29 abr 2016

ROSARIO AL ESPÍRITU SANTO (De P. Gustavo Jamut)

ROSARIO AL ESPÍRITU SANTO (De P. Gustavo Jamut)  

A la luz del Antiguo Testamento para fortalecer la amistad con el Espíritu Santo y recibir una renovada efusión de su presencia y de sus dones.
[I] Rosario al Espíritu Santo (De P. Gustavo Jamut)

INDICE:
Introducción
Génesis de este Rosario
El Fruto de la Vigilia de Pentecostés
Himnos al Espíritu Santo
Tres Responsorios Penitenciales
1º MISTERIO
2° MISTERIO
3° MISTERIO
4° MISTERIO
5° MISTERIO
Oraciones finales
1. Oración para dejar fluir los dones del Espíritu Santo
2. Oración al Espíritu Santo
3. Consagración al Espíritu Santo
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Observación: No se modificó el texto original de este Libro del Padre Gustavo Jamut.
Este libro lo escanee con la finalidad de compartirlo con quién desee crecer en su oración personal y conocer al Espíritu Santo. El trabajo lo hice para Dios, por lo tanto no pretendo realizar ningún tipo de lucro con mi trabajo realizado. El mismo es de libre distribución y nadie puede hacer lucro con este material escaneado.
Si te gusto este Rosario, si deseas comprarla y colaborar con su autor visita el siguiente sitio web
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Si te vendieron este material en formato digital o impreso pedile la devolución del dinero, este material no tiene costo.
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Introducción: El Espíritu Santo, el gran desconocido
Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer (Deut 8, 2).
Cursé los estudios secundarios en el Instituto católico Ceferino Namuncurá que pertenecía a la parroquia Espíritu Santo. Participé en el grupo juvenil de dicha parroquia. Sin embargo, me parece que durante esos años, nunca llegué a tener una experiencia personal del Espíritu Santo, ni un conocimiento muy profundo de quien era él y de su importancia para mi vida y para la vida de la Iglesia.
Sin duda, él habitaba en mí, pero yo no sabía reconocer su presencia y por lo tanto, en gran parte, me privaba a mí mismo de su poderosa ayuda.
Durante el tiempo del seminario, celebrábamos cada año la festividad de Pentecostés, recordando al Espíritu Santo, como si fuese alguien que venía sólo en esa ocasión, para volver a olvidarlo, casi completamente hasta el próximo año.
Incluso en la facultad de teología, cuando un profesor nos explicó el tratado de la gracia, me daba la impresión de que, así como antiguamente en la materia de zoología, se hacía en la secundaria la disección de la rana o del sapo, también nosotros estábamos haciendo una disección intelectual del Espíritu Santo, para ver lo que le encontrábamos adentro.
Cierto que creía, porque así me lo habían enseñado. Había aprendido que el Espíritu Santo habitaba en mí y que lo había recibido en los sacramentos, especialmente en el bautismo, la confirmación y el orden sagrado. Sin embargo esta convicción intelectual se había quedado sólo en mi razón, sin haberla nunca dejado descender hasta mi corazón, para enamorarlo y transformarlo suavemente desde lo más íntimo e interior.
Sólo después de transcurridos dos años desde mi ordenación sacerdotal, comencé a experimentar al Espíritu Santo de una manera nueva.
Viviendo en Chile, fui invitado a participar en unos Ejercicios Espirituales renovados y allí, durante los ocho días que duró el retiro, se invocaba frecuentemente al Espíritu Santo, lo cual me llamó la atención, ya que junto a Jesús y al Padre, se lo ponía en un lugar central.
Me sorprendió y me gustó ver que se lo invocaba no tanto como una paloma, ni tampoco como lenguas de fuego o viento, sino primariamente como una persona. Se le rogaba con ternura y confianza, del mismo modo en que se lo invocaba a Jesús y al Padre.
Antes de terminar el retiro, el sacerdote jesuita Carlos Aldunate, quien guiaba los ejercicios, nos informó que esa noche él iba a guiar una oración al Espíritu Santo, pidiéndole una nueva Efusión para nuestras vidas.
No sabía con precisión de qué se trataba la oración que iba a realizar el padre, pero intuía que iba a ser muy importante para mi vida espiritual y sacerdotal. Esa noche me presenté en la capilla donde se iba a hacer esta invocación, con gran expectativa y con un ardiente deseo de recibir más profundamente al Espíritu de Dios y permitirle a él que tomase todo el control de mi vida.
Si bien esa noche, durante la oración y después de ella, no sentí nada en especial a nivel emocional, pero tengo la convicción de que a partir de ese momento, el Espíritu Santo comenzó a sentirse más a gusto en mi interior acelerando su proceso de transformación en todas las áreas de mi vida.
Tengo que reconocer que desde entonces, mi vida se ha tornado en una aventura apasionante en compañía del Ruah Divino, ya que él me lleva donde quiere y como quiere, de manera semejante a las palabras del canto que dice: Señor que nuestra vida sea semilla suelta por el aire, para que tú puedas sembrarla donde quieras. Señor que nuestra vida sea como una quena simple y recta, para que tú puedas llenarla con tu música.
Cierto que el Espíritu Santo aún tiene muchísimo trabajo conmigo debido a las resistencias inconscientes que encuentra en mí, pero como su poder es infinito, no se da por vencido, no se cansa de mí, ni se detiene en su misión de enamorarme y de transformarme. Tengo la certeza de que seguirá trabajando hasta que algún día, cuando él lo quiera, me lleve junto a sí para toda la eternidad.
Génesis de este Rosario
Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas (Sal 43, 3).
