Domingo 1° de septiembre de 2019.
Eclesiástico 3,17-18.20.28-29; Hebreos 12,18-19.22-24;
San Lucas 14,1.7-14.
MES DE LA BIBLIA.
Oración inicial:
“Concédenos, Señor,
tu Espíritu, para poder leer-escuchando con el corazón tu Palabra y dejarla
impregnar la vida”. Amén.
LECTURA.
Leemos
los siguientes textos: Eclesiástico 3,17-18.20.28-29; Hebreos
12,18-19.22-24; San Lucas 14,1.7-14.
Claves de lectura:
1. «En el último
puesto». (Evangelio)
Se podría decir que el evangelio de hoy trata
de la humildad. Pero es difícil definir la humildad como virtud. En
realidad no se debe aspirar a ella, porque entonces se querría ser algo;
no se la puede ejercitar, porque entonces se querría llegar a algo. Los que la
poseen no pueden ni saber ni constatar que la tienen. Simplemente se
puede decir negativamente: el hombre no debe pretender nada para sí mismo.
Por eso no debe ponerse por propia iniciativa en el primer puesto, donde
se le ve, se le considera y se le aprecia y agasaja sobremanera; tampoco
debe calcular a quiénes debe invitar a comer para que le inviten después
a él. Si se pone en el último puesto, no es para ser tenido por humilde, y si
se le dice que suba más arriba, no se alegra por él, sino porque ve la
benevolencia de su anfitrión. No se valora a sí mismo, porque no le
interesa el rango que ocupa entre los hombres. Y si el Señor le dice que
su actitud se verá recompensada «cuando resuciten los justos»,
probablemente para él esto sólo significará que se le promete que estará cerca
de Dios. Pues sólo esto le preocupa: que Dios está infinitamente por
encima de él en bondad, poder y majestad.
2. "Os habéis
acercado a la «ciudad del Dios vivo». (2°Lectura)
La segunda lectura le
asegura que pertenece ya a la «ciudad del Dios vivo», donde habitan
innumerables ángeles, primogénitos, justos, por encima de los cuales se
eleva Dios, el «juez de todos», y «Jesús, el mediador de la Nueva
Alianza». Se alegra de pertenecer a esta ciudad y comprende que es una
gracia de Dios poder estar en tan grata compañía, poder vivir en una
sociedad congregada en torno a Dios. No se pregunta si es digno o indigno
de pertenecer a ella, al igual que un niño tampoco se pregunta si es digno
o no de participar en un banquete de adultos; simplemente goza con las
cosas buenas que se le ofrecen y con la compañía de que disfruta. Es en
esto un modelo para nosotros, hijos de Dios, a los que les ha tocado en
suerte algo tan hermoso. Naturalmente, sin haberlo «merecido»: pues ¿en
virtud de qué hubiéramos podido «merecerlo»? Pero nos encontramos muy
bien en semejante compañía y no tenemos necesidad de sentirnos
«forasteros» en ella.
3. «Los humildes
glorifican al Dios vivo». (1°Lectura)
Esto lo sabe ya el
antiguo sabio (texto de la primera lectura según la Biblia de Zurich).
Dios es honrado solamente por aquellos que no se dan importancia; porque
tampoco Dios se da importancia: simplemente es el que es, el Señor, el
Poderoso. Es Él el que distribuye todas las cosas buenas, todos los
dones, y el hombre no debe comportarse ante El como el «magnánimo» que
reparte sus dones. El hombre humilde puede haber recibido muchos bienes,
puede incluso ser considerado como una persona importante por los demás
hombres; pero él sabe que todo lo que tiene se lo debe al único que de verdad
es «Magnánimo». Es todo oídos para la sabiduría de Dios, pues goza con
ella y se olvida de sí mismo.
(Aporte de HANS URS von
BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 280 s.)
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 280 s.)
MEDITACIÓN.
EL ÚLTIMO LUGAR.
