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8 ago 2019

¡JESÚS, MULTIPLICA NUESTRO TESORO!

Jesús nos dice  “… allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón”


+ El corazón es símbolo del amor.  Cuando algo o alguien nos importa y mucho, le damos el corazón, le dedicamos nuestro tiempo, nuestro afecto, nuestras energías, nuestra creatividad.

+ Si pensamos en el personaje de la representación, ¿dónde estaría su corazón cuando hacía los gastos, las compras? Seguramente su corazón estaba en las cosas materiales…, en el tener, en el poseer, en el pasarla bien…

+ El mayor tesoro que podemos acumular es el cariño, el amor, el servicio, la vida compartida, el afecto de la familia, los amigos, este tesoro nadie nos lo puede robar, ni las polillas lo pueden destruir…

+ Jesús nos invita a multiplicar nuestro tesoro cada día. Cada vez que compartimos su don, Jesús hace crecer en nuestro corazón la capacidad de amar…

¿Cómo multiplicar nuestro tesoro?:

-Visitando a los enfermos…
-Dando alimento al que tiene hambre…
-Alegrándonos con el que está alegre y acompañando al que está triste…
-Rezando los unos por los otros…
-Siendo amigable con alguien que se siente solo…
-Perdonando a los que nos han herido o dañado…
-Pidiendo perdón cuando lastimamos u ofendemos a otra persona…

+ Manos a la obra y digamos: ¡Jesús, multiplicá nuestro tesoro! 










7 ago 2019

19° DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN CICLO C.



Domingo 11 de agosto de 2019.
Sabiduría 18,5-9; Hebreos 11,1-2.8-19; San Lucas 12,32-48.

Oración inicial:
“Haz, Señor, que en lugar de maldecir las tinieblas estemos prestos a encender nuestras lámparas para iluminar el mundo”. Amén.

 LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Sabiduría 18,5-9; Hebreos 11,1-2.8-19; San Lucas 12,32-48.

Claves de lectura:

Todos los textos de esta celebración nos exigen vivir en tensión, en movimiento (éxodo), desinstalados, en estado de peregrinación; en una palabra: vivir en vela, en vela en razón de la fe, en razón de la promesa de Dios, en razón de las cuentas que habremos de rendir pronto.

1. «La fe es seguridad de lo que se espera». (2°Lectura)
La segunda lectura llama a esta existencia desinstalada simplemente «fe». La fe se apoya en una palabra recibida de Dios que anuncia una realidad invisible y futura. Esto se muestra en la existencia de Israel, que comienza con el éxodo de Abrahán y se continúa a través de los siglos; esta fe puede ser sometida a duras pruebas, como cuando se exige a Abrahán que sacrifique a su hijo, como demuestra también el hecho de que todos los representantes de la Antigua Alianza «murieron sin haber recibido la tierra prometida». Estos aprendieron casi más drásticamente que los cristianos lo que significa vivir «como huéspedes y peregrinos en la tierra», y buscar una patria que está más allá de toda su existencia perecedera. Porque en el destino de Jesús y en la recepción del Espíritu Santo los cristianos no solamente «han visto y saludado de lejos» la patria celeste, sino que, como dice Juan, «han oído, visto y palpado la Palabra que es la vida eterna», y según Pablo han recibido el Espíritu Santo como arras, como prenda o garantía de lo que esperan, por lo que pueden y deben ir al encuentro del cumplimiento de la promesa con mayor seguridad, y por ello también con mayor responsabilidad.

2. «La noche de la liberación se les anunció de antemano». (1°Lectura)
La primera lectura muestra que ya en la Antigua Alianza la fe no estaba desprovista de toda garantía: hubo anuncios que se cumplieron, como el de la noche de la comida pascual o la promesa de Dios al rey David, como la predicción de los profetas sobre el exilio y su duración. Todo hombre atento recibe tales signos: Dios le muestra así que está en el buen camino; si exige de él la fe, Dios no le deja en la incertidumbre, aunque a veces sea sometido a una dura prueba como Abrahán o algunos profetas, pues en último término su fe no puede apoyarse sobre signos y milagros, sino sobre la fidelidad de Dios, que mantiene su palabra de un modo inquebrantable.

3. «Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá». (Evangelio)
En el evangelio aparecen múltiples variantes de la exigencia dirigida a los cristianos de vivir siempre preparados, en vela. Y esto tanto más cuanto mayores sean los dones y tareas que Dios les ha dado y encomendado. Las tareas encomendadas por Dios se cumplen de la mejor manera cuando el criado no pierde de vista que en cualquier momento puede ser llamado a rendir cuentas; por tanto, cuando cada uno de sus momentos temporales es inmediatamente vivido y configurado de cara a la eternidad. Si el cristiano olvida esta inmediatez, olvida también el contenido de su tarea terrena y de la justicia que ésta implica («empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas»); ahora queda claro que el cristiano no practicará esta justicia, si no es capaz de mirar más allá del mundo para poner sus ojos en las exigencias de la justicia eterna, que no es una mera «idea», sino el Señor viviente cuya aparición espera toda la historia del mundo.

