8 jun 2019
33 días con la Reina de la Paz. 8 de junio 2019. 17° Día. Padre G. E. Jamut, omv
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
5 jun 2019
IMAGENES DE PENTECOSTES Y ALGUNAS MANUALIDADES
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33 días con la Reina de la Paz. 5 de junio 2019. 14° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
Que la luz de Dios brille en tus ojos.
Décimo cuarto día de preparación para
consagrarse a Dios con la intercesión de María Reina de la Paz.
Oración inicial para cada día:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu santo, tu luz me envuelve y
me protege, a la vez que el amor de la reina de la Paz me rodea.
Tu luz Señor guíe mis pasos en este día y con su resplandor hechas fuera
las tinieblas, de mi alma, de mi familia, de mi iglesia y de cada rincón de mi
país y de toda la tierra.
Madre de Jesús y Madre nuestra , nos unimos a ti en oración de
intercesión pidiéndole a Dios que disipe hasta la más espesa oscuridad, para
que ya no regrese ni siquiera a la más pequeña sombra del mal. Amen.
Texto bíblico para meditar:
Mt 6,22
Rojo en la lámpara de tu cuerpo, si tus ojos están sanos todo tu cuerpo
tendrá luz pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo estará en oscuridad .Palabra
del Señor.
Mensaje de la Reina de
la Paz del 2 de marzo del 2017:
Queridos hijos, con amor maternal vengo a ayudarlos para que tengan más
amor lo que significa más fe, por eso apóstoles de mi amor los reúno en torno a mí , mírenme en el
corazón, háblame como a una
madre con sus dolores , aflicciones y alegrías.
Reflexión:
Que la luz de Dios brille en tus ojos.
En el Evangelio de Mateo recordamos el primer
versículo, tu ojo es la lámpara de tu cuerpo, en la mayoría de los casos
estamos tan acostumbrados a mirar superficialmente, que sólo sea un accidente o
una enfermedad nos provoca alguna molestia, en el sentido de la vista llegamos
a comprender plenamente el valor y la importancia de los ojos, o si sufrimos
alguna clase de impedimento para ver con plena calidad todo aquello que nos
rodea , sin embargo, es posible que nuestros ojos sean lo más importante de
nuestro rostro no solo porque nos permiten caminar sin tropezar y son las
herramientas para contemplar las cosas que nos circundan ,sino porque también a través de los ojos , expresamos mucho de lo que se encuentra guardado
en lo profundo del arcón del corazón, efectivamente con frecuencia he oído decir a
algunas personas o incluso yo mismo he formulado expresiones como, tienes los ojos tristes, con su sola mirada
transmite entusiasmo y alegría , y frases como estas, nos hablan como los ojos en cierta forma
hablan de lo que está en el corazón, por
lo tanto nosotros necesitamos tomar
tiempo para mirarnos en la oración en los ojos de Jesús, en los ojos de nuestra
madre la Virgen Santísima e incluso puedes hacer un ejercicio en este día, ve delante de un espejo y ponte frente a él,
acercando el rostro ,pero no debes hacerlo como si estuviera solo sino
renovando la conciencia de que Dios y María están junto a ti, luego toma conciencia de esta presencia del Señor
y pide la gracia de que te permita ver cómo te perciben los demás cuando miran
tus ojos, habla con Dios tu creador ,habla
con María Reina de la Paz ,pidiendo que la luz de Dios de su mirada toque tu
corazón sane las heridas de tu alma y así podrás disfrutar de un
intercambio de mirada con Jesús y con María que renovarán tu alma y traerán paz
a tu corazón .
Oración final para
cada día:
Padre del cielo, en el Nombre de tu Hijo Jesucristo y por la intercesión
de María Reina de la Paz pongo en tus manos, a todos tus hijos que habitamos en
esta tierra, especialmente a los más necesitados de tener una experiencia, de
tu amor y de tu Divina Misericordia que así sea.
Y que en este día te bendiga Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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4 jun 2019
Boletín del mes de Junio.
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LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS CICLO C
Domingo 9 de junio
de 2019.