La enseñanza que nos
proporciona Jesús en el evangelio de hoy parece ante todo algo así como
una simple regla de prudencia, tal vez como una página tomada de un libro
moralizador o de buenos modales, que aconsejara una modestia exagerada. Ahora
bien, de hecho las palabras de Jesús acerca del primero y último lugar
son ante todo como una sarcástica lección de buenos modales en un momento
en el que con muy poca delicadeza tienden a ocupar los primeros
puestos.
Los «buenos modales», y
el tacto humano pertenecen a los presupuestos de lo cristiano, lo cual no
puede prosperar, donde fracasa la humanidad o la «urbanidad». Por ese
motivo, la instrucción cristiana ha debido aprovechar siempre el recuerdo
de talos situaciones fundamentales del hombre en la vida cristiana. Así
se sitúa en la línea de la doctrina sapiencial del antiguo testamento,
tal como la encontramos, por ejemplo, en el libro de Jesús, hijo de Sirac.
Se trata de la humanización del hombre, de la aproximación a su norma
creativa y, con ello, a la voluntad de Dios.
Evidentemente, también
la Biblia tuvo que interesarse en preservar esos «modales» de la
exterioridad (de ser algo meramente externo) y de profundizarlos. Esto se ve
claro ya en Jesús, hijo de Sirac (el Eclesiastés), donde, en la alusión
que se hace a la conducta discreta, se trata en último término de la
oposición a la altanería y a la bajeza, del autodominio y de la
disposición al amor. Jesús en sus palabras partió de la ocasión externa,
para llegar a la última profundización del tema. El convite con hombres que
buscan para sí sin miramientos los mejores lugares se convierte en una
parábola de la historia universal, de la lucha sin escrúpulos por el poder,
sin fijarse en los demás. El Señor Dios, que entró en la historia en el
mismo Jesucristo, no busca eso, ni lucha por eso. Desde Belén y Nazaret
hasta el Gólgota, ocupa él el último puesto. Lo que Jesús dice en esta parábola
lo cumplió en toda su vida y en su pasión. Él está en el lado de aquellos
que son los últimos de la humanidad y que así, a partir de él, se
convierten en los primeros. Y tan intensamente se asoció él con el último
lugar, que él, además de la presencia real de la eucaristía, estableció
una segunda manera de su presencia: «Tuve hambre y me disteis de comer;
estaba sediento y me disteis de beber; estaba sin techo y me recibisteis... Lo
que hicisteis a uno de estos pequeños, mis hermanos, conmigo lo
hicisteis» (Mt 25,35.40).
Así, estas palabras del
Señor nos llevan paso a paso más adelante. El comienza con unos simples
«modales» en los que nos trata de ejercitar; y lo hace de tal manera que
debamos recurrir en esos modales no a una forma vacía y que sea poco sincera,
sino que los llenemos cada vez más con un contenido interior. Si esto
ocurre, entonces se inicia necesariamente el camino hacia la comunión con
«el último», y así a la unidad con el Ultimo que es verdaderamente el
Primero y el Salvador. El, que en la eucaristía nos invita a su mesa, nos
quiere inducir a vivir cada vez más eucarísticamente, a encontrarle a partir de
ahí en las calles del vivir diario y así a estar en camino hacia su
eterno banquete, donde los últimos serán para él siempre los primeros.
(Aporte de JOSEPH
RATZINGER, EL ROSTRO DE DIOS,
SÍGUEME. SALAMANCA-1983.Págs. 99-101)
SÍGUEME. SALAMANCA-1983.Págs. 99-101)
Para la reflexión personal y grupal:
¿Qué maneras conscientes o inconscientes tiene nuestro corazón para llevarnos a buscar
"los primeros puestos"?
Cuando invitamos, incluso cuando nos damos a nosotros mismos, ¿lo
hacemos pensando -consciente o inconscientemente- en la recompensa que
podrán devolvernos?
ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.
