, y éste sólo puede
ser recibido por aquellos que tienen verdadera hambre de él. Pedir a Dios
cosas que por su esencia Él no puede dar (un «escorpión», una «serpiente»)
es un sinsentido; pero toda oración que es según su voluntad y sus
sentimientos, Él la escucha, incluso infaliblemente, incluso
inmediatamente, aunque no lo advirtamos en nuestro tiempo pasajero.
«Cualquier cosa que pidan en la oración, crean que se la han concedido, y
la obtendrán» (Mc 11,24). «Si le pedimos algo según su voluntad, nos
escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que
tenemos conseguido lo que le hayamos pedido» (1 Jn 5,14s).
3. «Dios les dio vida en
Cristo». (2°Lectura)
La segunda lectura nos
indica la condición para esta esperanza casi temeraria. Esta condición es
que hayamos sido sepultados junto con Cristo en el bautismo y hayamos
resucitado con él en Pascua mediante la fe en la fuerza de Dios. De este modo
entre Dios, el Señor de la alianza, y nosotros, sus socios, se establece
una relación directa e inmediata que elimina todos los impedimentos
-nuestros pecados, los pagarés de nuestra deuda y las acusaciones que
pesan sobre nosotros-. La cruz de Cristo quita todo esto de en medio;
ella es la que ha «derribado el muro separador del odio», la que ha
traído «la paz» (Ef 2,14-16).
(Aporte de HANS URS von
BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las
lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 272 ss.)
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 272 ss.)
MEDITACIÓN.
EL EVANGELIO DE LA
ORACIÓN.
El Evangelio de Lucas
comienza en clima de oración en el Templo (Lc 1, 1-10) y termina en ese
mismo clima, con los Doce bendiciendo a Dios en el Templo (24, 53). Aquí
tenemos el mejor indicio de la extraordinaria importancia que el
evangelista concede a la oración. El Evangelio de Lucas es llamado el
Evangelio de la oración. Este es uno de sus rasgos más bellos y
característicos.
Lucas, consciente de que
la oración, es una actitud esencial en la vida del cristiano y de la
comunidad cristiana, se complace en presentarnos a Jesús frecuentemente en
oración. Los momentos más importantes del ministerio público de Jesús
están precedidos, preparados e impregnados por la oración: el Bautismo de
Jesús (3, 21), la elección de los doce (6, 12), la confesión de Pedro (9,
18), la transfiguración (9, 28), la última Cena (22, 32), la agonía en el
huerto de los Olivos (22, 41), sus últimos momentos en la cruz (23, 46).
Pero Jesús, en el
Evangelio de Lucas, no sólo aparece orando en los momentos más
culminantes, sino que la oración acompaña, envuelve y sostiene toda su
actividad, toda su vida. Jesús gusta retirarse a lugares solitarios (5,
16); o sube al monte y pasa la noche en oración (6, 12). La noche y el
monte son el tiempo y el lugar preferidos por Jesús para su incesante
diálogo con el Padre. Al presentar el evangelista la ya citada oración de Jesús
en el huerto, leemos este precioso detalle: "Salió entonces y se
dirigió, como de costumbre, al monte de los Olivos" (22, 39). Era
una costumbre en Jesús retirarse a la montaña para pasar la noche en
oración.
Con esta complacencia en
presentar a Jesús en oración, el evangelista ofrece al lector un eximio
ejemplo de actitud orante, al mismo tiempo que le exhorta, de la forma
más delicada y persuasiva, a la oración. La oración tiene una clara
finalidad: «Oren para no desfallecer en la prueba» (22, 40). Las pruebas,
las dificultades, las tribulaciones -que constituyen, en los escritos de
Lucas, una dimensión esencial de la vida cristiana (He. 14, 22)-
acompañan siempre al seguidor de Jesús.
