12 may 2015

Consagración a Nuestra Señora de Fátima del Ministerio del papa Francisco


Fátima, 13 de mayo de 2013

Virgen Santísima,


  1. Estamos ante tus pies, los Obispos de Portugal y esta multitud de peregrinos, en el 96º Aniversario de tu aparición a los Pastorcitos, en esta Cova de Iría, para dar cumplimiento al deseo del Papa Francisco, claramente expresado, de consagraros a Ti, Virgen de Fátima, su Ministerio de Obispo de Roma y de Pastor Universal. Así os consagramos Señora, Tú que eres Madre de la Iglesia, el Ministerio del nuevo Papa: llena su corazón de la ternura de Dios, que Tú experimentaste como nadie, para que él pueda abrazar a todos los hombres y mujeres de este tiempo con el Amor de Tu Hijo Jesucristo. La humanidad contemporánea necesita sentirse amada, por Dios y por la Iglesia. Solo sintiéndose amada vencerá la tentación de la violencia, del materialismo, del olvido de Dios, de la perdida del rumbo que la conducirá a un mundo nuevo, donde el amor reinará. Dale el don del discernimiento para saber identificar los caminos de la renovación de la Iglesia; dale coraje para no dudar en seguir los caminos sugeridos por el Espíritu Santo; ampáralo en las horas duras de sufrimiento, a vencer, en la caridad, las provocaciones que la renovación de la Iglesia le traerá. Estate siempre a su lado, pronunciando con él aquellas palabras que bien conoces: “Yo soy la Sierva del Señor, hágase en mi Tu palabra”.
  2. Los caminos de renovación de la Iglesia nos llevan a redescubrir la actualidad del mensaje que dejaste a los Pastorcitos: la exigencia de la conversión a Dios que ha sido muy ofendido, porque tan olvidado. La conversión es siempre un regreso al amor de Dios. Dios perdona porque nos ama. Es por eso que su amor se llama misericordia. La Iglesia, protegido por vuestra solicitud maternal y guiada por este Pastor, se tiene que afirmar, siempre más, como lugar de la conversión y del perdón, porque en ella la verdad se exprime siempre en la caridad. Tú indicaste la oración como el camino decisivo de la conversión. Enseña a la Iglesia, de la que eres miembro y modelo, a ser, cada vez más, un pueblo orante, en comunión con el Santo Padre, el primer orante de este pueblo y también en comunión silenciosa con el anterior Papa, Su Santidad Benedicto XVI, que escogió el camino del orante silencioso, desafiando a la Iglesia hacia los caminos de la oración.
  3. En Tu Mensaje a los Pastorcitos, aquí en Cova de Iría, pusiste en relevo el Ministerio del Papa, “el Hombre vestido de blanco”. Tres de los últimos Papas se hicieron peregrinos de Tu Santuario. Solo Tú, Señora, en vuestro amor maternal a toda la iglesia, puedes poner en el corazón del Papa Francisco el deseo de ser peregrino de este Santuario. No es algo que se le pueda pedir por otras razones; solo la complicidad silenciosa entre Tú y él lo llevará a sentirse atraído por esta peregrinación en la certeza de que será acompañado por millones de creyentes, dispuestos a oír de nuevo vuestro mensaje.

Aquí, en este Altar del Mundo, él podrá bendecir a la humanidad, hacer sentir al mundo de hoy que Dios ama a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que la Iglesia los ama y que Tú, Madre del Redentor, los conducís con ternura a los caminos de la salvación.

José, Cardenal-Patriarca
Presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa

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Tomado de:
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El 13 de mayo del 2013 se consagraron el pontificado de Francisco y la JMJ Río de Janeiro 2013 a la Virgen de Fátima

El 13 de mayo del 2013 en Fátima el pontificado del papa Francisco y la Jornada Mundial de la Juventud que se realizó en Río en julio de este año, fueron consagrados a la Virgen María.

