Mostrando entradas con la etiqueta parábola del hijo prodigo o Padre Misericordioso. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta parábola del hijo prodigo o Padre Misericordioso. Mostrar todas las entradas

11 sept 2019

24° DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN ciclo C





Éxodo 32,7-11.13-14; 1° Timoteo 1,12-17;  San Lucas 15,1-32.
Domingo 15 de septiembre de 2019.
Oración para iniciar la Lectio Divina.
“Aquí nos tienes, Señor, abriendo tus Escrituras,
pidiendo de tus honduras, el don del Espíritu Santo.
Venga a nosotros soplando, despertando corazones,
acogiendo entre sus dones, el poder hoy escucharte.
Danos oídos atentos y mirada penetrante,
mantén el alma expectante a tu Palabra Divina.
Sea ella nuestra guía mientras vamos caminando
y por la vida anunciando tu presencia peregrina”. Amén.
(Hno. Javier)
LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Éxodo 32,7-11.13-14; 1° Timoteo 1,12-17;  San Lucas 15,1-32.

Claves de lectura.

1. «Pero Dios tuvo compasión de mí». (2° Lectura)
Todos los textos hablan hoy de la misericordia de Dios. La misericordia es ya en la  Antigua Alianza el atributo de Dios que da acceso a lo más íntimo de su corazón. En la  segunda lectura Pablo se muestra como un puro producto de la misericordia divina,  diciendo dos veces: «Dios tuvo compasión de mí», y esto para que «pudiera ser modelo de  todos los que creerán en él»: «Se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes  era un blasfemo, un perseguidor y un violento». Y esto por una obcecación que Dios con su  potente luz transformó en una ceguera benigna, para que después «se le cayeran de los  ojos una especie de escamas». Pablo, para poner de relieve la total paradoja de la  misericordia de Dios, se pone en el último lugar: se designa como «el primero de los  pecadores», para que aparezca en él «toda la paciencia» de Cristo, y se convierte así en  objeto de demostración de la misericordia de Dios en beneficio de la Iglesia por los siglos  de los siglos.

2. «Y busca con cuidado».  (Evangelio)
El evangelio de hoy cuenta las tres parábolas de la misericordia divina. Dios no es  simplemente el Padre bueno que perdona cuando un pecador se arrepiente y vuelve a  casa, sino que «busca al que se ha perdido hasta que lo encuentra». Así en la parábola de  la oveja y de la dracma perdidas. En la tercera parábola el padre no espera en casa al hijo  pródigo, sino que corre a su encuentro, se le echa al cuello y se pone a besarlo. Que Dios  busque al que se ha perdido, no quiere decir que no sepa dónde se encuentra éste, indica  simplemente que busca los caminos -si alguno de ellos es el adecuado- en los que el  pecador puede encontrar el camino de vuelta. Tal es el esfuerzo de Dios, que se manifiesta  en último término en el riesgo supremo de entregar a su Hijo por el mundo perdido. Cuando  el Hijo desciende a la más profunda hondura del pecador, hasta la pérdida del Padre, se  está realizando el esfuerzo más penoso de Dios a la búsqueda del hombre perdido. «La  prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por  nosotros» (Rm 5 ,8).

3. Apelación al corazón de Dios. (1°Lectura)
La primera lectura, en la que Moisés impide que se encienda la ira de Dios contra su  pueblo y, por así decirlo, trata de hacerle cambiar de opinión, parece contradecir en  principio lo dicho hasta ahora. Pero en el fondo no es así. Aunque la ira de Dios está más  que justificada, Moisés apela a los sentimientos más profundos de Dios, a su fidelidad a los  patriarcas y por tanto también al pueblo, lo que hace que Dios, más allá de su indignación,  reconsidere su actitud en lo más íntimo de su corazón. Moisés apela a lo más divino que  hay en Dios. Este corazón de Dios tampoco dejará de latir cuando tenga que experimentar  que el pueblo prácticamente ha roto la alianza y tenga que enviarlo al exilio. Ningún  destierro de Israel puede ser definitivo. «Si somos infieles, él permanece fiel, porque no  puede negarse a sí mismo» (2 Tm 2,13).

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 282 ss.)

MEDITACIÓN.