La inspiración de dar forma a este Rosario del Espíritu Santo, surgió, como ya sucediera con otros libros, en Medgujorge. Surgió precisamente el lunes siguiente a la fiesta de Pentecostés del año 2008. Ese día, nuestra última jornada de peregrinación, subíamos con un grupo de peregrinos el Monte de la Cruz, llamado Kriesvack, llevando con nosotros nada menos que a Jesús en el Santísimo Sacramento.
Sin embargo, al comenzar el ascenso me di cuenta de que me costaba demasiado concentrarme en las estaciones del Vía Crucis, pues sentía fuertemente la presencia del Espíritu Santo y un vivo deseo de conversar con él.
Y sucedió que después de la tercera estación, los grandes cuadros de bronce que representaban las estaciones del Vía Crucis desaparecieron. Comencé entonces a preguntarme: ¿qué habría sucedido? Yo ya había realizado esa subida en otras peregrinaciones un total de ocho veces y jamás había visto que hubiese otro camino, sin embargo nosotros, sin darnos cuenta, nos habíamos desviado tomando otro sendero.
Después de haber caminado por más de media hora sin haber encontrado ninguna estación, alguien preguntó: ¿equivocamos el camino? Y yo enseguida sentí una respuesta en mi corazón y contesté: "si bien este no es el camino del Vía Crucis, sin embargo no creo que hayamos equivocado el camino". El Espíritu Santo estaba subiendo con nosotros y algo nos quería decir...
No era por casualidad que, después de la tercera estación, ninguno de los treinta peregrinos que estábamos ascendiendo el monte, vimos el ancho camino con las siguientes estaciones; ni tampoco era por distracción que tomamos en cambio un angosto sendero, que si bien también llevaba a la cima del alto monte, lo hacía siguiendo otro camino.
Entonces al no hacer las meditaciones y las oraciones vocales del Vía Crucis, continuamos caminando en el silencio de la escucha, en medio de los pequeños robles y cada uno a su paso; acompañados tan solo por el sonido de los cantos de las aves.
Gradualmente fue creciendo en mi interior la conciencia de que sólo podía experimentar el amor del Espíritu de Dios, que como suave brisa, aroma de rosas y rayos de sol, acariciaba en esa agradable mañana nuestro corazón y todo nuestro ser.
Una vez que llegamos a la cima del Kriesvac, algunos de los peregrinos compartieron la lectura de las reflexiones sobre el Vía Crucis de Nuestro Señor. Sin embargo yo no podía unírmeles. Mi espíritu se elevaba como las aves que parecían suspendidas por encima de la cruz del monte Kriesvac, mientras que el Espíritu Santo, esposo de la Virgen Santísima, concebía en mi pensamiento la idea y en mi corazón el deseo de escribir el Rosario del Espíritu Santo.
Entonces me despedí de los peregrinos y bajé casi corriendo el escarpado cerro, dándome la impresión de que en lugar de bajar por senderos escarpados lo hacía por un camino llano.
Desapareció todo temor a las agudas y desiguales piedras y en pocos minutos me encontré en la base del cerro, sintiendo que había desaparecido el dolor físico y cansancio y que en cambio mi corazón necesitaba volcar a través de mis dedos, todo el amor que el Espíritu de Dios había infundido en mi alma durante el ascenso y el descenso de su santo Monte.
El fruto de la Vigilia de Pentecostés
Enséñame el camino que debo seguir y las obras que he de practicar (Cf. Éx 18, 20).
Al llegar a la habitación del hotel y al ponerme a orar y a escribir, le pregunté al Espíritu de Dios, el por qué esta efusión regalada de su Divina Presencia en el monte Kriesvac. Entonces me trajo el recuerdo que durante la vigilia de Pentecostés, dos días atrás, me había pedido que tradujese al español las oraciones que un fraile franciscano iba a hacer esa noche, delante de Jesús Sacramentado.
Debo confesar que al principio yo me había resistido pues me hubiera gustado orar cómodamente, sin tener que estar pendiente en traducir correctamente lo que se decía en otros idiomas; pero esto significaría que los peregrinos de mi grupo y otros de lengua hispana, estarían dos horas escuchando oraciones al Espíritu Santo en diferentes idiomas y sin comprender la mayor parte de aquello que se decía. Entendí que el Espíritu Santo me pedía pensar en los demás, antes que en mí mismo, aunque esto significase renunciar a un consuelo espiritual sensible.
También comprendí que así como en Pentecostés el Espíritu Santo hizo que cada uno escuchara y entendiera lo que decían los apóstoles en el propio idioma, él quería utilizarme a mí para que los peregrinos de lengua castellana, que no dominaban otro idioma, pudiesen comprender su mensaje y vivir una Vigilia de Pentecostés como si estuviesen en su propia tierra.
De más está decir que durante las dos horas que duró la vigilia, al tener que estar más atento a la traducción que a la contemplación, mi alma estuvo en aridez y mis emociones se encontraban secas como tejas.
Por lo que esa noche, terminada la vigilia, y mientras volvía desde la parroquia de Medgujorge hacia la pensión, yo discutía amigablemente con el Señor y le decía: "Bonita vigilia de Pentecostés me hiciste tener. Estoy como si hubiese estado en cualquier otro lugar, menos en adoración de tu presencia por dos horas". En esta confianza con el Señor, yo sabía que él me miraba, callaba y sonreía, a la espera del regalo que me quiso hacer dos días después en lo alto del Monte, tal como ya lo he contado y que suscitase el comienzo de estas meditaciones.
Después de bajar del Monte Kriesvac y habiendo discernido y comprendido esto que te he compartido, le agradecí colmado de gozo y le dije: "Gracias Espíritu Santo, porque tus caminos no siempre son mis caminos, pero sin lugar a dudas, tus caminos son los mejores que yo pueda recorrer".
¡Vengan, subamos a la Montaña del Señor y a la Casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas (Miqueas 4, 2).
Himnos al Espíritu Santo

