26 abr 2016

Reflexión acerca del Mensaje de la Reina de la Paz del 25-04-2016-P.Gustavo Jamut .(CEMP)

Gustavo Mut 


8 horas
Reflexión acerca del Mensaje de la Reina de la Paz del 25-04-2016
“Queridos hijos, mi Corazón Inmaculado sangra al mirarlos a ustedes en el pecado y en hábitos pecaminosos. Los estoy llamando: regresen a Dios y a la oración para que sean felices en la Tierra. Dios los llama a través de mí para que sus corazones sean esperanza y alegría para todos los que están lejos. Que mi llamado sea un bálsamo para el alma y el corazón a fin de que glorifiquen a Dios Creador, que los ama y los llama a la eternidad. Hijitos, la vida es breve, aprovechen este tiempo para hacer el bien. Gracias por haber respondido a mi llamado.”
Al leer en el mensaje de este 25 de abril la frase “mi Corazón Inmaculado sangra”, recordé cuando era niño -con aproximadamente ocho años-, que en una oportunidad jugando a la guerra en un campo con unos amigos, recibí el golpe de un piedra en la frente y comencé a sangrar copiosamente. Entonces me asusté mucho -no porque me doliese demasiado-, sino por la gran cantidad de sangre que fluía de esa pequeña herida, y además porque sabía que durante ese tiempo tendría que haber estado estudiando en lugar de estar metido en medio de ese juego bélico con piedras.
Tal vez estas palabras de la Reina de la Paz me llevaron a evocar este recuerdo infantil, para que el niño interior que todos llevamos dentro, pueda comprender más profundamente, el dolor y el sufrimiento que nuestros pecados le ocasionan al Inmaculado Corazón de Nuestra Madre, al punto de hacerlo sangrar.
Son mis desobediencias y las tuyas, mis rebeldías y las de mis hermanos, las que hieren el Corazón de María, al punto de hacerlo sangrar de un modo incruento, aunque no por eso menos doloroso.
Ciertamente, cuando en este y en otros mensajes, la Reina de la Paz habla del corazón, lo hace en la misma línea o con el mismo sentido que en la Biblia, que no se refiere al órgano biológico que bombea la sangre en nuestro cuerpo, sino que se está refiriendo a la parte interna de una persona (1 Pedro 3:3-4), al hombre interior. El corazón, pues, es quien es realmente la persona, lo más profundo y genuino de cada uno.
El año pasado -después de predicar un retiro en Palermo- fui a visitar el santuario de la Virgen de las Lágrimas en Siracusa, (Sicilia, Italia). Se trata de una figura del Corazón Inmaculado de María, de yeso con relieve, que colgaba encima del lecho matrimonial, y que en agosto del año 1953 derramó lágrimas durante cuatro días. Y este año, después de predicar en Guayaquil (Ecuador) los hermanos de allí nos llevaron para predicar, al Santuario Nacional “Blanca Estrella de Mar” en Olón, que es un templo con una estructura de barco que parece estar como colgando sobre un acantilado sobre el mar. Allí, el 11 de noviembre de 1960, la imagen de la Rosa Mística de la cripta lloró lágrimas de sangre durante 7 horas.
Estas y otras expresiones exteriores del dolor de Nuestra Madre que la llevaron a derramar lágrimas de sangre, no deben sorprendernos, ya que durante su vida en la tierra, el evangelista San Lucas nos recuerda que Ella guardaba todas las cosas en su corazón.
Y sobre todo porque la Virgen Santísima entregó su corazón junto con el de Jesús en la cruz. Así se manifestó en el más alto grado el amor con que siempre vivió.
El corazón de Jesús sangró por la lanza del soldado, el corazón de María sangra por mis pecados, y por tus pecados, sangra por nuestros malos hábitos y durezas.
Volviendo a mi niñez, recuerdo que cuando yo recibí el golpe de la piedra, solo bastó un poco de agua oxigenada, una gasa y el abundante amor de mi madre para que la herida se cerrase y comenzase a cicatrizar.
En el caso del Corazón sangrante de María, debo preguntarme: ¿Cómo puedo ayudar a sanarlo?
Ella misma te da la respuesta en su Mensaje, por medio tres cosas que tú puedes hacer para que su Inmaculado Corazón deje de sangrar, cuando dice:
1. “Regresen a Dios y a la oración”.
2. “Que sus corazones sean esperanza y alegría para todos los que están lejos”
3. “Aprovechen este tiempo para hacer el bien”.
Lo más paradójico es que, cuando regresamos a Dios y a la oración, o cuando somos un puente de esperanza y alegría entre Dios y los que están lejos, y cuando aprovechamos el tiempo para hacer el bien, no somos nosotros quienes estaremos sanando y consolando el Corazón de la Gozpa, sino que los sanados y reconfortados seremos nosotros, ya que como ella misma afirma, su llamado (y nuestro “sí” a ese llamado) es un bálsamo para el alma y el corazón, para que seamos felices, ya desde ahora en la tierra.
Por lo tanto querido hermano o hermana, no posterguemos más la decisión de tomarnos “tiempos” para pedir a la Reina de la Paz que nos conceda una nueva efusión del Espíritu Santo, para que regresemos a la oración con mayor fe e intensidad, para que demos a conocer con esperanza y alegría el amor de Dios y los Mensajes de su Madre, y para decidirnos a aprovechar cada instante que podamos para hacer el bien.
Estando a punto de partir en peregrinación hacia Medjugorje, te llevo espiritualmente conmigo, y te pido que reces por mí y por los seminaristas que están conmigo, en la Comunidad Evangelizadora Mensajeros de la Paz.
Un fuerte abrazo y hasta el próximo encuentro que Dios y la Reina de la Paz nos permitan compartir.
P. Gustavo E. Jamut
Oblato de la Virgen María



