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16 jun 2015

El Juego del Tesoro (Adaptación de Mateo 13, 44)


                                                    
El relato del tesoro escondido de Mateo se puede comenzar a trabajar desde el primer curso de la Etapa de Infantil: 3-4 años. Estamos centrados en una etapa muy importante de despertar religioso del niño y de su interés por Dios. En este despertar aparece una fe intuitiva que se gesta a partir de lo que ve hacer en los adultos. Casi no hace distinción entre la realidad y la fantasía.

Su sentimiento religioso está condicionado por el medio ambiente: lo que observa, fiestas, ritos, expresiones, imágenes, personas. En este sentido Petalozzi, un pedagogo suizo, describe así la vivencia religiosa de esta etapa: "Yo creía en mi madre. Su corazón me mostró a Dios. Dios es el Dios de mi madre. Él es el Dios de mi corazón, porque es el Dios de su corazón"

A través de esta experiencia, y creando un clima afectivo en la clase de religión, vamos a mostrarles una imagen afectuosa y alegre de Dios, a través de Jesús.

Destinatarios

Alumnos del primer curso de infantil: 3-4 años.

Objetivos

1.- Descubrir el relato del tesoro escondido y a través de él una imagen afectuosa y alegre de Dios.

2.- Contribuir, mediante el juego, al desarrollo infantil en sus distintos aspectos : biológico, psicomotor, intelectual, social y afectivo emocional.

3.- Conocer y valorar el propio cuerpo y el de los demás compañeros de la clase

Desarrollo:

· Narración bíblica.

“Esta es una historia que nos cuenta Jesús:

Un hombre encuentra un tesoro que estaba escondido en un campo. De la alegría que le da, vuelve a esconderlo. Después se va a buscar todo el dinero que tiene para poder comprar el campo y así quedarse con aquel tesoro.”

(Adaptación de Mateo 13, 44)

- La profesora /el profesor:

o Puede contarles esta historia habiendo abierto previamente una Biblia infantil. Este gesto les hará tener un primer contacto visual y auditivo con la Biblia.

o Habrá preparado previamente un cofrecillo que tapará y destapará con un pañuelo durante el relato.

· Diálogo

- Sentados en la asamblea les preguntamos ¿Qué creéis que tenía ese tesoro? O ¿qué os gustaría encontrar a vosotros en este cofre? Dejamos hablar a todos y creamos un clima de silencio en el que escuchamos las intervenciones de los demás.

· Juego

- El Juego del Tesoro. Colocamos el cofre (descrito en el material) en el centro de la clase. Ponemos música para bailar en un gran corro. Cuando el profesor pare la música, un niño /una niña, previamente elegido por sorteo, será el encargado de abrir el cofre.

- Si saca y se pone:

o Una diadema: todos los niños bailarán moviendo la cabeza.

o Un collar: el cuello y los hombros.

o Una pulsera: las manos.

o Una tobillera: las piernas.

o Un cinturón: la cintura.

o Un anillo: los dedos.

- Todos los niños tienen que tener la oportunidad de ser encargados. Así se puede repetir este juego durante varios días y podremos ir sugiriéndoles movimientos específicos según la evolución y la madurez del grupo.

· Actividad de interiorización.

- En la asamblea ayudamos a los niños a recordar todas las experiencias, el relato bíblico, lo comentado en la asamblea y el juego.

- Les comunicamos que en el cofrecillo, debajo de las joyas se encontraba otro tesoro escondido. Creando un clima de expectación, sacamos las alhajas, una a una y mostramos el cartón. Lo quitamos y mostramos las fotografías, iniciamos un diálogo sobre lo que representan dichas imágenes.

- Les proponemos, dependiendo de las sesiones que vayamos a dedicar a esta experiencia, alguna de estas actividades:

o Dibujarse ellos mismos como encargados del tesoro.

o Dibujar aquello que dijeron que les gustaría encontrar en el tesoro.

o Colorear el dibujo que aparece en la portada de esta revista.

· Material

- Cofrecillo con doble fondo. En el fondo colocamos fotografías que evoquen situaciones de cariño, de amistad, de ayuda. Y las tapamos con un cartón. Encima de este cartón ponemos joyas de juguete: collar, anillo, cinturón, diadema, pulsera, tobillera

- Un pañuelo para tapar el cofrecillo durante el relato bíblico.

© Almudena Fernández García.