27 jul 2019

17° DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN CICLO C.


Domingo 28 de julio de 2019.
Génesis 18,20-21.23-32; Colosenses 2,12-14; San Lucas 11,1-13.

Oración inicial:
“Señor Jesús, que enseñaste a tus discípulos a orar,  danos un oído atento a tu Palabra y a las mociones del Espíritu, un corazón dócil para aprender de ti el arte del dialogo con el Padre; manos y pies prontos para el servicio y una mente abierta para acoger tu voluntad en el camino de la vida”. Amén.


LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Génesis 18,20-21.23-32; Colosenses 2,12-14; San Lucas 11,1-13.

Claves de lectura:

1. «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?». (1°Lectura)
La intercesión de Abrahán por los justos de Sodoma, tal y como se cuenta en la primera  lectura, es el primer gran ejemplo y el modelo permanente de toda oración de petición. Es  insistente y humilde a la vez. Cada vez va un poco más lejos: desde los cincuenta inocentes  que bastarían para impedir la destrucción de la ciudad, hasta cuarenta y cinco, cuarenta,  treinta, veinte, diez. Semejante descripción sólo puede entenderse -aunque al final la súplica  no pueda ser escuchada, pues ni siquiera hay diez justos en Sodoma- como un estímulo del  todo singular para animar al creyente a penetrar en el corazón de Dios hasta que la  compasión que hay en él comience a brotar. Ejemplos posteriores, sobre todo cuando Dios  escucha las súplicas de Moisés, lo confirman. Cuando Dios se compromete en una alianza  con los hombres, quiere comportarse como un amigo y no como un déspota; quiere dejarse  determinar, humanamente se puede decir que quiere que el hombre le haga «cambiar de  opinión», como las oraciones de súplica veterotestamentarias mitigan muy a menudo la ira  de Yahvé. El hombre que está en alianza con Dios tiene poder sobre su corazón.

2. «Perdónanos nuestros pecados». (Evangelio)
En el evangelio Jesús se dirige a Dios con la seguridad del que sabe que el Padre le  «escucha siempre» (Jn 11,42). Y, como está en oración, sus discípulos le piden que les  enseñe a orar. Jesús les enseña su propia oración, el Padrenuestro, y además les cuenta la  parábola del hombre que despierta a su amigo a medianoche para pedirle que le preste tres  panes. En la parábola el hombre tiene que insistir hasta llegar a ser importuno para obtener  lo que desea. Con Dios en realidad sobra la indiscreción, pero se exige la constancia en la  oración, en la búsqueda: hay que llamar a la puerta para que Dios Padre abra a sus  criaturas. Dios no duerme, está siempre dispuesto a «dar su Espíritu Santo a los que se lo  piden», pero no arroja sus preciosos dones a los que no los desean o sólo los demandan  con tibieza y negligencia. Lo que Dios da es su propio amor inflamado, y éste sólo puede ser  recibido por aquellos que tienen verdadera hambre de él. Pedir a Dios cosas que por su esencia Él no puede dar (un «escorpión», una «serpiente») es un sinsentido; pero toda  oración que es según su voluntad y sus sentimientos, Él la escucha, incluso infaliblemente,  incluso inmediatamente, aunque no lo advirtamos en nuestro tiempo pasajero. «Cualquier  cosa que pidan en la oración, crean que se la han concedido, y la obtendrán» (Mc 11,24).  «Si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo  que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos pedido» (1 Jn  5,14s).

3. «Dios les dio vida en Cristo». (2°Lectura)
La segunda lectura nos indica la condición para esta esperanza casi temeraria. Esta  condición es que hayamos sido sepultados junto con Cristo en el bautismo y hayamos  resucitado con él en Pascua mediante la fe en la fuerza de Dios. De este modo entre Dios, el  Señor de la alianza, y nosotros, sus socios, se establece una relación directa e inmediata  que elimina todos los impedimentos -nuestros pecados, los pagarés de nuestra deuda y las  acusaciones que pesan sobre nosotros-. La cruz de Cristo quita todo esto de en medio; ella  es la que ha «derribado el muro separador del odio», la que ha traído «la paz» (Ef  2,14-16).
(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 272 ss.)


MEDITACIÓN.