Siempre hay salida.
Tomás de Aquino decía que «a Dios no podemos ofenderlo a menos que  actuemos contra nuestro bien». Es una frase poco citada y que, sin embargo, constituye una  espléndida formulación de lo que es esa palabra, «pecado», que aparece en tantas páginas  de la Biblia. En la misma línea, un gran exegeta, S. Lyonnet, afirma que para la Biblia el  pecado aparece como la negativa del hombre a dejarse amar por Dios.
Hoy hemos escuchado un evangelio excepcionalmente largo. Las normas litúrgicas  permiten que sólo se lean las dos primeras parábolas y que se pueda omitir la del «padre  bueno» -y no tanto del hijo pródigo o de los dos hermanos-, que hemos escuchado otra vez  durante la cuaresma. Pero, ¿quién se atreve a recortar este texto impresionante que es la  mejor definición del amor de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo Jesús? 
Un comentarista de estas parábolas afirma que constituyen la quintaesencia del evangelio  o «el evangelio del evangelio»; la buena noticia dentro de un relato que es todo él, a su vez,  una buena y feliz noticia. Porque Jesús no nos da grandes definiciones sobre quién es Dios,  sino que nos lo presenta actuando, en esas parábolas que nos acercan más al misterio de  Dios que los conceptos intelectuales.
Después de leer estas parábolas se entiende mejor por qué Jesús llama a Dios con ese  nombre sorprendente -tan impresionante que ha sido conservado en la propia lengua de  Jesús- Abba, «papito», la expresión familiar e infantil usada por los niños al dirigirse a su  padre.
Las tres parábolas vienen precedidas por una introducción: el escándalo de los fariseos y  letrados porque «ese acoge a los pecadores y come con ellos». Y ese aprovecha esta  ocasión para darles y darnos una lección sobre quién es Dios. La parábola de la oveja  perdida aparece también en el evangelio de Mateo, pero en un contexto distinto: mientras  Mateo subraya la idea de ir a buscar la oveja perdida, Lucas pone en primer plano la alegría  de haberla encontrado. La parábola de la dracma perdida está únicamente en Lucas: es la  mujer que sólo tiene diez moneditas de plata para la sarta de su tocado. Barre la habitación  oscura, que sólo tiene una apertura -la puerta- con la esperanza de oír el tintinear de la  moneda en el suelo.
Las dos parábolas acaban con una formulación similar: «¡Felicítenme! He encontrado a la  oveja o a la moneda que se me había perdido». No dice felicitad a la oveja que ha vuelto a  la seguridad del redil, cargada sobre los hombros del pastor, sino que Dios dice: felicítenme  a mí, compartan mi alegría porque yo he encontrado lo que amaba y se me había perdido. Y  el relato del Padre bueno expresa la alegría del que ha recuperado a este hijo suyo que  había muerto y ha vuelto a vivir, que se había perdido y se le ha encontrado. Por eso hay  que hacer fiesta y alegrarse, porque «habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que  se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
Hace pocos días un joven me cuestionaba durante una confesión qué es lo que significa  realmente la reconciliación con Dios. Es algo que tenemos como asumido y quizá poco  rumiado y meditado. Recuerdo una vieja canción infantil, cuyo texto decía así: «Vamos, niños, al sagrario, que Jesús llorando está». Creo que ese texto refleja algo de lo que  seguimos sintiendo sobre nuestro pecado.
En aquellos viejos ejercicios predicados del pasado se nos decía que nuestros pecados  descargaban sobre el cuerpo de Jesús en su flagelación o se convertían en las espinas de  la corona, sobre la que los soldados del pretorio descargaban sus golpes. En los días de  carnaval se exponía el Santísimo y se organizaban «horas santas», porque el Señor estaba  triste por los pecados de los hombres, y nosotros acudíamos a repararle. Hay que decir, con  contundencia, que este planteamiento no es correcto: que Cristo resucitado está junto a  Dios y participa del gozo del cielo definitivo que todos esperamos.