La primera consagración ha sido solicitada dos veces en Roma por el papa Francisco al patriarca de Lisboa José Policarpo y la segunda, la realizó el arzobispo de la ciudad de Río de Janeiro, Orani Tempesta, que le confió a María los cientos de miles de jóvenes que participaron en la JMJ.

Sobre el significado estas dos consagraciones, que impresionan por su magnitud, antes de las consagraciones, ZENIT le preguntó  al rector del santuario de Fátima, el padre Carlos Cabecinhas en la entrevista que aquí les presentamos:


¿Cuál es el sentido de una consagración? ¿Por qué consagrar el papado y la JMJ a Nuestra Señora de Fátima?

La idea de la consagración del actual pontificado surgió en respuesta del pedido que el propio papa Francisco le expresó al cardenal patriarca de Lisboa, José Policarpo, para que de regreso a Portugal después del cónclave en el que participó, consagrara su pontificado a nuestra Señora de Fátima.

Así el cardenal patriarca les propuso a los obispos portugueses que esta consagración se hiciera el día 13 de mayo. Los obispos portugueses decidieron en asamblea plenaria realizada en abril que la consagración sea hecha por el presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa, el cardenal Policarpo.

El Santuario de Fátima recibió la noticia de la decisión con gran alegría. Este acto de consagración realizado en Fátima significa también una responsabilidad para el santuario, que manifiesta la propia importancia eclesial en la devoción a Nuestra Señora.

Consagrar a Nuestra Señora el ministerio del pontífice significa confiarle a María el papa Francisco, para que Ella lo ayude, lo proteja y guíe; para que Ella sea su ejemplo: en la entrega a Dios, en escuchar con atención su Palabra, de disponibilidad a Su voluntad, de docilidad al Espíritu Santo y de oración.


¿Los fieles en todo el mundo pueden participar en esta consagración y consagrarse también?

La consagración será realizada el día 13, al concluir la Eucaristía Internacional, en que evocaremos los 96 años de la primera aparición de Nuestra Señora en Fátima. El acto de consagración se realizará en el altar del Recinto de Oración, delante de la imagen de Nuestra Señora de Fátima.

Nuestros Obispos nos invitan a asociarnos a ellos en este momento: «Todo el pueblo de Dios está invitado a adherirse, en oración, a esta consagración del servicio pastoral del papa Francisco», dijeron. Aceptar esta invitación es imitar a Lucía, Francisco y Jacinta que, después de las apariciones, tuvieron siempre una preocupación especial de rezar por el Santo Padre. Esta unión con el papa, se expresa sobre todo en la oración, es una dimensión constitutiva del propio Mensaje de Fátima.

Hemos recibido mensajes que nos llegaron desde todo el mundo, de pastores, fieles y comunidades, que nos indican que el 13 de mayo estarán unidos fraternalmente al Santuario de Fátima en la oración por el Papa.

Hasta ahora más de 80 grupos de peregrinos venidos de 27 países ya anunciaron la intención de estar el 13 de mayo en Fátima, un número que aumenta constantemente.

Seremos por lo tanto muchos aquí en Fátima y muchos otros afuera de Fátima, todos unidos espiritualmente al Santuario en este momento de consagración en que, con los pastorcitos de Fátima y en unión con los obispos, el papa Francisco será puesto bajo la protección materna de Nuestra Señora.


¿Cuál es el mensaje de Fátima para el mundo actual tal como está, es de esperanza o de amenaza?

El Santuario de Fátima dedica este año pastoral 2012-2013 a la aparición del 13 de junio de 1917. El lema que hemos escogido este año es: «No tengáis miedo» que se basa en la promesa de Nuestra Señora a la vidente Lucía, en la segunda aparición: «Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios». Buscando motivar la confianza, se optó por la formulación sintética «No tengáis miedo», exhortación presente en la Biblia unas 365 veces, de esta forma o con expresiones similares.