EL EVANGELIO DE LA ORACIÓN.
El Evangelio de Lucas comienza en clima de oración en el Templo (Lc 1, 1-10) y termina  en ese mismo clima, con los Doce bendiciendo a Dios en el Templo (24, 53). Aquí tenemos  el mejor indicio de la extraordinaria importancia que el evangelista concede a la oración. El  Evangelio de Lucas es llamado el Evangelio de la oración. Este es uno de sus rasgos más  bellos y característicos.
Lucas, consciente de que la oración, es una actitud esencial en la vida del cristiano y de  la comunidad cristiana, se complace en presentarnos a Jesús frecuentemente en oración.  Los momentos más importantes del ministerio público de Jesús están precedidos,  preparados e impregnados por la oración: el Bautismo de Jesús (3, 21), la elección de los  doce (6, 12), la confesión de Pedro (9, 18), la transfiguración (9, 28), la última Cena (22,  32), la agonía en el huerto de los Olivos (22, 41), sus últimos momentos en la cruz (23,  46).
Pero Jesús, en el Evangelio de Lucas, no sólo aparece orando en los momentos más  culminantes, sino que la oración acompaña, envuelve y sostiene toda su actividad, toda su  vida. Jesús gusta retirarse a lugares solitarios (5, 16); o sube al monte y pasa la noche en  oración (6, 12). La noche y el monte son el tiempo y el lugar preferidos por Jesús para su  incesante diálogo con el Padre. Al presentar el evangelista la ya citada oración de Jesús en  el huerto, leemos este precioso detalle: "Salió entonces y se dirigió, como de costumbre, al  monte de los Olivos" (22, 39). Era una costumbre en Jesús retirarse a la montaña para  pasar la noche en oración.
Con esta complacencia en presentar a Jesús en oración, el evangelista ofrece al lector  un eximio ejemplo de actitud orante, al mismo tiempo que le exhorta, de la forma más  delicada y persuasiva, a la oración. La oración tiene una clara finalidad: «Oren para no  desfallecer en la prueba» (22, 40). Las pruebas, las dificultades, las tribulaciones -que  constituyen, en los escritos de Lucas, una dimensión esencial de la vida cristiana (He. 14,  22)- acompañan siempre al seguidor de Jesús.
La oración no sólo tiene un relieve singular en el Evangelio de Lucas, sino también en el  libro de los Hechos, que es como la segunda parte o una especie de continuación de aquél  (He. 1,1). "Todos -se refiere a los Doce- perseveraban unánimes en la oración, con algunas  mujeres, con María la madre de Jesús y sus hermanos» (He. 1, 14). Esta es la primera  presentación que hace el libro de los Hechos de la primitiva comunidad cristiana. Y las  referencias a la oración de la comunidad, como un rasgo fundamental de la misma, se  repiten, una y otra vez, a lo largo de todo el libro, como un estribillo.

LA MAS BELLA PETICIÓN. 
El texto evangélico de hoy nos presenta un precioso y preciso momento de la vida orante  de Jesús. Jesús se ha apartado del grupo para orar. Los discípulos lo contemplan sumido  en profunda oración al Padre. Están tan absortos y sobrecogidos viendo a Jesús en  oración, que no se atreven a interrumpirlo. Dejan que Jesús concluya su oración. «Y cuando acabó», uno de los discípulos, fascinado por aquel singular estilo de orar de Jesús,  le dirige la más bella y conmovedora de las peticiones: «Señor, enséñanos a orar». Y fue entonces cuando Jesús enseñó a los Doce, como viva expresión de su actitud  orante, el Padre-nuestro. Desde aquel momento, nunca se encontrará ya completamente  solo y desamparado el creyente. En las circunstancias más adversas tendrá siempre el  maravilloso recurso de poder decir: «Padre nuestro que estás en el cielo...». Al entregarnos  el espléndido regalo del Padre-nuestro, nos dio a todos un inefable remedio para todo  nuestro inmenso desamparo existencial.

