2 mar 2019

Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2019


La Santa Sede difundió este martes 26 de febrero el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este 2019 titiulado “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”, en el que hace un llamado a la conversión mediante el ayuno, la oración y la limosna.
“Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que ‘será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios’. No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales”.
A continuación, el texto completo del mensaje del Papa Francisco:
“La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”
Cada año, a través de la Madre Iglesia, Dios «concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que […] por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios» (Prefacio I de Cuaresma). De este modo podemos caminar, de Pascua en Pascua, hacia el cumplimiento de aquella salvación que ya hemos recibido gracias al misterio pascual de Cristo: «Pues hemos sido salvados en esperanza» (Rm 8,24).
Este misterio de salvación, que ya obra en nosotros durante la vida terrena, es un proceso dinámico que incluye también a la historia y a toda la creación. San Pablo llega a decir: «La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm8,19). Desde esta perspectiva querría sugerir algunos puntos de reflexión, que acompañen nuestro camino de conversión en la próxima Cuaresma.
1. La redención de la creación
La celebración del Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, culmen del año litúrgico, nos llama una y otra vez a vivir un itinerario de preparación, conscientes de que ser conformes a Cristo (cf. Rm 8,29) es un don inestimable de la misericordia de Dios.
 Si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo (cf. Rm 8,14), y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención.
Por esto, la creación —dice san Pablo— desea ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la gracia del misterio pascual de Jesús disfruten plenamente de sus frutos, destinados a alcanzar su maduración completa en la redención del mismo cuerpo humano. Cuando la caridad de Cristo transfigura la vida de los santos —espíritu, alma y cuerpo—, estos alaban a Dios y, con la oración, la contemplación y el arte hacen partícipes de ello también a las criaturas, como demuestra de forma admirable el “Cántico del hermano sol” de san Francisco de Asís (cf. Enc. Laudato si’, 87). Sin embargo, en este mundo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte.
2. La fuerza destructiva del pecado
Efectivamente, cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas —y también hacia nosotros mismos—, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca.
Entonces, domina la intemperancia y eso lleva a un estilo de vida que viola los límites que nuestra condición humana y la naturaleza nos piden respetar, y se siguen los deseos incontrolados que en el libro de la Sabiduría se atribuyen a los impíos, o sea a quienes no tienen a Dios como punto de referencia de sus acciones, ni una esperanza para el futuro (cf. 2,1-11). Si no anhelamos continuamente la Pascua, si no vivimos en el horizonte de la Resurrección, está claro que la lógica del todo y ya, del tener cada vez más acaba por imponerse.
Como sabemos, la causa de todo mal es el pecado, que desde su aparición entre los hombres interrumpió la comunión con Dios, con los demás y con la creación, a la cual estamos vinculados ante todo mediante nuestro cuerpo.
El hecho de que se haya roto la comunión con Dios, también ha dañado la relación armoniosa de los seres humanos con el ambiente en el que están llamados a vivir, de manera que el jardín se ha transformado en un desierto (cf. Gn 3,17-18). Se trata del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la creación, a sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás.
Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre (cf. Mc 7,20-23) —y se manifiesta como avidez, afán por un bienestar desmedido, desinterés por el bien de los demás y a menudo también por el propio— lleva a la explotación de la creación, de las personas y del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio.
3. La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón
Por esto, la creación tiene la irrefrenable necesidad de que se manifiesten los hijos de Dios, aquellos que se han convertido en una “nueva creación”: «Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo» (2 Co5,17). En efecto, manifestándose, también la creación puede “celebrar la Pascua”: abrirse a los cielos nuevos y a la tierra nueva (cf. Ap 21,1).
Y el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.
Esta “impaciencia”, esta expectación de la creación encontrará cumplimiento cuando se manifiesten los hijos de Dios, es decir cuando los cristianos y todos los hombres emprendan con decisión el “trabajo” que supone la conversión. Toda la creación está llamada a salir, junto con nosotros, «de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21).
La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna.
Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón.
Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia.
Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad.
Queridos hermanos y hermanas, la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13; Is 51,3).
Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión.
Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación.