La oración no sólo tiene
un relieve singular en el Evangelio de Lucas, sino también en el libro de
los Hechos, que es como la segunda parte o una especie de continuación de
aquél (He. 1,1). "Todos -se refiere a los Doce- perseveraban
unánimes en la oración, con algunas mujeres, con María la madre de Jesús
y sus hermanos» (He. 1, 14). Esta es la primera presentación que hace el
libro de los Hechos de la primitiva comunidad cristiana. Y las
referencias a la oración de la comunidad, como un rasgo fundamental de la
misma, se repiten, una y otra vez, a lo largo de todo el libro, como un
estribillo.
LA MAS BELLA PETICIÓN.
El texto evangélico de
hoy nos presenta un precioso y preciso momento de la vida orante de
Jesús. Jesús se ha apartado del grupo para orar. Los discípulos lo contemplan
sumido en profunda oración al Padre. Están tan absortos y sobrecogidos
viendo a Jesús en oración, que no se atreven a interrumpirlo. Dejan que
Jesús concluya su oración. «Y cuando acabó», uno de los discípulos,
fascinado por aquel singular estilo de orar de Jesús, le dirige la más
bella y conmovedora de las peticiones: «Señor, enséñanos a orar». Y fue
entonces cuando Jesús enseñó a los Doce, como viva expresión de su
actitud orante, el Padre-nuestro. Desde aquel momento, nunca se
encontrará ya completamente solo y desamparado el creyente. En las
circunstancias más adversas tendrá siempre el maravilloso recurso de
poder decir: «Padre nuestro que estás en el cielo...». Al entregarnos el
espléndido regalo del Padre-nuestro, nos dio a todos un inefable remedio para
todo nuestro inmenso desamparo existencial.
DIOS COMO «ABBA».
Evoquemos, junto a la
oración del Padre-nuestro, las otras oraciones de Jesús recogidas en el
Evangelio de Lucas (10, 21-24; 22, 42; 23, 46) y hagamos esta constatación:
todas comienzan con la misma invocación: «¡Padre!». Tenemos la suerte de
saber cuál era la palabra aramea correspondiente a «Padre», que estaba
siempre en los labios de Jesús, cuando se dirigía a Dios Padre y nos
mandaba dirigirnos a Dios Padre. Es la palabra «Abbá». Esta palabra pertenecía
al vocabulario profano y familiar. En las innumerables oraciones judías
que han llegado a nosotros, en ninguna aparece Dios invocado como
"Abbá". Esta palabra fue una revolucionaria y original innovación de
Jesús. Era algo insólito, inimaginable; expresaba la máxima confianza,
cercanía y ternura. Llamó tan poderosamente la atención de todos los
oyentes que se nos ha conservado la mismísima palabra aramea.
Con esa palabra se abría
un mundo nuevo en las relaciones de Dios para con el hombre. De todas las
revoluciones del Evangelio, la más profunda, la más radical fue la operada
en la imagen de Dios: Dios como amor, como el Padre más cariñoso y
entrañable. Del nuevo concepto de Dios brotan unas relaciones nuevas del
hombre con Dios y, por consiguiente, el nuevo estilo de la oración
cristiana, hecha de confianza, abandono y obediencia filial, reflejadas
en el «abbá» con que invocamos a Dios, siguiendo el ejemplo y el mandato
de Jesús. La vida cristiana está bañada de la alegría de sabernos hijos
de Dios.
EL DON DEL ESPÍRITU
SANTO.
Después de enseñarnos el
Padre-Nuestro, Jesús dirige una conmovedora exhortación a la oración
confiada, inspirada en lo que sucede entre los hombres, entre amigos y
entre padres e hijos. Y saca la conclusión: «Si vosotros, aun siendo
malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?». Retengamos esta
última afirmación. La oración no es un seguro a todo riesgo. Jesús nos asegura
que nos concederá su Espíritu. Así viviremos como hijos ante Dios y como
hermanos de nuestros hermanos. Este es el sentido de la oración.
(Aporte de VlCENTE
GARCIA REVILLA, DABAR 1992, 39)
Para la reflexión personal y grupal:
¿Qué le
falta y qué le sobra a nuestra oración?