DIOS COMO «ABBA».
Evoquemos, junto a la oración del Padre-nuestro, las otras oraciones de Jesús recogidas  en el Evangelio de Lucas (10, 21-24; 22, 42; 23, 46) y hagamos esta constatación: todas  comienzan con la misma invocación: «¡Padre!». Tenemos la suerte de saber cuál era la  palabra aramea correspondiente a «Padre», que estaba siempre en los labios de Jesús,  cuando se dirigía a Dios Padre y nos mandaba dirigirnos a Dios Padre. Es la palabra  «Abbá». Esta palabra pertenecía al vocabulario profano y familiar. En las innumerables  oraciones judías que han llegado a nosotros, en ninguna aparece Dios invocado como  "Abbá". Esta palabra fue una revolucionaria y original innovación de Jesús. Era algo  insólito, inimaginable; expresaba la máxima confianza, cercanía y ternura. Llamó tan  poderosamente la atención de todos los oyentes que se nos ha conservado la mismísima  palabra aramea.
Con esa palabra se abría un mundo nuevo en las relaciones de Dios para con el hombre.  De todas las revoluciones del Evangelio, la más profunda, la más radical fue la operada en  la imagen de Dios: Dios como amor, como el Padre más cariñoso y entrañable. Del nuevo  concepto de Dios brotan unas relaciones nuevas del hombre con Dios y, por consiguiente, el  nuevo estilo de la oración cristiana, hecha de confianza, abandono y obediencia filial,  reflejadas en el «abbá» con que invocamos a Dios, siguiendo el ejemplo y el mandato de  Jesús. La vida cristiana está bañada de la alegría de sabernos hijos de Dios.

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO. 
Después de enseñarnos el Padre-Nuestro, Jesús dirige una conmovedora exhortación a la  oración confiada, inspirada en lo que sucede entre los hombres, entre amigos y entre  padres e hijos. Y saca la conclusión: «Si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar a vuestros  hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo  pidan?». Retengamos esta última afirmación. La oración no es un seguro a todo riesgo.  Jesús nos asegura que nos concederá su Espíritu. Así viviremos como hijos ante Dios y  como hermanos de nuestros hermanos. Este es el sentido de la oración.
(Aporte de VlCENTE GARCIA REVILLA, DABAR 1992, 39)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Qué le falta y qué le sobra a nuestra oración?


ORACIÓN – CONTEMPLACIÓN.

APRENDER EL PADRENUESTRO. 
Hemos recitado tantas veces el Padrenuestro y, con frecuencia, de manera tan  apresurada y superficial, que hemos terminado, a veces, por vaciarlo de su sentido más  hondo.
Se nos olvida que esta oración nos la ha regalado Jesús como la plegaria que mejor  recoge lo que él vivía en lo más íntimo de su ser y la que mejor expresa el sentir de sus  verdaderos discípulos.
De alguna manera, ser cristiano es aprender a recitar y vivir el Padrenuestro. Por eso, en  las primeras comunidades cristianas, rezar el Padrenuestro era un privilegio reservado  únicamente a los que se comprometían a seguir a Jesucristo.
Quizás, necesitamos «aprender» de nuevo el Padrenuestro. Hacer que esas palabras que  pronunciamos tan rutinariamente, nazcan con vida nueva en nosotros y crezcan y se  enraícen en nuestra existencia.
He aquí algunas sugerencias que pueden ayudarnos a comprender mejor las palabras  que pronunciamos y a dejarnos penetrar por su sentido.
Padre nuestro que estás en los cielos. Dios no es en primer lugar nuestro Juez y Señor y,  mucho menos nuestro Rival y Enemigo. Es el Padre que desde el fondo de la vida, escucha  el clamor de sus hijos.
Y es nuestro, de todos. No soy yo el que reza a Dios. Aislados o juntos, somos nosotros  los que invocamos al Dios y Padre de todos los hombres. Imposible invocarle sin que crezca  y se ensanche en nosotros el deseo de fraternidad.
Está en los cielos como lugar abierto, de vida y plenitud, hacia donde se dirige nuestra  mirada en medio de las luchas de cada día.
Santificado sea tu Nombre. El único nombre que no es un término vacío. El Nombre del  que viven los hombres y la creación entera. Bendito, santificado y reconocido sea en todas  las conciencias y allí donde late algo de vida.
Venga a nosotros tu Reino. No pedimos ir nosotros cuanto antes al cielo. Gritamos que el  Reino de Dios venga cuanto antes a la tierra y se establezca un orden nuevo de justicia y  fraternidad donde nadie domine a nadie sino donde el Padre sea el único Señor de todos.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. No pedimos que Dios adapte su  voluntad a la nuestra. Somos nosotros los que nos abrimos a su voluntad de liberar y  hermanar a los hombres.
El pan de cada día dánosle hoy. Confesamos con gozo nuestra dependencia de Dios y le  pedimos lo necesario para vivir, sin pretender acaparar lo superfluo e innecesario que  pervierte nuestro ser y nos cierra a los necesitados.
Perdónanos nuestras ofensas, egoísmos e injusticias pues estamos dispuestos a extender  ese perdón que recibimos de Ti a todos los que nos han podido hacer algún mal.
No nos dejes caer en la tentación de olvidar tu rostro y explotar a nuestros hermanos.  Presérvanos en tu seno de Padre y enséñanos a vivir como hermanos.
Y líbranos del mal. De todo mal. Del mal que cometemos cada día y del mal del que somos  víctimas constantes. Orienta nuestra vida hacia el Bien y la Felicidad.