La vivencia de la fe es la exhortación que Dios hace continuamente a los creyentes. La confianza brota, por eso como dimensión fundamental de la fe. Tener fe es confiar en Dios. Quien cree, no sólo confía en aquel en quien cree, sino que cree porque confía. Y esta confianza nace del encuentro con Cristo; al encontrar a Cristo por medio de Maria.

Esta exhortación a no temer, a confiar, está presente desde el inicio de los acontecimientos de Fátima. Así en 1916, en la primera aparición del ángel a los pastorcitos, el mensajero celeste les dijo: «¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz». Y en la primera aparición de Nuestra Señora, en mayo de 1917, ella comienza tranquilizándolos, diciendo: «No tengáis miedo».

En la de junio, este «no teman» viene expresado en una invitación a la esperanza y a la confianza: «No se desanimen. Yo nunca les dejaré. Mi Inmaculado Corazón será el refugio y el camino que les conducirá hasta Dios». Como se ve, el mensaje de Fátima sólo puede ser de esperanza.


¿Qué puede hacer María por sus hijos? ¿Quién puede considerarse hijo de esa Santa Madre?

Tomo aquí el ejemplo del papa Francisco para mostrar la importancia de María para la Iglesia y el mundo. En su primer saludo el 13 de marzo, en el balcón central de la Basílica de San Pedro, el papa invitó a la oración por su antecesor, Benedicto XVI, para que «Nuestra Señora lo proteja».

En la despedida de los fieles que llenaban la plaza situada en el Vaticano, anunció que el día siguiente iría a la basílica de Santa María la Mayor a rezar «a los pies de Nuestra Señora». Y de hecho al día siguiente el recién elegido papa se desplazó a la dicha basílica en una visita privada, para rezar delante de la imagen de Nuestra Señora allí venerada.

Los ritos litúrgicos para el inicio del ministerio papal prevén una breve celebración en aquella basílica romana, de veneración del cuadro de Santa Maria Salus Populi Romani, una vez que María es la más perfecta imagen y modelo para la Iglesia.

Esa breve celebración pretende subrayar la dimensión mariana del ministerio petrino. Sin embargo, el desplazamiento a Santa Maria Mayor, tuvo carácter privado y manifestó la devoción personal del papa a nuestra Señora. En el discurso a los cardenales, el día siguiente, el santo padre dejó bien evidente la razón que lo movió: «A la poderosa intercesión de María, nuestra Madre, Madre de la Iglesia, confío mi ministerio y el vuestro.

Bajo su mirada materna, pueda cada uno de nosotros caminar, feliz y dócil, a la voz de su divino Hijo…». Esto muestra bien, a través del testimonio del papa, la fuerza de la intercesión de María, a quien nos debemos confiar sin miedo.


¿La presencia del arzobispo de Río de Janeiro, Don Orani Tempesta, el día 13 de Mayo, es simbólica? ¿Es una forma de llevar a los jóvenes de todo el mundo a los pies de Nuestra Señora? ¿Cuál es su consejo para los jóvenes que se preparan para la JMJ? Cómo vivir ese momento al lado de María?

El arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta, estará en Fátima para presidir la peregrinación de este aniversario, invitado por el obispo de Leiria-Fátima, António Marto responsable de invitar cada año a un prelado para que encabece el evento.

En una entrevista a la Sala de Prensa del Santuario de Fátima, D. Orani Tempesta manifestó públicamente su alegría de poder venir a Cova de Iría y anunció la intención de confiar a Nuestra Señora de Fátima la Jornada Mundial de la Juventud, que se realizará en junio en Río de Janeiro. Es interesante colocar en el regazo de María, al papa y a los jóvenes, lo que significa la Iglesia y el mundo, puesto que los jóvenes son el presente y futuro del mundo.

Para el Santuario de Fátima este gesto de consagrar la Jornada Mundial de la Juventud a Nuestra Señora es otro motivo de alegría, por la importancia que tendrá, en especial para los millones de jóvenes que de todo el Mundo irán a Brasil para participar del evento.


¿Qué siente usted en su corazón al ser rector del santuario de Fátima, portador de uno de los mayores mensajes marianos de todos los tiempos?