Romano Guardini afirmaba que cuando Jesús dice que ha venido a buscar no a los justos  sino a los pecadores, en realidad significa que ha venido a buscar a todos, ya que nadie  puede presumir de ser justo. Y esta es la experiencia de nuestro pecado personal: esa  vivencia interior, que todos debemos tener, si somos honestos y no nos engañamos a  nosotros mismos, de que no vivimos como debiéramos, de que no respondemos a las  verdaderas exigencias que brotan de nuestro ser, de que estamos muy lejos de llegar al  nivel que nos manifiesta el evangelio; de que hemos recibido muchos talentos y no les  sacamos partido.
Es la misma experiencia personal que san Pablo reflejaba en la segunda lectura: «Yo era  un blasfemo, un perseguidor y un violento». Y, si quieren, podemos también repetir las  mismas palabras de justificación que usaba el Apóstol: «Yo no era creyente y no sabía lo  que hacía», curiosamente las mismas palabras que Jesús pronuncia en la cruz.
Y, sin embargo, el Dios revelado por Jesús no reacciona como el Dios que dialoga con  Moisés, amenazando con descargar su cólera contra un pueblo idólatra. Precisamente el  texto de Pablo es la misma experiencia que tuvo aquel hijo pródigo al regresar a la casa  paterna: «Dios tuvo compasión de mí..., derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor  cristiano». Y si de Pablo, blasfemo, perseguidor y violento, Dios tuvo compasión, también  «pueden fiarse -dice- y aceptar sin reservas lo que les digo: que Jesús vino al mundo para  salvar a los pecadores y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí; para que en mí,  el primero, mostrara Cristo toda su paciencia».
Por todo ello, Pablo da gracias a Cristo, «que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este  ministerio». Es lo que también sintió el hijo pródigo al volver de sus caminos errados: recibió  el mejor traje, el anillo de hijo, las sandalias en los pies, la fiesta con el ternero cebado. Para  Dios, aquel hombre que había vivido disolutamente y había dilapidado sus bienes y talentos,  volvía a ser otra vez hijo y había que organizar una gran fiesta... Es lo que podemos sentir  todos al ponernos en paz con Dios.
Volvemos a Tomás de Aquino: «A Dios no podemos ofenderlo a menos que actuemos  contra nuestro bien». Dios no es alguien que se enoja por nuestros pecados porque son  una desobediencia a sus leyes y normas o violan su santísima y omnipotente voluntad. Dios es el Padre que nos quiere y que se llena de alegría cuando actuamos en nuestro bien y,  porque nos quiere, no es indiferente a nuestro propio mal.
Nadie como los padres -y quizá más aún las madres- pueden entenderlo mejor: ante el  hijo que se droga o va por malos caminos, lo primero no es la apelación al  desagradecimiento o a las normas de conducta violadas... Lo primario es el mal que ese hijo  se está haciendo a sí mismo. Así es también, e infinitamente más, Dios. Por eso también,  nadie mejor que los padres para comprender la gran alegría del hijo perdido y encontrado,  del que estaba muerto y ha vuelto a la vida; sin duda mayor que por los otros hijos que no  transitan por malos caminos.
Así es también Dios, así es el Abba que Jesús nos ha revelado: alguien que siempre nos  busca, alguien que siempre nos espera, alguien que dice: «¡Felicítenme, porque este hijo  estaba muerto y ha vuelto a la vida!». Cuando nos reconciliamos con Dios, cuando  reconocemos ante él el mal uso que hacemos de nuestros talentos, solemos hablar de  nuestra paz recuperada. ¿No deberíamos pensar también en la alegría de un Padre que  exclama: «¡Felicítenme, porque este hijo estaba perdido y ha sido encontrado!»?  El mismo Tomás de Aquino decía que «no hay que esperar de Dios algo menor que él  mismo». Es lo que dice también un texto de Juan Antonio Pagola: «Por muy perdidos que nos  encontremos, por muy fracasados que nos sintamos, por muy culpables que nos veamos,  siempre hay salida. Cuando nos encontramos perdidos, una cosa es segura: Dios nos está  buscando». Dios me está buscando: siempre me espera un Dios que es Padre, un Dios del  que no debo esperar algo menor que él mismo: su perdón y su amor.