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 275 ss.)


MEDITACIÓN.

Velen y estén preparados.
Después de haber instruido a los discípulos en el correcto uso de las cosas –en el Evangelio del domingo pasado-, en el pasaje evangélico del próximo domingo Jesús les exhorta sobre el correcto uso del tiempo. Estamos ante una serie de imágenes y parábolas con las que Jesús exhorta a la vigilancia en la espera de su retorno. La cintura ceñida es señal de quien está preparado para emprender viaje, como los judíos durante la celebración de la Pascua en Egipto (v. Ex 12, 11), y es también la disposición al trabajo. La lámpara encendida indica a quien se prepara para pasar la noche velando en espera de alguien. Jesús ilustra la necesidad de la vigilancia con otra imagen más, la del ladrón de noche.
Desearía proseguir en la línea de Jesús y añadir también yo una imagen y una parábola. Se trata del Himno de la perla que se remonta a la literatura de Oriente Medio del siglo I o II d.C. y que se nos ha transmitido por el apócrifo Hechos de Tomás . Trata de un joven príncipe enviado por su padre de Oriente (Mesopotamia) a Egipto para recuperar una determinada perla que ha caído en manos de un cruel dragón que la custodia en su cueva. Llegado al lugar, el joven se deja descaminar; se sacia de un alimento se le habían preparado con engaño los habitantes del sitio y que le hace caer en un profundo e inacabable sueño. El padre, alarmado por el prolongamiento de la espera y por el silencio, envía, como mensajera, un águila que lleva una carta escrita de su puño y letra. Cuando el águila sobrevuela al joven, la carta del padre se transforma en un grito que dice: «¡Despiértate, acuérdate de quién eres, recuerda qué has ido a hacer a Egipto y adónde debes regresar!». El príncipe se despierta, recupera el conocimiento, lucha y vence al dragón y, con la perla reconquistada, vuelve al reino donde se ha preparado para él un gran banquete.
El significado religioso de la parábola es transparente. El joven príncipe es el hombre enviado de Oriente a Egipto, esto es, por Dios al mundo; la perla preciosa es su alma inmortal prisionera del pecado y de satanás. Él se deja engañar por los placeres del mundo y se hunde en un tipo de letargo, o sea, en el olvido de sí, de Dios, de su destino eterno, de todo. Le despierta, en este caos, no el beso de un príncipe o de una princesa, sino el grito de un mensajero celestial. Para los cristianos este mensajero enviado por el Padre es Cristo, que grita al hombre, como hace en el Evangelio de hoy, que se despierte, que esté alerta, que recuerde para qué está en el mundo. El grito del Himno de la perla se encuentra casi tal cual en la carta a los Efesios: «Despiértate tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo» (Ef 5, 14).
La exhortación: «¡Estén preparados!» no es una invitación a pensar en cada momento en la muerte, a pasar la vida como quien está en la puerta de casa con la maleta en la mano esperando el autobús. Significa más bien «estar en regla». Para el propietario de un restaurante o para un comerciante estar preparado no quiere decir vivir y trabajar en permanente estado de ansiedad, como si de un momento a otro pudiera haber una inspección. Significa no tener necesidad de preocuparse del tema porque normalmente se tienen los registros en regla y no se practican por principio fraudes alimentarios. Lo mismo en el plano espiritual. Estar preparados significa vivir de manera que no hay que preocuparse por la muerte. Se cuenta que a la pregunta: «¿Qué harías si supieras que dentro de poco vas a morir?», dirigida a quemarropa a San Luis Gonzaga mientras jugaba con sus compañeros, el santo respondió: «¡Seguiría jugando!». La receta para disfrutar de la misma tranquilidad es vivir en gracia de Dios, sin pendencias graves con Dios o con los hermanos.

(Comentario del Padre Raniero Cantalamessa, ofm cap., ROMA,
viernes 10 agosto 2007, ZENIT.org)

Para la reflexión personal y grupal:
¿En qué o en quién tenemos puesta nuestra confianza?
¿Nos sentimos verdaderamente responsables de lo que hacemos?


ORACIÓN – CONTEMPLACIÓN.