Hechos de los Apóstoles 2-1-11; 1° Corintios
12,3-7.12-13; San Juan 20,19-23.
“Eran odres nuevos
a la espera del vino nuevo que llegó del cielo.
El gran racimo ya
había sido pisado y glorificado” (San Agustín)
Oración inicial:
“Dios
nuestro, Espíritu inasible, Luz de toda luz, Amor que está en todo amor, Fuerza
y Vida que alienta en toda la Creación: derrámate hoy de nuevo sobre toda la
creación y sobre todos los pueblos, para que buscándote más allá de los
diferentes nombres con que te invocamos, podamos encontrarte, y podamos
encontrarnos en ti unidos en amor a todo lo que existe. Tú que vives y haces
vivir, por los siglos de los siglos. Amén.
LECTURA.
Leemos
los siguientes textos: Hechos de los Apóstoles 2-1-11; 1° Corintios
12,3-7.12-13; San Juan 20,19-23.
Claves de lectura:
1. «Se llenaron todos
del Espíritu Santo». (1° Lectura)
El Espíritu Santo es la
persona más misteriosa en Dios, por lo que puede manifestarse de múltiples
formas: como viento recio y fuego, tal y como lo presenta la primera lectura,
en la que se narra el acontecimiento de Pentecostés; pero también de una forma
enteramente suave, silenciosa e interior, como se lo describe en la segunda
lectura, donde de lo que se trata es de dejarse guiar por su voz y su moción
interior. Sea cual sea la forma en que se nos comunique, el Espíritu Santo es
siempre el intérprete de Cristo, quien nos lo envía para que comprendamos el
significado de su persona, de su palabra, de su vida y de su pasión en su
verdadera profundidad.
La llegada del Espíritu
como un viento recio nos muestra su libertad: «El viento sopla donde quiere y
oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3,8). Y si
además desciende en forma de lenguas de fuego que se posan encima de cada uno
de los discípulos, es para que las lenguas de los testigos, que empiezan a
hablar enseguida, se tornen espiritualmente ardientes y de este modo puedan
inflamar también los corazones de sus oyentes. Los fenómenos exteriores tienen
siempre en el Espíritu un sentido interior: su ruido, como de un viento recio,
hace acudir en masa a los oyentes y su fuego permite a cada uno de ellos
comprender el mensaje en una lengua que les es íntimamente familiar; este
mensaje que los convoca no es un mensaje extraño que primero tengan que
estudiar y traducir, sino que toca lo más íntimo de su corazón.
2. «Los que se dejan
llevar por el Espíritu de Dios». (2° Lectura)
Con esto estamos ya en
la segunda lectura, que nos muestra al Espíritu que actúa en los corazones y en
las conciencias de los cristianos. También aquí tiene todavía algo del viento
impetuoso por el que debemos «dejarnos llevar» si queremos ser hijos de Dios;
pero ciertamente debemos dejarnos llevar como hijos libres, para diferenciarnos
de los esclavos, que se mueven por una orden extraña y exterior. A este
«espíritu de esclavitud» Pablo lo llama «carne», es decir, una manera de
entender, buscar y codiciar los bienes terrenos, perecederos y a menudo humillantes,
que nos fascinan y esclavizan. Pero si seguimos al Espíritu de Dios en
nosotros, nos damos cuenta de que esta fascinación que ejerce sobre nosotros lo
terreno en modo alguno es una fatalidad: «Estamos en deuda, pero no con la
carne para vivir carnalmente», sino que podemos ya, como hombres espirituales,
ser dueños de nuestros instintos. Pero esto no por un desprecio orgulloso de la
carne, sino porque, como hijos del Dios que se ha hecho carne, podemos ser
hijos de Dios. Esto es lo distintivo del Espíritu divino: que no hace de
nosotros hombres espirituales orgullosos o arrogantes, sino que hace resonar en
nosotros el grito del Hijo: «¡Abba! (Padre)».