(Aporte de JAVIER GAFO, DIOS A LA VISTA, Homilías ciclo C,
Madrid 1994.Pág. 313 ss.)

Para la reflexión personal y grupal:
¿He experimentado la alegría del perdón de Dios?
¿Me he alegrado al ver tan feliz a Dios perdonándome?
¿Soy misericordioso con mis hermanos?
¿O soy duro e implacable con ellos?


ORACIÓN –CONTEMPLACIÓN.

CAMINOS.
Son cada vez más las personas que, habiendo abandonado la práctica religiosa  tradicional, sienten sin embargo la nostalgia de Dios. Hay algo que desde lo más hondo de  su ser les invita a buscar el Misterio último de la vida.
Desearían encontrarse con un Dios Amigo, verdadera fuente de vida y alegría. Pero,  ¿dónde encontrar signos de su presencia? ¿Qué caminos seguir para iniciar su búsqueda?  ¿Qué novedad introducir en una vida superficial tan alejada de cualquier experiencia  religiosa? 
El primer camino puede ser la naturaleza. A pesar de los estragos que se han cometido  contra ella, el hombre puede vislumbrar todavía en el cosmos a su Creador. Ese universo  que nos rodea, escenario fascinante donde se refleja de mil formas la belleza, la fuerza y el  misterio de la vida, puede ser una invitación callada para orientar el corazón hacia aquel que  es el origen de todo ser. La llegada del otoño con sus colores teñidos de nostalgia y su  invitación al recogimiento, ¿no será para nadie presencia humilde del Misterio insondable? 
Otro camino para elevar nuestro espíritu hacia Dios puede ser la experiencia estética. El  disfrute de la belleza artística invita y remite hacia la absoluta belleza y gloria de Dios. En  medio de una vida tan agitada y dispersa que nos impide escuchar nuestros deseos y  aspiraciones más nobles, ¿no puede ser el goce musical una experiencia que cree en  nosotros un espacio interior nuevo e inicie un movimiento regenerador y una actitud más  abierta hacia el Misterio de Dios? 
Otro camino es, sin duda, el encuentro amoroso entre las personas. La amistad  entrañable, el disfrute íntimo del amor, el perdón mutuo, la confianza compartida son  experiencias que nos hacen saborear la existencia de una manera más honda, nos liberan  de la inseguridad, la soledad y la tristeza, y nos invitan a vislumbrar la ternura y acogida  incondicional de Dios. ¿No pueden nunca unos esposos disfrutar sus encuentros amorosos  presintiendo la plenitud insondable del que es sólo Amor? 
Para los cristianos, el primer camino es Jesucristo. Estoy convencido de que para muchos  que se han alejado de la Iglesia, conocer mejor a Jesús, leer sin prejuicios su mensaje,  dejarse ganar por su Espíritu y sintonizar con su estilo de vivir, puede ser el camino más  seguro para descubrir el verdadero rostro de Dios.
La parábola del hijo pródigo nos recuerda que todos vivimos demasiado olvidados de  Dios, estropeando nuestra vida de muchas maneras, lejos de aquel que podría introducir  una alegría nueva en nuestra existencia. Pero Dios está ahí, en el interior mismo de la vida,  nos espera y nos busca.
Más aún. Dios se deja encontrar hasta por quienes no se interesan por él. Recordemos  aquellas palabras sorprendentes del profeta Isaías. Así dice Dios: "Yo me he dejado  encontrar de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me  buscaban. Dije: Aquí estoy, aquí estoy".

(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, SIN PERDER LA DIRECCION, Escuchando a San Lucas. Ciclo C, SAN SEBASTIAN 1944.Pág. 105 s.)


Oración para finalizar la Lectio Divina.
“Gracias Señor, por tu Palabra, gracias te doy de corazón;
sigue susurrándome al oído, mientras contigo de camino voy.
Cuando me abrume el peso de lo adverso, y el dolor me embargue el corazón;
la confianza en tu Palabra me haga fuerte, y mis pasos se arraiguen en tu amor.
Tu Palabra, Señor, es luminosa, despliegue de gracia y salvación;
haz que pueda vivenciarla cada día,
en confianza, servicio y compasión”. Amén.

Hno. Javier.

31 mar 2019

Reflexión del 31 de Marzo 2019. Padre Gustavo Jamut, omv.

"Y, al atardecer, cansado y casi en silencio,me abrazas más fuerte que la última vez,porque tu amor es así y solo puede querer".



                                                https://youtu.be/rq0WCPqCXao





1 nov 2017

Celebración de la Reconciliación según la parábola del PADRE MISERICORDIOSO.

Celebración de la Reconciliación



1.- ENCUENTRO PREVIO

·         OBJETIVOS:
  • Que los chicos descubran la disposición de Dios Padre de perdonar siempre.
  • La importancia de aprender a mirar nuestro corazón para descubrir en él lo que nos aleja de Dios (pecado).
·         MOTIVACIÓN:

·          ILUMINACIÓN:  
  • Lectura de Lc. 15, 11-24

·         DESARROLLO:
  • Reflexión sobre la parábola. Diálogo del animador con los chicos:
¿Qué pidió el menor de los hijos?
¿Qué hizo el padre?
¿Qué hizo el hijo menor con los bienes que su padre le dio?
¿Qué es sufrir privaciones? ¿Por qué le pasa esto al hijo menor?
¿Qué trabajo consiguió? (En la tradición judía era un trabajo mal visto porque el cerdo era un animal considerado impuro y que no consumían)
¿Podía calmar su hambre? ¿Por qué?
¿Qué hizo entonces?
¿Qué decidió hacer?
¿Dónde estaba el padre?
¿Qué hizo cuando lo vio?
¿Qué hizo el padre?
¿Cómo termina la parábola?

·         ACTIVIDAD DE FE:
  • Marcar dos columnas en la hoja del cuaderno: una para el hijo menor y otra para el padre. Completar cada una con las actitudes (verbos) correspondientes.
Destacar el abrazo del Padre,  la fiesta que organiza, los regalos que tenía preparados: la mejor túnica y  un anillo como signo de que vuelve a ser hijo suyo.

Entrega del Examen de conciencia.



2.- CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

Tener presente a cada nene en nuestra oración cotidiana y poner en manos del Señor toda esta preparación.