27 feb 2019

¿Sabes qué significa Aleluya?





Durante el tiempo de Pascua hemos notado que la palabra “Aleluya” se hace más presente que en otros tiempos litúrgicos, y esto tiene un sentido muy importante. La repetimos de diversas formas, pero en realidad sabemos ¿Cuál es su significado? ¿Sabes qué queremos decir cada vez que la proclamamos?

La palabra aleluya significa “alabado sea Dios” o “salve al que es”. Está compuesta por el verbo hebreo “allelu” que significa alabar y del nombre propio de Dios, “el que es” (ia). Decir aleluya es expresar un sentimiento de alegría, alabanza y bendición a Dios. El tiempo de la Pascua es sinónimo de exaltación y jubilo pues Cristo nos ha abierto las puertas de la eternidad para compartirla junto con él. Por lo tanto, decir aleluya es expresar nuestras alabanzas a Dios. También que el aleluya lo digamos en Pascua tiene este mismo significado de alabanza al Señor por todas las maravillas que ha obrado en nosotros a través de su Resurrección.

Esta expresión la podemos encontrar en el Antiguo y Nuevo Testamento; por ejemplo, en el Libro de Tobías:

Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por todos los siglos de los siglos (Tb 13, 17).

Otro lugar de la Escritura donde lo podemos ver en el Libro del Apocalipsis, donde vemos, una vez más, que decir aleluya es manifestar la alegría y el regocijo al Señor:

Y oí el ruido de muchedumbre inmensa, como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: ¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado (Ap 19, 6-7).

Los primeros cristianos incorporaron en sus textos literalmente la palabra Aleluya. De manera muy significativa durante el tiempo de la Pascua tomaba un significado mayor por ser un himno de alabanza a Dios por la gloriosa Resurrección de Cristo, su Hijo. De igual forma, para nosotros como cristianos, este tiempo debe ser de alegría, debemos vivir un aleluya permanente. Como dice San Agustín: “El cristiano debe ser un Aleluya de pies a cabeza”.

Pero ahora yo me pregunto: ¿Cuántos de esos cristianos que cada domingo cantan el aleluya, verdaderamente viven una vida interior de alegría y felicidad? ¿Esa alegría es permanente o sólo es momentánea? ¿Tenemos rostro de resucitados? Este tiempo de la Pascua no debe ser vivido sin sentido y pasado por alto. Pues la Resurrección es la puerta a la esperanza, es la respuesta a todas las incertidumbres, es salir de la tristeza, del dolor y el desaliento. Es convertir los problemas en soluciones, porque Cristo es: “el Camino, la Verdad y la Vida”.

Dice el Salmo 148: “¡Aleluya! Alaben al Señor desde los cielos, alábenlo en las alturas, alábenlo todos sus ángeles, alábenlo todos sus ejércitos. Alábenlo el sol y la luna, alábenlo todos los astros de luz; alábenlo cielos de los cielos y las aguas por encima de los cielos” (Sal 148, 1-4).

San Agustín lo resume así:

Ahora, pues, hermanos, os exhortamos a la alabanza de Dios; y esta alabanza es la que nos expresamos mutuamente cuando decimos: Aleluya. “Alabad al Señor”, nos decimos unos a otros; y así, todos hacen aquello a lo que se exhortan mutuamente. Pero procurado alabarlo con toda vuestra persona, esto es, no solo vuestra lengua y vuestra voz deben alabar a Dios, sino también vuestro interior, vuestra vida, vuestras acciones (Comentario sobre el Salmo 148, 1-2).

