28 jul 2015

“HACED ESTO EN MEMORIA MÍA” Piero Marini Tucumán 2015





Archivos:

 Haced esto en memoria mía NUEVO
(0 votos)
Exposición del Presidente de los Congresos Eucarísticos Internacionales, Mons. Piero Marini
Autor Mons. Piero Marini Fecha Lunes, 27 Julio 2015 22:46 Tamaño del Archivo 120 KB Descargar 6Descargar
I. Introducción
“El hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27).” [1]
En este sentido, el mejor modo para preparar y celebrar un Congreso eucarístico es precisamente el “descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios y… el Pan de la vida ofrecido a todos los que son sus discípulos”, o sea mejorar la participación en la celebración de la Eucaristía; participación en la que ha insistido mucho el Concilio Vaticano II.
«Debemos recordar siempre la última Cena del Jueves santo – afirma el Papa Benedicto – donde recibimos la prenda del misterio de nuestra redención en la cruz. La última Cena es el lugar donde nació la Iglesia, el seno donde se encuentra la Iglesia de todos los tiempos. En la Eucaristía se renueva continuamente el sacrificio de Cristo, se renueva continuamente Pentecostés. Ojalá que todos toméis cada vez mayor conciencia de la importancia de la Eucaristía dominical, porque el domingo, el primer día de la semana, es el día en que honramos a Cristo, el día en que recibimos la fuerza para vivir diariamente el don de Dios»[2] 
Estas palabras nos invitan, por una parte, a retornar continuamente a la última cena para volver a escuchar las palabras de Jesús: “Haced esto en conmemoración mía”, pero nos exhortan también a vivir el mandato de Cristo, participando en la Eucaristía, especialmente los domingos, y a conformar nuestra vida cada día más con el don recibido en la Eucaristía.
Deseo, ante todo, detenerme brevemente sobre los ritos y las oraciones de la última cena para pasar, después, a considerar los fundamentos de la reforma litúrgica y, finalmente, nuestra participación en la celebración de la Eucaristía como nos la propone hoy la Iglesia, tras el Concilio Vaticano II.

II. La última cena origen de la Eucaristía cristiana 
La comida ritual judía
La Eucaristía tiene su fundamento en la ritualidad que acompañaba la comida judía. Según el mandato recibido de Dios, efectivamente, la comida debía ir acompañada por la oración: “Comerás hasta saciarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado”. (Dt 8, 10). Según la tradición judía no es la oración la que santifica la comida,  que no es ni sagrada ni profana, sino religiosa. La comida, como disfrute del don divino de la tierra tiene ya su propia sacralidad, que exige la presencia de la oración. Durante la comida se bendice a Dios, no el alimento. Se  ora no para transformar en sagrada una comida profana, sino como reconocimiento del don de Dios. De aquí brota el sentido y la obligación de la oración al final de la comida. Era una oración de bendición de la mesa. Dondequiera que haya comida, hay oración de bendición.

La ultima cena y la pascua judía
La problemática de la relación entre la última cena y la pascua judía es todavía hoy objeto de discusión entre los exegetas[3]. Recientemente también l’obispo emerito de Roma J. Ratzinger ha tratado el tema. Él, siguiendo la cronología de los acontecimientos narrada por Juan, que cuidadosamente presenta la última cena como cena pascual, sostiene que la última cena, aunque estructurada según la comida ritual judía, no fue una cena pascual conforme a las prescripciones del judaísmo, sino solamente la despedida de Jesús y sus apóstoles. El carácter pascual de la cena de Jesús  (cf. Mc, 14, 1; Mc 14, 12; Lc 22, 15) no estaría, por tanto, a la cena ritual de la pascua judía sino a la propia pascua de Jesús: su muerte y resurrección. La última cena “en los Dones eucarísticos comprendía también una anticipación de cruz y resurrección” era la pascua de Jesús, es la pascua de Jesús que perdura en el tiempo, Él es el Cordero inmolado”.
La evolución de la liturgia eucarística
La evolución de la liturgia eucarística en la Iglesia de los orígenes está guiada por la clara intención de reunir el rito del cáliz, comunión de la sangre de Cristo, con el rito del pan, comunión del cuerpo de Cristo: ambos ritos deben anteponerse a la cena. Este desarrollo es evidente si se consideran, en sinopsis, los relatos neotestamentarios de la última cena.

Lucas 22, 14-20[4]
1 Cor 11, 23-25
Marcos/Mateo
Antes de la cena
Rito del Cáliz
con eucaristía
Rito del pan
con eucaristía 
Antes de la cena
Rito del pan
con eucaristía
Antes de la cena
Rito del pan
con bendición
Rito del cáliz
con Eucaristía
Después de la cena
Rito del cáliz
(con eucaristía)
Después de la cena
Rito del cáliz
con eucaristía
________

Un primer cambio aparece ya en Corinto donde San Paolo no habla ya del rito del cáliz antes de la cena, sino sólo el del pan, refiriendo el rito del cáliz después de la cena.
A causa de la eliminación de la cena (cf. Marcos/Mateo), el rito del cáliz se encuentra situado inmediatamente después del rito del pan. Por el acercamiento del rito del pan al rito del cáliz, la sucesión normal que se impondrá será pan-cáliz y ya no cáliz-pan. Y, del mismo modo, las dos plegarias de acción de gracias (una sobre el pan y otra sobre el cáliz) se fundirán en un único texto, tanto para el pan como para el cáliz. De este texto nació la plegaria eucarística, concebida como único texto que ha llegado hasta nosotros.
Haced esto en memoria mía
Resulta claro, por tanto, que el origen de la Eucaristía cristiana está en la última cena: Jesús tomó el pan, pronunció la oración de bendición, partió el pan y lo dio a sus discípulos, diciéndoles que lo comieran porque aquel pan era su cuerpo. Igualmente, después de cenar tomó el cáliz, dio gracias, y lo pasó a sus discípulos diciéndoles que bebieran todos de él, porque era el cáliz de la alianza en su sangre. Al final él dijo: Haced esto en conmemoración mía. Con esta acción (gestos y oraciones) nos dio un modelo para que hiciésemos lo mismo, para que hiciésemos lo que él mismo había hecho. Celebrar la Eucaristía es obedecer al mandato de Cristo de hacer lo que él hizo.
Pero la Eucaristía que nosotros celebramos hoy es bastante diversa del rito desarrollado durante la última cena, ya que esta no fue sólo un rito sino también un banquete durante el que los participantes se alimentaron como en toda comida. En la Misa, sin embargo, ya en el siglo segundo no hay relación alguna con la comida, es decir, la cena y la Eucaristía se separan del banquete. Además, en la cena de Jesús hay dos plegarias de bendición, bien distintas y separadas, una para el pan, antes de la comida, y otra para el cáliz, al final de la comida, mientras que en la Misa que nosotros celebramos hoy hay una única plegaria de bendición sobre el pan y el vino. Tal plegaria es la Plegaria eucarística o anáfora. Por otro lado, el rito del pan y el del vino que en la última cena estaban separados por la comida, en nuestra celebración están unidos.
El rito desarrollado en la última cena fue, pues, adaptado por la Iglesia primitiva para evidenciar cuáles eran los elementos esenciales queridos por Cristo y cuáles no. Todo ello para que apareciese claro que la Iglesia seguía fielmente el mandato de Cristo: Haced esto en conmemoración mía. Esta reinterpretación comenzó ya antes de que se escribiese el Nuevo testamento. Las narraciones de la última cena que encontramos en el Nuevo testamento reflejan ya el inicio de esta adaptación litúrgica[5].
La eucaristía que la Iglesia celebra corresponde, por tanto, al rito cumplido por Jesús en la última cena, precisamente porque la constituyen estas acciones que se denominaron en griego “misterio” y en latín “sacramento”. 
El testimonio de Justino
Entre los textos más antiguos referidos a la Eucaristía se encuentran la Didajé, la más  antigua constitución eclesiástica que se remonta a los años 90 d.C. y Justino, que pertenece  a mediados del siglo II d.C. (fue decapitado hacia el año 165).
Escuchemos dos textos de Justino: 
I Apología: LXVI.
3. Los apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo; y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: Esto es mi sangre, dándoselo a ellos solos.

El día llamado “del Sol”: LXVII.
3. El día llamado “del Sol” se reúnen todos en un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad que los que viven en el campo, y, según conviene, se leen los tratados de los apóstoles o los escritos de los profetas, según el tiempo lo permita.
4. Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga de amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan admirables.
5. Después nos levantamos todos a la vez y recitamos; preces; y a continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias, se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia fervorosamente preces y acciones de gracias, y el pueblo responde Amén; tras de lo cual se distribuyen los dones sobre los que se ha pronunciado la acción de gracias, comulgan todos, y los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes.
En estos dos textos se observa claramente la evolución de la celebración eucarística que, en san Justino, aparece ya con una estructura fija que corresponde con la liturgia que nos ha dado el Concilio Vaticano II.

