Anuncia el reino de Dios...
Busca el interés por Jesucristo...
Continúa la obra de Jesús...
Dedica tiempo a la oración personal y comunitaria...
Enseña con caridad y con claridad...
Favorece a los más débiles...
Gasta tiempo e ingenio en favor del Reino de Dios...
Huye del derrotismo y de la desesperanza...
Ilumina con la Palabra de Dios, en el Espíritu Santo...
Jerarquiza, por orden y prioridad, los valores esenciales de la vida...
Lee, para reflexionar, aquello que quiere transmitir...
Llega, con silencio y con palabra, en el momento preciso...
Mira con optimismo su trabajo. Sabe que Dios lo acompaña...
Nunca dice: “Es suficiente lo que hago”...
Opina que su misión vale la pena, y que Dios le dará fruto...
Participa asiduamente de la Eucaristía...
Quiere y promueve la verdad y la justicia...
Renueva su vida, frecuente, con la confesión personal...
Saborea cada encuentro como si fuese el primero...
Tiene la sensación de que una fuerza superior lo sostiene...
Une su esfuerzo al de toda la iglesia universal...
Vive en su propia vida aquello que predica...
Xilografía, con sus obras, lo que siente y vive por dentro...
Yuxtapone, con su propia vida, la orientación del Evangelio...
Zarpa, en aquello que se propone, con la ayuda de María Virgen...
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