ORACIÓN –
CONTEMPLACIÓN.
APRENDER EL PADRENUESTRO.
Hemos recitado tantas
veces el Padrenuestro y, con frecuencia, de manera tan apresurada y
superficial, que hemos terminado, a veces, por vaciarlo de su sentido más
hondo.
Se nos olvida que esta
oración nos la ha regalado Jesús como la plegaria que mejor recoge lo que
él vivía en lo más íntimo de su ser y la que mejor expresa el sentir de
sus verdaderos discípulos.
De alguna manera, ser
cristiano es aprender a recitar y vivir el Padrenuestro. Por eso, en las
primeras comunidades cristianas, rezar el Padrenuestro era un privilegio
reservado únicamente a los que se comprometían a seguir a Jesucristo.
Quizás, necesitamos
«aprender» de nuevo el Padrenuestro. Hacer que esas palabras que pronunciamos
tan rutinariamente, nazcan con vida nueva en nosotros y crezcan y se enraícen
en nuestra existencia.
He aquí algunas
sugerencias que pueden ayudarnos a comprender mejor las palabras que
pronunciamos y a dejarnos penetrar por su sentido.
Padre nuestro que estás
en los cielos. Dios no es en primer lugar nuestro Juez y Señor y, mucho
menos nuestro Rival y Enemigo. Es el Padre que desde el fondo de la vida,
escucha el clamor de sus hijos.
Y es nuestro, de todos.
No soy yo el que reza a Dios. Aislados o juntos, somos nosotros los que
invocamos al Dios y Padre de todos los hombres. Imposible invocarle sin que
crezca y se ensanche en nosotros el deseo de fraternidad.
Está en los cielos como
lugar abierto, de vida y plenitud, hacia donde se dirige nuestra mirada
en medio de las luchas de cada día.
Santificado sea tu
Nombre. El único nombre que no es un término vacío. El Nombre del que
viven los hombres y la creación entera. Bendito, santificado y reconocido sea
en todas las conciencias y allí donde late algo de vida.
Venga a nosotros tu
Reino. No pedimos ir nosotros cuanto antes al cielo. Gritamos que el
Reino de Dios venga cuanto antes a la tierra y se establezca un orden nuevo de
justicia y fraternidad donde nadie domine a nadie sino donde el Padre sea
el único Señor de todos.
Hágase tu voluntad así
en la tierra como en el cielo. No pedimos que Dios adapte su voluntad a
la nuestra. Somos nosotros los que nos abrimos a su voluntad de liberar y
hermanar a los hombres.
El pan de cada día
dánosle hoy. Confesamos con gozo nuestra dependencia de Dios y le pedimos
lo necesario para vivir, sin pretender acaparar lo superfluo e innecesario
que pervierte nuestro ser y nos cierra a los necesitados.
Perdónanos nuestras
ofensas, egoísmos e injusticias pues estamos dispuestos a extender ese
perdón que recibimos de Ti a todos los que nos han podido hacer algún mal.
No nos dejes caer en la
tentación de olvidar tu rostro y explotar a nuestros hermanos.
Presérvanos en tu seno de Padre y enséñanos a vivir como hermanos.
Y líbranos del mal. De
todo mal. Del mal que cometemos cada día y del mal del que somos víctimas
constantes. Orienta nuestra vida hacia el Bien y la Felicidad.
(Aporte de JOSE ANTONIO
PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 331 s.)
Oración final:
“Dios
Padre y Madre, que estás en el cielo y estás también en la tierra, haz que
venga y se acreciente entre nosotros tu reinado, y para ello conviértenos en
apasionados servidores de tu causa y gozosos contemplativos de tu obrar en
medio de la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo”. Amén.
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27 jun 2019
Quién es Edith Stein - Santa Teresa Benedicta de la Cruz 1ª parte - Rosita Santelices
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HISTORIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
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Sagrado Corazón de Jesus
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13° DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN CICLO C.