El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida (Job 33, 4).
Puedes tomar uno de los siguientes himnos para iniciar el rezo del Santo Rosario:
1. "Veni Creator"
Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
tú el dedo de la mano de Dios,
tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios
los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo tú mismo nuestro guía,
evitaremos todo lo que es nocivo.
Que por ti conozcamos al Padre
y también al Hijo y que en ti,
que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.
Gloria a Dios Padre
y al Hijo que resucitó de entre los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos.
Amén.
2. Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V./ Envía tu Espíritu y todo será creado.
R./ Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos: Oh Dios, que has iluminado
los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones,
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
3. Secuencia del Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad,
dulce huésped del alma,
suave alivio para el hombre.
Descanso en el trabajo,
templanza en las pasiones,
alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz
en lo más íntimo
del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina
no hay nada en el hombre,
nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas,
riega nuestra aridez,
cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza,
enciende nuestra frialdad,
corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles,
que en ti confían,
tus siete sagrados dones.
Premia nuestra virtud,
salva nuestras almas,
danos la eterna alegría. ¡Amén. Aleluya!

El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas (Santa Teresa de Ávila).

Tres Responsorios Penitenciales: (Puedes elegir uno diferente cada vez)
A cada oración respondemos: Espíritu Santo, ten piedad.
Responsorio Penitencial 1
Por no tener una mayor amistad contigo: Espíritu Santo, ten piedad.
Por no estar consciente y valorar tu presencia en mí: Espíritu Santo, ten piedad.
Por no valorar tu vida en la vida de mis hermanos: Espíritu Santo, ten piedad.
Responsorio Penitencial 2
Por las veces que no he alimentado mi comunión contigo: Espíritu Santo, ten piedad.
Por no haberte permitido que me ayudaras a cuidar y a fortalecer la vida espiritual: Espíritu Santo, ten piedad.
Por no haberte permitido que me ayudaras a cuidar y a fortalecer mi vida emocional: Espíritu Santo, ten piedad.
Responsorio Penitencial 3
Por las veces que te he entristecido: Espíritu Santo, ten piedad.
Por las veces que no he sabido o no he querido escucharte: Espíritu Santo, ten piedad.
Por las veces que me cerrado voluntariamente a recibir o a usar tus carismas: Espíritu Santo, ten piedad.
Oración: Espíritu del Padre y de Jesús, aumenta en mí, el deseo de tener una verdadera y profunda amistad contigo, a fin de que pueda ayudar a todos de acuerdo a tu santa voluntad. Amén.

1° MISTERIO: Contemplamos al Espíritu Santo que al principio aleteaba sobre las aguas para transformar el caos.
Texto Bíblico
En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo era confusión y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los abismos mientras el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas (Gn 1, 2-3).
Magisterio de la Iglesia
Leemos en las primeras páginas del libro del Génesis: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra... y el Espíritu de Dios (ruah Elohim) aleteaba por encima de las aguas". Este concepto bíblico de creación, no sólo muestra la llamada del ser mismo del cosmos a la existencia, es decir, el dar la existencia, sino también la presencia del Espíritu de Dios en la creación, o sea, el inicio de la comunicación salvífica de Dios a las cosas que crea (Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, n° 12).
Las introducciones a cada misterio (reflexión, cita de la encíclica, etc.) son sólo ilustrativas y optativas. No necesitas leerlas antes de cada misterio. Del mismo modo son optativos los cantos sugeridos al final de cada misterio y las oraciones, las cuales han sido grabadas en el Cd En alas del Espíritu, SAN PABLO, Buenos Aires 2008.
Reflexión
Tal vez en algunos momentos de la vida, experimentas en tu corazón ráfagas de soledad, pero la realidad es que nunca estarás solo, ya que Jesús te prometió: Yo rogaré al Padre para que les dé otro Paráclito a fin de que esté con ustedes para siempre... Y Dios cumple sus promesas.
Por lo que te digo: ¡alégrate! Tienes como compañero y amigo, nada menos que a un miembro de la Santísima Trinidad, que quiere reordenar y colmar de armonía, todas las áreas de tu vida.
Al Espíritu Santo se le ha asignado la responsabilidad de ayudarte, para que llenándote de su presencia no te sientas solo. ¡Qué maravilloso es Nuestro Señor! Nos ha dado como, compañero de camino, al mismo Dios Espíritu Santo.
Petición
Espíritu de Dios, tú que todo lo puedes, aletea sobre mi alma y disipa toda tiniebla y toda confusión que pueda haber en mi vida; ven a tomar las áreas de caos, aislamiento o soledad y transfórmalas en un nuevo orden que proceda de ti.
Padre Nuestro...
1. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden espiritual. Dios te salve María...
2. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden emocional y afectivo. Dios te salve María...
3. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden intelectual. Dios te salve María...
4. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden en el uso del tiempo. Dios te salve María...
5. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden en nuestras relaciones interpersonales. Dios te salve María...
6. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden en el uso de tus dones y de los talentos que nos has dado. Dios te salve María...
7. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden en el apostolado. Dios te salve María...
8. Te entregamos, Espíritu Santo, el desorden del ámbito familiar. Dios te salve María...
9. Te entregamos, Espíritu Santo, los desórdenes del ámbito laboral. Dios te salve María...
10. Te entregamos, Espíritu Santo, cualquier otro desorden que veas que hay en nuestras vidas. Dios te salve María...
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Ruega por nosotros.
Canción sugerida:
Espíritu de Dios, quiero que vivas en mí
Espíritu, Espíritu de Dios, (bis)
en tu amor, en tu amor, quiero vivir, (bis)
en tu paz, en tu paz quiero estar,
en fortaleza y fidelidad quiero estar.
Hazme vivir en ti y en tu bondad,
hazme vivir en alegría, en mansedumbre y
dominio de mí.
En libertad, en libertad, hazme andar,
en fortaleza y fidelidad hazme andar (bis).
Quiero dejarte hacer, quiero dejarte actuar,
quiero que habites tú mi vida,
quiero, quiero, que vivas en mí
quiero, quiero, que vivas en mí
Espíritu, Espíritu de Dios (bis).

