5 abr 2016

CURSO RADIAL DE CATEQUISTAS :4º Encuentro: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”

4º Encuentro: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”

image_pdfimage_print
Audio Player
12471770_339239872866976_7091918827128102259_o
01/04/2016 – El este 4to encuentro reflexionamos sobre un tema tan fundamental como complejo: Hombre ¿quién eres?
En el libro del Génesis, en su primer capítulo, leemos: “Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza…” Gn 1,26ª. Y esto ¿qué significa?
En pocas palabras podemos decir que, fundamentalmente y a la luz de lo que venimos reflexionando juntos fuimos creados a imagen de un Dios Trinidad de amor – comunión en el amor. Y si esto es verdad como verdadero es el deseo de todo hombre de ser feliz. El hombre solo puede realizar su vida plenamente cuando es fiel al sentido con el que fue creado. Es decir cuando el hombre se percibe amado y es capaz de brindarse amando. Cuando es capaz de vivir en comunión de amor y responsabilidad con Dios, el prójimo y su historia.
Como la savia en la planta el alimento de nuestro espíritu, y de todo nuestro ser humano encarnado en la historia, es el amor. Por eso quisiera compartir una pequeña historia de un misterio grande como la vida misma: La historia de “María” que es la de muchas Marías (cambio el nombre para preservar su identidad): Una chica de, a penas, 14 años y jefa de una bandita de la calle que quedó embarazada fruto de una violación en el Puente de la Noria. El embarazo llegó a término y produjo en esa chica rebelde un cambio demasiado impresionante para ser verdad y se sostuviera en el tiempo.
María dio a luz un bebé aparentemente sano y bello, como todo bebé, quiso que los curas se la bautizaran y ser una madre como las que veía en los bautismos cuando pedía en la puerta de la Iglesia. Después de todo la única referencia de afecto era esa iglesia y esos curas.
Todo hacía suponer un final feliz, como las películas de americanas, pero el “milagro” duró poco. Luego de unas semanas María comenzó a rechazar a su bebé y negarle cualquier forma de afecto. Sin amor la criatura comenzó a entrar en una situación de agonía que exigió la intervención acelerada de algunos agentes de pastoral de minoridad y la justicia de menores para darle una familia sustituta que la rescatara desde el amor. Tan esencial es el amor para poder sobrevivir. Lo que sigue ya es otra historia…
En este “Año de la Misericordia” que bueno darnos cuenta que todos somos necesitados de amor y cuanto bien nos hace no solo recibirlo sino también ofrecerlo a los demás. El amor es sanador y todos estamos llamados a constituirnos, como dice Nowen, en sanadores heridos. Conscientes de nuestra fragilidad y generosos para compartir el don con los demás.

 ¿Quién estropeó la fiesta? Segundo acto: La caída.

Todo hombre desea ser feliz, pero la felicidad no suele se algo sencillo. A diario la felicidad se ve amenazada por una serie de acontecimientos que no siempre podemos resolver con facilidad.
Una historia de Saint-Exupery: “Hace algunos años, en el curso de un largo viaje en tren (…) me levanté del asiento. Atravesé, cerca de la una de la mañana, todo el tren. Las butacas pullman estaban vacías. Los coches de primera estaban vacíos.
Pero los coches de tercera encerraban a centenares de obreros polacos despedidos de Francia y que volvían a su Polonia…” Comentar el relato del final de Tierra de hombres del gran autor del Principito.
Para pensar: Cuántas veces nos encontramos en la catequesis, o en las periferias existenciales, desde los andenes de las estaciones o las terminales de colectivos o en las casas “bien” que hace tiempo dejaron de ser un “hogar”, con este problema: Lo humano asesinado aunque el hombre siga vivo. ¿No fuimos creados para ser felices? ¿Para qué Jesús ofreció su vida en la cruz? ¿Cómo predicar el Evangelio de la Misericordia en esas periferias?
El segundo acto del drama dijimos que es la Caída. Y con la caída la irrupción de la mayor amenaza para el hombre “el mal”.Todavía no hablamos de pecado, lo haremos la próxima semana, pero si de una experiencia de la que nadie está exento y nadie puede negar: El Mal. Todo hombre ve amenazada su felicidad por la experiencia del mal que lo rodea con infinitas mascaras, algunas incluso con apariencia de bondad y grandes promesas que a la larga o a la corta se manifiestan “incapaces” o “mentirosas”. Porque “sólo el amor es digno de Fe” y Dios Amor es el único que puede dar la respuesta definitiva a la sed de sentido que lleva cada hombre en su andar por la vida.
Como ejemplo les propongo la triada trágica que sugiere el fundador de la logoterapia (Víctor Frankl) en El hombre doliente: El sufrimiento, la culpa y la muerte. Comentario.
La respuesta solamente puede ser hallada cuando alguien acepta que no son las situaciones exteriores las que nos hacen imagen de Dios Amor y por lo tanto felices, y descubre que tampoco está lanzado a arreglárselas por sí solo, sino que “Sólo el Espíritu si sopla la arcilla, pude crear al Hombre” (como concluye Saint-Exupery).