III. Los fundamentos de la reforma litúrgica 
Quisiera detenerme un poco sobre dos principios fundamentales establecidos por la Constitución Sacrosanctum Conciliumcomo base de la reforma litúrgica: el retorno a las fuentes y el sacerdocio único en el culto. Los dos principios están indisolublemente unidos entre ellos:
 1. El retorno a las fuentes: la sagrada Escritura y la Iglesia de los Santos Padres
Las fuentes de la liturgia indicadas en la Sacrosanctum Concilium son esencialmente dos: la Sagrada Escritura y los Santos Padres.
- La Sagrada Escritura
La Liturgia realiza lo que está escrito en la Escritura, testimonio de una historia vivida entre Dios y el pueblo; es la historia de la salvación que continúa en la liturgia mediante oraciones y actos simbólicos: per ritus et preces. Además, la Escritura subraya la importancia del pueblo de Dios: el camino de la salvación a la que Dios conduce a su pueblo no es realizado sólo por alguno sino por todo el pueblo. La Escritura nos ayuda así a comprender la importancia de la asamblea y la naturaleza pública de la liturgia.
La Sagrada Escritura es, por tanto, la norma y el criterio para comprender la liturgia y reformar su práctica.. «Para procurar la reforma, el progreso y la adaptación de la sagrada Liturgia, hay que fomentar un amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura».[6] Existe, pues, un vínculo esencial entre la profundización en la Escritura y reforma litúrgica. Ya los antiguos textos mistagógicos atestiguan que el conocimiento de la liturgia no es otra cosa que el conocimiento de la Escritura. La  relación entre Escritura y liturgia está reflejada claramente en la Constitución: «Las acciones y los signos litúrgicos reciben su significado de la Sagrada Escritura».[7]
- La Iglesia de los Santos Padres
Si la Escritura es la fuente en la que ha de beber la renovación litúrgica, la primitiva praxis litúrgica de las Iglesias de los Santos Padres, o sea “pristina Sanctorum Patrum norma” (cf. SC 50) ha de considerarse norma y regla inspiradora de la misma reforma. En todas las épocas, la Iglesia tiene ante sí, como modelo, la praxis primitiva de la Iglesia de los santos Padres[8].
 2. Un sacerdocio único en el culto
El Misal de 1962 inicia el Ordo Missæ con el siguiente texto: «Sacerdos paratus cum ingreditur ad altare, facta illi debita reverentia, signat se signo crucis a fronte ad pectus, et nisi peculiari rubrica aliter statuatur, clara voce dicit: In nomine Patris…».[9]
El Misal de Pablo VI comienza la forma típica de la celebración de la Misa con el texto siguiente: «Estando el pueblo reunido, cuando avanza el sacerdote con el diácono y con los ministros, se da comienzo al canto de entrada».[10]
En el texto del Misal de 1962 se destaca solamente la figura del sacerdote que preside, en el Misal de Pablo VI se subraya sobre todo la presencia de la asamblea reunida y, a continuación, el sacerdote y los ministros.
Este texto nos enseña que para comprender plenamente el “don” y la “tarea” del sacerdocio ministerial es necesario considerarlo en el contexto de la comunidad eclesial y, en particular, en su función propia que es la del servicio: “El sacerdote… debe servir a Dios y al pueblo”.[11] El sacerdocio ministerial sólo se comprende en modo pleno si se relaciona con el sacerdocio universal, o sea con el sacramento del Bautismo que constituye su fundamento y, por ello, posibilita el sacramento del Orden en el seno y al servicio de la asamblea.
IV. Celebrar hoy la Eucaristía
«La Eucaristía no es sólo un banquete entre amigos. Es misterio de alianza. "Las plegarias y los ritos del sacrificio eucarístico hacen revivir continuamente ante los ojos de nuestra alma, siguiendo el ciclo litúrgico, toda la historia de la salvación, y nos ayudan a penetrar cada vez más en su significado" (santa Teresa Benedicta de la Cruz, [Edith Stein], Wege zur inneren Stille, Aschaffenburg, 1987, p. 67). Estamos llamados a entrar en este misterio de alianza modelando cada vez más nuestra vida según el don recibido en la Eucaristía».[12] 
Antes de examinar algunos elementos de la celebración, es útil hacer una puntualización de carácter general.
En realidad podemos considerar la Eucaristía bajo tres aspectos o en tres momentos:
  • la Eucaristía como Sacramento dado por Cristo: “Haced esto en conmemoración mía”;
  • la Eucaristía como Sacramento actuado [celebrado], es decir cuando de hecho en la comunidad cristiana, en la Iglesia, nosotros realizamos lo que Cristo mandó hacer;
  • la Eucaristía como sacramento participado, cuando yo participo con mi cuerpo y mis sentidos en la celebración de la Eucaristía.
La Eucaristía es fundamental ante todo como sacramento dado por Cristo, luego como sacramento actuado en la Iglesia, y finalmente como sacramento  participado por mí.
El significado objetivo de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y la experiencia comunitaria de participación son elementos fundantes de la Eucaristía, mientras que la experiencia personal de cada creyente particular, precisamente por este carácter particular, tiene siempre un valor relativo. De hecho, sólo partiendo de la participación comunitaria en la Eucaristía junto con otros puedo hablar yo de mi experiencia participativa. No se trata, por tanto, de una experiencia aislada sino de una personal vivida junto a la comunidad.  Este dato es esencial para que nuestra participación no caiga en el pietismo individualista. Todos nosotros formamos parte de la comunidad eclesial. Es la Santa Iglesia quien nos guía con sus textos y sus ritos para nuestra participación auténtica en la liturgia.
Elementos estructurales de la celebración
Parece adecuado examinar de cerca, ahora, algunos elementos de la celebración. En particular, deseo detenerme, aunque sea brevemente, en el significado de los ritos introductorios, de la presentación de los dones y de la comunión.
 1. Ritos de introducción [rito de entrada]
La Ordenación general del Misal Romano afirma: «Estando el pueblo reunido, cuando avanza el sacerdote con el diácono y con los ministros, se da comienzo al canto de entrada».[13]
  • Estando el pueblo reunido...
Los dos discípulos camino de Emaús piden a Jesús que se queda con ellos. Acogiendo la invitación él se convierte para ellos en punto de referencia, en quien de hecho los reúne alrededor de la mesa eucarística. Antes de que comience la Misa los cristianos se reúnen en un lugar convocados por el mismo Jesucristo. Es Cristo crucificado y resucitado quien les reúne en comunidad. Es Jesús quien invita a la Iglesia a participar nuevamente en la cena memorial de su muerte y resurrección.
Jesucristo, que siempre precede a la Iglesia, el que de modo invisible pero real preside la celebración, reúne a su pueblo sacerdotal (cf. 1Pt 2,9).
Uno de los primeros nombres usados en la antigüedad para indicar la celebración eucarística fue la palabra griega Synaxis, o sea asamblea – reunión. Nuestro acudir juntos para la Misa parece algo tan obvio que no llegamos a descuidar el valor de la asamblea. Por tanto, cada vez que nos encontramos en el templo antes de la entrada del sacerdote es necesario reflexionar sobre la importancia de constituir una asamblea: ella acoge personas diversas por edad, clase social o intereses.
También el canto de entrada de toda la asamblea une las voces de todos y transforma a los  presentes en un solo corazón y una sola alma.
  • Entra el sacerdote con el diácono y con los ministros…
La procesión de entrada se desarrolla desde la puerta de la iglesia al altar. Tanto la puerta como el altar son signos de Cristo. Es, pues, una procesión que va de Cristo-puerta a Cristo-altar. Cristo-puerta indica al Verbo del Padre que desciende entre los hombres, entre sus discípulos, y pasando en medio de la asamblea se dirige al altar. Cristo-altar indica a cristo que da la vida por nosotros y resucita retornando al seno del Padre. Se trata, por tanto, de un recorrido que comienza en la encarnación y se dirige hacia el misterio de la muerte, resurrección y parusía.
Otros dos signos cristológicos se refieren a la misma realidad. La cruz que abre el desfile procesional confirma que Cristo con su sacrificio guía a la Iglesia a la salvación, y el Evangeliario, el libro de los evangelios, nos recuerda la presencia de Cristo palabra encarnada en medio de sus discípulos.
El suelo de todas las iglesias antiguas da indicaciones claras tanto sobre las actitudes estáticas y dinámicas a tener durante la celebración, como sobre la diferenciación de los espacios. Indica hacia dónde nos debemos mover y la distribución de la asamblea en varios lugares según los variados órdenes y ministerios.
La disposición de los lugares es, pues, ministerial. Además, en las iglesias antiguas hay siempre hay un lugar, llamado generalmente Schola, destinado en primer lugar para quien desempeña algún oficio o ministerio correspondiente al sacerdocio bautismal. El lugar, que incluye el ambón, está generalmente cercado y situado en el centro del aula. Un segundo lugar es el bema o presbiterio, destinado a los ministros ordenados. Es un lugar elevado cuyo centro ocupa el altar y que, al fondo del ábside, al menos en Roma, tiene colocad la sede del que preside la celebración con algunos sitios al lado para otros ministros.
Durante la procesión de entrada tiene lugar la distribución de varios ministros: los lectores, el salmista y los cantores se sitúan en la Schola, los ministros ordenados se colocan en el presbiterio.
La procesión se concluye con el beso del altar por parte de los ministros ordenados. El gesto de veneración es una llamada a toda la asamblea a considerar el altar como el punto focal de toda la celebración. De hecho «el altar es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía».[14]
En el saludo inicial, cuando el sacerdote, actuando “en la persona de Cristo”, dice «El Señor esté con vosotros» y los presentes responden «Y con tu espíritu» reconocemos que Cristo se hace presente en medio de nosotros realizando nuestro deseo de unidad más allá de cualquier expectativa nuestra. Él prometió: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos » (Mt 18,20).
Pero cuando decimos que Jesús está en medio de nosotros, recordamos igualmente que él quiere que también nosotros estemos donde él habita para siempre: en el corazón de Dios.
  • Acto penitencial y oración colecta
Seguros de que el Señor está con nosotros se nos ofrece la oportunidad de un momento de silencio para pedir perdón por nuestros pecados y ser reconciliados con el Señor.
El Kyrie y la oración colecta transmiten inmediatamente un mensaje: el espacio en el que la asamblea se ha reunido y colocado sirve para la oración. La presencia en un lugar está hecha para invocar, alabar y orar al Señor.
El Kyrie es la invocación de la misericordia de Dios. Cristo nos ha manifestado la misericordia del Padre.
La invitación del sacerdote “oremos” es una invitación al silencio y a la oración. Debemos recoger todas las oraciones que llevamos en el corazón y ponerlas en esta oración colectiva. Nuestra vida está llamada a transformarse en un “sí” incondicional a Dios y al amor al prójimo
Con la oración colecta el sacerdote invita al pueblo a orar y a tomar conciencia de estar en la presencia de Dios. Oraciónpresidencial por ser pronunciada por quien preside. La oración se dirige al Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo. Esta oración se denomina también colecta porque ayuda a la asamblea a comprender el carácter de la celebración y a constituirse aquí y ahora en profunda y orgánica unidad para ser, a pesar de la diversidad y multiplicidad de las personas presentes, un solo corazón y una sola alma, es decir imagen y epifanía de la Iglesia.
 2. Ofertorio, presentación de los dones[15]
«Al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo… es laudable que sean presentados por los fieles; el sacerdote o el diácono las reciben en un lugar apropiado y son ellos quienes las llevan al altar… (n. 73)[16].
Es conveniente que la participación de los fieles se manifieste por la presentación del pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, o de otros dones con los que se ayude a las necesidades de la iglesia o de los pobres» (n. 140).
Los ritos del ofertorio implican tanto a los fieles como a los ministros y prevén movimientos procesionales y gestos.