Oración: Espíritu Santo de Dios, quiero aprender a vivir en ti, a llenarme de tu presencia. Quiero ser portador de tu paz, de tu amor, de tu bondad.
Espíritu Santo de Dios, hazme habitar en ti, en tu bondad, en tu alegría, en mansedumbre y en dominio de todo mí ser.
Espíritu Santo de Dios, guíame para que siempre camine con fidelidad y en tu santa libertad; en tu seguridad y fortaleza.
Espíritu Santo de Dios, quiero que habites todos los espacios de mi vida; y que mores en mí a lo largo de toda la jornada; quiero dejarte actuar y que hagamos en mí tu proyecto.

2° MISTERIO: Contemplamos a Dios, que al soplar sobre el ser humano, le da vida su Espíritu de vida
Texto Bíblico
El Señor Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en sus narices un aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida (Génesis 2, 7).
Magisterio de la Iglesia
En el Antiguo Testamento, desde el Libro del Génesis, el espíritu de Dios fue de alguna manera dado a conocer primero como "soplo" de Dios que da vida, como "soplo vita" sobrenatural (Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, n° 22).
Al mismo tiempo, el Espíritu Santo, consustancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don (increado) del que deriva como de una fuente (fons vivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación. Como escribe el apóstol Pablo: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado"2 (Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, n° 10).
Reflexión: Cuando Dios tomó la decisión de darnos vida, soplando sobre nuestras narices y boca, lo hizo para habitar en nosotros, como en su Templo Sagrado, para llenarnos de la presencia Divina y para guiarnos a ser aquellas personas que debemos llegar a ser.
2 Rom 5, 5.
Él es, el que tiene el poder de consolar tu corazón de las pérdidas de la vida; él es quien te puede orientar en el camino de la vida; él es quien quiere levantarte después de una caída; él es quien quiere sanar tu corazón de las heridas que producen en ti sensación de soledad y que generan con frecuencia problemas en las relaciones interpersonales.
Él está unido a ti, más de lo que está pegada tu piel a la carne de tu cuerpo. Si te arrancan la piel, tu carne queda sin protección, lo mismo te sucede si echas fuera de ti al Espíritu Santo.
Petición
Dios Padre y Dios Hijo, soplen sobre mí, sobre toda la Iglesia y sobre el mundo entero, dándonos el Ruah Divino.
Espíritu Santo, tenemos necesidad de ser colmados de tu presencia, para que morando en todo nuestro ser, nos colmes de la vida divina.
Aliento Divino, llénanos de ti, para que estando en profunda comunión contigo y experimentando tu presencia de amor en nuestras almas, tengamos en nosotros tu vida plena y seamos canales de nueva vida para quienes están a nuestro alrededor. Amén.
Padre Nuestro...
11. Espíritu Santo, sopla sobre nuestras familias. Dios te salve María...
12. Espíritu Santo, sopla sobre nuestros gobernantes. Dios te salve María...
13. Espíritu Santo, sopla sobre los hermanos y hermanas del campo. Dios te salve María...
14. Espíritu Santo, sopla sobre quienes viven en las ciudades. Dios te salve María...
15. Espíritu Santo, sopla sobre los enfermos. Dios te salve María...
16. Espíritu Santo, sopla sobre los encarcelados. Dios te salve María...
17. Espíritu Santo, sopla sobre los tristes y deprimidos. Dios te salve María......
18. Espíritu Santo, sopla sobre quienes aún no han tenido la experiencia del amor de Dios. Dios te salve María...
19. Espíritu Santo, sopla sobre quienes cada día te sirven trabajando al servicio de tu pueblo. Dios te salve María...
20. Espíritu Santo, sopla sobre quienes estás llamando a dejarlo todo para seguirte. Dios te salve María...
Gloría al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Ruega por nosotros.
Canción sugerida:
Sopla sobre mí
Sopla sobre mí Señor
y renueva la faz de mi corazón,
porque soy tierra sin vida
si me falta tu agua viva;
por eso te canto
Espíritu Santo ven a mí
Espíritu Santo ven a mí
Espíritu Santo ven a mí.