Nietzche decía: “el que tiene un porque siempre hallará el como”

Les propongo leer el Prólogo del Evangelio según San Juan. Leerlo como quien recibe un mensaje de alguien muy amado y a la luz de la vida concreta de cada uno o de cada comunidad de vida: Familia, grupo de catequesis o de catequistas, grupo parroquial, en el contacto misionero, con los compañeros de camino por la vida… Rescatar palabras como sentido, vida, luz …, pero no en abstracto, recogerlas desde la vida misma y desde las situaciones vividas y compartidas.
El texto en griego dice el “logos se hizo sarx” y lo traducimos generalmente como “la Palabra (o el Verbo) se hizo carne”. Yo les sugiero hoy otra traducción, posible y legítima, el “Sentido se hizo carne” en Jesús.
Por eso encontrarse con Jesús es encontrarse con el sentido último (y en otro sentido primero) y definitivo de mi propia vida y de la de los demás hombres y mujeres con los que compartimos el andar por la vida.
Y la esperanza que se funda en este sentido donado y descubierto puede emerger incluso desde las “aguas servidas” o el “barro” de la historia.
El testimonio de Víctor Frankl en medio de un campo de concentración puede ayudarnos. Les propongo compartir dos textos de su obra: El hombre en busca del sentido.
“La máxima preocupación de lo prisioneros se resumía en una pregunta: ¿Sobreviviremos al campo de concentración? De lo contrario, todos estos sufrimientos carecerían de sentido. La pregunta que a mí, personalmente, me angustiaba era esta otra: ¿Tiene algún sentido todo este sufrimiento, todas estas muertes? Si carecen de sentido, entonces tampoco lo tiene sobrevivir al internamiento. Una vida cuyo último y único sentido consistiera en superarla o sucumbir, una vida, por tanto, cuyo sentido dependiera, en última instancia, de la casualidad no merecería en absoluto la pena de ser vivida”.
“Desgraciado es aquel que no viera ningún sentido en su vida, ninguna meta, ninguna intencionalidad y, por tanto, ninguna finalidad en vivirla, ése estaba perdido (…). Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros (…) Nuestra contestación tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una conducta y una actuación rectas. (…) Y, a veces, lo que se exige al hombre puede ser simplemente aceptar su destino y cargar su cruz”.
La catequesis no agota el “hacer” de la Iglesia, y mucho menos reemplaza la acción del Espíritu que obra como quiere y donde quiere, pero puede ser un espacio privilegiado donde resuene el “cantus firmus” que sostiene y atraviesa la sinfonía de la vida. Después de todo: “El misterio del hombre se esclarece a la luz del misterio de Cristo” como nos enseña GS. 22.

Tarea de cada semana:

Para estudiar y compartir: El Catecismo de la Iglesia Católica n° 355-412.
Podemos leerlo, entender y sintetizar las ideas principales y hacerlas entrar en diálogo con los planteos existenciales propios y de nuestros catecúmenos.

No hay comentarios :

Publicar un comentario