Para comprender la presentación de los dones podemos plantearnos tres preguntas: ¿quién presenta? ¿qué es presentado? ¿a quién es presentado?
  • ¿Quién presenta?
El sujeto de la presentación de los dones son los fieles. El rito, aunque realizado sólo por dos o tres de ellos, sigue siendo un rito simbólico: en realidad, cada miembro de la asamblea está llamado a llevar los dones al altar: “no se presentarán al Señor con las manos vacías” (Dt 16,16). La vocación del hombre es hacer pasar el mundo por sus manos para ofrecérselo a Dios. En las manos del hombre el mundo se ofrece a Dios como propiedad suya. La primera característica del hombre es, así, la de ser sacerdote. Él está en el centro del mundo  y lo unifica en su acto de bendecir a Dios, de recibir de Dios el mundo y  a la vez ofrecerlo a Dios. En el pan y en el vino, llevados al altar para que se conviertan mediante la epíclesis del Espíritu en el cuerpo y la sangre del Señor, está toda la vida del hombre, toda nuestra vida a transformar en ofrenda a Dios y a los hermanos en un acto de comunión y en un gesto de compartir.   
  • ¿Qué es presentado?
«En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua, es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos» (n. 72, 1).
El sacerdote dice seguidamente “Bendito seas Señor”. En la liturgia no se bendicen el pan y el vino, sino que se bendice al Señor por estos dones. El pan, por una parte, indica el principio de subsistencia del hombre, mientras que el vino, por la otra, es símbolo de la gratuidad (fiesta, alegría, plenitud de vida). «Frutos de la tierra y del trabajo del hombre» el pan y el vino son el resultado del trabajo humano, son naturaleza pero también cultura.
  • ¿A quién es presentado?
«Te presentamos, será para nosotros…». El Señor no es el destinatario último de los dones, los últimos destinatarios son los mismos fieles que han llevado los dones al altar. En síntesis, el pan y el vino son llevados al altar no para que sea el Señor quien se alimente, sino para que los santifique y se conviertan para nosotros pan de vida y bebida espiritual “de salvación”. El pan que los fieles llevaron en sus manos al altar, tras la acción de gracias, del altar vuelve a las manos de los fieles como cuerpo de Cristo, siguiendo el mandato dado por Jesús a sus discípulos: “tomad y comed… tomad y bebed”.
Pueden presentarse también «otros dones con los que se ayude a las necesidades de la iglesia o de los pobres», en realidad toda la comunidad cristiana, y en ella sobre todo los pobres, son los destinatarios de los frutos de la tierra y de nuestro trabajo. La Eucaristía vivida culmina siempre en la comunión, empuja a compartir porque si toda la tierra pertenece a Dios, el fruto del trabajo de los hombres es para todos los hijos de Dios. Hay, por tanto, en la presentación de los dones una ética eucarística. El rito de la presentación de los dones es para cada cristiano recordatorio de la ofrenda de Cristo en la cruz y responsabilidad ética para la Iglesia y la sociedad.
La Eucaristía nos da una gran esperanza, nos enseña la comunión de toda la humanidad en la diversidad social, étnica y cultural. En una sociedad donde triunfa el individualismo la Eucaristía recuerda el destino común de toda la humanidad.
 3. La Comunión
  • Comunión con Cristo
Instituyendo la Eucaristía, Jesús nos ha dejado como un don toda su vida, desde el primer instante de la encarnación hasta el último momento de su existencia, con todas las  experiencias que ha vivido: oración, humillaciones, luchas, fatigas, etc.
En el acto de comulgar del santo misterio de su cuerpo y de su sangre, no somos nosotros quienes asimilamos a Cristo, sino que es Él quien nos asimila a cada uno de nosotros. A todos los que se acercan a la comunión Cristo les repite lo que decía a Agustín: «No serás tú quien me asimilarás a ti, sino que seré yo quien te asimile a mi» (Confesiones, VII,10). «Nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo no busca otra cosa que convertirnos en lo que comemos» (San León Magno, Sermón 12 sobre la Pasión, 7).
Jesús nos dice: «Toma, esto es mi cuerpo», pero también nosotros podemos decirle a él: “toma, esto es mi cuerpo”.
  • Comunión eclesial
Cuando el sacerdote –dice san Agustín-, te presenta en el momento de la comunión el pan consagrado te dice: «El Cuerpo de Cristo», tú respondes: «Amén». Amén significa que  eres el cuerpo de Cristo. “Si vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que sois vosotros. A lo que sois respondéis con el «Amén», y con vuestra respuesta lo rubricáis. Se te dice: «El Cuerpo de Cristo» y respondes: «Amén». Sé miembro del cuerpo de Cristo para que sea auténtico tu «Amén»… Sed lo que veis y recibid lo que sois.” (Agustín, Discursos 272).
Precisamente, por la participación en la liturgia el cristiano está llamado a convertirse progresivamente en un ser en comunión con Cristo y con los hermanos: “…para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de tu Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.” (Plegaria eucarística III).
Cristo, que viene a mí en la comunión, es el mismo Cristo que recibe el hermano que está ami lado. El Señor no sólo nos une a todos con él, sino que nos une entre nosotros. Estamos todos unidos compartiendo el mismo pan. Como decía Juan Pablo II: «La Eucaristía crea comunión y educa a la comunión» (Ecclesia de Eucharistia, n. 40). Hasta el momento de la comunión prevalece la distinción de ministerios, en la Liturgia de la Palabra, en la consagración, etc. En la comunión, sin embargo, prevalece lo que une a todos los creyentes, la Eucaristía que recibe el sacerdote o el Obispo es exactamente la misma que recibe el último de los bautizados.
Gracias a este extraordinario efecto de la Eucaristía, nuestra transformación en Cristo, podemos comprender como la Eucaristía nos reúne en un solo cuerpo y una sola alma de manera singular.
«El Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos dan para que también nosotros mismos seamos transformados. Nosotros mismos debemos llegar a ser Cuerpo de Cristo, sus consanguíneos. Todos comemos el único pan, y esto significa que entre nosotros llegamos a ser una sola cosa. La adoración, como hemos dicho, llega a ser, de este modo, unión. Dios no solamente está frente a nosotros, como el totalmente Otro. Está dentro de nosotros, y nosotros estamos en él. Su dinámica nos penetra y desde nosotros quiere propagarse a los demás y extenderse a todo el mundo, para que su amor sea realmente la medida dominante del mundo» (Benedetto XVI, Homilía, 21 agosto 2005).
¿Cómo vivimos, entonces, la comunión con Cristo y la comunión con los hermanos durante la celebración? ¿Estamos convencidos que la comunión con el Cuerpo de Cristo y la comunión con el Cuerpo eclesial son dos realidades que no se pueden separar la una de la otra? ¿Cómo vivimos tal comunión en nuestra vida cotidiana?
 V. Escuchar a los Papas del Concilio
Quisiera concluir proponiendo a vuestra meditación algunos bellos textos sobre la Iglesia de los dos Papas del Concilio Vaticano II.
El primer texto es una frase que le gustaba repetir al Beato Juan XXIII: «la Iglesia no es un museo a conservar sino un jardín a cultivar».[17]
El segundo texto es de Pablo VI: «La esperanza, que es la mirada de la Iglesia hacia el futuro, llena su corazón y pone de manifiesto cómo éste palpite en nueva y armoniosa espera.
La Iglesia no es vieja, es antigua; el tiempo no la arruga y, si es fiel a los principios intrínsecos y extrínsecos de su misteriosa existencia, la rejuvenece. Ella no teme lo nuevo, vive de ello. Como un árbol de segura y fecunda raíz, ella extrae de sí misma en cada ciclo histórico su primavera».[18]
Pero, preguntémonos, ¿dónde se cultiva el jardín de la Iglesia? ¿Dónde recibe el árbol de la Iglesia la savia que le hace rebrotar cada primavera? El Concilio nos ha recordado que la imagen más bella de la Iglesia que podemos ofrecer al mundo es la de la celebración litúrgica en la Iglesia local.
Es necesario volver a reflexionar sobre la imagen que el Concilio nos ha dado de la Iglesia.
El Concilio pone una indisoluble relación entre la Iglesia y la Eucaristía. En efecto,  “la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros.” (SC, 41). Se trata, consecuentemente, de redescubrir la eclesiología ligada a la Iglesia local y a la celebración de la liturgia, sobre todo la de la Eucaristía. Se trata de vivir la eclesiología eucarística, que está necesariamente vinculada a la pneumatología. En la Eucaristía, de hecho, el Espíritu Santo es invocado y actúa no sólo sobre los dones del pan y del vino sino también sobre todo el cuerpo eclesial. “La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia” (Ecclesia de Eucharistia, 1).
La liturgia, y en particular la Eucaristía, no es una doctrina sino -esencialmente- una acción de vida que tiene la finalidad de renovar a quienes la celebran.
Existe, por tanto, una estrecha relación entre Eucaristía y vida. La celebración eucarística, para ser auténtica, no basta que sea celebrada con la precisión que exigen las rúbricas de la Iglesia, no es suficiente celebrar bien los ritos sagrados. La autenticidad de la celebración se mide sobre todo por la capacidad que tienen la celebración y los ritos que celebramos para producir, en nuestras comunidades eucarísticas y en cada uno de nosotros, frutos de escucha, de recíproca sumisión, de comunión y concordia, de perdón y de búsqueda compartida de la voluntad de Dios.
Esta reflexión, más allá de su contenido, habrá de llevarnos necesariamente a plantearnos algunas cuestiones sobre los frutos de nuestra participación en la celebración. ¿Cuál es la imagen de la Iglesia que se percibe en las celebraciones dominicales de nuestras parroquias o en la iglesia Catedral de nuestra diócesis respectiva? ¿Pasa verdaderamente a nuestra vida lo que celebramos? La celebración que hacemos, ¿expresa realmente lo que somos? La liturgia que celebramos, ¿es realmente fuente de nuestra vida espiritual? La liturgia no es, ciertamente, fin en sí misma sino medio y expresión de una vida con Cristo. La liturgia tiene qué ver con el hoy y con cada uno de nosotros. El objetivo de la Eucaristía es cambiar nuestra vida. También los diversos momentos oración personal ante el Ssmo. Sacramento nos deben llevar a mejorar nuestro modo de amar y celebrar la Eucaristía.
No olvidemos que la participación en la celebración de la Misa es mucho más exigente y comprometedora que la adoración eucarística fuera de la Misa. Para escuchar a Jesús que habla a su pueblo es necesario escuchar la proclamación de la palabra de Dios durante la celebración de la asamblea. La auténtica comunión con él la podemos vivir sólo con los demás en el transcurso de la celebración, porque todos formamos el Cuerpo de Cristo. El pan y el vino de la Eucaristía se convierten en Cuerpo y Sangre del Señor para que todos nosotros, alimentándonos de ellos, podamos llegar a ser el Cuerpo de Cristo y dar testimonio de ello después en nuestra vida. Es decir, adoramos el pan eucarístico y lo recibimos para vivir algo prodigioso: nuestra transformación en Cristo. Y esta transformación sólo es posible de modo auténtico por la participación en la santa Misa, sobre todo la dominical, celebrada con la comunidad de nuestra parroquia.
Por fin, es útil volver a escuchar también las palabras del Papa Pablo VI a los párrocos de Roma el 1 de marzo de 1965 sobre la actuación de la reforma litúrgica: 
«Nuestra recomendación es esta – decía el Papa Pablo VI –: dedicad sumo cuidado… al conocimiento, a la explicación, a la aplicación de las… normas, con las que la Iglesia quiere… celebrar el culto divino. No es cosa fácil; es cosa delicada; requiere interés directo y metódico: requiere vuestra asistencia, personal, paciente, amorosa, verdaderamente pastoral. Se trata de cambiar muchas costumbres, … se trata de incrementar una escuela más activa de oración y de culto en cada asamblea de fieles, … se trata, en una palabra, de asociar al pueblo de Dios a la acción litúrgica sacerdotal. Repetimos: es cosa difícil y delicada; pero añadimos: necesaria, obligada, providencial, renovadora. Y esperamos también: consoladora… Harán falta años…, pero hay que comenzar, recomenzar, perseverar para conseguir dar a la asamblea su voz grave, unánime, dulce y sublime».[19]