Fuente: P. José Luis González Santoscoy 



26 feb 2019

canción manos abiertas

la voz solista es de Emilia Arija y la acompaña su hermano Alberto

DINAMICAS Y JUEGOS PARA CELEBRAR LA PASCUA CON NIÑOS

Con los chicos
Pasamos por las salas y conversamos con los chicos acerca de lo que significa la Pascua.
En el relato, hacemos hincapié en el momento de la resurrección, y en el pedido de Jesús de que debemos anunciar a todos que él está vivo, que está junto a nosotros y que nos quiere.
No podemos dar este mensaje sin decir que Jesús murió, pero el centro del mensaje debe ser la resurrección. Para ayudarnos en el relato, podemos preparar láminas. Hemos hecho la experiencia de realizar los dibujos con chicos más grandes que ya reflexionaron acerca de la pascua y que hacen los dibujos sabiendo que son para los más pequeños.
Actividad
Preparamos una lámina grande (dos o tres papeles afiche) con un dibujo sencillo de Jesús resucitado con los brazos abiertos. Entre todas las salas se pinta este dibujo y alrededor del mismo, se escriben mensajes de los chicos a Jesús.
  • ¿Qué le podemos decir a Jesús en esta Pascua?
  • ¿Qué le podemos pedir?
  • ¿Qué le podemos agradecer?
Lo importante es que los chicos le digan algo a Jesús que está vivo en medio nuestro.
El catequista escribe los distintos mensajes directamente en el papel afiche.
Importante: llevar los chicos a la capilla en pequeños grupos antes de la celebración para que la conozcan, la dibujen, caminen, pregunten por todo lo que les llama la atención, para que el día de la celebración estén tranquilos porque conocen el lugar.
Con los adultos
Invitar a los padres y abuelos a una reunión de preparación para la pascua. Podemos leer con ellos el texto de los peregrinos de Emaús y meditar acerca de cómo, cuando reconocieron a Jesús salieron corriendo a contarlo a los demás, a pesar de que era de noche y los caminos en la época de Jesús, también eran peligrosos.
  • ¿Cómo anunciamos nosotros a Jesús resucitado?
  • ¿Cómo pueden anunciar nuestros hijos a Jesús resucitado?
En la reunión también se preparan las canciones que se cantarán durante la celebración y se prepara con ellos un regalo para cada uno.
Preparamos una imagen igual a la que trabajamos con los chicos más chica. Los adultos que participan de la reunión las pintan, las pegan sobre una base de cartón más grande, y arman un cuadrito. Para armar el marco, se puede utilizar cartón corrugado, papel de colores, goma de pegar de colores, marcadores.
También se prepara un cirio pequeño, de cartón, para cada chico.Los chicos entran a la capilla y se sientan en el suelo, cerca del altar.
Cantan alguna canción para saludar a Jesús.
 (conversando con los chicos) ¿Saben por qué estamos reunidos? Estamos reunidos todos los chicos y los papás para celebrar una gran fiesta, es una de las fiestas más importantes…
la mejor noticia ... Jesús resucitó, está vivo en medio nuestro. (pregunta a los chicos y a los papás) Jesús es importante porque nos quiere, nos cuida, nos enseña muchas cosas buenas y especialmente, porque murió y resucitó, está vivo en medio nuestro, aunque no lo veamos, porque nos ama. Y como Jesús es el que más amó, por eso es el más importante. ¿Cantamos una canción a Jesús dando gracias por su amor? (Cantamos «El amor de Dios es maravilloso», o «Yo tengo un amigo que me ama».)
Para no olvidarnos tampoco nosotros que Jesús resucitó, vamos a prender el cirio, esta gran vela que está junto al altar. Esta luz nos recuerda que Jesús está en medio nuestro. Vamos a cerrar los ojos, hacemos silencio y vamos a decirle a Jesús
Ahora vamos a pedirle a los papás que ellos hagan una oración. El que quiera, pide a Jesús algo. Todos decimos: Gracias Jesús por escucharnos.
Cantamos esta es la luz de Cristo.
cada chico recibe su cirio y lo pega en una hoja en blanco o de color. Lo decora con flores, papeles de colores, goma de pegar, dibujos…