Domingo 30 de junio
de 2019.
1° Reyes 19, 16b.19-21; Gálatas 5,1.13-18; San Lucas
9,51-62.
"Ama y haz lo que quieras"(San Agustín)
El que ama de verdad es verdaderamente lo que debe ser y ya no
está dividido entre el ser y el deber. Es, por tanto, un hombre libre. No vive
bajo la ley, se identifica con ella libremente. Y el Espíritu de Dios habita en
él y lo conduce.
Oración inicial:
“Señor,
ayúdanos a ser fuertes y valientes para hacer realidad tu Reino en nuestra
tierra. Que confiados en tu Palabra, no rehuyamos de la vocación a la que nos
llamas, y haz que nos dejemos orientar por tu Espíritu, para desprendernos de
las cosas que nos separan de Ti y de nuestros hermanos y hermanas más
necesitados”. Amén.
LECTURA.
Leemos
los siguientes textos: 1° Reyes 19, 16b.19-21; Gálatas 5,1.13-18;
San Lucas 9,51-62.
Claves:
1. «Ve y vuelve». (1°Lectura)
Hoy se trata de la
llamada al seguimiento, y en la primera lectura aparece un modelo
veterotestamentario ya muy radical que será superado una vez más por Jesús. El
profeta Elías echa su manto sobre Eliseo, mientras éste ara con su yunta,
para significar que lo ha elegido para ser su discípulo. Elías acepta que
Eliseo vaya a despedirse de sus padres, y el gesto de sacrificar los
bueyes de su yunta para invitar a comer a su gente muestra que Eliseo ha
decidido ponerse al servicio del profeta. «Luego se levantó, marchó tras Elías
y se puso a sus órdenes». No se trata de un servicio puramente humano,
sino que, al ser Elías un hombre de Dios, es ya un servicio a Dios. Para
la Antigua Alianza esto es una obediencia grandiosa a una llamada de Dios
transmitida por el profeta.
2. «Deja que los muertos
entierren a sus muertos». (Evangelio)
Pero la exigencia de
Jesús va aún más lejos. En el evangelio tres hombres se ofrecen a Jesús
para seguirle. Al primero lo remite a su propio destino y ejemplo: Jesús ya no
tiene casa propia. Ni siquiera la casa en la que ha crecido, la casa de
su madre, cuenta ya. No mira atrás. Es más pobre en esto que los
animales, vive en una inseguridad total. No posee más que su misión. Y al
comienzo del evangelio se dice a dónde conduce esta misión: a su
«ascensión» se dice literalmente: ¿a la cruz? ¿Al cielo? Lucas deja abierta la
cuestión. Es típico que no se le reciba en la aldea de Samaría donde
quería alojarse. Por eso no es necesario mandar bajar fuego del cielo. Es
normal que «los suyos no lo reciban» (Jn 1,11). El segundo hombre quiere
primero ir a enterrar a sus padres, y el Señor de la vida le contesta:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos». Los muertos son los
mortales que se entierran unos a otros; Jesús está por encima de la vida
y de la muerte, muere y resucita «para ser Señor de vivos y muertos» (Rm
14,9). El tercer hombre quiere despedirse de su familia. Aquí Jesús va
más lejos que Elías. Para el llamado a seguir a Jesús de un modo radical
no hay componenda que valga entre familia y decisión por el reino. La
decisión exigida es indivisible e inmediata. A partir de su norma se regulará
la relación con la familia y con los demás hombres.