3. «El Espíritu Santo
será quien les lo enseñe todo». (Evangelio)
El evangelio explica
esta paradoja: el Espíritu se nos envía para introducirnos en la verdad
completa de Cristo, que nos revela al Padre. Es el Espíritu del amor entre el
Padre y el Hijo, y nos introduce en este amor. Al comunicarse a nosotros, nos
comunica el amor trinitario, y para nosotros criaturas el acceso a este amor es
el Hijo como revelador del Padre. De este modo el Espíritu acrecienta en
nosotros el recuerdo y profundiza la inteligencia de todo lo que Jesús nos ha
comunicado de Dios mediante su vida y su enseñanza.
(Aporte de HANS URS von
BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las
lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994. Pág. 252 ss.)
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994. Pág. 252 ss.)
MEDITACIÓN.
EL ESPIRITU SANTO ES EL
DON DE LA PASCUA.
Pentecostés culmina las
celebraciones pascuales: éste es el sentido de la fiesta de hoy y el que
debería tener la homilía. El ES no es "otra cosa" que se añada a la
Pascua o que venga después. El evangelio de hoy nos ayuda a superar la
pretensión historicista de Lucas y a establecer la relación entre el Espíritu
Santo y la Pascua.
Porque el Espíritu es el
gran don de la Pascua: es el Señor de la Pascua quien nos lo envía, y es él, el
Espíritu, quien nos permite confesar a Jesús como Señor. Celebrar Pentecostés
es "actualizar" la Pascua, hacerla realidad en nuestra vida.
Si todos los santos
tienen octava, ¡Pascua tiene siete! Hoy celebramos, como coronación, la fiesta
de Pentecostés (que significa, precisamente, día quincuagésimo). El evangelio
nos presenta a Jesús en medio de sus discípulos diciéndoles: Reciban el Espíritu
Santo. Hoy nos detenemos a contemplar y agradecer de un modo especial este don.
Pero el Espíritu no viene solamente cincuenta días después, sino que está
íntimamente vinculado a la fiesta de Pascua.
Más aún: Es Jesús, el
Señor de la Pascua quien nos comunica su Espíritu. El Espíritu del Padre, la
fuerza que da vida al mundo, el Espíritu que reposa sobre Jesús y al que él ha
sido totalmente fiel... también es enviado a nosotros. Es el gran don de la
Pascua: un don -un Espíritu- que nos penetra con su fuerza y nos renueva
profundamente. Que nos permite esperar más allá de nuestras propias fuerzas y
de nuestras perspectivas: como Jesús, que, clavado en la cruz, exclama:
"¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!". Que nos permite
reconocer a Jesús como Señor. El Espíritu es el don por excelencia: ni nace de
nuestras propias fuerzas ni nosotros podemos conquistarlo. Nos es dado
gratuitamente por el Señor resucitado.
Con la fiesta de hoy
culminamos las celebraciones pascuales. Pero, ¿habéis caído en la cuenta de que
aquello que hace que la Pascua no sea un simple hecho exterior a nosotros,
alejado en el espacio y el tiempo, es precisamente el hecho de que nos ha sido
dado el Espíritu? Sin el Espíritu del Padre y Jesús, no podríamos reconocer a
Jesús como Señor ni invocar a Dios como Padre, ni esperar el triunfo ni la vida
total y plena. Todo cuanto nace de la tierra o del corazón humano es pequeño y
exiguo, hecho a nuestra medida. La Pascua es la medida de Dios. El Espíritu
ensancha nuestro corazón de acuerdo con sus perspectivas.
(Aporte de J. TOTOSAUS, MISA
DOMINICAL 1981, 12)
Para la reflexión
personal y grupal:
¿Qué espíritu respiramos nosotros y respira la sociedad? ¿Nos
distinguimos los cristianos por el Espíritu del Señor?
ORACIÓN –
CONTEMPLACIÓN.
La vida lleva hoy a
muchos hombres y mujeres a vivir volcados hacia lo exterior, los ruidos, las
prisas y la agitación. Al hombre de hoy le cuesta adentrarse en su propia
interioridad. Tiene miedo a encontrarse consigo mismo, con su propio vacío
interior o su mediocridad.