Oración
Sopla sobre mí, Santo Espíritu de Dios, y así como transformaste la superficie de toda la tierra renueva la faz de mi corazón...
Sopla sobre mí, Santo Espíritu de Dios, porque si tú no alientas en mi alma, soy semejante a tierra sin vida, y me falta tu alegría...
Sopla sobre mí Señor, y derrama tu agua viva sobre mi corazón, porque sin tu presencia corriendo en mí ser, soy como tierra reseca y me vuelvo un desierto...
Sopla sobre mí Señor, con la fuerza que libera mi corazón, pues sólo con tu fuego que me quema, se rompen mis cadenas... por eso hoy clamo en tu presencia, sopla sobre mí...
3° MISTERIO: Contemplamos al Espíritu Santo que nos envía a servir
Texto Bíblico
El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor...; a consolar a todos los que están de duelo, a cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza. Ellos serán llamados "Encinas de justicia", "Plantación del Señor, para su gloria". Ellos reconstruirán las ruinas antiguas, restaurarán los escombros del pasado, renovarán las ciudades en ruinas, los escombros de muchas generaciones (Isaías 61, 1 - 4).
Magisterio de la Iglesia
La Iglesia profesa su fe en el Espíritu Santo que es "Señor y dador de vida"... se añade también que el Espíritu Santo "habló por los profetas". Son palabras que la Iglesia recibe de la fuente misma de su fe, Jesucristo. En efecto, según el Evangelio de Juan, el Espíritu Santo nos es dado con la nueva vida, como anuncia y promete Jesús el día grande de la fiesta de los Tabernáculos: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que cree en mí", como dice la Escritura: "De su seno correrán ríos de agua viva".
Y el evangelista explica: "Esto decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él". Es el mismo símil del agua usado por Jesús en su coloquio con la Samaritana, cuando habla de una "fuente de agua que brota para la vida eterna" y en el coloquio con Nicodemo, cuando anuncia la necesidad de un nuevo nacimiento "de agua y de Espíritu" para "entrar en el Reino de Dios" (Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, n° 1).
Reflexión
Es necesario que tengamos la sinceridad y la humildad de reconocer que solamente con nuestras propias fuerzas no podemos recorrer en armonía y paz el camino de la vida, ni llevar el consuelo a quienes están sufriendo.
Todos tenemos necesidad de una fuerza amorosa y superior que nos ayude y esto se da cuando reconocemos los necesitados y limitados que somos como personas y pedimos una renovada efusión del Espíritu del Señor.
Este es uno, entre muchos otros motivos, por lo cual es tan importante que asumamos como hábito cotidiano llevar una vida de oración y de intimidad con el Espíritu Santo, pues así le permitimos al Espíritu Santo obrar en nosotros y a través nuestro.
El Espíritu Santo sabe exactamente cuál es el plan de Dios para tu vida. Sabe exactamente lo que estás necesitando, lo que es bueno para ti y para la vida de quienes te rodean y a quienes él te envía a servir. Él sabe cómo actuar en el momento oportuno y te irá guiando para que siendo instrumento dócil en sus manos, puedas, como dice Isaías, renovar a muchas generaciones.
Petición: Espíritu del Señor, te doy gracias porque estás en mí, y porque me has ungido con tu preciosa unción para llevar tu mensaje y servir a tu pueblo.
Te pido que abras mis ojos para poder ver y amar a quienes tú me envías a llevarles la buena noticia; ayúdame para aprender a servirte en los más pobres; dame tu fuerza restauradora y sanadora, para así vendar los corazones heridos; cólmame de tu valentía y fortaleza, para proclamar la liberación a los cautivos de toda forma de esclavitud y para que mi vida al ser entregada a ti, sea como un suave perfume que se prolongue en cascada de bendiciones a lo largo de muchas generaciones.
Padre Nuestro...
21. Espíritu Santo, danos la sabiduría para saber cuándo callar y cuándo hablar. Dios te salve María...
22. Espíritu Santo, danos la sabiduría para saber qué decir y cómo. Dios te salve María...
23. Espíritu Santo, danos la sabiduría para saber discernir las intenciones que hay en los corazones. Dios te salve María...
24. Espíritu Santo, danos la sabiduría para distinguir el bien, del mal. Dios te salve María...
25. Espíritu Santo, danos la sabiduría para saber discernir entre el bien aparente y el bien verdadero. Dios te salve María...
26. Espíritu Santo, danos la sabiduría para conocer tus caminos y cumplir tu voluntad. Dios te salve María...
27. Espíritu Santo, danos la sabiduría para saber cómo consolar a los afligidos y liberar a los cautivos. Dios te salve María...
28. Espíritu Santo, danos la sabiduría para aprender a escuchar tu voz y la docilidad para acoger tus inspiraciones. Dios te salve María...
29. Espíritu Santo, danos la sabiduría para poner la caridad y la humildad en el primer lugar. Dios te salve María...
30. Espíritu Santo, danos la sabiduría para aprender a utilizar los carismas que nos has concedido y no dejar que se apaguen. Dios te salve María...
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Ruega por nosotros.
Canción sugerida: Ven, Espíritu de Dios
Ven, Espíritu de Dios,
ven a mi ser, ven a mi vida, Vida.
Ven Espíritu de amor,
ven a morar maranathá.
Ven, Espíritu de Dios, inúndame de amor,
ayúdame a seguir. Ven y dame tu calor,
quema mi corazón, enséñame a servir.
Hoy la vida que me das te invoca en mi dolor.
Y clama: ven Señor, ven y cambia mi existir,
transforma mi penar en glorias hacia ti.