(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 331 s.)

Oración final:
“Dios Padre y Madre, que estás en el cielo y estás también en la tierra, haz que venga y se acreciente entre nosotros tu reinado, y para ello conviértenos en apasionados servidores de tu causa y gozosos contemplativos de tu obrar en medio de la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo”. Amén.
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Hno. Javier

27 jun 2019

Quién es Edith Stein - Santa Teresa Benedicta de la Cruz 1ª parte - Rosita Santelices


HISTORIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


13° DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN CICLO C.


Domingo 30 de junio de 2019.
1° Reyes 19, 16b.19-21; Gálatas 5,1.13-18; San Lucas 9,51-62.
"Ama y haz lo que quieras"(San Agustín)
El que ama de verdad es verdaderamente lo que debe ser y ya no está dividido entre el ser y el deber. Es, por tanto, un hombre libre. No vive bajo la ley, se identifica con ella libremente. Y el Espíritu de Dios habita en él y lo conduce.

Oración inicial:
“Señor, ayúdanos a ser fuertes y valientes para hacer realidad tu Reino en nuestra tierra. Que confiados en tu Palabra, no rehuyamos de la vocación a la que nos llamas, y haz que nos dejemos orientar por tu Espíritu, para desprendernos de las cosas que nos separan de Ti y de nuestros hermanos y hermanas más necesitados”. Amén.

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: 1° Reyes 19, 16b.19-21; Gálatas 5,1.13-18; San Lucas 9,51-62.

Claves:

1. «Ve y vuelve». (1°Lectura)
Hoy se trata de la llamada al seguimiento, y en la primera lectura aparece un modelo  veterotestamentario ya muy radical que será superado una vez más por Jesús. El profeta  Elías echa su manto sobre Eliseo, mientras éste ara con su yunta, para significar que lo ha  elegido para ser su discípulo. Elías acepta que Eliseo vaya a despedirse de sus padres, y  el gesto de sacrificar los bueyes de su yunta para invitar a comer a su gente muestra que  Eliseo ha decidido ponerse al servicio del profeta. «Luego se levantó, marchó tras Elías y  se puso a sus órdenes». No se trata de un servicio puramente humano, sino que, al ser  Elías un hombre de Dios, es ya un servicio a Dios. Para la Antigua Alianza esto es una  obediencia grandiosa a una llamada de Dios transmitida por el profeta.

2. «Deja que los muertos entierren a sus muertos». (Evangelio)
Pero la exigencia de Jesús va aún más lejos. En el evangelio tres hombres se ofrecen a  Jesús para seguirle. Al primero lo remite a su propio destino y ejemplo: Jesús ya no tiene  casa propia. Ni siquiera la casa en la que ha crecido, la casa de su madre, cuenta ya. No  mira atrás. Es más pobre en esto que los animales, vive en una inseguridad total. No posee  más que su misión. Y al comienzo del evangelio se dice a dónde conduce esta misión: a su  «ascensión» se dice literalmente: ¿a la cruz? ¿Al cielo? Lucas deja abierta la cuestión. Es  típico que no se le reciba en la aldea de Samaría donde quería alojarse. Por eso no es  necesario mandar bajar fuego del cielo. Es normal que «los suyos no lo reciban» (Jn 1,11).  El segundo hombre quiere primero ir a enterrar a sus padres, y el Señor de la vida le  contesta: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». Los muertos son los mortales  que se entierran unos a otros; Jesús está por encima de la vida y de la muerte, muere y  resucita «para ser Señor de vivos y muertos» (Rm 14,9). El tercer hombre quiere  despedirse de su familia. Aquí Jesús va más lejos que Elías. Para el llamado a seguir a  Jesús de un modo radical no hay componenda que valga entre familia y decisión por el  reino. La decisión exigida es indivisible e inmediata. A partir de su norma se regulará la  relación con la familia y con los demás hombres.