JUEGOS 
Junta todas las cosas que necesites. Todo lo que necesitas es un frasco de vidrio o una canasta, varios huevos de chocolate de tamaños diferentes o huevos duros pintados, hojas de papel, un lápiz y una canasta de Pascua.
Entrega una hoja de papel y un lápiz a cada uno de los participantes.Pide a cada niño que escriba su nombre y el número de huevos que crea que hay en el recipiente.
Declara al ganador. Aquel que se acerque más o adivine el número exacto, ¡gana todo el frasco!
Adivina quién soy
Este juego es muy divertido, tus invitados pasarán un buen momento jugando a las adivinanzas durante una buena parte de la fiesta. Se orienta a los niños un poco mayores, alrededor de los 7 años o más.
Junta lo que necesitarás. Todo lo que necesitas son unos cuantos peluches pequeños. Si es posible, sería bueno que estos tengan relación con la celebración de Pascua, como 
conejos o pollos, etc.Conforme los invitados lleguen a la puerta, colócalas un peluche en la espalda con un alfiler de gancho, sin que el invitado vea el animal. Asegúrate de usar alfileres de seguridad y revisa que no lastimen al niño. ¡Pídele que se pare bien recto mientras lo haces!En el transcurso de la fiesta, los invitados se hacen preguntas entre sí acerca de la identidad de sus animales. Deben ser preguntas que se puedan responder con “sí” o con “no”.
  • Por ejemplo, pueden preguntar “¿Como zanahorias?”, “¿Digo cuac?”, etc.
  • Antes de que termine la fiesta, pregúntale a cada niño qué animal piensa que es. Aquellos que adivinen, ganan un premio; quizás el mismo animal que tengan pegado. Deja que los niños sigan intentando hasta que acierten (puedes terminar el juego antes si los niños adivinan rápido y no quieren que el juguete siga colgado en sus espaldas).

Búsqueda de huevos de Pascua
Ninguna fiesta de Pascua estará completa sin una búsqueda de huevos. Tus invitados disfrutarán la emoción y la gratificación de buscar y encontrar los huevos con una búsqueda de huevos, un clásico de Pascua.
Coloca caramelos, huevos de Pascua u otras sorpresas dentro de huevos de plástico.

  • Para las búsquedas en jardines o patios, mientras tu jardín esté seco y sin barro ni nieve, puedes obviar la cobertura de plástico y colocar los premios como estén, ya que estos tendrán su propio empaque.
  • Esconde los caramelos o huevos de Pascua en tu patio, jardín o alrededor de la casa. Asegúrate de saber cuántos escondiste y verifica que tengas suficientes para cada invitado
El huevo del conejo
Dibuja la forma de un conejo de Pascua. En una tela o papel, dibuja un boceto grande de un conejo, modelándolo luego como el conejo de Pascua tradicional. Dibuja al conejo parado en sus patas traseras y sosteniendo sus patas delanteras como si cargara un huevo.
Estira la tela u hoja de papel en la pared y pégala firmemente.
Corta huevos de distintos colores para representar los huevos de Pascua. Los huevos deberán ser de un tamaño similar al espacio entre las patas delanteras del conejo. Coloca un alfiler en cada huevo.
Cubre los ojos de los jugadores por turnos y entrégales un huevo a cada uno. Cada huevo se debe colocar en el papel o tela, justo en los brazos del conejo si es posible. A medida que los jugadores tomen su turno, sin importar como se empezó, el conejo quedará rodeado de huevos hasta que un jugador logre colocar un huevo en los brazos del conejo. El jugador que llegue más cerca del brazo, o a ese punto, gana un premio.

Decora un huevo duro o una galleta de Pascua.

Elige un trabajo artesanal adecuado para el grupo de edad y que esté relacionada con la Pascua. Por ejemplo, las actividades tales como la decoración de huevos, elaboración de canastas u hojas de actividades.