† Piero Marini

[1] Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta fidei, 3.
[2] Benedicto XVI, Homilía, 22 junio 2008, celebración conclusiva del 49° Congreso Eucaristico Internazionale en Québec (Canada).
[3] cfr. J. Ratzinger, Gesù di NazarethDall’ingresso in Gerusalemme fino alla risurrezione.”, LEV 2011, pagg. 124-132. Cfr. S. Barbaglia, Il digiuno di Gesù all’ultima cena. Confronto con le tesi di J. Ratzinger e di J. Meier, Cittadella, Assisi 2011.
[4] El texto de Lucas, aunque con gran influencia griega, es considerado por muchos especialistas la redacción que mejor refleja los acontecimientos de la última cena.
[5] Cf. E. Mazza, Dall’ultima Cena all’Eucaristia della Chiesa, Ed. Dehomiane, Bologna 2014, pp 1-296.
[6] Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, n. 24.
[7] Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, n. 24.
[8] «El retorno a los Padres de la Iglesia, en efecto, forma parte de aquella vuelta a los orígenes, sin la que no sería posible llevar a cabo la renovación bíblica, la reforma litúrgica, y la nueva investigación teológica promovidas por el  Concilio Ecuménico Vaticano II.
Para convencernos de ello, basta pensar en la función particular que los Padres ejercen en la. Testimonio de la fe de los primeros siglos, se encuentran vitalmente insertos en la Tradición que deriva de los Apóstoles. «Las enseñanzas de los Santos Padres - como afirma el Concilio - testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante» (Dei verbum, 8)… Pero los Padres fueron también teólogos iluminados que ilustraron y defendieron el dogma católico y, la mayor parte, pastores llenos de celo que lo predicaron y lo aplicaron a las necesidades de las almas. Como teólogos, ellos fueron los primeros en dar forma sistemática a la predicación  apostólica, por lo que, como afirma san Agustín, fueron para el desarrollo de la Iglesia lo que fueron los Apóstoles para su nacimiento: «Talibus post Apostolos sancta Ecclesia plantatoribus, rigatoribus, aedificatoribus, nutritoribus crevit» (ContraIulianum Pelagianum (de originali peccato) 11, 10, 37; PL 44, 700).
Como pastores, además, los Padres sintieron la necesidad de adaptar el mensaje evangélico a la mentalidad de sus contemporáneos así como de nutrir con el alimento de la verdad de la Fe a sí mismos y al pueblo de Dios. Esto hizo que para ellos la catequesis, la teología, la Sagrada Escritura, la liturgia, la vida espiritual y pastoral se conjugasen en una unidad vital, y que sus obras no hablasen solamente a la cabeza sino a toda la persona, interesando al pensamiento, a la voluntad, al sentimiento. Tuvieron incluso una desbordante riqueza de espíritu cristiano, derivada de su santidad personal, por lo que en su escuela de Fe uno no se contenta con puras elucubraciones intelectuales sino que, fácilmente, se enciende también de sentido místico.»: PABLO VI, Discorso per l’inaugurazione del nuovo Istituto di Patrologia “Augustinianum”, 4 mayo 1970.
[9] Missale Romanum, anno 1962 promulgatum, p. 216.
[10] Ordenación General del Misal Romano, C.E.E., 2005, n. 47.
[11] Ordenación General del Misal Romano, C.E.E., 2005, n. 93.
[12] Benedicto XVI, Homilía, 22 junio 2008, celebración conclusiva del 49° Congreso Eucarístico Internacional en Québec (Canadá).
[13] Ordenación General del Misal Romano, C.E.E., 2005, n. 47.
[14] Ordenación General del Misal Romano, C.E.E., 2005, n. 296.
[15] El texto está inspirado en la publicación de: G. Boselli, Il senso spirituale della liturgia, Edizioni Qjqajon 2011, pp. 97-110.
[16] Ordenación General del Misal Romano, C.E.I., 2005.
[17] G. Alberigo, Giovanni XXIII e il Concilio Vaticano II, in G. Alberigo a cura, Papa Giovanni, La Terza, Roma-Bari 1987, p. 230.
[18] Pablo VI, Insegnamenti 1969, 995.
[19] Pablo VI, «Discorso al clero di Roma per la Quaresima», en L’Osservatore Romano, 1-2 marzo 1965, p. 1.