Por otra parte, se han
producido cambios tan profundos durante estos años que la fe de muchos se ha
visto gravemente sacudida. Son bastantes los que ya no aciertan a rezar. No
sienten nada por dentro. Dios se les ha quedado como algo muy lejano e irreal,
alguien con quien ya no saben encontrarse.
¿Qué puede significar
entonces hablar de Pentecostés o del Espíritu Santo? ¿Puede, acaso, el Espíritu
de Dios liberarnos de esa tentación de vivir siempre huyendo de nosotros
mismos? ¿Puede despertar de nuevo en nosotros la fe en Dios? Y, sobre todo,
¿puede uno abrirse hoy a la acción del Espíritu?
Tal vez, lo primero es
confiar en Dios que nos comprende y acoge tal como somos, con nuestra
mediocridad y falta de fe. Dios no ha cambiado, por mucho que hayamos cambiado
nosotros. Dios sigue ahí mirando nuestra vida con amor.
Después, necesitamos
probablemente pararnos y, simplemente, estar. Detenernos por un momento para
aceptarnos a nosotros mismos con paz y amor, y escuchar los deseos y la
necesidad que hay en nosotros de una vida diferente y más abierta a Dios. Es
fácil que nos encontremos llenos de miedos, preocupaciones o confusión. Tal
vez, necesitamos purificar nuestra mirada interior. Despertar en nosotros el
deseo de la verdad y la transparencia ante Dios. Liberarnos de aquello que nos
enturbia por dentro y clarificar qué es lo que deseamos en este momento de
nuestra vida.
Es fácil también que la
falta de amor sea la fuente más importante de nuestro malestar. Ese egoísmo que
nos penetra por todas partes, nos encierra en nosotros mismos y nos impide ser
más sensibles a los sufrimientos, necesidades y problemas, incluso de aquellos
a los que decimos querer más. ¿No necesitamos en el fondo vivir de manera más
generosa y desinteresada? ¿No habría más paz y alegría en nuestra vida?
No olvidemos que el
Espíritu Santo es «dador de vida». Siempre que nos abrimos a su acción, aunque
sea de manera pobre e incierta, él nos hace gustar los frutos de una vida más
sana y acertada: «amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad,
sencillez, dominio de sí» (Ga 5, 22-23).
(Aporte de JOSE ANTONIO
PAGOLA, SIN PERDER LA DIRECCION,
Escuchando a San Lucas.
Ciclo C, SAN SEBASTIAN 1994. Pág. 55 s.)
Oración final:
“Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la Gloria: ilumina nuestra mirada
interior para que, viendo lo que esperamos a raíz de tu llamado, y entendiendo
la herencia grande y gloriosa que reservas a tus santos, comprendamos con qué
extraordinaria fuerza actúa en favor de los que creemos”. Amén.
Hno. Javier.
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Cielo abierto- Digno de Alabar- (Athenas)-
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
33 días con la Reina de la Paz. 4 de junio 2019. 13° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
2 jun 2019
33 días con la Reina de la Paz. 2 de junio 2019. 11° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
La
luz de Dios reorienta tu curiosidad y te revela los tesoros que hay en ti.
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1 jun 2019
Comentario del Evangelio Para Niños Domingo 02 de Junio 2019
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
DOMINGO DE LA SOLEMNIDAD DE LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR CICLO C
Domingo 2 de junio
de 2019.
Hechos de los Apóstoles 1,1-11; Hebreos 9,24-28;
10,19-23; San Lucas 24,46-53.
Oración inicial:
“Llena, Señor,
nuestro corazón de gratitud y de alegría por la gloriosa Ascensión de tu Hijo,
ya que su triunfo es también nuestra victoria; pues a donde llegó él, nuestra
cabeza, tenemos la esperanza cierta de llegar nosotros, que somos su cuerpo.” Amén.
(Oración colecta de la Solemnidad de la Ascensión)
LECTURA.
Leemos
los siguientes textos: Hechos de los Apóstoles 1,1-11; Hebreos
9,24-28; 10,19-23; San Lucas 24,46-53.