Previamente tenemos que anunciar a las familias de nuestros chicos el gran regalo que van a recibir, el abrazo del perdón.



Recursos para la celebración:
  • Cartel anunciando EL ABRAZO DEL PERDÓN.
  • Letra de la canción “Qué alegría, Padre bueno”, autor Padre Néstor Gallego, en CD 10 Parábolas. https://youtu.be/xewFloCPXrU o tambien https://youtu.be/P6D_evmMwsk.
  • Caja/s de regalo con anillos. Los anillos pueden ser armados, se consiguen en las casas de artículos para bijou, pequeños cuadraditos de madera con imágenes de Jesús y los anillos ajustables por separado, sólo hay que pegarlos. O bien, pueden ser anillos de color, tipo alianza. Queda a criterio de los catequistas.
  • Libro de la Palabra con el texto de Lc. 15, 11- 24
  • Música instrumental para que sirva de fondo durante la celebración.
  • Equipo de audio / reproductor.

Desarrollo de la celebración:

Tener dispuesto el lugar del templo o capilla donde los chicos se confesarán.

Recibirlos con alegría.

Una vez que llegaron todos, ponerse en presencia del Señor.

Lectura de la Parábola del Padre Misericordioso. Recordar brevemente lo compartido en el encuentro.

El sacerdote, una vez dada la absolución, le dará a cada uno un ABRAZO como gesto de misericordia y pondrá el ANILLO como signo de la reconciliación con el Padre.

Para finalizar la celebración, rezar todos juntos un Padre Nuestro en acción de gracias por el perdón y el amor recibidos en este sacramento.

Bendición final.

“Y el Padre hizo fiesta…”. Preparamos una rica merienda (solicitar previamente ayuda a las familias) para compartir y festejar el Abrazo del perdón. Que el lugar donde se sirva esté ambientado como una fiesta, banderines, globos, carteles, un afiche pegado en la pared que diga...
 HOY RECIBIERON, POR PRIMERA VEZ, EL ABRAZO DEL PERDÓN y que los chicos, a medida que van entrando al lugar, escriban su nombre.






2 mar 2016

Parábola del hijo prodigo -Actividades interactivas para niños

Título del Sermón: "¡Él me ama!" y "Perdido y encontrado"

