23 mar 2013

ORAD CONMIGO,dijo el Angel de la paz a los pastorcitos de Fatima.


Fuente: Maria Emília Carreira   www.fatima2017.org

 Orad conmigo - Catequesis para niños

Objetivos:

1. Acoger la invitación del Ángel, como mensaje para hoy.

2. Conducir el encuentro de modo que los niños comprendan el valor de la oración.

3. Aceptar a Jesús, amarlo y adorarlo como Nuestro Señor.

 A - Contenido catequético

 1. Invitación a la oración

 Todos sabemos lo que es una invitación. Invitamos y somos invitados para  fiestas, paseos, cines, comidas,… Los amigos quieren estar juntos, por eso, se invitan mutuamente. Su presencia es siempre una alegría, una fiesta. Así, las invitaciones se vuelven muy importantes para todas las personas.

 Pero hay otras invitaciones mucho más especiales que vienen de Alguien para otro alguien. Orad conmigo es una invitación o una propuesta de Alguien muy especial. Vamos a ver de dónde viene y a quién se destina.

Fátima, Cova de Iria, Aljustrel, Valinhos y Loca do Cabeço son localidades muy conocidas por los portugueses y por personas de muchos otros países. ¿Qué es lo que hizo que estos lugares se convirtieran en tan importantes? – podemos preguntarnos.

 Todo comenzó por una invitación que sonó en los cielos de estas pequeñas localidades de Portugal.

Era al final de la tarde. Tres niños –Lucía, Francisco y Jacinta- jugaban alegremente, en un pequeño monte llamado Loca do Cabeço. Mientras jugaban, fueron sorprendidos por un Ángel de una enorme belleza y lleno de luz - ¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo –dijo. Y arrodillándose hasta el suelo, rezó así: Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. Después se levantó y dijo: -Orad así. Los corazones de Jesús y María están atentos a vuestras oraciones. Y desapareció.

 El Ángel hizo una invitación a los tres pastorcitos y ellos aceptaron inmediatamente. Cambiaron el juego por la oración. Sintieron dentro de ellos como un impulso que los llevó a imitar al Ángel, rezando con él y como él. Esta invitación llegada del Cielo alteró los planes de estos tres niños, que tenían decidido jugar al juego de las piedrecitas en aquel final de la tarde. Mientras tanto, estaban felices, muy felices, con todo lo que había sucedido.

 Orad conmigo y orad así, fueron las primeras de muchas otras invitaciones que se siguieron en la vida de estos niños. Invitaciones diferentes de nuestras invitaciones, es cierto, pero invitaciones muy especiales, porque vienen del Cielo.

 

El Ángel vino a provocar un enorme deseo de Dios. Vino a despertar en ellos la voluntad de conocerlo y de amarlo más y mejor. Vino a enseñarles que, sin dejar de saltar, correr, jugar, bailar,… podían vivir la vida de otra manera que los ayudaría a ser mucho más felices. Les recordó que, en la vida, podemos descubrir cosas muy importantes y bellas. Y rezar es una de esas cosas lindas, porque ¡Dios nos da a conocer cosas maravillosas que jamás nadie enseñará! Rezar hace bien; nos da paz. Nos ayuda a ser buenos y a vivir la vida de acuerdo con el deseo de Dios. A Él le gusta que recemos. Y rezar es hablar con Dios como hablamos con nuestros amigos. Más que hablar es escuchar. Escuchar a Dios es estar atento a sus deseos y percibir lo que Él quiere de nosotros. Él nos hace invitaciones, muchas invitaciones.

 Si estuviéramos quietos, con los ojos cerrados, pensando en Dios, podemos sentir que Él nos sonríe, nos abraza y, tal vez, quién sabe, nos hace alguna invitación: ¡Reza! ¡Escucha! ¡Sigue! ¡Sé amigo!

 2. Invitación a la adoración

 Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

Esta oración enseñada por el Ángel a los Pastorcitos y rezada por ellos con mucha fe y mucho amor, los ayudó a encontrarse con Dios y a comprender su gran amor. La rezaron muchas veces y con el rostro por tierra. Habían aceptado la invitación del Ángel y prometieron nunca olvidarlo. Poco a poco, la vida de ellos se fue transformando y Dios pasó a ser, para ellos, el Alguien más importante, lo único importante.