3. «Su vocación es la
libertad». (2°Lectura)
La libertad de la que se
habla en la segunda lectura es la libertad para la que «Cristo nos ha
liberado», y no otra. No una libertad individualista, pues la libertad
cristiana consistirá en el servicio al prójimo: «Sean esclavos unos de
otros por amor». Tampoco se trata del libertinaje, pues entre los deseos
de la carne y la libertad que nos da el Espíritu que nos guía hay una
contradicción directa, un antagonismo total. Que el hombre tenga que
luchar contra sí mismo y contra sus pasiones para conservar su verdadera
libertad, nada dice contra la libertad que le ha sido dada; también
Cristo tuvo que luchar en sus «tentaciones» (Lc 4,1-12). No se puede ser
libre para hacer al mismo tiempo dos cosas contradictorias, sino que para
ser libre hay que superar la contradicción en uno mismo. La libertad de
Cristo es hacer siempre la voluntad del Padre, y seguir a Jesús en esto
nos «hace libres» verdaderamente (Jn 8,31-32). La libertad a la que
Cristo nos llama es su propia libertad, a través de la cual participamos
en la libertad intradivina, trinitaria, absoluta.
(Aporte de HANS URS von
BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 266 ss.)
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 266 ss.)
MEDITACIÓN.
«Decidió
irrevocablemente»
Hay una cita poco
conocida de Napoleón que dice así: «Alejandro Magno, César Augusto y yo
fundamos grandes imperios por medio de la fuerza y, después de nuestra
muerte, no tenemos ningún amigo. Cristo fundó su Reino sobre el amor y,
aun hoy en día, millones de hombres irían por él voluntariamente a la
muerte».
Es un hecho
indiscutible: los grandes hombres de la historia pueden ser admirados,
sus libros siguen siendo leídos, sus ideas permanecen... Desde Homero a
Cervantes, de Cicerón a Goethe, se puede decir que su obra se mantiene
viva, que siguen corriendo ríos de tinta sobre ellos. Pero ni de los
grandes políticos, ni de los más profundos escritores se puede decir que
«millones de hombres irían voluntariamente a la muerte por ellos».
Las exigencias de Jesús
en el evangelio de hoy son extremadamente radicales, nos parecen incluso
inhumanas. Se puede comprender que el que sigue a Jesús deba participar
del mismo tenor de vida que el maestro y que no tenga dónde reclinar la cabeza.
Pero cuesta trabajo aceptar que el seguimiento de Jesús tenga que ser tan
urgente e instantáneo, que no quede tiempo para despedirse de la familia
o para enterrar al propio padre. Nos parece más humano el profeta Elías
cuando, después de llamar a Eliseo, le permite despedirse de los suyos y
hasta dar una comida de despedida: «Ve y vuelve, ¿quién te lo impide?».
Hasta este momento la
actividad pública de Jesús había discurrido fundamentalmente en su propia
región de Galilea. Y ahora se subraya un arranque nuevo: «Cuando se iba
cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo». Casi exactamente la misma
expresión la repite Lucas en otros dos momentos importantes de sus
relatos: también se le cumplió el tiempo a María y dio a luz a su hijo
Jesús, y esa expresión aparece inmediatamente antes del relato de
pentecostés. Lucas subraya que es en ese momento cuando Jesús «decidió
irrevocablemente ir a Jerusalén», como traduce la Nueva Biblia española.
Desde este momento, el
evangelio de Lucas está escrito como una subida a Jerusalén, que es el
hilo rector de los capítulos siguientes y una especie de estribillo que
va apareciendo una y otra vez, como un recordatorio. A partir de ahora,
el evangelio de Lucas se distancia del de Marcos y utiliza sus propias
fuentes.
La segunda lectura de la
liturgia suele ser un fragmento de alguna carta de Pablo, que no tiene
conexiones con el evangelio y la primera lectura, que sí suelen estar
coordinados. Los predicadores solemos prescindir de ella o, a lo más,
entresacamos alguna frase suelta que pegamos, con más o menos
artificiosidad, al mensaje central de las otras dos lecturas. Hoy hemos
escuchado un fragmento de la Carta a los gálatas, que ha sido calificada como
la carta de la libertad cristiana, en que Pablo, polemizando duramente
con los judaizantes, propone la libertad del cristiano en contra de la
ley judía y la práctica de la circuncisión.