Escritura: Lucas 15:11-32
IDEAS AL CONTAR LA HISTORIA: Cuente la historia llevando a cabo varias "acciones" mientras la cuenta. Indíquele a los niños que alcen un dedo de cada mano cuando la historia diga que un hombre tenía dos hijos. Ponga dinero de jugar en la mesa cuando el hijo le pide al padre su parte de la herencia. Cuando la historia indique que el padre está triste y angustiado por su hijo, pídales que demuestren tristeza en sus caras. Quite el dinero de la mesa cuando la historia indique que no pasó mucho tiempo antes que el dinero fuera malgastado y se le hubiese acabado. Gruña (haga el sonido) como los cerditos cuando se hable del hijo alimentando a los cerdos. Pinchen la nariz y haga el gesto que usted hace cuando algo apesta, cuando se indica que el hijo estaba rodeado de cerdos apestosos. Cuando la historia indica que el hijo decidió mirar a su alrededor y ver su situación, viren la cabeza de lado a lado. Los niños se divertirán haciendo estas acciones al escuchar nuevamente la historia ya sea por la maestra u otro niño. Ellos no se olvidarán de las acciones hechas y posiblemente podrán contársela a sus familiares y amigos haciendo los gestos adecuados.
UTILERÍA PARA USAR EN LA HISTORIA: Entréguele un objeto a cada niño y deje que ellos indiquen la relación del objeto con la historia. Los objetos pueden ser dinero de jugar, sandalias, comida, cerdito plástico, un becerrito o vaca plástica, una invitación a una fiesta, globos, una sortija y algunos binoculares. (Si no tiene los objetos puede tener algún dibujo o fotografía de ellos.)
CORTA PRESENTACIÓN SACADA DE UNA BOLSA DE PAPEL: Antes de la actividad ponga en dos bolsas de papel una sortija, ropa de época de la historia, sandalias, una bandeja (para ser usada como mesa para la fiesta), tela para ponerla sobre "la mesa" y flores para dar un efecto festivo, y unos cuantos alimentos para la fiesta como galletas, jugos, paquetes pequeños de dulces, etc los cuales serán utilizados como la merienda de la clase. Divida la clase en dos equipos y pídale a ambos equipos que saquen lo que hay en la bolsa y representen una escena de la lección de hoy que refleje cuando el hijo llegó a la casa y la fiesta llevada a cabo. Ellos ya han escuchado la historia por parte suya y podrán entender lo de la fiesta hecha al regresar el hijo perdido. Discuta cómo se habrá sentido el padre al ver a su hijo regresar. También cómo se habrá sentido el hijo al llegar a su hogar. ¿Se habrán sentido contentos de estar en su casa? ¿Estará arrepentido del hijo de haber malgastado el dinero que su papá le dio? ¿Estará el hijo sorprendido por la forma en que se le recibió a pesar de todo lo que hizo? Piense en otras situaciones y compártalas.
GASTANDO DINERO EN LA SUBASTA: La maestra debe tener algunos objetos pequeños que los niños puedan comprar. Dele dinero de jugar a los niños (monedas y billetes) y permita que ellos traten de conseguir el objeto indicando y cuánto están dispuestos a dar. Puede ser que otros niños deseen dar más. Permítalo y véndaselo al mejor postor. Cuando todo el dinero de los niños haya sido gastado, saque un objeto grande que ellos deseen, pero que no puedan comprar, para ilustrar cómo debe haberse sentido el hijo pródigo al acabársele el dinero. Recuérdeles que no tenía ni aún para comprar alimentos. Discuta esta situación de la historia con ellos.
BANDERÍN "SOY ENCONTRADO": (Maestros, hagan esta actividad en sus casas antes de llevárselas a los niños para asegurarse que les queda bien.) Imprima las palabras del himno JESÚS ES LA LUZ DEL MUNDO y recorte alrededor del himno con tijeras de diseños. Resalte las palabras ''"yo ciego fui más ya puedo ver" con marcador amarillo. Pídale a los niños que peguen el himno en un cartón fino para recordarles del amor de Dios y su perdón. Si desea puede cubrir con la pega blanca de Elmer's, la que se usa para manualidades ("crafts") y déjela secar para que se vea brillosa y bonita.
AFICHE DE CELEBRACIÓN: En una cartulina escriba la oración "Yo ciego fui, mas ya puedo ver, gracias a Jesús" o "¡Jesús me encontró!". Pídale a los niños que escriban la palabra ¡CELEBRA! en distintos colores en diversas formas y muchas veces por toda la cartulina. Añádale otros diseños o etiquetas engomadas. Compartan sus ideas sobre la celebración habida cuando el padre se encontró con el hijo. Para los niños más pequeños pueden hacer la palabra CELEBRA para que ellos la tracen y luego decoren su dibujo con etiquetas engomadas y rayitas ondeadas y figuras geométricas a colores.
PERDIDO Y ENCONTRADO: Deje que los niños jueguen al esconder buscando un objeto pequeño escondido por la maestra. Tan pronto el niño encuentre el objeto se sugerirá otro objeto a buscar y los niños tratarán de encontrarlo. Continúe jugando, mientras tengan tiempo, buscando varios objetos que hayan sido escondidos por la maestra .
EXPLOTANDO GLOBOS: Escriba pecados cometidos por el hijo pródigo en un papelito y póngalo dentro de diferentes globos. Llene los globos antes de la clase y póngalos en un área denominada como "corral de los cerditos". Permítale a los niños tomar un globo y explotarlo para leer el pecado del hijo pródigo que se encuentra dentro del mismo. Pregúnteles que debió hacer el hijo pródigo en lugar de ese pecado.
CIRCULO DE GRUÑIR COMO LOS CERDITOS: Forme un círculo con los niños. Pídale a un niño que gruña una sola vez al niño que tiene a su derecha. Éste a su vez gruñirá una sola vez al niño que tiene a su derecha. Seguirán haciendo esto hasta que den la ronda. La regla es que el niño que está gruñiendo y el que recibe el gruñido no pueden reírse. De hacerlo tendrán que dejar el círculo. Todos los demás pueden reírse. Al dejar el círculo tendrá que irse al corral de los cerditos hasta que termine el juego. HACIENDO UN TÍTERE DE CERDO DE UNA BOLSA DE PAPEL: La maestra, antes de reunirse con los niños, dibujará 4 pezuñas, 2 orejas, 2 ojos y una nariz para que los niños coloreen y recorten y tendrá limpiadores de pipas para hacer el rabito encaracolado del cerdito. Dele una bolsa marrón a cada niño para hacer una títere con forma de cerdo pegando las partes indicadas en la bolsa. Permítale al que desee compartir esa parte de la historia con los demás.
CORRAL DE CERDOS: Utilizando las paletas de madera para las manualidades y pega permítale a a los niños crear un corral para los cerditos en forma cuadrada. Consiga fotos pequeñas de cerditos y péguelas en cartón y hágale una base para ponerlas en el corral. En la parte de atrás de cada cerdito puede escribir o pegar un pecado hecho por el hijo pródigo.
ABRAZO GRUPAL: Hagan como el padre y el hijo y dense un abrazo grupal comentando que esta es la clase de amor que Dios tiene para con sus hijos. Cuando uno de sus hijos se extravía, se pierde, o se va, Él siempre está listo para recibirlo en su hogar con brazos abiertos. Dios nos ama aún cuando no lo merecemos. Oren en esta posición para terminar la clase.