27 jul 2015

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO: HAGAN LIO

4. “Hagan lío”, porque la Buena Noticia no es silenciosa…


“Hacer lío” es una expresión común en boca de los argentinos. “Hacen lío” los niños cuando gritan, los hinchas cuando celebran un triunfo, los adolescentes lo hacen de buena gana en sus dormitorios ignorando los auriculares. “Hacen lío” los estudiantes cuando festejan que se recibieron, pero también “hacen lío” las manifestaciones que convierten en un infierno la ciudad de Buenos Aires, bloqueando las calles para protestar; o los que quieren hacerse escuchar a toda costa, a veces con el típico bombo que el mismo Papa hizo entrar a la audiencia con los jugadores de fútbol argentinos, provocando no poco revuelo en el protocolo vaticano. “Hacer lío”, entonces, es un término corriente, que el Papa utilizó en su diálogo con los jóvenes en Río de Janeiro. Pero lo hizo de una manera peculiar. “Quisiera decir una cosa. ¿Qué es lo que espero como consecuencia  de la  Jornada de la Juventud? Espero lío. (…) quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle (…)”.
Quiere que haya lío, alboroto, ruido, movimiento, que los jóvenes reclamen espacio en la sociedad, y por qué no, también en la Iglesia. Las iglesias están apagadas –parece decir el Papa argentino- cuando los cristianos no “hacen lío” , cuando los sacerdotes no salen al encuentro de las “ovejas” que le han sido confiadas. Y la existencia misma no tiene la sal de la buena masa de evangélica memoria.
La idea de que la Casa de Dios debe abrir sus puertas no es nueva. Es tan vieja como el cristianismo. El “hagan lío” de Francisco es para que las puertas de las iglesias estén siempre abiertas de par en par y puedan dar refugio a la humanidad dolorida del pueblo de Dios en camino por el mundo. Pero también para que desde adentro del lugar de culto se pueda salir para llevar al mundo, a todos, el tesoro que custodia.
“Hagan lío”, no se queden callados, repitió cuando volvió a Roma, ya dentro de los muros vaticanos. La Buena Noticia no es silenciosa. Nos está pidiendo que no nos quedemos callados. No lo estuvo Jesús cuando echó a los mercaderes del templo o cuando querían lapidar a la adúltera. “Háganse escuchar”, es otra forma de referirse a lo mismo. Un protagonismo, un hacerse ver, pero con algo positivo adentro. Y que no involucra solamente a la Iglesia.
En un clima de enfrentamiento político que se creía superado desde hace décadas en la sociedad argentina, donde incluso familias, amigos y colegan han dejado de hablarse o frecuentarse solamente por diferencias de opinión política, donde empezando por los políticos hay muchos que quieren sacarse una foto con “Francisco” y hasta los enemigos de un tiempo hoy son –realmente es el caso de decirlo-, “más papistas que el Papa”, se ha empezado a escuchar, después de la Jornada Mundial de la Juventud, que es necesario “hacer lío”, pero en un sentido nuevo, así como lo entiende el Papa.
Lo que asombra es que todos, absolutamente todos, más allá de la inevitable instrumentalización política, están seguros de haber comprendido, precisamente por la fuerza y la expresividad de la frase, qué significa ese “positivo”. “Lo dijo el Papa”, agregan. Y por lo tanto está claro.
Por eso la expresión está cambiando de sentido. Es más, ya lo hizo. Más que cambiar, podemos decir que el Papa Francisco la ha “transfigurado”. Es evidente que no se trata solo de un tema para filólogos o semiólogos. No. Como cualquier transfiguración que sigue ocurriendo, hace ver bajo una nueva luz, ha re-creado, lo que ya estaba. Y lo ha vuelto a poner en marcha.
– © TERRE D’AMERICA
Torna alla Home Page

Siempre Tu Lugar - Montreal Banda



Cuando Dios Te Toca Tercer Cielo Letras


JESUS TE ABRAZA (PARA CATEQUISTAS)

LES PROPONGO LEER EL DIARIO  Y LES COMPARTO LA NOTA 

 ...http://www.periodicoencuentro.com.ar/

   Jesús te abraza

El “Jesús te abraza” llegó a los brazos del Papa Francisco

Seis catequistas con una gran vocación de servicio, se lanzaron a esta “pequeña locura de amor”: un micro emprendimiento evangelizador para que Jesús llegue al corazón de los niños.


 Rosana Triunfetti
REDACCIÓN PERIÓDICO ENCUENTRO
 El 23 de abril último, en Roma, el papa Francisco recibió una pequeña figura llamada “Jesús te abraza” de manos de la profesora María Emilia (31), hija, desde el bautismo, de la Parroquia de Don Bosco y Santo Domingo Savio de la ciudad de Córdoba. En esta comunidad conoció al “Jesús te abraza” en la misa de niños, y en la actualidad lo incorporó como recurso en la educación formal de los colegios parroquiales donde trabaja. Silvia, Gabriela, Roxana, Cristina, Devora y Silvia, catequistas de la comunidad salesiana de Don Bosco, enviaron junto a este Jesús una carta al papa Francisco.
“Querido papa Francisco: Tenemos un ‘Jesús que abraza’, es un muñeco, por llamarlo de alguna manera, aunque a nosotras no nos gusta llamarlo así. Tiene brazos muy largos y a los chicos, y no tan chicos, les encanta dejarse abrazar por él. Cada domingo los niños se los quieren llevar, pero nosotras le decimos que Jesús tiene que abrazar también a otros niños… Así nace el ‘Jesús te abraza’ que ha llegado a Usted”, dice la carta.
El “Jesús te abraza” tiene que ver con estas catequistas que primero se sintieron abrazadas por Jesús y, luego, llevaron adelante este micro emprendimiento evangelizador.

La alfombrita
“¿¡Padre!? Si pudiera ver las caritas de los niños en la alfombrita de los domingos cuando Jesús los abraza! Y la de los papis?… Ellos dicen que pudieron volver a misa”, agrega la carta dirigida al Santo Padre.
El “Jesús que abraza” nació en un espacio pensado para contener a los niños cerca del altar, mientras se celebra la misa, y no dejarlos dando vueltas o fuera de la celebración. Las catequistas SilviaGarro y Silvia Flores, apoyadas por el párroco Javier Boneschi S.J, pusieron en oración el deseo de trasformar esta realidad, en un espacio cercano a los niños
“Pusimos una alfombrita cerca del altar, y el espíritu comenzó a obrar”. Uno de los niños llevaba a misa un muñeco del hombre araña que lo acompañaba para ir a dormir. “Entonces -cuenta Silvia Garro, quien representa ‘Beni’ la oveja pérdida, un títere que ayuda a que la gente entienda el evangelio del domingo-, si hacemos Jesuses que abracen para que los niños se vallan a dormir con Jesús?”…

Jesús te abraza

Y cada domingo eran cada vez más los niños que se acercaban porque en la “alfombrita” encontraban: dibujos para pintar con el Evangelio del Domingo, crayones, instrumentos musicales, y otros elementos que nos ayudaban a “catequizar”, como por ejemplo, el corazón de Jesús que les hace la señal de la cruz… un Jesusito chiquito, bebé, que les entregamos en el momento que de la comunión, “ellos juntan sus manos y reciben a ese Jesús al que le pueden dar un beso”.
Más tarde se sumó Roxana, una mamá que con mucha generosidad hace “pururú” todos los domingos. Y la celebración se convirtió en una fiesta de la familia, donde algunos padres ayudan a contener a los chicos.
Dice Silvia Garro: “Pensamos que cuando esos niños crezcan, podrían recordar la fiesta de la misa por el aroma a pururú y llegaría Jesús para abrazarlos”.
Brazos largos para abrazar
El grupo se reúne un día a la semana para armarlos, ya que es un trabajo artesanal, el “muñeco” tiene unos 50 centímetros de largo, túnica, pelos de lana marrón oscuro, los detalles de ojos, boca y nariz son cosidos a mano para que transmitan calidez en el rostro, y en manos y pies el dibujo de unos pequeños corazones como si fueran las llagas de Jesús. La mayoría de los materiales lo compran y otros los reciben de donaciones.
Estas figuras tienen unos brazos largos que permitan abrazar niños y grandes. “Y así nació esta gran locura, -dice la carta que escribieron al Papa-, este Jesús que abraza, que ahora tiene en sus manos es para que cada noche de su vida, lo abrace y lo mime mucho, padre querido”.
Ya hay muchas historias de este Jesús especial, Belén tiene siete años y lo lleva a la clase de catequesis del colegio para que pasee y comparta con sus amigos.
“Le hicimos una hamaca –cuenta Belén- entre dos sillas para que Jesús juegue con nosotros”. En los colegios parroquiales Cristo Obrero y Remedio de Escalada de San Martín (Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Villa Carlos Paz), lo integraron en la educación formal desde el Departamento de Pastoral.
María Emilia –la que lo llevó a Roma- recuerda: “He sido testigo de gestos y expresiones hermosas de parte de los chicos, una vez un alumno me lo pidió para ir a abrazar a su hermanito que estaba en la panza, y su mamá estuvo toda la celebración de la Palabra con el Jesús te abraza”. Algunos niños lo abrazan para no tener miedo cuando se van a dormir, para jugar, comer, pasear y estudiar.
Las gestoras Del emprendimiento ahora sueñan con hacer llegar a todos los niños del planeta este Jesús que abraza . “Mientras los hacemos intentamos que sean siempre rezados”; y por eso son cada vez más los pedidos de la gente por tenerlos y se viene en camino “María te abraza”.