Claves de lectura:
1. «Mientras los
bendecía, se separó de ellos» (Evangelio)
Lucas nos cuenta hoy, al
final de su evangelio y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, la
ascensión del Señor: en el evangelio con una mirada retrospectiva que conduce
al mismo tiempo a la misión en el futuro; y en los Hechos de los Apóstoles,
eliminando las falsas concepciones para hacer sitio a la futura misión de la
Iglesia. En el evangelio el Señor remite a la quintaesencia de la Sagrada
Escritura: la pasión y la resurrección del Mesías, y esto es lo que se
anunciará de ahora en adelante a todos los pueblos. Los discípulos han sido y
siguen siendo los testigos oculares de esta quintaesencia de toda la
revelación, y esta gracia única («¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven!»)
los convierte en los «testigos» privilegiados. Pero el testigo principal es el
propio Dios, su Espíritu Santo, que conferirá a sus palabras humanas «la fuerza
de lo alto». Los discípulos han de esperar a este Espíritu de Dios, de modo que
su misión exigirá una obediencia permanente al Espíritu Santo. La ascensión de
Jesús hacia el Padre está precedida de una bendición final que envuelve a todo
el futuro de la Iglesia, una bendición cuya eficacia durará siempre y bajo la
que hemos de poner toda nuestra actividad.
2. «Mis testigos hasta
los confines del mando». (1° Lectura)
La primera lectura, el
comienzo de los Hechos de los Apóstoles, elimina las limitadas expectativas de
los discípulos, que siguen esperando todavía la restauración del reino de
Israel, y amplía expresamente el campo misionero de la Iglesia, que parte de
Jerusalén, pasa por Judea y el país herético de Samaría, y llega hasta los
confines de la tierra. La reconciliación operada por Dios en Cristo afecta al
mundo entero, todos los pueblos han de conocerla. Los apóstoles no hacen
propaganda de una religión determinada, sino que anuncian un acontecimiento
divino que concierne a todos desde el principio, que de hecho ya les ha
afectado, lo sepan o no. Pero todos deben conocerlo, pues entonces podrán poner
su vida bajo esta nueva luz que le da sentido y ordenarla en consecuencia. La
universalidad de la verdad de Cristo exige que su verdad objetiva sea afirmada
también subjetivamente por los hombres. Afirmada o negada, rechazada: lo que es
también una forma de ser conocida.
3. «Un camino nuevo y
vivo a través de la cortina». (2° Lectura)
La segunda lectura
subraya el carácter único y definitivo del acontecimiento de Cristo. Si este
acontecimiento fuera repetible, no tendría una validez universal. La Antigua
Alianza estaba bajo el signo de la repetición, porque la ofrenda de la sangre
de los animales no podía producir una expiación definitiva ante Dios; pero la
autoinmolación de Jesús fue tan irrepetible y suficiente que en virtud de ella
podemos entrar en el santuario de Dios a través de la cortina, que
anteriormente era siempre un elemento separador: lo que parecía separarnos de
Dios, nuestra carne mortal, se ha convertido precisamente, con la ascensión de
Cristo, en lo que ha penetrado hasta el Padre, ha purificado nuestra «mala
conciencia» y nos ha dado «la firme esperanza que profesamos» en la «fidelidad»
de Dios, ahora definitivamente demostrada.
(Aporte de HANS URS von
BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las
lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 250 s.)
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 250 s.)
MEDITACIÓN.
«Aquí vino y se fue».
Una de las poesías más
conocidas de Fray Luis de León, está dedicada a la Ascensión: «Y dejas, Pastor
santo, tu grey en este valle hondo, escuro». Es una poesía que refleja la
tristeza de aquellos discípulos que ven cómo una «nube envidiosa» les priva
«deste breve gozo» de la presencia de Jesús y se preguntan: «¿Qué norte guiará
la nave al puerto?». Para exclamar finalmente: «¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay,
nos dejas!».