PARABOLA DEL HIJO PRODIGO -niños-


Tema: El amor de Dios es infinito e incondicional .


Objeto: Una margarita

Escritura: "Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos" (Lucas 15:20 -).

¿Alguna vez te has preguntado si Dios te ama o no? Quizás has hecho algo malo como decir una mentira, coger algo que no te pertenece o tal vez has desobedecido a tus padres. Aún así, ¿te ama Dios? Para obtener la contestación, puedes hacer el juego "Me ama, no me ama." Sabes como es este juego, ¿no? Coges una flor, generalmente una margarita, y comienzas a halar cada uno de los pétalos diciendo 'me ama' al halar el primero y 'no me ama' al halar el segundo. Continúas haciendo esto hasta que terminas de halar todos los pétalos. El último que hales se supone que te indique si te ama o no. ¿Crees que es una buena manera de saber si Dios te ama o no? No lo creo.

Para demostrar cuánto nos ama Dios, Jesús contó una historia acerca de un hombre que tenía dos hijos. Un día, el más joven de los dos hijos fue a donde su padre y le pidió que le diera todo el dinero que le tocaría cuando él muriera. El padre estuvo de acuerdo y le dio su herencia. Unos días más tarde, el hijo empacó todo lo suyo y se fue de la casa. Al llegar a un país muy lejos, gastó su herencia viviendo libremente. Cuando todo el dinero fue gastado, fue donde un agricultor a pedir trabajo. El agricultor lo contrató y le envió a alimentar sus cerdos. El joven estaba tan hambriento que aún el alimento que le estaban dando a los cerdos le parecía bueno para él comer.

Cuando finalmente el joven llegó a tener juicio, se percató que aún los sirvientes de su padre tenían una vida mejor que él. Se dijo a sí mismo: "Regresaré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de ser llamado hijo tuyo. Por favor, permíteme regresar a casa y ser uno de tus sirvientes."

El joven comenzó el viaje de regreso a su hogar y a su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio. Lleno de amor, corrió hasta su hijo, lo abrazó y lo besó. El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de ser llamado hijo tuyo."

Pero su padre llamó a sus sirvientes y les dijo: "¡Pronto! Traigan el mejor vestido, y vístanlo; y pónganle un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Traigan el becerro gordo y mátenlo y comamos y hagamos fiesta. ¡Comencemos la fiesta!"

El hermano mayor se enojó y se quejó a su padre: "He aquí, por tantos años te he servido, no te he desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Mas cuando llega tu hijo, que ha consumido tus bienes, celebras matando para él el becerro gordo."

Él entonces le dijo: "Hijo, siempre has estado conmigo, has hecho todo lo que te he pedido, pero era necesario hacer fiesta, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado."

Padre, te damos gracias por tu amor constante. Estamos agradecidos de que aún cuando nos desviamos, tú nos recibes con los brazos abiertos. En el nombre de Jesús oramos. Amén.