¿Cómo fue dejarle al Papa Francisco “Jesús te abraza”?
Cuando Silvia me pidió que le llevara el Jesús al papa Francisco yo no imaginé que iba a poder entregárselo tal como sucedió. Fue un regalo del Cielo. Conseguimos una invitación a la Audiencia General del miércoles 23 de abril. En Roma, nos recibió Monseñor Karcher, a quien le entregamos todas las cartas que llevábamos al papa Francisco; pero decidí dejarme el “Jesús te abraza”, pensando que, tal vez podía, llamar la atención del Papa. Después de algunos contratiempos, pudimos encontrarnos con él, de una manera inusual, porque quedamos fuera del corralito. Mientras el papa Francisco fue saludando a las personas que estaban adelante mío, pude observar personalmente sus gestos de cercanía, de Pastor, sencillos y profundos con cada uno. Aún en la multitud, el Papa se encuentra con cada uno, te atiende, te escucha, como si estuvieras a solas. Lo que nos emociona por los medios, en la realidad se recibe como caricia verdadera.
Cuando llegó mi turno, me sentí recibida por él a través de su mirada sonriente y limpia. Me tomó con su mano, le conté que era de Córdoba y que le llevaba de regalo un “Jesús que abraza”, que lo teníamos como recurso en la parroquia y en el colegio para trabajar con los niños, y que había sido de mucha ayuda para que los chicos sientan que Jesús los ama y siempre los acompaña. Lo que le compartí y regalé fue lo que hoy es mi vida, mi trabajo pastoral, la búsqueda constante de nuevas formas de evangelizar, el abrazo y oración de cada uno de los niños y grandes que se identifican con ese Jesús. Mientras le contaba no podía quitar mis ojos de su mirada, después, viendo las fotos me di cuenta que él sostenía al Jesús con sus manos, pero yo no lo recuerdo. Me agradeció y luego lo abracé y le dije que lo quería mucho y que rezábamos por él”.

Como conseguirlo
Los interesados en adquirirlo pueden contactarse al:
 Silvia Cassi – Cel.: (351) 5998341  Fijo: (0351) – 4856050
Silvia Garro – Cel.: (351) 8120672 Fijo: (0351) – 4842709
Facebook: Jesús te abraza

22 jul 2015

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO: MISERICORDIANDO...

8 “Misericordiando”. por Jorge Milia


No hace siquiera dos meses, en Santa Marta, en un salón austero, mientras yo me reponía del shock del encuentro con el amigo, él me tomaba bel pelo bromeando sobre estas repetidas crónicas sobre sus neologismos:
- ¿Quién podía decirme, hace cincuenta años, que el más revoltoso de mis alumnos iba a escribir en “L’Osservatore Romano”? De haberlo sabido, en una de esas, no te mandaba a rendir examen…
Él será el Papa pero me habría mirado extrañado si no le replicara, así que le dije:
- ¿Quién podía decirme, hace cincuenta años, que iba a ser recibido por un Papa “Neologista”, que reinventa el latín, el español, el italiano…
Lo bueno del encuentro es reírse juntos. Yo sabía que el tiempo, aunque fuera una hora, sería corto y posiblemente no alcanzaría ni para la décima parte de lo que pretendía preguntarle, pero no estaba dispuesto a irme sin cosechar algunos “bergoglismos” para agregar a esta serie escrita para el blog Terre d’America y publicada en el  periódico vaticano “L’Osservatore Romano”.
Hay uno, posiblemente el más querido para él, “misericordiando”, que escapa al lunfardo porteño porque es de su autoría y no sólo tiene que ver con la misericordia, que en él más que una palabra es un sentimiento, y también está en relación a su lema: “miserando atque eligendo”.
Yo había guardado dos párrafos de él en relación al tema: “El mensaje de Jesús es ese: la misericordia. Para mi, y lo digo humildemente, es el mensaje más fuerte del Señor: la miericordia”, algo que había dicho pocos días después de su elección en la parroquia de Sant’Anna.
Una explicación sobre misericordiando ya la había dado al P. Antonio Spadaro S.I., director de “La Civiltà Cattolica” en el extenso reportaje que publicara unos días antes, pero uno siempre intenta encontrar algo más y a veces es útil seguir haciendo preguntas…
- ¿Por qué misericordiando? La gente no lo entiende mucho, pero le gusta.
- El gerundio latino miserando es intraducible en italiano y en español. A mí se me ocurrió traducirlo con otro gerundio que no existe: Misericordiando.
- Un buen invento. Mejor dicho, un neologismo papal. También porque en italiano y español el “miserando” suena más a miseria que a misericordia… que nada tienen que ver, que son opuestas.
- Puede ser.
- Además vos siempre anduviste enredado con la misericordia.
- Soy un pecador en el que el Señor ha puesto los ojos.- Me contestó con gran humildad, así como hiciera frente a los Cardenales.
- “Miserando atque eligendo”. Algo así me explicaste de tu lema cuando te hicieron Cardenal. Elegido por misericordia…
- Eso mismo. Lo creo, lo vivo.
Vuelvo a recordar mis notas y un párrafo de su discurso del 17 de abril. “Dejémonos abrazar por la misericordia de Dios, confiemos en su paciencia que siempre nos da tiempo, tengamos el coraje de regresar a su casa, de vivir en las heridas de su amor , dejándonos amar por El, de encontrar su misericordia en los sacramentos. Sentiremos así su ternura, tan bella, sentiremos su abrazo y seremos nosotros también capaces de misericordia, de paciencia, de perdón”.
Se ha hecho un silencio entre nosotros. Lo miro serio y le pregunto como si lo hiciera sobre un tema complejo:
- ¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que “misericordiando” sea incorporada a las palabras cruzadas? Catorce horizontal, neologismo papal, quince letras…

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO: EL CHAMUYO

9. El “chamuyo” de Dios.

El 23 de septiembre, después de las cinco de la tarde, no hacía tanto calor en Roma y en Santa Marta me hallaba cómodo. Era consciente que poder encontrarme con Francisco – o con mi amigo Jorge Mario – significaba un privilegio singular. Ambos estábamos contentos de vernos y poder charlar sin el orden temático normalmente prescripto en las audiencias. Así, los temas aparecían, se mezclaban con recuerdos o proyectos que daban lugar a otros, como en cualquier charla entre amigos. Por allí me dijo:
- Me acordaba los otros días de tus artículos sobre mis acotaciones lunfardas y había una que quizá te gustaría: “El chamuyo de Dios”…
- Ja! Suena bien… Pero no sé si será fácil explicarlo.
- Eso es problema tuyo. Lo que hay que tener como punto de partida es que Dios tiene su plan para nosotros, no nos lo cuenta, apenas lo deja entrever. Dios nos chamuya, trata de convencernos, de seducirnos. Falta nuestra confianza, nuestra entrega. La podemos dar o no, Dios respeta nuestra libertad pero siempre nos habla bajo, sin gritar, nos chamuya, nos invita a aceptar el plan que tiene, o al menos lo hace para que sepamos que siempre está ahí, que no nos deja solos aunque no aceptemos su propuesta…
No conozco bien los mecanismos de la memoria. A veces temo confundirme. Lejos de mí hacerle decir algo diferente a lo que ha expresado. Suficiente con hacerme cargo de mis palabras. Las frases vuelven dos meses después como exigiendo que las escriba. Pero cómo explicarle a los italianos y al resto del mundo – esto suena demasiado pretencioso – lo que es un “chamuyo”… y nada menos que el de Dios?
En el lenguaje de Buenos Aires, que excede al lunfardo, el chamuyo era inicialmente una parla amorosa. El galán “chamuyaba” a aquella que quería enamorar… o viceversa. Luego la palabra creció por sí sola y se aplicó al arte de convencer a los demás, en especial a los cercanos. Se puede “chamuyar” con el amigo, con la novia, el padre o el hijo. Se puede “chamuyar” a la “vieja” o a quien uno quiera, pero para hacerlo hay que tener, hay que lograr, cierta intimidad. Supongo, entonces, según Francisco, que Dios nos puede “chamuyar”, es más, que lo hace habitualmente… pero no siempre lo escuchamos.
Me acordaba de sus palabras, casi un mes después, rumbo a Santiago de Compostela, caminando desde Portugal…
“Dios no grita, Jorge, nos chamuya. Y para hacerlo tiene que estar a nuestro lado”.
La soledad del bosque que cruzaba – aunque dicen que en el Camino de Santiago nadie camina solo – me hizo recordar también algo que él mismo dijera casi medio siglo antes, presentándonos en su clase de literatura a Antonio Machado: “Converso con el hombre / que siempre va conmigo. /Quien habla solo espera/ hablar a Dios un día”.
Me pregunté entonces si Quien me hablaba era “el hombre que siempre va conmigo” o si ese susurro del terco viento del Norte y la lluvia en el bosque gallego no eran viento ni lluvia sino el “chamuyo de Dios”, si el cálido peso de mi mochila no era el del brazo de un amigo que caminaba a mi lado y sólo me comentaba que me seguía acompañando, sólo por cuidarme como ha hecho siempre
Es difícil definir el “chamuyo de Dios” del que me habló Francisco. Quizá es más difícil definirlo que escucharlo. Quien pretenda conocerlo deberá saber que es necesario alejarse de las estridencias, del ruido, de la estupidez cacofónica de la modernidad y buscar la tranquilidad de un espacio interior, espiritual.
Logrado eso sólo resta esperar.
No hay que apurarse ni desesperar, no es que tarde mucho en llegar, es que a veces nos hemos vuelto muy sordos y necesitamos, como decía Benedicto XVI (1), un nuevo “effatá” que nos permita volver a escuchar a Dios.
(1)”Cuando le presentaron a un sordomudo para que lo curara Jesús le tocó los oídos y la lengua y mirando hacia el cielo dijo: “effatá” , que significa “ábrete”; inmediatamente el hombre empezó a oir y a hablar. Este es entonces el significado histórico y literal de esta palabrita que resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo: el sordomudo, gracias a la iniciativa de Jesús, “se abrió”; antes estaba encerrado en sí mismo, aislado, le era muy difícil comunicarse con los demás, el haber sido curado significó para él una apertura que, a partir de los órganos del oído y del habla, implicaba toda su persona y toda su vida. Por fin podía comunicarse y relacionarse con una modalidad nueva”. Benedicto XVI. Introducción al Angelus del 10 de setiembre de 2012