Sin entrar en la
valoración literaria de esta poesía confieso que me gusta más otra, dedicada a
la Ascensión, y menos conocida, de León Felipe: «Aquí vino y se fue. Vino...,
nos marcó una tarea y se fue. Tal vez detrás de aquella nube hay alguien que
trabaja, lo mismo que nosotros, y tal vez las estrellas no son más que ventanas
encendidas de una fábrica, donde Dios tiene que repartir una labor también.
Aquí vino y se fue. Vino..., llenó nuestra caja de caudales con millones de
siglos y de siglos; nos dejó unas herramientas..., y se fue. Él, que lo sabe
todo, sabe que estando solos, sin dioses que nos miren, trabajamos mejor. Detrás
de ti no hay nadie. Nadie. Ni un maestro, ni un amo, ni un patrón. Pero tuyo es
el tiempo. El tiempo y esa gubia con que Dios comenzó la creación».
Los dos relatos de la
ascensión, escritos por Lucas, que hoy hemos escuchado, no reflejan ciertamente
esa tristeza que impregna la poesía de Fray Luis. Incluso, paradójica y
sorprendentemente, nos dicen que los discípulos, después de haber recibido la
última bendición de Jesús, "se volvieron a Jerusalén con gran alegría y
estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios». Los relatos no reflejan la
soledad y la nostalgia, estériles, de los discípulos, subrayadas por Fray Luis,
sino todo lo contrario: la conciencia de que han recibido una misión que tienen
que realizar en la fuerza del Espíritu y por la que deben ser testigos de Jesús
en Jerusalén y hasta los confines del mundo.
Es significativa la
introducción de los Hechos de los apóstoles, que están dedicados a un tal
Teófilo -que no sabemos quién es-: «En mi primer libro escribí de todo lo que
Jesús fue haciendo y enseñando..., movido por el Espíritu Santo». Lucas no
especifica en concreto lo que va a relatar en su segundo libro, los Hechos de
los apóstoles. Pero su contenido no deja lugar a dudas: en este segundo libro
se nos narra lo que los seguidores y testigos de Jesús «fueron haciendo y
enseñando», también «movidos por el Espíritu Santo», que Jesús había prometido:
«La promesa de mi Padre de la que os he hablado». Jesús les había dicho:
«Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser
mis testigos en Jerusalén... y hasta los confines del mundo».
Por eso podemos decir,
en ese recorrido por las figuras de la resurrección que hemos hecho estos
domingos de pascua. que la figura de hoy es la comunidad de creyentes que surge
en la ascensión y que va a nacer el día de pentecostés, que celebraremos el
domingo próximo. Precisamente Pablo hablaba también hoy de la Iglesia,
depositaria de ese Cristo, bajo cuyos pies Dios ha puesto todo: «Ella -la
Iglesia- es su cuerpo, plenitud del que acaba todo en todos». Si hoy, veinte
siglos más tarde, con sus luces y sus sombras, sigue adelante la causa de
Cristo, es porque aquel puñado de hombres no se quedaron «plantados mirando al
cielo», sino que «se quedaron en la ciudad» de los hombres y fueron haciendo y
enseñando todo lo que había hecho Jesús, movidos por el Espíritu Santo.
Hay un gesto entrañable
en el evangelio de hoy: nos dice que Jesús, al dejar a los discípulos «los
bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos». Algún comentarista subraya
cómo esta bendición es similar a otras de despedida del Antiguo Testamento.
Pero puede recordarse también otra bendición, al primer hombre y la primera
mujer, que el Génesis sitúa al comienzo de la historia humana: «Yahvé Dios los
bendijo y les dijo: "Crezcan, multiplíquense, llenen la tierra"».
Ahora, cuando comienza
la nueva creación, una nueva historia de la humanidad, el Señor Jesús, la
palabra de Dios en la que todo fue creado y se hizo hombre entre los hombres,
pronuncia una nueva palabra de bendición sobre aquel puñado de discípulos que
permanecen en la ciudad de los hombres y han recibido la misión, movidos por el
Espíritu -ese Espíritu de Dios que se cernía sobre las aguas de un mundo a
punto de nacer- de ser testigos el Resucitado.