 ¡Dios mío, yo creo… rezaron ellos muchas veces! Es como si dijeran:

Dios mío, yo creo en Ti. Sé que existes, que estás vivo, me conoces, me amas y cuidas de mí. Sé que me creaste, por eso, confío en Ti. Tú eres mi Señor, mi único Señor. Sin Ti mi vida no vale nada. Tú eres todo para mí. Te amo mucho. Me arrodillo, me postro delante de Ti… ¡Como eres de grande, Señor! Te adoro. Tantas veces rezaron así, que el Ángel, en la tercera aparición, les trajo una maravillosa sorpresa.

 Fue en Loca do Cabeço. Estaban con el rostro por tierra rezando la oración del Ángel cuando él apareció. Traía en la manos un cáliz y sobre él una hostia de la cual caían algunas gotas de sangre. El Ángel dejó el cáliz y la hostia suspendidos en el aire y se postró por tierra para adorar a Jesucristo, con esta oración:

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo  Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de Su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.

 Los pastorcitos, espantados con lo que estaba sucediendo, imitaron al Ángel y rezaron con él y como él. A continuación, el Ángel les dio la comunión diciendo: -Tomad y comed el Cuerpo y Sangre de Cristo. ¡Consolad a vuestro Dios!De nuevo se arrodilló y, postrado en tierra, rezó tres veces más la misma oración. Los pastorcitos se postraron también, para adorar a Jesús, consolarlo, presente, ahora, en sus corazones. Fue un momento único, maravilloso e inolvidable para ellos. Se sintieron totalmente envueltos por Jesús. Estaban tan unidos a él que hasta se olvidaron unos de los otros. Jesús les hizo sentir Su presencia y Su amor, que ellos permanecieron en oración durante largo tiempo.

 

A partir de esa experiencia que tuvieron con Jesús Eucaristía, su vida cambió para mejor. Decidieron amar y adorar a Jesús de tal manera que hasta dejaban sus juegos, para rezar y hacer compañía a Jesús escondido.

 

Quien cree en Dios vivo y verdadero, quien lo escucha, quien lo ama, lo adora profundamente. Y adorar a Dios es consolarlo, es reconocer que Él es todo para nosotros y que nosotros existimos en Él y gracias a Él. Adorar a Dios es amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas. Adorar a Dios es no consentir en amar a nadie más que a Dios, pues solo Él debe ocupar el primer lugar en nuestro corazó

 

En nuestra vida hay cosas bellas, lindas, magníficas que nos gustan mucho. Mientras esas cosas tan bellas solo valen en cuanto nos ayudan a ser felices pues, un día, todas esas maravillas de la tierra se acabarán. Solo Dios, la mayor de todas las maravillas, permanece para siempre. Por eso, debemos amarlo y adorarlo, por encima de todas las personas y de todas las cosas.

 Los pastorcitos comprendieron esto muy bien. Dios, para ellos, fue el único y el más importante de sus vidas. Dieron a Dios todo el amor de sus corazones y solo tenían un deseo: darle alegría, escuchar su palabra, sus recados y hacer su voluntad. Y la voluntad de Dios para cada uno de ellos y para cada uno de nosotros es que lo amemos en serio y con mucha verdad, cumpliendo todos nuestros deberes para con Dios y para con todas las personas.

 3. Invitación a la reparación

 Estamos percibiendo que el Ángel transmitió a los Pastorcitos varias invitaciones de Dios: los invitó a la oración, a la adoración y a la reparación. Reparar es amar mucho; es estar con… es consolar a quién está triste, sufre o es ofendido.

 En esta oración: Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman; los tres pastorcitos fueron invitados por el Ángel a rezar y a pedir perdón a Dios por los pecados de los otros, o sea, por todos los que no creen en Él, no lo adoran, no confían en él y no lo aman. Dios está muy ofendido y disgustado por los pecados de aquellos que viven lejos de Él, por los que los ignoran y desprecian, por los que hacen el mal.

