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8 may 2013

“el amor que sana, y el amor que enferma”

« Respondió Jesús y le dijo: --Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado mientras todavía estoy con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Oísteis que yo os dije: “Voy y vuelvo a vosotros.” Si me amarais, os gozaríais de que voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.»

Jn. 14, 23-29

Si nos hiciéramos la pregunta sobre qué sana y qué enferma a los hombres de hoy, seguramente que responderíamos haciendo alusión a algunas de las enfermedades de las que aún no se han hallado antídoto. O tal vez aludiríamos al stress que se vive en la sociedad actual.

Pero en realidad aquello por lo que los hombres podemos llegar a enfermarnos o a sanarnos, no tiene que ver con un virus o una epidemia, sino con el amor. Es cierto. El amor pueda sanar o puede enfermar…

El amor es la única pasión que tiene esta doble dimensión. Sanar o enfermar.

Se preguntarán ¿es posible que el amor enferme?, ¿es posible que el amor tenga esa capacidad de sanar y de enfermar?. El amor es una fuerza que puede transformar a una persona, pero también tiene una energía que puede enfermar ya sea por falta o por exceso.

El amor enferma cuando tiene dobles intenciones. Cuando no es limpio o cuando no tiene en cuenta a la otra persona como un ser único e irrepetible. Es común percibir como el amor de los padres está mezclado con otros motivos. A veces aman a los hijos para compensar, a través de este amor, la falta de amor, de protección, de atención que ellos no experimentaron. De esta manera resulta que el amor no es desinteresado: tiene segundas intenciones.

El amor enferma cuando pretende tener sometida a la otra persona. Cuando busca ser la fuente que cubre todas las necesidades de los otros. Este amor, disfrazado de generosidad, esconde bajo su máscara un anhelo profundo de sentirse amado a través de hacerse “necesario” para los demás.

El amor enferma cuando exige o reclama más de lo que los demás pueden dar. Hay personas que sienten el deseo de que ser amados incondicionalmente. Exigen demasiado a los demás, y lo único que logran es un amor frágil y limitado. Pretenden que el amor del otro satisfaga plenamente su necesidad y lo que generan es más rechazo y asilamiento.

Cuando una persona espera demasiado del amor del otro, es signo de que posee una dificultad para amarse a sí misma. No logra aceptarse ni soportarse a sí misma y por ello pretende hacerlo a partir del amor del otro. Se “siente a sí misma” a partir del amor que el otro puede dar. Amor que siempre será poco para la inmensa necesidad que experimenta de sentirse amado.

Pero el amor también sana y transforma a la persona.

¿Cuándo el amor sana y transforma al ser humano?

El amor que sana es el amor que sostiene: Es esa manifestación de cariño y de ternura, a partir del cual la otra persona siente que no es enjuiciada. El amor es sano cuanto sostiene a la otra persona mientras ensaya su libertad. Cuando alienta a intentarlo nuevamente a pesar de las caídas o de los fracasos. El amor es sano si sostiene al otro en su individualidad, cuando lo respeta y lo acepta.

El amor que sana es el amor que propone: Es el amor que no busca tener siempre la razón, sino el amor que busca la verdad. En ello nos damos cuenta de que un amor es genuino, en la búsqueda de la verdad. Es el amor que no alardea de lo que sabe –“yo sabía que te iba a pasar eso”- sino que busca que ambos puedan ver el horizonte desde perspectivas distintas. El amor sano, no busca egoístamente tener la razón, sino que propone la búsqueda de la verdad.

El amor que sana es el amor que se ofrece: El amor que se ofrece es aquel que es generoso. Aquel que no tiene segundas intenciones. El amor cuando se ofrece está dispuesto a recibir también en su justa medida lo que la otra persona es capaz de dar. No busca satisfacer su vanidad ni compensar su baja autoestima, sino que se goza y se alegra de lo que el otro puede dar desde su libertad y desde su capacidad de amar.

En toda persona habita el deseo de amar y de ser amada. El ser humano llega a serlo cuando experimenta amor y puede dar amor… En esto radica el consejo que Jesús les da a sus discípulos. Consejo con el cual pretende que todos los hombres podamos hacer frente a aquella fuerza que puede sanarnos o enfermarnos. «Ámense los unos a los otros, como yo los he amado». Y el amor con el que Él nos ha amado es un amor que se ofrece, que sostiene al débil y que sobre todo busca la verdad.

 

P. Javier Rojas sj

 

30 abr 2013

en esto conoceran todos que sois mis discipulos

El evangelio en casa
 
Cuando Judas había salido, dijo Jesús: --Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios le glorificará en sí mismo. Y pronto le glorificará. Hijitos, todavía sigo un poco con vosotros. Me buscaréis, pero como dije a los judíos: "A donde yo voy vosotros no podéis ir", así os digo a vosotros ahora. Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.
Jn. 13, 31-35
 
«Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.
Cuando EL ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, LA LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: ¿Jugamos al escondite? LA INTRIGA levantó la ceja intrigada, y LA CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó: ¿al escondite? ¿Y cómo es eso?. Es un juego - explicó LA LOCURA- , en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego. EL ENTUSIASMO bailó secundado por LA EUFORIA. LA ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a LA DUDA, e incluso a LA APATÍA, a la que nunca interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, LA VERDAD prefirió no esconderse ¿para qué? Si al final siempre la hallaban, la SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y LA COBARDÍA prefirió no arriesgarse...
Uno, dos, tres... comenzó a contar LA LOCURA. La primera en esconderse fue LA PEREZA, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La FE subió al cielo y LA ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. LA GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos... que si un lago cristalino , ideal para LA BELLEZA, que si la rendija de un árbol, perfecto para LA TIMIDEZ, que si el vuelo de una ráfaga de viento, magnífico para LA LIBERTAD. Así terminó por ocultarse en un rayito de Sol. EL EGOÍSMO en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero sólo para él. LA MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y LA PASIÓN Y EL DESEO en el centro de los volcanes. EL OLVIDO... se me olvidó donde se escondió...pero eso no es lo importante. Cuando LA LOCURA contaba 999.999, EL AMOR aún no se había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado...hasta que encontró un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. Un millón, - contó LA LOCURA- y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue LA PEREZA sólo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó a LA FE discutiendo con DIOS en el cielo sobre teología y a LA PASIÓN y EL DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a LA ENVIDIA y claro, pudo deducir donde estaba EL TRIUNFO. AL EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo, el sólo salió de su escondite, había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió LA BELLEZA y con la DUDA resultó más fácil todavía pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos, EL TALENTO entre la hierba fresca, a LA ANGUSTIA en una oscura cueva, a LA MENTIRA detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta EL OLVIDO...que ya se le había olvidado que estaban jugando al escondite, pero sólo EL AMOR no aparecía por ningún sitio, LA LOCURA buscó detrás de cada árbol, de cada río del planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y las rosas... y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas había herido en los ojos AL AMOR; LA LOCURA no sabía qué hacer para disculparse, lloró, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra...EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.»

Es cierto. No existe nada más loco que el amor. Quien se deja alcanzar por él o se anima a entregarlo, ingresa en un mundo completamente nuevo, donde las reglas y las normas llegan incluso a desafiar la cordura y la sensatez.
Amar, es elegir vivir con la locura a cuestas pero sin enloquecer. Amar es desear estar cerca de alguien pero sin sentirse esclavo. Amar es mirar la realidad con esperanza pero sin ser ingenuo. Amar es una opción que se toma cada mañana al levantarse y se promete retomar al día siguiente antes de irse a dormir.
Es fácil reconocer al enamorado, como así también al amargado, al resentido y al envidioso. Porque el enamorado ve cosas que nadie percibe. Tiene una cualidad especial por advertir, por más pequeña que sea, la novedad. Aunque no siempre lo exprese.
Se sorprende, se admira, se pregunta ¿dónde estuviste escondido todo este tiempo? Y se alegra, se goza. Sólo el enamorado puede desafiar las leyes de la gravedad, porque vive volando, soñando, anhelando. El hombre y la mujer enamorados, ven con el corazón y sienten con las entrañas.
El enamorado escucha voces interiores. Poco a poco el enamorado sensibiliza su audición. Aprende a interpretar los gestos, las actitudes, las maneras de ser de la otra persona. Puede oír la voz interior que habita en él y tiene certezas que la razón no puede dar. El enamorado es un poeta, dice cosas que nadie imagina. No le importa si sus palabras son refinadas, le basta la entonación para comunicar lo que siente por dentro. El enamorado comprende el límite del lenguaje, sabe que el amor no cabe en ninguna palabra y que siempre será poco, lo que llegue a expresar.
El enamorado no sólo ve la realidad de una manera nueva, no sólo oye esa voz interior que son sus sentimientos, sino que también se comporta de una manera distinta. Porque en el corazón del enamorado no existe ni el tiempo, ni el presente. Puede pasar horas gustando y saboreando las cosas que vive, mientras se mueve entre la añoranza y el proyecto. Sueña, imagina y quiere hacer realidad lo que siente.
Cuando el hombre y la mujer se han enamorado, se despojan de los viejos hábitos y asumen comportamientos que expresan el sentimiento que llevan dentro. El hombre y la mujer enamorados no temen que sus maneras de actuar sean criticadas o se presten a la burla. Ellos saben que sólo quien vive el amor entiende el verdadero significado de la palabra fidelidad.
Este amor humano es el que nos expresó Jesucristo con su vida, con sus palabras y con sus obras. Un amor con el que desafió a los poderosos, un amor con el que cuestionó a la religión, y un amor que supo expresar a quienes se sentían necesitados de él.
Ese amor es el que nos manifestó Jesús en la noche de la última cena. Ese amor que se siente con la sangre, que se expresa en las obras y se vive con la entrañas, es el que nos invita a que nos tengamos entre nosotros.
«Ámense los uno con los otros, cómo yo los he amado». Porque de la misma manera con que me ama mi Padre, los amo yo a ustedes. Y nada de lo hayas hecho, nada de lo que hagas y nada de lo que llegues a hacer, hará que cambie mi amor por ti
Ama a tu hermano como yo te amo a ti. ¿Te animas a amar con ese amor? 
P. Javier Rojas sj
 
Seamos sinceros con nosotros mismos. Si procuráramos que nuestro amor tuviera estas características ¿habría razón para tantos desencuentros?