  • También puedes tallar un conejo de Pascua y darles zanahorias a los niños para que las lancen a la boca del conejo. Dales de 3 a 4 zanahorias y ve si pueden lanzarlas a través de orificio que sería “la boca del conejo”.
  • Prepara premios secundarios para cada juego. ¡Es frustrante ser el único que no ganó mientras que todos los demás comen caramelos!
  • Para el juego de “el huevo del conejo”, puedes usar velcro si tienes una tela que se adhiera bien a este.
  • Las orejas de conejo son buenos premios; mientras más repartas, mejor.
  • Cuando envíes las invitaciones, pide a los niños que utilicen disfraces de Pascua para agregarle diversión a la fiesta.

  • ENLACES : https://www.catequesisenfamilia.es/despertar-religioso/juegos/2808-celebracion-de-la-pascua-dinamicas-para-ninos.html
  • https://es.m.wikihow.com/organizar-juegos-de-Pascua-en-una-…
  • https://www.catequesisenfamilia.es/index.php

8° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C.



Domingo 3 de marzo de 2019.
                    Eclesiástico 27,4-7; 1° Corintios 15,51.54-58; San Lucas 6,39-45.


“La doctrina de Cristo, al crecer y desarrollarse, se mezcló con árboles buenos y con zarzas malas. Tú observa de dónde procede el fruto, de dónde trae su origen lo que te alimenta y de dónde lo que te punza. A los ojos están mezcladas ambas cosas, pero la raíz las separa”.
(San Agustín, Sermón 340 A, 10)


Oración inicial:
“Ven, Espíritu Santo. Ven, Padre de los pobres. Ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Hay tantas sombras de muerte, tanta injusticia, tanta pobreza, tanto sufrimiento. Penetra con tu luz nuestros corazones. Habítanos porque sin ti no podemos nada. Ilumina nuestras sombras de egoísmo, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas. Suavizas nuestra dureza, elimina con tu calor nuestras frialdades, haznos instrumentos de solidaridad. Ábrenos los ojos y los oídos del corazón a la Palabra, para saber discernir tus caminos en nuestras vidas, y ser instrumentos de Vida Nueva”. Amén.


LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Eclesiástico 27,4-7; 1° Corintios 15,51.54-58; San Lucas 6,39-45.

Claves de lectura:

1. «Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca». (Evangelio)
Conviene partir de esta sentencia final para reflexionar sobre el evangelio de hoy (que  contiene además otras sentencias). La relación entre lo que pensamos interiormente y lo  que expresamos, entre el corazón y la palabra, es normalmente una relación de  correspondencia. En Dios el Verbo, su Palabra encarnada, es la expresión exacta del que  habla, del Padre. En los seres infrahumanos, su forma externa revela su esencia: si un  animal ladra, se sabe que es un perro. En los hombres, que pueden mentir, hay que andar  con más cuidado y examinar detenidamente su conducta: a la larga será no una palabra  sino todo su comportamiento lo que revele su actitud interior. Al igual que el árbol se conoce  por su fruto, así también el hombre se conoce por todo su comportamiento. Jesús nos da  dos indicaciones al respecto: ante todo el hombre que ha de juzgar a otro debe ser alguien  que ve espiritualmente, no un ciego o alguien que cree o no cree ciegamente. Después,  antes de intentar enmendar el equívoco en otro, debe examinar si entre lo que siente su  corazón y lo que dice su boca hay una auténtica correspondencia. Conviene primero  ajustarse a la medida de Cristo, que es la verdad total y definitiva de su Padre; y tras  haberse apropiado realmente de esta medida, se estará más cerca de la forma correcta de  ser veraz. Las indicaciones de Jesús para juzgar a los hombres se mueven entre la  prudencia humana práctica y su propia comprensión divino-humana de la verdad.