 Siento sobre todo, la enorme responsabilidad de la misión que la Iglesia me ha confiado y de ser fiel al mensaje que Nuestra Señora aquí reveló, pero también la enorme alegría de ser heraldo de ese mismo mensaje en estos tiempos difíciles que vivimos.


¿Cuál es la relación existente entre Río y Fátima?

En Brasil, además de muchos santuarios y lugares relacionados con la devoción a Nuestra Señora de Fátima, la Archidiócesis de Río de Janeiro tiene un santuario reciente que es prácticamente una réplica de la Capilla de las Apariciones de Fátima.

La devoción a nuestra Señora de Fátima en la Archidiócesis de Río de Janeiro ha ido creciendo y lo mismo sucedió en todo Brasil, donde desde siempre existió una gran devoción mariana y en concreto a Nuestra Señora de Fátima, mucho por fuerza de los emigrantes portugueses y de los viajes de la Virgen Peregrina de Fátima en Brasil.

Brasil actualmente está entre los países que más presencia de peregrinos cuenta en el Santuario de Fátima; son cada vez más los grupos y cada vez mayor el número de peregrinos.

Además de eso, es también uno de los países que posee el mayor número de «peregrinos espirituales». Muchos devotos de Nuestra Señora de Fátima en Brasil nunca tendrán oportunidad de venir ni siquiera una vez, pero mantienen esta conexión muy intensa con Fátima, sea a través de los medios de comunicación, sea gracias a la página oficial del santuario en internet o también a través de las redes sociales como Facebook.

La devoción es vivida también localmente, a través de los diversos santuarios, congregaciones y parroquias que en Brasil están dedicadas a Nuestra Señora.


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El artículo de la entrevista fue tomado del blog del P. Ismael Ojeda:
http://ismaelojeda.wordpress.com

Catequesis del Papa Francisco sobre María en Jornada Mariana


CON OCASIÓN DEL AÑO DE LA FE

PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Plaza de San Pedro
Sábado 12 de octubre de 2013



Queridos hermanos y hermanas:

En este encuentro del Año de la fe dedicado a María, Madre de Cristo y de la Iglesia, Madre nuestra. Su imagen, traída desde Fátima, nos ayuda a sentir su presencia entre nosotros. Hay una realidad: María siempre nos lleva a Jesús. Es una mujer de fe, una verdadera creyente. Podemos preguntarnos: ¿Cómo es la fe de María?

1. El primer elemento de su fe es éste: La fe de María desata el nudo del pecado (cf. Conc. Ecum. Vat II, Const. dogm., Lumen gentium, 56). ¿Qué significa esto? Los Padres conciliares [del Vaticano II] han tomado una expresión de san Ireneo que dice así: «El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe» (Adversus Haereses, III, 22, 4).

El «nudo» de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad. Cuando un niño desobedece a su madre o a su padre, podríamos decir que se forma un pequeño «nudo». Esto sucede si el niño actúa dándose cuenta de lo que hace, especialmente si hay de por medio una mentira; en ese momento no se fía de la mamá o del papá. Ustedes saben cuántas veces pasa esto. Entonces, la relación con los padres necesita ser limpiada de esta falta y, de hecho, se pide perdón para que haya de nuevo armonía y confianza. Algo parecido ocurre en nuestras relaciones con Dios. Cuando no lo escuchamos, no seguimos su voluntad, cometemos actos concretos en los que mostramos falta de confianza en él – y esto es pecado –, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Y estos nudos nos quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden convertirse en una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de deshacer.

Pero para la misericordia de Dios – lo sabemos – nada es imposible. Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su «sí» ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre. Todos nosotros tenemos alguno, y podemos preguntarnos en nuestro corazón: ¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida? «Padre, los míos no se puede desatar». Pero eso es un error. Todos los nudos del corazón, todos los nudos de la conciencia se pueden deshacer. ¿Pido a María que me ayude a tener confianza en la misericordia de Dios para deshacerlos, para cambiar? Ella, mujer de fe, sin duda nos dirá: «Vete adelante, ve donde el Señor: Él comprende». Y ella nos lleva de la mano, Madre, Madre, hacia el abrazo del Padre, del Padre de la misericordia.