En la actualidad podemos
hacer una relectura del espléndido texto de hoy, entendiéndolo como un
resumen de la vida de Cristo. Podemos decir de Jesús de Nazaret que vivió en
la libertad y que se mantuvo en ella sin dejarse someter al yugo de la
esclavitud de la ley farisea. Afirmar también que la vocación de Cristo
fue una vocación a la libertad; no para una libertad que sirva de escudo
y subterfugio a sutiles egoísmos, sino que, al contrario, se hizo como un
esclavo de los hombres por el amor.
Jesús anduvo según el
Espíritu y no sometido a los deseos de la carne; el propio Lucas
subrayará que Jesús se dejó guiar por el Espíritu en los momentos decisivos de
su vida y no estuvo bajo el dominio de la ley. En pocas palabras, es
justo afirmar que Jesús realizó en su vida esa carta de la libertad
cristiana que Pablo propone a los cristianos de Galacia. Como afirma J. R.
Busto, hay que «caer en la cuenta de que la muerte de Jesús se la buscó
él mismo». Evidentemente Jesús pudo haberse librado de la muerte no
iniciando esa subida a Jerusalén o abandonando la ciudad santa cuando
experimentó que se estrechaba a su alrededor el círculo de los que querían
llevarle a la muerte. Pero el mesías tenía que manifestarse en Jerusalén.
Lo había ya dicho el mismo Jesús: «No cabe que un profeta muera fuera de
Jerusalén» (Lc 13,33). Así lo entiende Tomás, a propósito de la
enfermedad de Lázaro: «Vayamos a Jerusalén y muramos con él». ¿Por qué,
entonces, se busca Jesús la muerte? Porque su relación de fidelidad con
el Padre le obliga a ello.
Jesús asumió la muerte
que estaba implicada en su predicación sobre Dios. Decir que Dios es amor
incondicionado es peligroso, y actuar en consecuencia mucho más peligroso
todavía. Jesús lo sabe y no lo calla. Más todavía, lo demuestra con su vida.
Y Jesús actúa con total
libertad, con esa libertad de los grandes hombres que no vuelven la cara
cuando hay que ser consecuentes con las verdades en las que han creído y
han convertido en programa de su vida. Fue el amor y la fidelidad de
Jesús hacia su Padre lo que le hizo subir a Jerusalén, allí donde tenía
que manifestarse el mesías, el esperado, para dar testimonio de ese Dios
que ama incondicionadamente a todos los hombres.
Y así lo anuncia, aunque
esto rompiese los esquemas religiosos fariseos que entendían la relación
con Dios como un contrato comercial en que compramos a Dios con nuestras
obras, esas obras de la ley que tanto criticará Pablo. Fue el amor y la
fidelidad de Jesús hacia los hombres lo que se convirtió para Jesús en
«la ley entera», ya que esta se resume en el «amarás a tu prójimo como a
ti mismo». Por eso Jesús decide irrevocablemente subir a Jerusalén, por
su amor a los hombres, a los que tenía que manifestar la nueva religión y
la nueva ley.
Así se explica la dureza
de las exigencias de Jesús en la propuesta de su seguimiento. Jesús no ha
venido a abolir el cuarto mandamiento; no rechaza ese mandamiento tan
importante en la religiosidad judía de enterrar a los seres queridos muertos.
Desde el espíritu de Jesús sigue siendo válida también la frase del
profeta Elías sobre la despedida de los familiares: «Ve y vuelve, ¿quién
te lo impide?». Desde el espíritu de Jesús, que fue sensible a la amistad
y se conmovió ante la muerte de su amigo Lázaro, tienen un gran sentido
esas comidas en las que los hombres nos decimos adiós unos a otros. Pero,
también desde el espíritu de Jesús, hay situaciones en que su seguimiento nos
impide enterrar a nuestros muertos queridos o coger el arado con las
manos y echar la vista atrás.