Los especialistas han
especulado sobre quién es ese Teófilo, al que Lucas dedica sus dos libros. Se
ha dicho que se trataba de un cristiano al que el evangelista dedica su obra,
quizá por haberle pagado los gastos del pergamino o por otros servicios
prestados a la Iglesia. Alguien ha comentado también que Teófilo significa en
griego «el amado por Dios», y que se trata de una dedicatoria, colectiva y
simbólica, a todos los cristianos que son «amados por Dios».
Si tomamos esta
interpretación, podemos decir que la obra de Lucas se dedica a todo cristiano
de ayer y de hoy, a todos los que, a través de Jesús, nos sentimos amados por
Dios. Con esta interpretación podemos decir que las figuras de la resurrección
de hoy no son sólo los miembros de la comunidad primera de creyentes, sino que
somos también cada uno de nosotros: tú y yo, todos los que estamos hoy aquí,
«amados de Dios», a quienes se nos dirige este mensaje.
San Ignacio decía que
había que actuar en la vida como si todo dependiese de nosotros, para acabar
finalmente poniendo toda nuestra confianza en Dios. Es la misma idea de la
poesía de León Felipe: «Aquí vino y se fue»; ha estado entre nosotros un hombre
maravilloso, que era al mismo tiempo la revelación del Dios al que nadie ha
visto jamás y la revelación del misterio del hombre, que tanto nos cuesta
descubrir.
«Vino y se fue»: después
de habernos marcado una maravillosa tarea, la de repetir sus palabras y sus
hechos a los hombres de nuestro tiempo, la de ser sus testigos en la ciudad.
Sabemos que detrás de esa nube hay Alguien que ha prometido estar con nosotros
hasta el fin de los tiempos; que las estrellas, la vida, la bondad del corazón
humano... son como las ventanas encendidas a través de las que sabemos que él
sigue estando vivo entre nosotros.
«Vino y se fue»:
dejándonos la caja de caudales llenas con un mensaje de millones de siglos, que
durará siempre; unas herramientas que no se han quedado viejas a pesar de los
veinte siglos transcurridos. El sabe que trabajamos mejor si la responsabilidad
y la libertad están en nuestras manos. Puede ser verdad que ya no haya detrás
de nosotros ni un amo ni un patrón, porque Dios respeta hasta lo último nuestra
libertad. Pero no es verdad que no haya un maestro: él sigue vivo, actuando en
el corazón de los hombres, siendo nuestro camino, nuestra verdad y nuestra
vida.
Pero nuestro es el
tiempo; de nosotros depende hoy la causa de Jesús que nos ha encomendado su
misión, movidos por el Espíritu. Nuestro es el tiempo y la misma gubia, ese
instrumento de carpintero -y Jesús lo fue- con el que Dios comenzó su creación
y que ahora está ya en nuestras manos.
Por eso en este domingo,
en que se cierra la pascua cristiana, la figura de la resurrección ya no son ni
las mujeres, ni Magdalena, ni Tomás, ni Pedro, ni Juan..., ni el mismo Cristo.
Hoy estamos en el centro todos nosotros, los que formamos el cuerpo de Cristo
que es la Iglesia. Cada uno de nosotros tiene algo de Magdalena, de Pedro, de
Tomás... Y, sobre todo, cada uno de nosotros, tiene algo de Cristo. Hoy se
apaga definitivamente el cirio pascual, símbolo del Resucitado. Somos nosotros,
«amados de Dios», los que tenemos que repetir, movidos por el Espíritu, lo que
aquel maravilloso hombre dijo, que «vino, nos marcó una tarea y se fue».
«Decíamos ayer»: fueron
las palabras de Fray Luis, después de años de cárcel y persecuciones, al volver
a su cátedra. Ese «decíamos ayer», preñado de perdón y grandeza de corazón, es
una espléndida muestra de aquel que fue también testigo de la resurrección.
(Aporte de JAVIER GAFO, DIOS
A LA VISTA,
Homilías ciclo C, Madrid 1994.Pág. 173 ss.)