¿DONDE PONER EL CORAZÓN?
Un tesoro inagotable en el cielo...
El hombre actual está perdiendo su fe ingenua en las posibilidades ilimitadas del desarrollo tecnológico. Aumenta cada vez más el número de los que toman conciencia de que el mismo poder que permite al hombre crear nuevos estilos de vida, lleva consigo un potencial de autodestrucción y degradación.
Y por si fuera poco, la grave crisis económica que estamos sufriendo ha terminado de desconcertar a los más optimistas.
No es extraño, entonces, que crezca el escepticismo, la falta de fe en las ideologías, la desconfianza en los grandes sistemas. Al hombre actual se le hace difícil creer en algo que sea válido y verdadero para siempre. No sabe ya dónde «poner su corazón». Son muchos los que viven «a la deriva» sin esperanza ni desesperación. Víctimas pasivas e indiferentes de un mundo que les resulta cada vez más dislocado.
Entonces, la vida se vacía de sentido. El hombre pierde la fuente de su propia creatividad. No sabe para qué trabajar. El vivir se reduce a una cadena de sucesos, situaciones e incidentes, sin que nada realmente vivo le dé sentido y continuidad.
En medio de este «comportamiento errático» lo importante parece ser disfrutar de cada fragmento de tiempo y buscar la respuesta más satisfactoria en cada situación fugaz. R. Lifton, considera que el problema central del hombre contemporáneo es la pérdida del sentido de inmortalidad. Esa conciencia de inmortalidad «que representa un estímulo irresistible y universal a conservar un sentido interior de continuidad, más allá del tiempo y del espacio».
Y, sin embargo, el hombre de hoy, como el de siempre, necesita poner su corazón en un «tesoro que no pueda ser arrebatado por los ladrones, no roído por la polilla». ¿Cómo encontrarlo?
Desde la fe cristiana, no existe otro camino sino el de penetrar hasta el centro mismo de nuestra existencia, no evitar el encuentro con el Invisible, sino abrir nuestro corazón al misterio de Dios que da sentido y vida a todo nuestro ser.
Esto que a muchos puede parecer, desde fuera, algo perfectamente estúpido e iluso, es para el creyente fuente de liberación gozosa que le enraíza en lo fundamental, central y definitivo.
A veces, una palabra hostil basta para sentirnos tristes y solos. Es suficiente un gesto de rechazo o un fracaso para hundirnos en una depresión destructiva. ¿No tendremos que preguntarnos dónde tenemos puesto nuestro corazón?

(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 335 s.)

Oración final:
“Dios Padre Nuestro, danos un corazón grande y potente, capaz de ver con claridad que, más allá de las apetencias y tentaciones de la vida, los valores verdaderos son los valores de tu Reino, y que dar la vida por ellos es lo que más puede alegrar y pacificar nuestro corazón, tal como nos enseñó Jesús tu Hijo Amado”. Amén.

                                          Hno. Javier.

8 ago 2013

SAN LUCAS 12,32-48


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

Pedro le preguntó: - «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: - «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.» Lc 12, 32-48.


RESUENA LA PALABRA
•Las tres breves parábolas sobre la vigilancia que nos presenta el texto, nos alertan a revisar nuestras actitudes como "administradores" de lo que somos:

o Somos "ciudadanos" miembros del Reino; "no temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha querido daros el reino" (v.32). El temor, la desesperanza e inquietud se nos instalan cuando tenemos las alforjas repletas de otros valores que son ajenos a ese reino.

o "Dad limosna... Haceos bolsas que no se gastan..., tesoros inagotables..." (v.33). Nos está invitando a cultivar otros valores como la amistad de los menesterosos, la elección de lo simple..., la relación gratuita, el desapego a toda materialidad y acumulación; un "bien inagotable" es aquel que tiene la cualidad de lo gratuito: cuanto más se da, más se reproduce.

o "Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón" (v.34). Nos está invitando a un "viaje" hacia la hondura, hacia lo esencial; un viaje al centro de nuestra vida: ¿cómo miramos lo que nos rodea y a quien nos rodea?

o "Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas" (v.35). Tengamos una mentalidad de "desinstalados", de caminantes, de nómadas...; esto supone vivir centrados en lo esencial y sin grandes equipajes..., con sólo la riqueza del Reino que nuestro Padre ha querido darnos como el regalo más valioso, donde los pobres, los afligidos y misericordiosos son los preferidos.

•Se nos ha dado en abundancia la máxima riqueza: el Reino; no nos preocupemos de conservar, acumular, tener... que nos empobrecemos.

MEDITACIÓN
PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA
•¿Tengo una atención vigilante para ver qué se instala en mi corazón?
o ¿Cómo administro lo que me llega?
o ¿Cómo administro lo que soy, cuantos valores me habitan?

•¿Dónde tengo puesto el corazón?
o ¿Quién es el amo?, ¿en qué invierto mi fuerza?
o ¿Quiénes son los preferidos en el amor?

•¿Qué es para ti un "tesoro inagotable"?
•" ¿Dónde está tu tesoro? "
•" ¿Dónde está tu corazón? "


Escribe una situación en la que le hayas hablado a alguien de la Iglesia, de tu parroquia, de Jesús, de tu grupo de la parroquia.

¿Te preparas para anunciar a Jesús a los demás? ¿Estás preparado? ¿Conoces a Jesús lo suficiente?

Escribe un compromiso que te ayude a conocer mejor a Jesús, para poder ser mejor cristiano y anunciarlo a los demás.