Es lo que supo percibir
el mismo Napoleón: «Cristo fundó su Reino sobre el amor y, aun hoy en
día, millones de hombres irían por él voluntariamente a la muerte». Cristo no
fundó un reino sobre la dureza y la inhumanidad, sino sobre el amor. Pero
este tiene a veces exigencias que rompen el alma y que es necesario
asumir.
Es lo que hicieron los
jesuitas de El Salvador. Ignacio Ellacuría decía a una persona querida,
una semana antes de su muerte, que era probable que no volviesen a verse. Y,
sin embargo, no se quedó en España. Como decía el mismo J. R. Busto, él y
sus compañeros sabían también que se estaban buscando la muerte e
hicieron también su propia subida a Jerusalén. Como también saben que se
están buscando la muerte tantos cristianos que viven hoy en puestos de
avanzada (pensemos en los que corren el peligro de ser asesinados por
Sendero Luminoso en Perú) y, sin embargo, siguen firmes en sus puestos. Los que
vivimos en situaciones más tranquilas, ¿no tenemos que preguntarnos
también hoy por nuestra coherencia en el seguimiento de aquello en lo que
creemos, aunque nos cueste dificultades, tensiones, luchas? Porque el
seguimiento de Jesús, en lo que constituye el ser cristianos, no es un
camino fácil.
(Aporte de JAVIER GAFO, DIOS
A LA VISTA, Homilías ciclo C,
Madrid 1994.Pág. 253 ss.)
Madrid 1994.Pág. 253 ss.)
Para la reflexión personal y grupal:
¿Vamos, como cristianos, por el camino correcto?
¿Tenemos las actitudes requeridas para la realización del
reino?
ORACIÓN-MEDITACIÓN.
HACERSE CRISTIANO.
Sígueme.
Ser cristiano no es
tener fe sino irse haciendo creyente. Con frecuencia, entendemos la vida
cristiana de una manera muy estática y no la vivimos como un proceso de
crecimiento y seguimiento constante a Jesús.
Sin embargo, en
realidad, se es cristiano cuando se está caminando tras las huellas del
Maestro. Por eso, quizás deberíamos decir que somos cristianos, pero, sobre
todo, nos vamos haciendo cristianos en la medida en que nos atrevemos a seguir
a Jesús.
Para no pocos, la vida
cristiana se reduce más o menos a vivir una moral muy general que consiste
sencillamente en «hacer el bien y evitar el mal». Eso es todo. No han entendido
que el seguimiento a Jesús es algo mucho más profundo y vivo, y de exigencias
más concretas. Se trata de irnos abriendo dócilmente al Espíritu de Jesús para
vivir como él vivió y pasar por donde él pasó.
Por eso, el cristiano no
sólo evita el mal, sino que lucha contra el mal y la injusticia como lo hizo
Jesús, para eliminarlos y suprimirlos de entre los hombres. No sólo hace el
bien, sino que lucha por un mundo mejor, adoptando la postura concreta de Jesús
y tomando sus mismas opciones.
No basta buscar la
voluntad de Dios de cualquier manera sino buscarla siguiendo muy de cerca las
huellas de Jesús. Como ha dicho P. Miranda, «la cuestión no está en si alguien
busca a Dios o no, sino en si lo busca donde él mismo dijo que estaba».
A veces pensamos que es
difícil saber cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida. Y sin embargo,
sabemos muy bien cuál es el estilo de vida sencillo, austero, fraterno, cercano
a los pobres, que debemos reproducir día a día siguiendo a Jesús.
Hay cosas que son muy
claras si nos ponemos a seguir a Jesús. «La voluntad de Dios no es un misterio
por lo menos en cuanto atañe al hermano y se trata del amor» (E. Kasemann).
Ciertamente es
arriesgado y exigente seguir a Jesús. No se puede servir a Dios y al dinero, no
se puede echar mano al arado y volver la vista atrás, puede uno quedarse sin
apoyo alguno donde reclinar su cabeza.
