2 mar 2016

PARABOLA DEL HIJO PRODIGO -niños-


Tema: El amor de Dios es infinito e incondicional .


Objeto: Una margarita

Escritura: "Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos" (Lucas 15:20 -).

¿Alguna vez te has preguntado si Dios te ama o no? Quizás has hecho algo malo como decir una mentira, coger algo que no te pertenece o tal vez has desobedecido a tus padres. Aún así, ¿te ama Dios? Para obtener la contestación, puedes hacer el juego "Me ama, no me ama." Sabes como es este juego, ¿no? Coges una flor, generalmente una margarita, y comienzas a halar cada uno de los pétalos diciendo 'me ama' al halar el primero y 'no me ama' al halar el segundo. Continúas haciendo esto hasta que terminas de halar todos los pétalos. El último que hales se supone que te indique si te ama o no. ¿Crees que es una buena manera de saber si Dios te ama o no? No lo creo.

Para demostrar cuánto nos ama Dios, Jesús contó una historia acerca de un hombre que tenía dos hijos. Un día, el más joven de los dos hijos fue a donde su padre y le pidió que le diera todo el dinero que le tocaría cuando él muriera. El padre estuvo de acuerdo y le dio su herencia. Unos días más tarde, el hijo empacó todo lo suyo y se fue de la casa. Al llegar a un país muy lejos, gastó su herencia viviendo libremente. Cuando todo el dinero fue gastado, fue donde un agricultor a pedir trabajo. El agricultor lo contrató y le envió a alimentar sus cerdos. El joven estaba tan hambriento que aún el alimento que le estaban dando a los cerdos le parecía bueno para él comer.

Cuando finalmente el joven llegó a tener juicio, se percató que aún los sirvientes de su padre tenían una vida mejor que él. Se dijo a sí mismo: "Regresaré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de ser llamado hijo tuyo. Por favor, permíteme regresar a casa y ser uno de tus sirvientes."

El joven comenzó el viaje de regreso a su hogar y a su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio. Lleno de amor, corrió hasta su hijo, lo abrazó y lo besó. El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de ser llamado hijo tuyo."

Pero su padre llamó a sus sirvientes y les dijo: "¡Pronto! Traigan el mejor vestido, y vístanlo; y pónganle un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Traigan el becerro gordo y mátenlo y comamos y hagamos fiesta. ¡Comencemos la fiesta!"

El hermano mayor se enojó y se quejó a su padre: "He aquí, por tantos años te he servido, no te he desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Mas cuando llega tu hijo, que ha consumido tus bienes, celebras matando para él el becerro gordo."

Él entonces le dijo: "Hijo, siempre has estado conmigo, has hecho todo lo que te he pedido, pero era necesario hacer fiesta, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado."

Padre, te damos gracias por tu amor constante. Estamos agradecidos de que aún cuando nos desviamos, tú nos recibes con los brazos abiertos. En el nombre de Jesús oramos. Amén.

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