3. «Su vocación es la libertad». (2°Lectura)
La libertad de la que se habla en la segunda lectura es la libertad para la que «Cristo nos  ha liberado», y no otra. No una libertad individualista, pues la libertad cristiana consistirá en  el servicio al prójimo: «Sean esclavos unos de otros por amor». Tampoco se trata del  libertinaje, pues entre los deseos de la carne y la libertad que nos da el Espíritu que nos  guía hay una contradicción directa, un antagonismo total. Que el hombre tenga que luchar  contra sí mismo y contra sus pasiones para conservar su verdadera libertad, nada dice  contra la libertad que le ha sido dada; también Cristo tuvo que luchar en sus «tentaciones»  (Lc 4,1-12). No se puede ser libre para hacer al mismo tiempo dos cosas contradictorias,  sino que para ser libre hay que superar la contradicción en uno mismo. La libertad de Cristo  es hacer siempre la voluntad del Padre, y seguir a Jesús en esto nos «hace libres»  verdaderamente (Jn 8,31-32). La libertad a la que Cristo nos llama es su propia libertad, a  través de la cual participamos en la libertad intradivina, trinitaria, absoluta. 

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 266 ss.)

MEDITACIÓN.

«Decidió irrevocablemente» 
Hay una cita poco conocida de Napoleón que dice así: «Alejandro  Magno, César Augusto y yo fundamos grandes imperios por medio de la fuerza y, después  de nuestra muerte, no tenemos ningún amigo. Cristo fundó su Reino sobre el amor y, aun  hoy en día, millones de hombres irían por él voluntariamente a la muerte».
Es un hecho indiscutible: los grandes hombres de la historia pueden ser admirados, sus  libros siguen siendo leídos, sus ideas permanecen... Desde Homero a Cervantes, de  Cicerón a Goethe, se puede decir que su obra se mantiene viva, que siguen corriendo ríos  de tinta sobre ellos. Pero ni de los grandes políticos, ni de los más profundos escritores se  puede decir que «millones de hombres irían voluntariamente a la muerte por ellos».
Las exigencias de Jesús en el evangelio de hoy son extremadamente radicales, nos  parecen incluso inhumanas. Se puede comprender que el que sigue a Jesús deba participar  del mismo tenor de vida que el maestro y que no tenga dónde reclinar la cabeza. Pero  cuesta trabajo aceptar que el seguimiento de Jesús tenga que ser tan urgente e  instantáneo, que no quede tiempo para despedirse de la familia o para enterrar al propio  padre. Nos parece más humano el profeta Elías cuando, después de llamar a Eliseo, le  permite despedirse de los suyos y hasta dar una comida de despedida: «Ve y vuelve,  ¿quién te lo impide?».
Hasta este momento la actividad pública de Jesús había discurrido fundamentalmente en  su propia región de Galilea. Y ahora se subraya un arranque nuevo: «Cuando se iba  cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo». Casi exactamente la misma expresión la  repite Lucas en otros dos momentos importantes de sus relatos: también se le cumplió el  tiempo a María y dio a luz a su hijo Jesús, y esa expresión aparece inmediatamente antes  del relato de pentecostés. Lucas subraya que es en ese momento cuando Jesús «decidió  irrevocablemente ir a Jerusalén», como traduce la Nueva Biblia española.
Desde este momento, el evangelio de Lucas está escrito como una subida a Jerusalén,  que es el hilo rector de los capítulos siguientes y una especie de estribillo que va  apareciendo una y otra vez, como un recordatorio. A partir de ahora, el evangelio de Lucas  se distancia del de Marcos y utiliza sus propias fuentes.
La segunda lectura de la liturgia suele ser un fragmento de alguna carta de Pablo, que no  tiene conexiones con el evangelio y la primera lectura, que sí suelen estar coordinados. Los  predicadores solemos prescindir de ella o, a lo más, entresacamos alguna frase suelta que  pegamos, con más o menos artificiosidad, al mensaje central de las otras dos lecturas. Hoy  hemos escuchado un fragmento de la Carta a los gálatas, que ha sido calificada como la  carta de la libertad cristiana, en que Pablo, polemizando duramente con los judaizantes,  propone la libertad del cristiano en contra de la ley judía y la práctica de la circuncisión.
En la actualidad podemos hacer una relectura del espléndido texto de hoy, entendiéndolo  como un resumen de la vida de Cristo. Podemos decir de Jesús de Nazaret que vivió en la  libertad y que se mantuvo en ella sin dejarse someter al yugo de la esclavitud de la ley  farisea. Afirmar también que la vocación de Cristo fue una vocación a la libertad; no para  una libertad que sirva de escudo y subterfugio a sutiles egoísmos, sino que, al contrario, se  hizo como un esclavo de los hombres por el amor.
