“Estamos llamados a detenernos en los ‘lugares’ del estupor. ¿Y cuáles son estos lugares del estupor en la vida cotidiana? Son tres.
El primer lugar es el otro, en el cual reconocer a un hermano, porque desde que se produjo el Nacimiento de Jesús, cada rostro lleva impresas las semblanzas del Hijo de Dios...
Otro lugar del estupor en el que, si miramos con fe, experimentamos precisamente el estupor es la historia. Tantas veces creemos que la vemos por el lado justo, y en cambio corremos el riesgo de leerla al revés.
Un tercer lugar del estupor es la Iglesia: mirarla con el estupor de la fe significa no limitarse a considerarla sólo como una institución religiosa, sino sentirla como una Madre que, aun entre manchas y arrugas – ¡tenemos tantas! – deja translucir los lineamientos de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor... Una Iglesia que sabe reconocer los muchos signos de amor fiel que Dios le envía continuamente…”
20 Dic. 2015.
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