fano


24 abr 2016

Nahuel Pennisi - Primavera (Con Franco Luciani)


letra

Novedad, tribulación, amabilidad P Alejandro de ISCA

Tres pistas para rezar en este V° Domingo de Pascua. Son pensamientos del Papa Francisco, ya en una homilía del año 2013, ya en la última exhortación: la alegría del amor. Tres simples y breves pensamientos para que la Palabra de Dios se haga carne en nosotros en este Domingo que el Señor nos regala!
1. Novedad… En la segunda lectura hemos escuchado la hermosa visión de san Juan: un cielo nuevo y una tierra nueva y después la Ciudad Santa que desciende de Dios. Todo es nuevo, transformado en bien, en belleza, en verdad; no hay ya lamento, luto… Ésta es la acción del Espíritu Santo: nos a trae la novedad de Dios; viene a nosotros y hace nuevas todas las cosas, nos cambia. El Espíritu nos cambia. Y la visión de san Juan nos recuerda que estamos todos en camino hacia la Jerusalén del cielo, la novedad definitiva para nosotros, y para toda la realidad, el día feliz en el que podremos ver el rostro del Señor, ese rostro maravilloso del Señor Jesús, podremos estar con Él para siempre, en su amor. Ven, la novedad de Dios no se asemeja a las novedades mundanas, que son provisorias, pasan y siempre se busca algo más. La novedad que Dios ofrece a nuestra vida es definitiva, y no sólo en el futuro, cuando estaremos con Él, sino también hoy: Dios está haciendo todo nuevo, el Espíritu Santo nos transforma verdaderamente y quiere transformar, contando con nosotros, el mundo en que vivimos. Abrámosle la puerta, dejemos que Él nos guíe, dejemos que la acción continua de Dios nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por el amor de Dios, que el Espíritu Santo nos da.
2. Tribulación... En la primera lectura Pablo y Bernabé afirman que “hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios” (Hch 14, 22). El camino de la Iglesia, también nuestro camino cristiano personal, no son siempre fáciles, encontramos dificultades, tribulaciones. Seguir al Señor, dejar que su Espíritu transforme nuestras zonas de sombra, nuestros comportamientos que no son según Dios, y lave nuestros pecados, es un camino que encuentra muchos obstáculos, fuera de nosotros, en el mundo en el que vivimos que frecuentemente no nos comprende, y también dentro de nosotros, en nuestro corazón. Pero las dificultades, las tribulaciones, forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz; las encontraremos siempre en la vida. No nos desanimemos: tenemos la fuerza del Espíritu para vencer nuestras tribulaciones.
3. Amabilidad… “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13) Y así llego al último punto. Es una invitación que nos hace el Señor. Bien concreta, para que nuestras vidas sean expresión de aquello que el mismo Francisco nos exhorta a vivir en AMORIS LAETITIA N° 99-100: 99. Amar también es volverse amable, y allí toma sentido la palabra asjemonéi. Quiere indicar que el amor no obra con rudeza, no actúa de modo descortés, no es duro en el trato. Sus modos, sus palabras, sus gestos, son agradables y no ásperos ni rígidos. Detesta hacer sufrir a los demás. La cortesía «es una escuela de sensibilidad y desinterés», que exige a la persona «cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos, a callar»[107]. Ser amable no es un estilo que un cristiano puede elegir o rechazar. Como parte de las exigencias irrenunciables del amor, «todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean»[108]. Cada día, «entrar en la vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto [...] El amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón»[109]. 100. Para disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere una mirada amable puesta en él. Esto no es posible cuando reina un pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, quizás para compensar los propios complejos. Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites, y así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos diferentes. El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme. Así se protege a sí mismo, ya que sin sentido de pertenencia no se puede sostener una entrega por los demás, cada uno termina buscando sólo su conveniencia y la convivencia se torna imposible. Una persona antisocial cree que los demás existen para satisfacer sus necesidades, y que cuando lo hacen sólo cumplen con su deber. Por lo tanto, no hay lugar para la amabilidad del amor y su lenguaje. El que ama es capaz de decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan. Veamos, por ejemplo, algunas palabras que decía Jesús a las personas: «¡Ánimo hijo!» (Mt 9,2). «¡Qué grande es tu fe!» (Mt 15,28). «¡Levántate!» (Mc 5,41). «Vete en paz» (Lc 7,50). «No tengáis miedo» (Mt 14,27). No son palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian. En la familia hay que aprender este lenguaje amable de Jesús. (Pbro.Alejandro Puiggari, rector del ISCA) Citas de AL: [107] Octavio Paz, La llama doble, Barcelona 1993, 35. / [108] Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II, q. 114, a. 2, ad 1. / [109] Catequesis (13 mayo 2015):L’Osservatore Romano,ed. semanal en lengua española, 15 de mayo de 2015, p. 9.

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