Jesús anduvo según el Espíritu y no sometido a los deseos de la carne; el propio Lucas  subrayará que Jesús se dejó guiar por el Espíritu en los momentos decisivos de su vida y  no estuvo bajo el dominio de la ley. En pocas palabras, es justo afirmar que Jesús realizó  en su vida esa carta de la libertad cristiana que Pablo propone a los cristianos de Galacia. Como afirma J. R. Busto, hay que «caer en la cuenta de que la muerte de  Jesús se la buscó él mismo». Evidentemente Jesús pudo haberse librado de la muerte no  iniciando esa subida a Jerusalén o abandonando la ciudad santa cuando experimentó que  se estrechaba a su alrededor el círculo de los que querían llevarle a la muerte. Pero el  mesías tenía que manifestarse en Jerusalén. Lo había ya dicho el mismo Jesús: «No cabe  que un profeta muera fuera de Jerusalén» (Lc 13,33). Así lo entiende Tomás, a propósito de  la enfermedad de Lázaro: «Vayamos a Jerusalén y muramos con él». ¿Por qué, entonces,  se busca Jesús la muerte? Porque su relación de fidelidad con el Padre le obliga a ello. 
Jesús asumió la muerte que estaba implicada en su predicación sobre Dios. Decir que Dios  es amor incondicionado es peligroso, y actuar en consecuencia mucho más peligroso  todavía. Jesús lo sabe y no lo calla. Más todavía, lo demuestra con su vida.
Y Jesús actúa con total libertad, con esa libertad de los grandes hombres que no vuelven  la cara cuando hay que ser consecuentes con las verdades en las que han creído y han  convertido en programa de su vida. Fue el amor y la fidelidad de Jesús hacia su Padre lo  que le hizo subir a Jerusalén, allí donde tenía que manifestarse el mesías, el esperado,  para dar testimonio de ese Dios que ama incondicionadamente a todos los hombres.
Y así lo anuncia, aunque esto rompiese los esquemas religiosos fariseos que entendían  la relación con Dios como un contrato comercial en que compramos a Dios con nuestras  obras, esas obras de la ley que tanto criticará Pablo. Fue el amor y la fidelidad de Jesús  hacia los hombres lo que se convirtió para Jesús en «la ley entera», ya que esta se resume  en el «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Por eso Jesús decide irrevocablemente subir  a Jerusalén, por su amor a los hombres, a los que tenía que manifestar la nueva religión y  la nueva ley.
Así se explica la dureza de las exigencias de Jesús en la propuesta de su seguimiento.  Jesús no ha venido a abolir el cuarto mandamiento; no rechaza ese mandamiento tan  importante en la religiosidad judía de enterrar a los seres queridos muertos. Desde el  espíritu de Jesús sigue siendo válida también la frase del profeta Elías sobre la despedida  de los familiares: «Ve y vuelve, ¿quién te lo impide?». Desde el espíritu de Jesús, que fue  sensible a la amistad y se conmovió ante la muerte de su amigo Lázaro, tienen un gran  sentido esas comidas en las que los hombres nos decimos adiós unos a otros. Pero,  también desde el espíritu de Jesús, hay situaciones en que su seguimiento nos impide  enterrar a nuestros muertos queridos o coger el arado con las manos y echar la vista  atrás.
Es lo que supo percibir el mismo Napoleón: «Cristo fundó su Reino sobre el amor y, aun  hoy en día, millones de hombres irían por él voluntariamente a la muerte». Cristo no fundó  un reino sobre la dureza y la inhumanidad, sino sobre el amor. Pero este tiene a veces  exigencias que rompen el alma y que es necesario asumir.
Es lo que hicieron los jesuitas de El Salvador. Ignacio Ellacuría decía a una persona  querida, una semana antes de su muerte, que era probable que no volviesen a verse. Y, sin  embargo, no se quedó en España. Como decía el mismo J. R. Busto, él y sus compañeros  sabían también que se estaban buscando la muerte e hicieron también su propia subida a  Jerusalén. Como también saben que se están buscando la muerte tantos cristianos que  viven hoy en puestos de avanzada (pensemos en los que corren el peligro de ser  asesinados por Sendero Luminoso en Perú) y, sin embargo, siguen firmes en sus puestos. Los que vivimos en situaciones más tranquilas, ¿no tenemos que preguntarnos también  hoy por nuestra coherencia en el seguimiento de aquello en lo que creemos, aunque nos  cueste dificultades, tensiones, luchas? Porque el seguimiento de Jesús, en lo que  constituye el ser cristianos, no es un camino fácil.
(Aporte de JAVIER GAFO, DIOS A LA VISTA, Homilías ciclo C,
Madrid 1994.Pág. 253 ss.)
Para la reflexión personal y grupal:
¿Vamos, como cristianos, por el camino correcto? 
¿Tenemos las actitudes requeridas para la realización del reino? 