2. «En su reflexión se ven las vilezas del hombre»  (1°Lectura) (según la  Biblia de Jerusalén). 
El texto del Antiguo Testamento establece la misma proporción entre las convicciones de  un hombre y su expresión. (En el texto no se trata de probar a un hombre, sino del criterio  válido para probarlo). Del mismo modo que Jesús quiere que se juzgue al corazón según lo  que habla la boca (como se conoce al árbol por su fruto), así también el sabio recomienda  ya no elogiar a nadie antes de haber escuchado su palabra como prueba de su corazón.  Como los hombres pueden mentir y disimular hay que observar en cada persona si  realmente se da una correspondencia entre su corazón y su boca. 
3. «Trabajar siempre por el Señor, sin reservas». (2°Lectura)
Si se quiere insertar la segunda lectura en este contexto, hay que tener presente la  recomendación de Pablo de que el cristiano tiene que trabajar siempre -lo que también  puede incluir nuestro juicio sobre los hombres y las relaciones humanas- «sin reservas»,  según el criterio con el que Jesús juzga las cosas de este mundo. El las valora a la luz de la  verdad eterna, donde lo perecedero ha recibido su forma final definitiva e imperecedera. Si  se nos dice que «el día del juicio los hombres darán cuenta de toda palabra falsa que  hayan pronunciado» (Mt 12,36), entonces no sólo Jesús sino también su discípulo puede  distinguir ya en la tierra entre un discurso fecundo y un discurso estéril. El Señor «no dejará  sin recompensa esta fatiga». Ciertamente hay discursos que sólo conciernen a los asuntos  temporales, pero también éstos deben ser pronunciados con una responsabilidad  definitiva.

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 259 s.)


MEDITACIÓN.

CONTEXTO LITÚRGICO.
Acaba hoy la primera parte del tiempo ordinario, porque el próximo miércoles iniciamos ya la Cuaresma. Además, tanto en la segunda lectura como en el evangelio, concluimos la lectura de los textos que íbamos leyendo a los largo de las últimas semanas; así acabamos la lectura continuada de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto, y también el resumen del mensaje de Jesús que el evangelista Lucas ha recogido en el capítulo 6, y del que hoy leemos el tercer y último fragmento. 
Por tanto, toda la liturgia de hoy nos invita a cerrar un período, una etapa del año litúrgico, durante la cual hemos ido siguiendo los inicios del ministerio de Jesús, para iniciar otra la próxima semana: la Cuaresma, un tiempo fuerte, con todo lo que comporta. 
ESTILO SAPIENCIAL.
La primera lectura de hoy está tomada del libro del Eclesiástico y es el típico texto de la literatura sapiencial con sabor poético. A partir de varias imágenes (la criba, el horno, el fruto del árbol) se nos dice que la bondad del hombre se manifiesta auténticamente después de haber sido probada, después de haber sido examinada. Tan sólo entonces se constata si es algo sólo superficial o si es algo que mana de lo hondo del corazón: "No alabes a nadie antes de que razone, porque ésa es la prueba del hombre". 
El evangelio de hoy usa este estilo, con una serie de máximas e imágenes del mismo tipo de las que hemos visto en la primera lectura, algunas incluso calcadas: el ciego y el hoyo, el discípulo y su maestro, la mota y la viga en el ojo, el árbol y sus frutos, el corazón y la boca. 

EL VALOR DE LO INTERIOR. 
También el mensaje de este fragmento de Lucas empalma con el de la 1ª lectura. El núcleo de este mensaje de hoy consiste en valorar lo interior. Jesús invita a la profundidad y a la sinceridad de corazón; a no quedarse con la imagen exterior, que sólo es al fin y al cabo un reflejo de la interioridad de la persona. 
El evangelio tiene dos partes: la primera consiste en una llamada a la humildad, a la sencillez, a la hora de valorarnos a nosotros y a los demás. A partir de las imágenes del ciego que no puede ser guía de otro ciego, y del discípulo que no está tan instruido como su maestro, Jesús hace una llamada a ser conscientes de la propia limitación, a la capacidad de autocrítica. Este pensamiento culmina con el ejemplo de la viga en el propio ojo y la mota en el del vecino: "¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?".
Y a partir de la falsa situación del que pretende enseñar siendo ciego o un simple discípulo, y del que pretende corregir a los demás cuando él está aún más cargado de faltas, Jesús invita, en la segunda parte del texto de hoy, a descubrir al hombre en su propia realidad. Una realidad que halla su aspecto más auténtico en lo que hay en el fondo del corazón. Lo que vale en cada persona no es lo que dice, ni lo que hace, sino lo que hay en su corazón. Y lo que hay en el fondo del corazón se expresará después en sus palabras y en sus obras. 
Con todo esto Jesús nos invita a cultivar la dimensión interior de la persona, aquello que constituye la parte más profunda y auténtica de su ser. Una dimensión interior que Jesús ve en positivo, al decir que "El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien". Pero este tesoro de bondad que cada cual guarda en su corazón se ha de cultivar para que dé su fruto. Por eso es tan importante trabajar la vida interior de las personas, su capacidad de reflexión, de escucha, de meditación, de silencio. 