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO: QUE ME BANQUE- BANCAME -BANCAR-

10. ¡Qué Dios me banque! Si Él me puso aquí, que Él se haga cargo.

Bancar, para un porteño, significa varias cosas. Sucede que las palabras crecen o se transmutan en el habla diaria, y hasta son susceptibles de hacer suyos los cambios generacionales. Bancar era una palabra del lunfardo, que como casi todas las del mismo origen no estaba admitida en el lenguaje culto, aunque fuera cotidiano. Bancar venía del juego, que como todo juego que se preciara de tal en la Argentina, era clandestino. En el juego clandestino siempre había alguien que hacía de “banca” y los otros de puntos. De allí varias ideas. Una es que la “banca” siempre gana y los puntos pierden. Pero también existía otra extraña idea de que la “banca”, que era la que tenía el dinero, podía tener raptos de generosidad y llegar a “bancarnos”, a darnos un respaldo en metálico, a pagar los gastos, a dejarnos seguir jugando. Esta expresión sobre la banca se fue haciendo de uso corriente, y el concepto mismo de bancar fue cambiando. Si antes significaba “sostener a alguien” , por extensión empezó a significar también soportar, ya fuera una persona o una situación dificil o complicada: “A mi amigo yo lo banco”, o “me  banco la lluvia, el frío o lo que sea”.
De hecho, lo concreto es que quien nos “banca”, siempre, invariablemente, es un amigo, alguien que nos conoce.
Ese lunes en Santa Marta mis preguntas no sabían de límites humanos ni geográficos, pero con los años he aprendido a cambiar la cantidad por la calidad. Así que en más de una ocasión podíamos hacer una pausa para algún relato jocoso, lejano o cercano en el tiempo. Una de mis preocupaciones desde aquel “habemus Papam” del 13 de marzo, fue su seguridad. Su llegada a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud aceleró mi corazón. Temía cualquier cosa en aquella caravana titubeante que había errado el camino y parecía perdida, como preguntando a la gente por dónde debía ir. Algo casi increíble para un dispositivo de seguridad, pero también desconcertante para quien quisiera organizar algún atentado, porque no sabría dónde. Cuando le hablé de mi preocupación por su exposición continua me dijo: “la gente me hace bien, y además la gente necesita una palabra, un apretón de manos… Me siento seguro con la gente”. Todos mis argumentos se desmoronaron.
Siempre me resultó difícil discutir algo con él.
-“Lo importante es trabajar, y si uno tiene que trabajar no puede estar mirando por sobre el hombro sólo por su seguridad. Yo hago lo que puedo, lo que los tiempos me permiten. El Papa también depende del reloj” – y al decirlo miró el suyo – “¡Y el tiempo pasa rápido! Dentro de un rato tengo una reunión con el secretario de Estado”.
- Y vos ¿Cómo te sentís como Papa? – le disparé la pregunta así, sin eufemismos.
- Mirá, Jorge, yo tengo mucha paz. Cuando se dio todo esto fue como entrar en un vértigo extraño, porque yo no tenía previsto nada, me parecía increíble. Pero luego lo tomé con mucha paz. No quise aventurar que fuera lo que Dios quería sino al menos que no lo había impedido… Y me dije: Si Dios me puso aquí, ¡que Dios me banque!
Me reí, no sé si por la expresión en sí o pensando en el momento en que lo escribiría para Terre d’America. Lo anoté y él sacudió la cabeza. “Otra para tu cosecha de ‘il gergo di Francesco’, ¡no te perdés una!”. Me hacía gracia que su humildad le hiciera decir: “No quise aventurar que fuera lo que Dios quería, sino al menos que no lo había impedido…” Pero sobre todo ese “¡Que Dios me banque!”, que vendría a ser como la vieja solicitud – ¡Que Dios me salve! – traducida al argentino básico.
Luego, también lo recordaría en el Camino de Santiago, pensando en un Dios ¡que me ha bancado tanto! Porque tengamos en cuenta que sólo nos banca el que es amigo.
A mí, en cierto modo, también me banca Francisco, que soporta estoicamente este asedio a sus palabras para traerlas aquí, a este espacio. Pero creo que lo importante es reconocer que sólo podemos decir: ¡Que Dios me banque! cuando aceptamos los desafíos que presenta Su plan para cada uno de nosotros.

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO: EMPACHADO

Qué pena una juventud empachada y triste!

En uno de los pasos mas intensos Papa Bergoglio ha exclamado: “es muy triste ver una juventud empachada pero débil”. La traducción de “empachado” tuvo que ser puesta entre comillas y traducida con términos que describen algo parecido a la indigestión, “llenos” se tradujo en italiano.
Pero lo que en realidad cuenta no es tanto la descripción del malestar físico sino la actitud hacia la comida: consumir mas de lo necesario, el pecado de gula.
El párrafo completo dice: “Hoy nos hará bien a todos que nos preguntemos sinceramente, que cada uno piense en su corazón: ¿En quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas o en Jesús? Todos tenemos muchas veces la tentación de ponernos en el centro, de creernos el eje del universo, de creer que nosotros solos costruímos nuestra vida, o pensar que el tener, el dinero, el poder es lo que da la felicidad. Pero todos sabemos que no es así. El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos. Y terminamos empachados pero no alimentados, y es muy triste ver una juventud empachada pero débil. La juventud tiene que ser fuerte, alimentarse de su fe y no empacharse de otras cosas”.
¿Qué es lo que nos satisface veramente? Todo lo que consumimos (y no se refiere solamente a lo que algunos llaman comida-chatarra, sino al consumismo en sí) engorda pero no refuerza, da pesadez y quita la energia para vivir. Y nos vuelve cada vez más insatisfechos  ya que “nada es suficiente para el ánimo humano”. Del mismo modo se describen los síntomas del empachado, del que ha consumido exageradamente más de lo que su cuerpo nesecita: pesado y sin energía.

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO: PESCANDOLA...

6 El Pescador quel lama a “pescar” una mirada nueva hacia la sociedad y la Iglesia...

En su visita oficial al Papa Francisco del 18 de marzo la presidente de la República Argentina Cristina Fernández de Kirchner recibió de manos de su ilustre compatriota un ejemplar del Documento Conclusivo del V Congreso Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM) reunido en mayo de 2007 en Aparecida, Brasil. Mientras le entregaba el texto a la señora Kirchner, Papa Francisco pronunció una frase que llamó poderosamente la atención a todos los hispanohablantes: “Para que vaya pescando lo que piensan los obispos”. Entre lineas: tendremos otras oportunidades para hablarlo. O sea: para que, de los 554 puntos del documento pueda ir extrayendo o “pescando” los pensamientos de los obispos de su propio país. Entre lineas: así llegado el momento podrá hablarlo con conocimiento de causa.
Los argentinos, especialemente los porteños de Buenos Aires, han comprendido inmediatamente qué le estaba dicidiendo el Papa. Como siempre, papa Bergoglio hacía suya una expresión jergal “pescar en”, “pescar de”, “pescar entre” y la transfigurava.
La imagen de “pescar” en el lunfardo de Buenos Aires se usa con un sentido mucho más amplio que la acción que describe simplemente este verbo. Expresa la idea de haber comprendido cabalmente un concepto: ¿La pescaste?, quiere decir ¿Lo ves? ¿Te ha quedado claro? ¿Has entendido lo que significa? Pescándola, la idea sale a la luz, sube a la superficie, se hace visible y evidente.
Las palabras del cardenal Bergoglio fueron siempre claras, nunca hostiles, expresiones de un doloroso realismo. Como cuando ha indicado la pobreza en aumento partiendo de la simple constatación de la realidad de las parroquias de los barrios pobres a las que recurren cotidianamente cada vez más personas necesitadas, o como cuando se ha referido a la constante emarginación de sectores de la sociedad que viven de subsidios.
De este modo, la frase que pronunció el Papa en ocasión de la visita oficial de la presidente Cristina encierra todo un tratado de diplomacia de alto nivel y de absoluta simpatía. Una expresión de las más comunes se transformó en una invitación y una admonición cordial, síntesis perfecta de forma y significados que con el tiempo se fueron estratificando en el pueblo.
Otro aspecto interesante es que no ha dicho solamente “para que pesque”, sino “para que vaya…pescando”. Es decir: para que nos vayamos conociendo y empecemos a comprendernos; la experiencia de la Iglesia tiene cosas para decir que merecen ser escuchadas.
Lo que el Papa Francisco ha depositado en las manos de la presidente, describiéndolo humildemente como “lo que piensan los obispos” es mucho más que eso. Es un proyecto de Iglesia (válido también para los Estados) muy concreto que, ahora que le toca a él gobernar el barco de Pedro, esta aplicando frente a todo el mundo. Un proyecto que los gobernantes, no solo los latinoamericanos, también deberian aprender a “pescar” por el bien de sus propios pueblos.