Oración
Espíritu Santo de Dios, por medio de la oración y de nuestra entrega diaria, tú vas haciendo tu obra en nosotros.
Tú nos perdonas y nos liberas del barro del pecado con el cual nos habíamos manchado.
Tú nos llevas a habitar en tu presencia.
Tú nos enseñas a conocer el amor de Jesús y a experimentar el abrazo amoroso del Padre.
Tú nos enseñas a ser dóciles a tus inspiraciones, como lo fue la Virgen Santísima y a servir en tu Iglesia con un corazón recto.
Espíritu Santo de Dios, tu gozo se va derramando en nuestros corazones.
Tú vienes a darnos tus dones, tus frutos y tus carismas.
Espíritu santo de Dios, sigue obrando en nuestras vidas, sigue alentándonos como lo hiciste con los apóstoles; haz que en nuestros corazones corran ríos de agua viva, que sacien la sed de amor, paz y felicidad que hay en nosotros y en tantos hermanos y hermanas que te necesitan.
4° MISTERIO: Contemplamos al patriarca José que, lleno de la sabiduría del Espíritu Santo, es puesto al frente de Egipto para guiar y proteger al pueblo.
Texto Bíblico
El Faraón les dijo: "¿Podemos encontrar otro hombre que tenga en igual medida el espíritu de Dios?". Y dirigiéndose a José, le expresó: "Ya que Dios te ha hecho conocer todas estas cosas, no hay nadie que sea tan prudente y sabio como tú. Por eso tú estarás al frente de mi palacio, y todo mi pueblo tendrá que acatar tus órdenes"... Y el Faraón siguió diciendo a José: "Ahora mismo te pongo al frente de todo el territorio de Egipto" (Génesis 41, 38-41).
Magisterio de la Iglesia
El mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los Sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que "distribuye sus dones a cada uno según quiere" (1 Cor 12, 11), reparte entre los fieles de cualquier condición incluso gracias especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia según aquellas palabras: "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad" (1 Cor 12, 7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo. Los dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos de los trabajos apostólicos, sino que el juicio sobre su autenticidad y sobre su aplicación pertenece a los que presiden la Iglesia, a quienes compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino probarlo todo y quedarse con lo bueno (cf. ITes 5, 19-21) (Lumen Gentium 12 b. Sentido de la fe y de los carismas en el Pueblo de Dios).
Reflexión
En algunas ocasiones existe el peligro de pedir cosas que en apariencia nos pueden parecer buenas, pero que el Espíritu de Dios sabe que no nos convienen José, gracias a la paciencia y a la perseverancia, recibió en el momento oportuno del Espíritu de Dios lo que necesitaba, no solo para él, sino también para su familia y para todo el pueblo de Egipto, liberándolo así, gracias a los dones del Santo Espíritu, de las consecuencias de los siete años de penuria que sufrió el país.
Por otro lado, Dios quiere colmarnos de sus dones, pues no solo cada uno de nosotros tiene necesidad de ellos, sino también todo un mundo que se halla hambriento de Dios.
Petición
Espíritu de Dios, en este misterio te pedimos seguir uniéndonos a ti cada vez más profundamente, de modo tal que tu santa unción nos colme de tus dones y de manera semejante a como los rayos del sol atraviesan un límpido cristal, puedas pasar a través nuestro para así iluminar la oscuridad que hay en los diversos ámbitos de la sociedad y colmar de tu luminosidad los corazones que necesitan de tu resplandor.
Padre Nuestro...
31. Espíritu Santo, cólmanos del don del santo temor, para que se renueve cada día nuestra capacidad de asombro y reverencia por todas tus maravillas. Dios te salve María...
32. Espíritu Santo, cólmanos del don de la fortaleza, para que sostenidos por ti, podamos sostener a los más débiles.
Dios te salve María...
33. Espíritu Santo, cólmanos del don de entendimiento e inteligencia, para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas. Dios te salve María...
34. Espíritu Santo, cólmanos del don de Consejo para que ilumine nuestras conciencias en las opciones que la vida diaria nos impone. Dios te salve María...
35. Espíritu Santo, cólmanos del don ciencia, para darnos a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. Dios te salve María...
36. Espíritu Santo, cólmanos del don de piedad, para que crezca el afecto filial hacia Dios como' Padre. Dios te salve María...
37. Espíritu Santo, cólmanos del don de sabiduría, para poder ver y gustar las cosas según Dios. Dios te salve María...
38. Espíritu Santo, cólmanos aún más del don de la fortaleza, para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Y para superar la timidez y la agresividad. Dios te salve María...
39. Espíritu Santo, cólmanos aún más del don de piedad, para que sanes nuestros corazones de todo tipo de dureza y se abran a la fraternidad universal. Dios te salve María...
40. Espíritu Santo, cólmanos del don del discernimiento, sugiriéndonos lo que conviene más para nuestras vidas. Dios te salve María...
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Ruega por nosotros.
Canción sugerida:
Ven y lléname
Ven y lléname, ven y lléname.
Ven y lléname, ven y lléname.
Ven y lléname, ven y lléname.
Llena este lugar de tu Espíritu Señor,
que se pueda respirar, de tu amor y tu perdón.
Ven cambia todo mi ser por ti.
Ven cambia todo en mí por ti.

Oración:
"Ven Señor. Ven y lléname de tu Santo Espíritu. Hoy te abro las puertas de mi corazón; hoy te abro todas las puertas de mi historia.
Ven Espíritu Divino, ven a guiarme para caminar de tu mano por cada escalón de mi alma, de mi vida.
Espíritu de Dios, cólmame de tu presencia, bendíceme con tus dones; enséñame a respirar de tu amor, y tu perdón, pues solo tú puedes enseñarme a perdonar de verdad y a amar con tu mismo corazón.
Llena mi vida, llena mi hogar, llena a cada miembro de mi familia y de mi comunidad... cambia todo lo que en nosotros necesita ser cambiado. Ven y lléname...".

