03/03/2017 – El ayuno verdadero es socorrer al prójimo, el falso mezcla la religiosidad con las especulaciones sucias y los sobornos de la vanidad. Así se expresó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Las lecturas del día se refieren al ayuno, es decir – explicó el Papa – “a la penitencia que estamos invitados a hacer en este tiempo de Cuaresma” para acercarnos al Señor. A Dios le agrada “el corazón penitente”, dice el Salmo, “el corazón que se siente pecador y que sabe que es pecador”.
En la primera lectura – tomada del Libro del Profeta Isaías – Dios reprocha la falsa religiosidad de los hipócritas que ayunan mientras se ocupan de sus propios negocios, oprimen a los obreros y se pelean “golpeando con puños inicuos”: por una parte hacen penitencia y, por otra, realizan injusticias, haciendo “negocios sucios”. En cambio, el Señor pide un ayuno verdadero, atento al prójimo:
“El otro es el ayuno ‘hipócrita’ – es la palabra que usa tanto Jesús – es un ayuno para hacerse ver o para sentirse justo pero mientras tanto he hecho injusticias, no soy justo, exploto a la gente. ‘Pero yo soy generoso, haré una buena ofrenda a la Iglesia’… ‘Pero dime, ¿tú pagas lo justo a tus empleadas domésticas? ¿A tus empleados les pagas en negro? ¿O como dice la ley, para que puedan dar de comer a sus hijos?’”.
Francisco relató un hecho ocurrido inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial al padre jesuita Pedro Arrupe, cuando era misionero en Japón. Un rico hombre de negocios le entregó una donación para su actividad evangelizadora, pero con él estaban un fotógrafo y un periodista. El sobre contenía sólo diez dólares:
“Esto es lo mismo que nosotros hacemos cuando no pagamos lo justo a nuestra gente. Nosotros recibimos de nuestras penitencias, de nuestros gestos de oración, del ayuno, de la limosna, recibimos un soborno: el soborno de la vanidad, del hacernos ver. Y eso no es autenticidad, es hipocresía. Por eso cuando Jesús dice: ‘Cuando recen háganlo a escondidas, cuando den la limosna no hagan sonar la trompeta, cuando ayunen no se hagan los melancólicos’, es como si dijera: ‘Por favor, cuando hacen una obra buena no reciban un soborno de esta obra buena, es sólo para el Padre’”.
El Obispo de Roma citó asimismo al Profeta Isaías, quien relata que el Señor dice a los hipócritas cuál es el ayuno verdadero. Palabras que parecen dichas “para nuestros días”:
“‘¿Acaso no es más bien éste el ayuno que quiero: romper las cadenas inicuas, desatar los lazos del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda opresión? ¿‘Acaso no consiste en compartir el pan con el hambriento, hacer entrar en casa a los pobres, a los sin techo, vestir a uno que ves desnudo sin descuidar a tus parientes?’. Pensemos en estas palabras, pensemos en nuestro corazón, en cómo ayunamos, rezamos y damos las limosnas. También nos ayudará pensar en lo que siente un hombre después de una cena que ha pagado 200 euros, por ejemplo, y regresa a su casa y ve a un hambriento y ni lo mira y sigue caminando. Nos hará bien pensar en esto”.
Fuente: News.va
Con el miércoles de ceniza comenzamos la Cuaresma, 40 días de preparación para la celebración de la Pascua. En este tiempo, la Iglesia nos invita a vivir con especial intensidad el ayuno, la oración y la caridad.
El ayuno tiene como objetivo vaciar nuestro corazón para llenarlo de algo mas valioso. Es una necesaria limpieza del alma para darle lugar a la grandeza para la que Dios nos ha creado.
Ayuna de juzgar a otros; descubre a Cristo que vive en ellos.
Ayuna de palabras hirientes; llénate de frases sanadoras.
Ayuna de descontento; llénate de gratitud.
Ayuna de enojos; llénate de paciencia.
Ayuna de pesimismo; llénate de esperanza cristiana.
Ayuna de preocupaciones; llénate de confianza en Dios.
Ayuna de quejarte; llénate de aprecio por la maravilla que es la vida.
Ayuna de las presiones que no cesan; llénate de una oración que no cesa.
Ayuna de amargura; llénate de perdón.
Ayuna de darte importancia a ti mismo; llénate de compasión por los demás.
Ayuna de ansiedad sobre tus cosas; comprométete en la propagación del Reino.
Ayuna de desaliento; llénate del entusiasmo de la fe.
Ayuna de pensamientos mundanos; llénate de las verdades que fundamentan la santidad.
Ayuna de todo lo que te separe de Jesús; llénate de todo lo que a El te acerque.