Homilías ciclo C, Madrid 1994.Pág. 173 ss.)
Para la reflexión
personal y grupal:
¿Qué significado tiene para nuestra vida «descender» y «ascender»?
¿Qué mensaje evangélico se desprende de la Ascensión?
ORACIÓN –
CONTEMPLACIÓN.
UN LUGAR EN DIOS.
¿Qué sentido puede tener
la «ascensión» de Jesús al cielo en una época en que ningún hombre lúcido se
imagina ya a Dios como un ser que vive en un lugar celeste, por encima de las
nubes? Pero, sobre todo, ¿qué puede significar para nosotros un salvador que ha
desaparecido lejos de nosotros, cuando lo que importa de verdad es la solución
de los problemas de nuestro mundo cada vez más graves y amenazadores? Y, sin
embargo, en este tiempo en que la progresiva explotación del mundo no parece
ofrecernos toda la felicidad deseada y cuando se perfila incluso la posibilidad
de un final catastrófico de la historia y no su consumación feliz, necesitamos
escuchar más que nunca el mensaje que se encierra en la ascensión del Señor.
Creer en la ascensión de
Jesús es creer que la humanidad de Cristo de la que todos participamos, ha
entrado en la vida íntima de Dios de un modo nuevo y definitivo. Jesús se ha
ocultado en Dios pero no para ausentarse de nosotros sino para vivir desde ese
Dios una cercanía nueva e insuperable, e impulsar la vida de los hombres hacia
su destino último.
Esto significa que el
hombre ha encontrado en Dios un lugar para siempre. «El cielo no es un lugar
que está por encima de las estrellas, es algo mucho más importante: es el lugar
que el hombre tiene junto a Dios» (J. Ratzinger).
Jesús mismo es eso que
nosotros llamamos cielo, pues el cielo, en realidad, no es ningún lugar sino
una persona, la persona de Jesucristo en quien Dios y la humanidad se
encuentran inseparablemente unidos para siempre. Esto quiere decir que nos
dirigimos al cielo, entramos en el cielo, en la medida en que dirigimos nuestra
vida hacia Jesús y vamos adentrándonos en él. Dios tiene para los hombres un
espacio de felicidad definitiva que Cristo nos ha abierto para siempre. Una patria
última de reconciliación y paz para la humanidad.
Esto que será escuchado
por muchos con sonrisa escéptica es, para el creyente, la realidad que sustenta
al mundo y da sentido a la apasionante historia de la humanidad. Y cuando se
desvanece esta esperanza última, el mundo no se enriquece sino que se vacía de
sentido y queda privado de su verdadero horizonte. Los creyentes somos seres
extraños en un mundo racionalizado, cerrado sólo a sus propias posibilidades,
optimista unas veces y triste y desesperanzado otras, según los ciclos tan
cambiantes de los éxitos y fracasos de la humanidad. Pero somos seres
gozosamente extraños que llevamos en nosotros una fe que nos ofrece razones
para vivir y esperanza para morir.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985, Pág. 295 s.)
Oración final:
“Padre nuestro, Padre de nuestro Señor Jesucristo; danos tu
Espíritu de sabiduría, e ilumina los ojos de nuestro corazón, para que
comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llamas, cuál la riqueza de la
gloria que das en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de
tu poder para con nosotros”. Amén.
Hno. Javier.
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"DIOS ME HA DADO UNA TAREA Y YO TRATO DE HACERLA LO MEJOR POSIBLE" ...ALABADO SEA MI SEÑOR.
33 días con la Reina de la Paz. 1 de junio 2019. 10° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
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28 may 2019
33 días con la Reina de la Paz. 28 de Mayo 2019. 6° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
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33 días con la Reina de la Paz. 27 de Mayo 2019. 5° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
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26 may 2019
33 días con la Reina de la Paz. 26 de Mayo 2019. 4° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
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25 may 2019
33 días con la Reina de la Paz. 25 de Mayo 2019. 3° Día. Padre G. E. Jamut, omv.
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24 may 2019
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