LA VIDA INTERIOR DEL CRISTIANO. 
Y en concreto, el cristiano ha de ir modelando su corazón según Dios y siguiendo el estilo de Jesús. El mensaje del evangelio, que hemos ido recordando estas últimas semanas, pide interiorización, exige poder arraigar en el corazón del cristiano para poder vivirlo de verdad. 
El salmo de hoy nos recuerda precisamente que, cuando las raíces son hondas y están agarradas en el Señor, "El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor.. En la vejez seguirá dando fruto... "
Y en la segunda lectura san Pablo nos recuerda dónde se encuentra el fundamento de nuestra esperanza: la victoria de Cristo que ha engullido la muerte. Si arraigamos profundamente nuestro corazón en esta convicción, nuestra vida será un auténtico testimonio de la fe que profesamos. "¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Así, pues, hermanos míos queridos, manteneos firmes y constantes. Trabajad siempre por el Señor, sin reservas, convencidos de que el Señor no dejará sin recompensa vuestra fatiga". 
Se trata, en definitiva, de buscar la renovación del corazón. Los cristianos la encontraremos en la lectura del evangelio, bien fundamentados en Cristo muerto y resucitado. La ya inmediata Cuaresma nos ayudará todavía más a avanzar en esta línea de interiorización y de renovación.

(Aporte de XAVIER AYMERICH, MISA DOMINICAL 2001, 3, 11-12)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Por qué juzgamos mucho más duramente a los demás que a nosotros mismos?
¿Con qué criterios decimos que se producen frutos? 


ORACIÓN- CONTEMPLACIÓN.

La advertencia de Jesús es fácil de entender. "No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto. No se cosechan higos en las zarzas, ni se vendimian racimos en los espinos".
En una sociedad dañada por tantas injusticias y abusos, donde crecen las «zarzas» de los intereses y las mutuas rivalidades, y donde brotan tantos «espinos» de odios, discordia y agresividad, son necesarias personas sanas que den otra clase de frutos. ¿Qué podemos hacer cada uno para sanar un poco la convivencia social tan dañada entre nosotros? Tal vez hemos de empezar por no hacerle a nadie la vida más difícil de lo que ya es. Esforzarnos por vivir de tal manera que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera. No envenenar el ambiente con nuestro pesimismo, nuestra amargura, resentimiento y agresividad. Crear en nuestro entorno unas relaciones diferentes hechas de confianza, bondad y cordialidad.
Son necesarias también personas que sepan acoger. Cuando escuchamos y acogemos a alguien, lo estamos liberando de la soledad y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir. Por muy difícil y dolorosa que sea la situación en que se encuentra, si la persona descubre que no está sola y tiene a alguien a quien acudir, nacerá de nuevo en ella la esperanza. Qué gran tarea puede ser hoy ofrecer refugio, acogida y respiro a tantas personas maltratadas por la vida.
Hemos de desarrollar también mucho más la capacidad de comprensión. Que las personas sepan que, hagan lo que hagan y por muy graves que sean sus errores, en mí encontrarán siempre a alguien que las comprenderá. Tal vez hemos de empezar por no despreciar a nadie ni siquiera interiormente.
No condenar ni juzgar precipitadamente y sin compasión alguna. La mayoría de nuestros juicios y condenas de las personas sólo muestran nuestra poca calidad humana. Es también importante poner fuerza interior en el que sufre. Nuestro problema no es tener problemas, sino no tener fuerza para enfrentarnos a ellos. Junto a nosotros hay personas que sufren inseguridad, soledad, fracaso, enfermedad, incomprensión... No necesitan sólo recetas para resolver su crisis. Necesitan a alguien que comparta su sufrimiento y ponga en sus vidas la fuerza interior que las sostenga.
El perdón puede ser otra fuente de esperanza en nuestra sociedad. Las personas que no guardan rencor ni alimentan de manera insana el odio o la venganza, sino que saben perdonar desde dentro, siembran esperanza en el mundo. Junto a esas personas siempre crecerá la vida.
No se trata de cerrar los ojos al mal y a la injusticia del ser humano. Se trata sencillamente de escuchar la consigna de san Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien". La manera más sana de luchar contra el mal en una sociedad tan dañada en algunos valores humanos es hacer el bien «sin devolver a nadie mal por mal...; en lo posible, y en cuanto de ustedes dependa, en paz con todos los hombres» (Rm 12, 17-18).