Santa Teresa dio una buena definición. Andar en verdad. Ni más ni
menos. Saber ser lo que uno es y saber luchar por ser lo que Dios espera que
seamos. Aceptando la verdad. Viviendo verazmente. Sin enaltecerse, sin
elevarse, sin darse importancia ("siervos inútiles somos" Lc 17, 10),
sin engreírse, sin considerarse autosuficiente. Aceptar la verdad pura y
simplemente. Esta humildad es un valor evangélico y por eso Jesús emplea ahí
una fórmula solemne: "Dichoso tú", como una bienaventuranza más.
(Hno. Javier)
INVITAR A POBRES.
Jesús vivió un estilo de
vida diferente. Quien quiere seguirlo con sinceridad, se siente invitado
a vivir de manera nueva y revolucionaria, en contradicción con el modo
«normal» de comportarse que observamos a nuestro alrededor.
¿Cómo no sentirse
desconcertado e interpelado cuando se escuchan estas palabras enormemente
claras y sencillas? «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus
amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos, porque
corresponderán invitándote y quedarás pagado... Cuando des un banquete,
invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no
pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».
Se nos invita a actuar
desde una actitud de gratuidad y de comunión con el pobre, opuesta
totalmente a la lógica de quien busca acumular, aprovecharse y excluir a los
demás de la propia riqueza.
Se nos llama a compartir
nuestros bienes gratis, sin seguir la lógica de quien busca siempre
cobrar las deudas, aun a costa de humillar a ese pobre «que siempre está
en deuda frente al sistema que lo exprime» (H. Echegaray).
Jesús piensa en unas
relaciones humanas basadas en un nuevo espíritu de libertad, gratuidad y
amor. Un espíritu que está en contradicción con la práctica y el
comportamiento normal del sistema.
Unas relaciones propias
de una humanidad nueva, germen de una comunidad diferente a esta sociedad
que siembra la muerte y desprecia al pobre.
De esta manera, los
creyentes debemos sentirnos llamados a prolongar la actuación de Jesús,
aunque sea en gestos muy modestos y humildes.
Esta es nuestra misión
evangelizadora. Dinamizar la historia desde ese espíritu revolucionario
de Jesús. Contradecir la lógica de la codicia y la acumulación egoísta.
Romper con nuestro comportamiento esa escala de valores que nos está
deshumanizando a todos.
Quizás, no lograremos
cambios espectaculares y, menos, de manera inmediata. Pero, con nuestra
actuación solidaria, gratuita y fraterna, criticaremos el comportamiento
social actual como algo caduco y llamado a desaparecer, y anunciaremos
así el hombre nuevo que nacerá un día en la plenitud del Reino.
El que sigue de cerca a
Jesús sabe que su actuación resulta absurda, incómoda e intolerable para
la «lógica» de la mayoría. Pero sabe también que con su actuar está
apuntando a la salvación definitiva, cuando, por fin, el hombre podrá ser
humano.
(Aporte de JOSE ANTONIO
PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 341 s.)
NAVARRA 1985.Pág. 341 s.)
El poeta y dramaturgo José María Pemán,
describía de esta manera su programa de vida:
“Ni voy de la gloria en pos,
ni torpe ambición me afana,
y al nacer cada mañana
tan sólo le pido a Dios
casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar.
He resuelto no correr
Tras un bien que no me calma;
Llevo un tesoro en el alma
Que no lo quiero perder.
“Ni voy de la gloria en pos,
ni torpe ambición me afana,
y al nacer cada mañana
tan sólo le pido a Dios
casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar.
He resuelto no correr
Tras un bien que no me calma;
Llevo un tesoro en el alma
Que no lo quiero perder.
Oración final:
“Dios Padre y Madre, que por puro amor gratuito nos has creado y
nos has regalado también gratuitamente la Vida. Danos un corazón grande para
amar, fuerte para luchar y generoso para entregarnos a nosotros mismos como
regalo a tu familia humana. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que entregó
su vida generosamente por nosotros, como Camino que hemos de seguir para llegar
hasta ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos”. Amén.
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