2. Segundo elemento: la de fe de María da carne humana a Jesús. Dice el Concilio: «Por su fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (Const. dogm., Lumen gentium, 63). Este es un punto sobre el que los Padres de la Iglesia han insistido mucho: María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido mediante el ángel. ¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, a través de su «sí». Le ha preguntado: «¿Estás dispuesta a esto? Y ella ha dicho: «sí».

Pero lo que ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros en el plano espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica. Es como si Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su Palabra. No es fácil entender esto, pero, sí, es fácil sentirlo en el corazón.

¿Pensamos que la encarnación de Jesús es sólo algo del pasado, que no nos concierne personalmente? Creer en Jesús significa ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María, para que él pueda seguir habitando en medio de los hombres; significa ofrecerle nuestras manos para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies para salir al encuentro de los hermanos; nuestros brazos para sostener a quien es débil y para trabajar en la viña del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos a la luz del Evangelio; y, sobre todo, nuestro corazón para amar y tomar decisiones según la voluntad de Dios. Todo esto acontece gracias a la acción del Espíritu Santo. Y, así, somos los instrumentos de Dios para que Jesús actúe en el mundo a través de nosotros.

3. Y el último elemento es la fe de María como camino: El Concilio afirma que María «avanzó en la peregrinación de la fe» (ibíd., 58). Por eso ella nos precede en esta peregrinación, nos acompaña, nos sostiene.

¿En qué sentido la fe de María ha sido un camino? En el sentido de que toda su vida fue un seguir a su Hijo: él –Jesús– es la vía, él es el camino. Progresar en la fe, avanzar en esta peregrinación espiritual que es la fe, no es sino seguir a Jesús; escucharlo, y dejarse guiar por sus palabras; ver cómo se comporta él y poner nuestros pies en sus huellas, tener sus mismos sentimientos y actitudes. Y, ¿cuáles son los sentimientos y actitudes de Jesús?: Humildad, misericordia, cercanía, pero también un firme rechazo de la hipocresía, de la doblez, de la idolatría. La vía de Jesús es la del amor fiel hasta el final, hasta el sacrificio de la vida; es la vía de la cruz. Por eso, el camino de la fe pasa a través de la cruz, y María lo entendió desde el principio, cuando Herodes quiso matar a Jesús recién nacido. Pero después, esta cruz se hizo más pesada, cuando Jesús fue rechazado: María siempre estaba con Jesús, seguía a Jesús mezclada con el pueblo, y oía sus chácharas, la odiosidad de aquellos que no querían a Jesús. Y esta cruz, ella la ha llevado. La fe de María afrontó entonces la incomprensión y el desprecio. Cuando llegó la «hora» de Jesús, esto es, la hora de la pasión, la fe de María fue entonces la lamparilla encendida en la noche, esa lamparilla en plena noche. María veló durante la noche del sábado santo. Su llama, pequeña pero clara, estuvo encendida hasta el alba de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe, la fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo. Porque la fe siempre nos lleva a la alegría, y ella es la Madre de la alegría. Que ella nos enseñe a caminar por este camino de la alegría y a vivir esta alegría. Este es el punto culminante –esta alegría, este encuentro entre Jesús y María–, pero imaginemos cómo fue... Este encuentro es el punto culminante del camino de la fe de María y de toda la Iglesia. ¿Cómo es nuestra fe? ¿La tenemos encendida, como María, también en los momentos difíciles, los momentos de oscuridad? ¿He sentido la alegría de la fe?

Esta tarde, Madre, te damos gracias por tu fe de mujer fuerte y humilde; y renovamos nuestra entrega a ti, Madre de nuestra fe. Amén.

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Tomado de:
www.vatican.va

LA ASCENCION DEL SEÑOR