Parábola del hijo pródigo o Padre misericordioso

Sin misericordia no es posible

cor_color_contornoAdolfo Chércoles hace una sugerente exégesis de la parábola del hijo pródigo, correspondiente al cuarto domingo de cuaresma, destacando la actitud misericordiosa del Padre frente a sus vástagos en el contexto del Jubileo de la Misericordia. El padre tiene dos hijos que desconocen su corazón, lo más esencial y específico de su persona. El menor recibe la herencia y corta la relación con su progenitor, hasta que de una manera interesada regresa a casa hambriento y con la dignidad prácticamente perdida. El padre no le reprocha, hace fiesta, le devuelve sus atributos de filiación. El padre le mira de una manera única que genera la emoción y la alegría del que la percibe: “lo vio y se conmovió”. No como miramos nosotros. Con fuerza insiste el carmelita Miguel Márquez en esta verdad: “Necesitamos unas vacaciones de nosotros mismos, y la Iglesia necesita unas vacaciones de predicarse a sí misma, para predicar esa mirada única que hace que la vida de cualquier ser humano se sienta feliz de ser él mismo”.     Con la humildad de quien sabe que no es digno de ser llamado “hijo”, podemos decidirnos también nosotros a ir a llamar a la puerta de la casa del Padre: ¡Qué sorpresa descubrir que Él está en la ventana mirando el horizonte, porque espera siempre nuestro regreso! “Cuando todavía estaba lejos, el Padre lo vio y conmovido corrió a su encuentro, se echó a su cuello y lo besó” (Lc 15,20).
Tenemos por delante un gran reto pastoral en el anuncio del evangelio que ha de constituir, como subraya Carmen Pellicer, especialmente para los adolescentes y jóvenes, “en una verdadera provocación  de experiencias del reino que les inviten a esa vuelta antropológica al encuentro con Aquel que se conmueve al mirarnos con un amor incondicional”.
Al llegar el hijo mayor y enterarse de lo sucedido y, sobre todo, de la actitud benevolente del padre, se siente “ofendido”·: su “fidelidad” a ultranza parece no haber servido de nada. Mientras él no ha recibido ni un “cabrito”, la vuelta del disoluto ha llegado al extremo de matar hasta el “ternero cebado”. La actitud del hijo mayor es censurar al padre su generosidad, su inmensa misericordia. ¿No es quizá la actitud que hubiésemos tenido nosotros? Nuestra relación con los demás no es recuperadora, sino competitiva y excluyente. Nuestra “justicia” empieza y se acaba en nosotros mismos. Es incompatible con la misericordia. ¡Todos hubiésemos dicho con el hijo mayor que el padre aquel no era justo haciendo lo que había hecho!
¿Fue “injusto” el padre? Su salida en busca del “bueno” porque no quería entrar a la fiesta es el momento aciago de la escena: claramente le dice al padre por qué no quiere entrar: se siente discriminado, él tan cumplidor, “y ahora que ha venido ese hijo tuyo…”. ¡No dice “mi hermano”! ¡Es incapaz de llamar a su padre, padre nuestro!
La desventura del padre es su impotencia ante la negativa de uno de sus hijos de disfrutar en una fiesta por la recuperación de “este hermano tuyo que estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. ¡No hay posibilidad de encontrarse con este Padre sin sentirse hermano de su otro hijo, que está llamado a la recuperación! La parábola no nos dice si entró. ¿Estamos nosotros dispuestos a entrar? Posiblemente la escena evangélica tenemos que culminarla nosotros, y parece que sin misericordia no es posible.
“Manga ancha”
Esta mirada incondicional la cultivó en el siglo XX san Leopoldo Mandic en Padua, donde siente que es “el confesor de la misericordia de Dios”. Algunos le reprochaban que era demasiado “blando” o que tenía mucha “manga ancha” con los pecadores. Él solía repetir: “Mi inspiración es el padre de la parábola del hijo pródigo”. ¿No es maravilloso?
El fraile menudo tuvo muy claro que ya seamos como el pródigo o como el hijo mayor, lo significativo es sentirnos hijos del padre misericordioso. Somos sus herederos, sus sucesores. Estamos destinados a seguir sus huellas y ofrecer a los demás la misma compasión que nosotros hemos recibido de Él. El retorno al padre es, para Luciano Sandrin, “la gracia y el desafío para llegar a ser el Padre, aquel que acoge en sus brazos a los pecadores arrepentidos, perdonándolos y reconciliándose con ellos, y hasta anticipándose a sus excusas”.
Animo a leer o releer en estos días cuaresmales El regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt de Henri Nouwen. La pintura pasó a ser para él una ventana desde la que releer no solo la parábola, sino las diferentes etapas de su existencia. Un buen ejercicio cuaresmal puede ser releer en esta clave las fases de nuestra vida: la experiencia de ser el hijo más joven, la molesta pregunta sobre si no seré también el hijo mayor, la llamada que más nos desconcierta: ser el propio padre. Ahora es momento de regresar:
Regreso.
No sé bien de dónde:
¿de la escasez y de la vergüenza,
o quizá de creer que lo merezco todo
sin reconocerte mínimamente?

Regreso para comprobar de nuevo
tu abrazo sincero,
tu acogida incondicional de Padre bueno.

Regreso a la fiesta del encuentro.
            Vengo con vergüenza,
sé que no lo merezco
pero estoy tan vacío
que casi loco me he vuelto.

Regreso.
Fui demasiado altivo,
me creí el centro del mundo
y ahora compruebo
que solo Tú eres mi único rumbo.

Regreso.
Quiero abrazarte
y abrazar a mi hermano.
Da lo mismo el sentido de nuestro pecado,
nos alejamos de Ti
y ahora reconciliarnos es pura alegría,
que une la separación
gracias a un misterioso vuelco:
el de tu misericordia y tu amor.
Dibus: Patxi Velasco FANO
Texto: Fernando Cordero ss.cc.
- See more at: http://blogs.21rs.es/kamiano/2016/02/29/sin-misericordia-no-es-posible/#sthash.sqKMF4gp.dpuf