Pero es lo único que
puede infundir verdadera alegría a nuestra vida. Cuando el creyente se esfuerza
por seguir a Jesús día a día, va experimentando de manera creciente que sin ese
"seguir a Jesús", su vida sería menos vida, más inerte, más vacía y
más sin sentido.
(Aporte de JOSE ANTONIO
PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 323 s.)
NAVARRA 1985.Pág. 323 s.)
Oración final:
“Dios
Padre nuestro, tu Hijo Jesús, decidió subir resueltamente a Jerusalén, sin
importarle todo lo que aquel camino le iba a acarrear de sufrimiento y de
cruz; ayúdanos, a los que queremos ser seguidores radicales suyos, a
tomar también resueltamente la opción de dar nuestra vida día a día en el
servicio a la causa que él con su entrega nos mostró. Por el mismo Jesucristo,
nuestro Señor”. Amén.
Hno. Javier.
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
25 jun 2019
33 días con la Reina de la Paz. 25 de junio 2019. Padre Gustavo Jamut, omv.
Consagrándonos a Dios
a través de María Reina de la Paz.
Nuestra madre nos dice en el mensaje anual del 18 de marzo del 2012 dado a Mirjana : Queridos hijos: vengo entre
ustedes porque deseo ser su madre su intercesora, deseo ser un vínculo entre
ustedes y el Padre celestial, deseo tomarlos de la mano y caminar con ustedes
en la lucha contra el espíritu impuro, hijos míos conságrense totalmente a mí, yo tomaré sus vidas en mis manos maternas y
les enseñaré la paz y el amor y entonces las entregaré a mi hijo, a ustedes les
pido oren y ayuden ,oren por sus pastores para que unidos en mi Hijo puedan
siempre anunciar alegremente la Palabra de Dios, les agradezco por haber
respondido a mi llamado.
Virgen María cuyo corazón desborda de bondad, hoy venimos a consagrarnos
a Dios por medio de tu Inmaculado Corazón, tú nos invitas para que a través de nuestros
si a Dios y con nuestro servicio, mostremos
tu amor por nosotros y por el mundo entero ,te pedimos madre que el fervor que
brota de tu corazón descienda sobre todos nosotros y sobre cada bautizado, para
que abrazados por el fuego del espíritu santo nos comprometamos cada día más
para hacer luz en nuestras comunidades, en la Iglesia y en todos los ámbitos de
la sociedad , creando unidad y transmitiendo a la mayor cantidad posible de
personas el amor de Dios de manera concreta.
Madre te amamos inmensamente , ayúdanos a transformar nuestros corazones
, para que demos como tú lo hiciste lo mejor de nosotros con un sí pleno al
llamado de Dios para servir con alegría y responsabilidad , en las diversas
tareas evangelizadoras que se nos han confiado , que sirvamos madre como tú lo
hiciste en Nazaret, Ein Karem, en Belén y en cada lugar donde estuviste
ayúdanos Madre a madurar en el verdadero amor y entrega; acuérdate de nosotros Virgen María especialmente
cuando caemos en la Tentación del desaliento, de la confusión o de la tibieza, tú sabes que nosotros somos hombres y mujeres
pecadores y aun así sigues amándonos ayúdanos a rechazar la sutil tentación de
la tibieza y de la mediocridad saliendo de nuestras zonas de confort y
de comodidad para servir al Señor como tú lo hiciste y como él nos pide
ser servido con tu santísimo y maternal corazón, sana nos de toda enfermedad espiritual,
libéranos de toda forma de ceguera, sordera o parálisis espiritual, para que
hoy y cada día podamos orar diciendo con tu ayuda , hoy comienzo nuevamente, haznos
Madre capaces de contemplar la bondad de tu maternal corazón para que así nos
convirtamos cada día más, para amar
adiós a nuestras familias y a la misión a la que nos ha llamado que, así sea.
Y a todos aquellos que se han consagrado a Dios por las manos de María
que están consagrando su país, los pastores, las familias que los bendigan
nuestro buen Dios, que es, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, amén.
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MENSAJEROS DE LA PAZ
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
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