5° MISTERIO: Contemplamos cómo Dios infunde el Espíritu Santo que ya estaba en Moisés, sobre otros setenta ancianos
Texto Bíblico
El Señor respondió a Moisés: "Reúneme a setenta de los ancianos de Israel... llévalos a la Carpa del Encuentro y que permanezcan allí junto contigo. Yo bajaré hasta allí, te hablaré y tomaré algo del espíritu que tú posees, para comunicárselo a ellos. Así podrán compartir contigo el peso de este pueblo y no tendrás que soportarlo tú solo...
Entonces el Señor bajó en la nube y habló con Moisés; luego tomó una parte del espíritu que Moisés tenía y se lo dio a los setenta ancianos. En cuanto el espíritu reposó sobre ellos, comenzaron a hablar como profetas" (Nros 11, 16-17 y 25).
Magisterio de la Iglesia
Examinando los espíritus para ver si son de Dios, descubran con el sentido de la fe los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los más elevados; reconociéndolos con gozo y fomentándolos con diligencia. Entre los otros dones de Dios, que se hallan abundantemente en los fieles, merecen especial cuidado aquellos por los que no pocos, son atraídos a una vida espiritual más elevada. Encomienden también confiadamente a los seglares trabajos en servicio de la Iglesia, dejándoles libertad y radio de acción, invitándolos incluso oportunamente a que emprendan sus obras por propia iniciativa.
Piensen, por fin, los presbíteros que están puestos en medio de los seglares para conducirlos a todos a la unidad de la caridad: "amándose irnos a otros con amor fraternal, honrándose a porfía mutuamente" (Rom 12, 10) (Presbyterorum Ordinis, n 9).
Reflexión
El Espíritu Santo, al habitar en nosotros, nos ayuda a fructificar. El ver que nuestra vida es renovada por él y que damos frutos, hace que la entrega y los sacrificios por el Reino de Dios, cobren un nuevo sentido y que nos llenemos del entusiasmo que viene de trabajar en la viña del Señor.
A su vez, cuando nos damos cuenta que para poder avanzar debemos caminar en el Espíritu y no en la carne y al comprender que cada uno, no tiene en sí mismo todos los carismas y que solos no podemos dar frutos, anhelamos que el Espíritu Santo distribuya estos dones entre aquellos con quienes estamos llamados a construir el Reino del Señor en nuestra parroquia, congregación, comunidad, familia o cualquier otro ámbito cristiano. El, por medio de sus frutos nos quiere enseñar a ser comunidad y capacitar para realizar la tarea a la que nos ha llamado.
Petición
Espíritu de Dios, tú que pasaste de Moisés a otros setenta hombres, sin disminuir en él tu presencia ni tu poder, haz que no tengamos temor de compartir lo que de ti hemos recibido con todos nuestros hermanos, de manera tal que siga aumentando tu presencia en nosotros y que con la potencia de tus frutos, seamos constructores de comunidades unidas, sanas y misioneras, y donde junto con el Padre y el Hijo, seas el centro de nuestras vidas. Amén.
Padre Nuestro...
41. Espíritu Santo, haz que crezcan en nosotros, los frutos de la caridad, el gozo y la paz. Dios te salve María...
42. Espíritu Santo, haz que crezcan en nosotros los frutos de paciencia y mansedumbre. Dios te salve María...
43. Espíritu Santo, haz que crezcan en nosotros los frutos de bondad y benignidad. Dios te salve María...
44. Espíritu Santo, haz que crezca en nosotros el fruto de la perseverancia. Dios te salve María...
45. Espíritu Santo, haz que crezca en nosotros el fruto de la fe. Dios te salve María...
46. Espíritu Santo, haz que crezcan en nosotros los frutos de modestia, templanza y castidad. Dios te salve María...
47. Espíritu Santo, haz que crezca en nosotros la virtud de la prudencia. Dios te salve María...
48. Espíritu Santo, haz que crezcan en nosotros las virtudes de la justicia y de la generosidad. Dios te salve María...
49. Espíritu Santo, haz que crezcan en nosotros las diversas virtudes humanas. Dios te salve María...
50. Espíritu Santo, haz que crezcan en nosotros las virtudes que concediste a tu Madre, la Virgen Santísima. Dios te salve María...
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
Virgen María, Esposa del Espíritu Santo, Ruega por nosotros.
Canción sugerida:
Fluye en mí
Fluye en mí, oh Espíritu de Dios vive en mí
con tu fuerza con tu amor que te pueda ver
obrando sobre mí con poder.
En tus fuentes de agua eterna Purifícame,
y en tu fuego inextinguible Vivifícame
yo no quiero sólo un toque especial de ti
Santo Espíritu quiero que vivas en mí,
Santo Espíritu quiero que vivas en mí.

Oración
Espíritu de Dios, quiero que vivas y fluyas en mí.
Si tú estás viendo alguna área de mi corazón donde falta la vida, resucítala, pues solo tú tienes el poder de traer vida nueva, vida abundante.
Toca mi historia y revitaliza en mí, el gozo y la alegría, para que pueda llevar vida nueva a los miembros de mi familia, a los hermanos y hermanas de mi comunidad y a todas las personas que encontraré en este día.
Vive en mí, Santo Espíritu de Dios y cólmame de vida abundante. Amén.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos. Y, después de este destierro,muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, OH piadosa, OH dulce Virgen María! Ruega por nosotros,Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Por el Santo Padre, por los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, para que reciban una nueva y poderosa efusión del Espíritu Santo.
Padre Nuestro... Ave María. Gloria...
Oraciones finales