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO: NINGUNEAR

5 Esa anulación que elimina al Otro. No se dejen ningunear...

El tiempo nos confunde. ¿Cuándo dijo en realidad que no tenemos que dejarnos ningunear? ¿En Roma, en Brasil, o en un aula del Colegio de la Inmaculada, allá en Santa Fe, cuando él ni siquiera estaba ordenado y nosotros éramos adolescenten que vivían una edad feliz con pocas responsabilidades? No lo sé, no lo recuerdo, pero no quiero depender de los buscadores de Internet… que también mienten. Por otro lado, aunque uno quisiera, es difícil acordarse de todo. “No se dejen ningunear”. Lo único que tengo en claro es que lo dijo y no una sino varias veces. Y también que lo volverá a decir… ¿Por qué? Porque el hombre es paciente y en ciertas cosas, reiterativo. Tiene ese estoicismo de la gota que porque no se cansa horada la piedra, la paciencia de la Fe, la Esperanza del sembrador y la Caridad de quien se multiplica dandose.
Quizá lo bueno de las palabras es su posibilidad de expresar lo que la gente siente, aunque sea su desvarío o su locura. Desde la lógica no se entiende que alguien pueda ponerse a conjugar como verbo una palabra como “ninguno” que es adjetivo y pronombre indefinido. Pero alguien lo hizo. Si lo hubiera hecho yo en aquellas viejas aulas no creo que el Profesor Bergoglio lo hubiese aprobado. O sí. Si algo nunca le faltó fue la capacidad de adaptarse a lo nuevo, a lo inesperado.
Ningunear tiene un sentido que remite a la ofensa, es menospreciar, no dar valor a alguien o no prestarle atención, es ignorarlo. Es hacer como que el otro no existe, com si su opinión no tuviera ninguna importancia, como si la persona misma non contara para nada.
No, no hace tanto tiempo. Seguramente ya sería Cardenal Primado de la República Argentina y los medios recogían sus palabras, no diferentes a las de ahora. Y entonces la radio, la televisión o los diarios informaban… dijo Bergoglio: “no se dejen ningunear, vivan la Fe”. Y todo, como siempre, remitiendo al testimonio de los cristianos, a dar pruebas de quienes somos sin avergonzarnos de hacerlo.
Quizá se lo escuché más de una vez. “No se dejen ningunear como cristianos, den testimonio”. Pero también: “No ninguneen al que sufre, al que no consigue trabajo o no tiene dinero”. Siempre con el mensaje a flor de piel.
Me confunde el tiempo. Me siento de nuevo adolescente, hablando, discutiendo a veces con esa vehemencia juvenil que suponía poder con todo, frente al maestrillo jesuita que rompía nuestra solemnidad juvenil con un chiste, una historia, o un comentario de futbol y “nos la dejaba picando”.
“No te dejes ningunear” y el consejo era más de hermano que de padre, de uno que sabe lo que está diciendo y te levanta la alicaída autoestima.
En aquellos días de colegio no importaba si esa recomendación apuntaba a otro profesor, a algunos compañeros que se suponían mejores que los demás, o a un desesperado amor juvenil que dándonos calabazas nos había hundido en la desesperanza.
Es que a la hora de predicar todo sirve. Para los soldados de Loyola cualquier cosa podía ser un arma en la propagación de la Fe. Y la palabra es la principal, no importa su pureza idiomática o que tenga origen en periferias ciudadanas sino que esté cargada de sentido y pueda hacer llegar al otro el mensaje de Cristo.

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO:FALSEADO-PASADO DE ROSCA

3 . Una civilización que está “falseada” tiene urgente necesidad de la esperanza cristiana.


“¡Esta civilización mundial se pasó de rosca!”, les dijo el Papa Francisco a los jóvenes en Río de Janeiro. El Papa volvía a lanzar uno de esos argentinismos que adquirió en sus años de acción pastoral como simple cura.
En mecánica, cuando una tuerca se ajusta más de lo debido, se rompe y empieza a girar en falso, ya no puede “agarrar” la materia, o sea, la realidad. Entonces queda “falseada”. No es difícil comprender de dónde viene esta expresión que forma parte de la manera de hablar de los argentinos y del Papa Francisco en particular: los talleres mecánicos de barrio.
Estar “pasado de rosca” también significa que alguien ha pasado el límite, que le ha dado tantas vueltas a las cosas que ya no razona, que ya no piensa con claridad y supone que la vida es ese girar sin sentido. Poco importa que la expresión se use para hablar de la droga o del alcohol, que no es demasiado diferente de abusar del poder, del dinero o de las influencias. El resultado es el mismo: ya no ve la realidad, ya no la “agarra” tal como es, la distorsiona exagerándola o la envilece mortificándola.
En Brasil el Papa Francisco estuvo centrado en el objetivo de las jornadas desde el momento mismo en que pisó el suelo de esa tierra tan querida: la juventud. Fue allí, ante los jóvenes, cuando se refirió a esa sociedad, a esa civilización mundial que “se pasó de rosca”, y en la visita al hospital de San Francisco de Río hizo una cruda pintura de la realidad: “¡Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad”.
Era necesario decirlo así, para que lo entendieran los jóvenes y los que ya no lo somos tanto. “¡Esta civilización mundial se pasó de rosca! (…) porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos”: los jóvenes y los ancianos. El párrafo quedó flotando entre la gente que llenaba la Catedral. Es  que la denuncia no sacude solo a los denunciados sino a todos. De alguna manera cada uno siente el peso de su propio silencio, de la complicidad por no haber hablado, por no haber sido capaz de ese “acto de valor” que Francisco reclamaba con urgencia.
Los teóricos tratan de explicar con sus análisis que la sociedad está dividida, confundida, desintegrada, complicada, desconcertada, trastornada y miles de términos más para justificar la realidad.
Justificar el error, en vez de reconocerlo y buscar el perdón, es una patología que intenta suavizar los efectos sin necesidad de confesar el pecado. Francisco nos simplifica las cosas porque “la tiene clara”: “¡Esta civilización mundial se pasó de rosca!”.
http://www.terredamerica.com/

OTRO:Esta civilización mundial se pasó de 'rosca', porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida (jóvenes y ancianos) que son las promesas de los pueblos..

VOCABULARIO DEL PAPA FRANCISCO:BALCONEAR...

2. “No balconeen la vida, métanse en ella, como hizo Jesús”.

Balconear”, en el lunfardo argentino literalmente quiere decir “mirar desde bel balcón”. Es una actitud puramente curiosa, sin participación, como un espectador de los demás que no participa de lo que está viendo. Siempre tiene un comentario crítico sobre lo que no le gusta o le parece mal, pero no se mezcla con la gente. En los años de nuestra adolescencia y anteriores; en aquellos mismos que el Maestrillo Bergoglio era nuestro profesor, nuestro Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe participaba, especialmente, en la procesión de Corpus Christi, junto a otros colegios católicos y la feligresía en general. En esa procesión que discurría por el centro de la ciudad en un largo recorrido, era típico ver muchos balconeros. En algunas casas, alguna imagen y un par de velas centraban la atención sobre una familia que se dedicaba a saludar a los procesionantes y hacer comentarios entre ellos. En ciertas zonas, una o dos casas por cuadra mostraban a un grupo curioso dedicado a la misma práctica. A mí me extrañaba un poco porque mis abuelos maternos, los que aún vivían, aún veteranos y algo achacosos se incluían entre los miembros de su parroquia y no consideraron nunca la idea de balconear.
Hablando con un cura del colegio me dio una definición sencilla: “Son viejas teñidas de fe. La fe no se vive desde el balcón, sino caminando”. Una frase que volvería a mi memoria haciendo el Camino de Santiago en 2010 y que remite a una Iglesia en marcha.
Cuando dijo: “No dejen que otros sean los protagonistas del cambio, ustedes son los que construyen el futuro”, me sentí joven yo también y pensé en lo bueno que era que esa juventud expectante lo comprendiera y en treinta o cuarenta años recordara sus palabras y analizara los resultados. Luego sentí esa ternura y admiración por el amigo al ver que “le saltaba el porteño que lleva adentro” cuando les insistió a los jóvenes con eso de: “No balconeen la vida, métanse en ella, como hizo Jesús”.
Para Francisco – y es difícil que alguien no lo entienda – el cristiano es un protagonista, no un espectador. En poco tiempo nos ha demostrado que desde el único balcón que se puede participar es aquel de la logia, en que una tarde lluviosa se asomó un Papa del fin del mundo y saludó a quienes lo esperaban con un simple: “Buona sera” se ganó el corazón del mundo pidiendo que recen por él…
– © TERRE D’AMERICA