 En la 3ª aparición, el Ángel, al darles la comunión, pidió: ¡Consolad a vuestro Dios! Esto significa que Dios está muy ofendido. Hay mucho odio en el mundo, mucha guerra, mucha venganza, muchos pecados. Consolar a Dios es pues reparar, darle alegría en vez de los que lo entristecen, no solo en oración/adoración, sino también en nuestra propia vida vivida con mucho amor y responsabilidad

 

Los pastorcitos llevaron muy en serio esta petición del Ángel. Quedaron muy impresionados, cuando supieron que Dios estaba así, tan triste. Después de las apariciones, Francisco solo pensaba en dar alegría a Jesús. Por eso, siempre que podía, iba a la Iglesia de su parroquia, a estar en la compañía de Jesús escondido. Quedaba horas seguidas consolando, escuchando, hablando con su gran Amigo, Jesús Eucaristía. Él no lo veía –igual que no veía al viento, ni al aire- pero sabía que Él estaba allá a la espera. Estar allí, en su compañía, hacía sentir su corazón feliz, muy feliz. Y el tenía, también, la certeza de que a Jesús le gustaba mucho su oración, su compañía, su presencia a veces decía a sus compañeras: -¡Me gusta tanto Dios! ¡Pero Él está tan triste, por causa de tantos pecados! Nosotros nunca haremos ninguno. Dar alegría a Dios fue una preocupación constante en la vida de Francisco: hasta podemos decir que él fue un gran consolador de Jesús escondido. Los pastorcitos aceptaron con mucho amor todas las invitaciones llegadas del Cielo. Por eso, decidieron ser diferentes en sus comportamientos, en sus actitudes y, sobre todo, en su oración. La vida de ellos fue una oferta total a Dios, ayudando a todas las personas. Dar alegría a Dios exige, como sabemos, muchos sacrificios; ¡pero ellos nunca tuvieron miedo! Se dejaron conducir por Jesús, por Nuestra Señora, y deprisa comenzaron a  tener comportamientos, actitudes y gestos lindos que agradaban a Dios y sorprendían a todos.

 Comenzaron a rezar más y mejor, a ser más obedientes; a respetar y a pensar en los otros; a compartir lo que tenían con los más pobres; a hacer bien sus trabajos y muchos otros sacrificios que ellos inventaban para ofrecer a Dios por la conversión de los pecadores.

 ¿Las invitaciones de Dios a través del Ángel, en el año 1916, no serán, también para nosotros, hoy? Fueron entregados a tres niños. La mayor, antes de morir, con 92 años, la Hermana Lucía, dio a conocer todas estas invitaciones, diciendo que también eran para todos nosotros, para todas las personas del mundo entero. Somos libres en aceptarlos o no, pues Dios respeta nuestra libertad.  Mientras, Él espera siempre que le digamos sí, porque desea nuestro amor, nuestra generosidad.

 Si abrimos nuestro corazón a Dios y le damos la atención que Él se merece, entonces estamos aceptando las invitaciones: ¡Orad conmigo y orad así! ¡Consolad a Vuestro Dios!

 B - Indicaciones pedagógicas

 1. Para el desarrollo de la catequesis a nivel temático, se presentan tres opciones:

1ª Opción

a) Dar la catequesis en su totalidad, en un único momento.

b) Para la adoración eucarística, se sugiere otro momento específico.

 2ª Opción

a) Presentar la catequesis durante una mañana o una tarde y culminar con la adoración eucarística.

 3ª Opción

b) Presentar la catequesis de forma más prolongada o sea, en tres momentos: un encuentro para la invitación a la oración; otro para la invitación a la adoración y otro para la invitación a la reparación.

c) Se sugiere un momento específico para la adoración eucarística.

(Los cánticos para la adoración eucarística podrán ser aprendidos por los niños a lo largo de la catequesis, para quien quiera escoger la 2ª o la 3ª opción.)

 2. Actividades

 A.) En un rectángulo de cartulina, escribir: Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo… Después, rezarla en grupo en el lugar de la catequesis o delante del sagrario. Se puede, también, dar a los niños hojas con la oración del Ángel.

 B.) Aprender y cantar el siguiente cántico: Cristo Jesús, Tu me llamaste (H. Faria)

Cristo Jesús, Tu me llamaste

Yo Te respondo: aquí estoy.

Tú me llamaste por mi nombre,

Yo Te respondo: aquí estoy. (bis)

 3. Frases que pueden ser presentadas durante la catequesis

¡Orad comigo!

¡Orad conmigo y orad así!

Santísima Trinidad, Os adoro profundamente…

Consolad a vuestro Dios.

 C - Tiempo de adoración eucarística
www.fatima2017.org

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