1. Oración para dejar fluir los dones del Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, y bautízame con el fuego de tu amor. Me he rendido lo mejor que he podido y ahora quiero que me llenes con tu Espíritu. Necesito tu poder en mi vida. Por favor, ven y lléname ahora.
Señor, creo que cuando me abandono a ti como Señor, nos hacemos uno. Tú eres la vid y yo soy el sarmiento. Mi vida fluye ante ti. Creo que al rendirme y pedir, tú liberarás tu fuerza, sabiduría, y sanación, para llenar mis actuales necesidades. Ahora me rindo para recibir tus dones de santificación: Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y fortaleza, Espíritu de ciencia y temor de Dios. Necesito dones en mi vida, para mi crecimiento como cristiano.
Me rindo y te pido que envíes la manifestación de tus dones de servicio: sabiduría, ciencia, fe, curaciones, milagros, profecía, discernimiento de espíritus diversidad de lenguas e interpretación de lenguas Lo necesito para ser testigo en un mundo doliente. Sólo en tu poder, guiado por tu Espíritu puede ser fructífera mi vida. Ven, Espíritu Santo. Ven, Espíritu Santo. Lo quiero todo envuelto en el mayor de los dones el Amor. Derríteme, moldéame, lléname, úsame.
Dame oportunidades para usar tus dones, para revelar tu amor y tu misericordia. Ensánchame, Señor. No limitaré tus dones con mi percepción de lo que yo pueda manejar. Espíritu Santo, aumenta mi capacidad. Obra en mí poderosamente. Quiero que cada propósito que Dios tiene para mi vida se cumpla: Te necesito, poderoso Espíritu de Dios, para que se cumpla ese propósito. Ven, Espíritu Santo, ven.
Al fluir a través de mí para dirigir a otros, sé que tú estás fluyendo en mí para sanar mi vida también. Gracias por inundar los sitios profundos de mi vida con tu amor intenso. Gracias por lavar y limpiar cualquier herida y cicatrices del pasado que aún tienen poder para dominar mis pensamientos y reprimir mi libertad física y emocional.
Gracias por traer luz a las tinieblas y calor a cualquier habitación fría y oscura de mi alma. Espíritu Santo compasivo, gracias por venir a quitar lágrimas no lloradas, penas de luto, el dolor de pérdidas, los traumas, miedos, heridas emocionales tan dolorosas que estaban enterradas vivas. Espíritu de sabiduría, gracias por llegar hasta la raíz de las causas de cualquier fallo crónico.
Espíritu Santo amoroso, gracias por pasar conmigo a través de mis años de infancia y enfrentarte al pasado conmigo. Gracias por recordarme que el amor de Cristo siempre estaba ahí, llenando las brechas entre el amor que necesitaba y el amor que recibía.
Te alabo, Jesús. Que esto sea una oportunidad para una efusión más profunda del Espíritu, a la par que se esta liberando una gran parte de mi vida emocional.
¡Gracias, Espíritu Santo, por tu presencia conmigo, fluyendo libremente en mí, a través de mí' ¡Gracias por ser mi Amigo, mi Maestro, mi Consuelo, mi Consejero, mi intercesor y el dador de dones extraordinarios! ¡Gracias especialmente por...!
2. Oración al Espíritu Santo
Señor te damos gracias porque tú eres nuestro Dios Nos has dado la vida, los dones y los frutos del Espíritu. Sabemos que si no nos apartamos de ti iremos creciendo espiritualmente y seremos llenos de los frutos de tu Espíritu. Ayúdanos a tener amor, gozo, paciencia, paz, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Ayúdanos a poder dar a los demás todo lo que tú nos das.
Te pedimos por todos los sordos del mundo Que tu Espíritu Santo los esté llamando y hablándoles al corazón. Que ellos puedan entregar su vida a ti y ser llenos de los frutos de tu Espíritu. Gracias Señor amado. Te damos gloria, honra y alabanza, amén.
3. Consagración al Espíritu Santo
¡Oh, Espíritu Santo, lazo divino que unes al Padre con el Hijo en un inefable y estrechísimo lazo de amor!
Espíritu de luz y de verdad, dígnate derramar toda la plenitud de tus dones sobre mi pobre alma, que solemnemente te consagro para siempre, a fin de que seas su preceptor, su director y su maestro. Te pido humildemente fidelidad a todos tus deseos e inspiraciones y entrega completa y amorosa a tu divina acción.
¡Oh, Espíritu Creador! Ven, ven a obrar en mi la renovación por la cual ardientemente suspiro. Renovación y transformación como una nueva creación toda de gracia de pureza y de amor, con la que dé comienzo a la vida enteramente espiritual, celestial, angélica y divina que pide mi vocación cristiana.
¡Espíritu de Santidad! Concede a mi alma el contacto de tu pureza, y quedará más blanca que la nieve ¡Fuente sagrada de inocencia, de candor y de virginidad! Dame a beber de tu agua divina, apaga la sed de pureza que me abrasa, bautizándome con aquel bautismo de fuego cuyo divino bautisterio es tu divinidad, eres tú mismo. Envuelve todo mi ser con sus purísimas llamas.
Destruye, devora, consume en los ardores del puro amor, todo cuanto haya en mí que sea imperfecto terreno y humano; todo lo que no sea digno de ti.
Que tu divina unción renueve mi consagración como templo de toda la Santísima Trinidad y como miembro vivo de Jesucristo, a quien, ofrezco mi alma, cuerpo, potencias y sentidos con todo cuanto soy y tengo
Hiéreme de amor, ¡oh, Espíritu Santo!, con uno de esos toques íntimos y sustanciales, para que, a manera de saeta encendida, traspase mi corazón, haciéndome morir a mí mismo y a todo lo que no sea el Amado. Tránsito feliz y misterioso que tú sólo puedes obrar, ¡oh, Espíritu Divino! y que anhelo y pido humildemente.
Cual carro divino de fuego, arrebátame de la tierra al cielo, de mí mismo a Dios, haciendo que desde hoy more ya en aquel paraíso que es su corazón. Infúndeme el verdadero espíritu de mi vocación y las grandes virtudes que exige y son prenda segura de santidad: el amor a la cruz y a la humillación y el desprecio de todo lo transitorio. Dame, sobre todo, una humildad profundísima. Ordena en mí la caridad y embriágame con el vino que engendra vírgenes.
Que mi amor a Jesús sea perfectísimo, hasta llegar a la completa enajenación de mí mismo, a aquella celestial demencia que hace perder el sentido humano de todas las cosas, para seguir las luces de la fe y los impulsos de la gracia. Recíbeme, pues, ¡oh, Espíritu Santo!; que del todo y por completo me entregue a ti. Poséeme, admíteme en las castísimas delicias de tu unión, y en ella desfallezca y expire de puro amor al recibir tu ósculo de paz. Amén.
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