(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, SIN PERDER LA DIRECCION
Escuchando a S.Lucas. Ciclo C,SAN SEBASTIAN 1984.Pág. 73 s.)

Oración final:
Karl Rahner sj, tiene una humilde y sentida oración:

“Mira, Señor, ahí está el otro, con el que no me entiendo. Él te pertenece; tú le has creado. Si tú no le has querido así, al menos le has dejado ser como es. Mira, Dios mío, si tú le soportas, le quiero yo aguantar y soportar, como tú me soportas y aguantas”. Amén.


Hno. Javier, msa.

11 cosas que conviene saber sobre el Miércoles de Ceniza

1.- ¿Qué es el Miércoles de Ceniza?

Es el primer día de la Cuaresma, es decir, de los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.

El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. En este se explica que al término de la Misa, se bendice e impone la ceniza hecha de los ramos de olivo bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior.

2.- ¿Cómo nace la tradición de imponer las cenizas?

La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo.

La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI (once), la Iglesia de Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.

3.- ¿Por qué se impone la ceniza?

La ceniza es un símbolo. Su función está descrita en un importante documento de la Iglesia, más precisamente en el artículo 125 del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia:

“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”.

4. ¿Qué simbolizan y qué recuerdan las cenizas?

La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.

La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).

5.- ¿Dónde se puede conseguir la ceniza?

Para la ceremonia se deben quemar los restos de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego aromatizadas con incienso.

6.- ¿Cómo se impone la ceniza?

Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras Bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».

7.- ¿Qué hacer cuando no hay sacerdote?

Cuando no hay sacerdote la impartición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda por una liturgia de la palabra.

Es importante recordar que la bendición de las cenizas, como todo sacramental, solo puede realizarla sacerdote o diácono.

8.- ¿A quién se puede imponer la ceniza?

Puede recibir este sacramental cualquier persona, inclusive no católica. Como especifica el Catecismo (1670 ss.) los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo como sí lo hacen los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia estos «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella».

9.- ¿Es obligatoria la imposición de las cenizas?

El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a la Santa Misa, algo que siempre es recomendable.

10.- ¿Cuánto tiempo hay que tener la ceniza en la frente?

Cuanto uno desee. No existe un tiempo determinado.

11.- ¿Es obligatorio el ayuno y la abstinencia?

El Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y abstinencia, como en el Viernes Santo, para los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de esos límites es opcional. Ese día los fieles pueden tener una comida “fuerte” una sola vez al día.

La abstinencia de comer carne es obligatoria desde los 14 años. Todos los viernes de Cuaresma también son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también, aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de mortificación u ofrecimiento como el rezo del rosario.

CELEBRACIÓN MIÉRCOLES de CENIZA | DINÁMICA de GRUPO