ORACIÓN-MEDITACIÓN.

HACERSE CRISTIANO.
Sígueme.
Ser cristiano no es tener fe sino irse haciendo creyente. Con frecuencia, entendemos la vida cristiana de una manera muy estática y no la vivimos como un proceso de crecimiento y seguimiento constante a Jesús.
Sin embargo, en realidad, se es cristiano cuando se está caminando tras las huellas del Maestro. Por eso, quizás deberíamos decir que somos cristianos, pero, sobre todo, nos vamos haciendo cristianos en la medida en que nos atrevemos a seguir a Jesús.
Para no pocos, la vida cristiana se reduce más o menos a vivir una moral muy general que consiste sencillamente en «hacer el bien y evitar el mal». Eso es todo. No han entendido que el seguimiento a Jesús es algo mucho más profundo y vivo, y de exigencias más concretas. Se trata de irnos abriendo dócilmente al Espíritu de Jesús para vivir como él vivió y pasar por donde él pasó.
Por eso, el cristiano no sólo evita el mal, sino que lucha contra el mal y la injusticia como lo hizo Jesús, para eliminarlos y suprimirlos de entre los hombres. No sólo hace el bien, sino que lucha por un mundo mejor, adoptando la postura concreta de Jesús y tomando sus mismas opciones.
No basta buscar la voluntad de Dios de cualquier manera sino buscarla siguiendo muy de cerca las huellas de Jesús. Como ha dicho P. Miranda, «la cuestión no está en si alguien busca a Dios o no, sino en si lo busca donde él mismo dijo que estaba».
A veces pensamos que es difícil saber cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida. Y sin embargo, sabemos muy bien cuál es el estilo de vida sencillo, austero, fraterno, cercano a los pobres, que debemos reproducir día a día siguiendo a Jesús.
Hay cosas que son muy claras si nos ponemos a seguir a Jesús. «La voluntad de Dios no es un misterio por lo menos en cuanto atañe al hermano y se trata del amor» (E. Kasemann).
Ciertamente es arriesgado y exigente seguir a Jesús. No se puede servir a Dios y al dinero, no se puede echar mano al arado y volver la vista atrás, puede uno quedarse sin apoyo alguno donde reclinar su cabeza.
Pero es lo único que puede infundir verdadera alegría a nuestra vida. Cuando el creyente se esfuerza por seguir a Jesús día a día, va experimentando de manera creciente que sin ese "seguir a Jesús", su vida sería menos vida, más inerte, más vacía y más sin sentido.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 323 s.)

Oración final:
“Dios Padre nuestro, tu Hijo Jesús, decidió subir resueltamente a Jerusalén, sin importarle  todo lo que aquel camino le iba a acarrear de sufrimiento y de cruz; ayúdanos, a los que  queremos ser seguidores radicales suyos, a tomar también resueltamente la opción de dar  nuestra vida día a día en el servicio a la causa que él con su entrega nos mostró. Por el  mismo Jesucristo, nuestro Señor”. Amén.
Hno. Javier.


25 jun 2019

33 días con la Reina de la Paz. 25 de junio 2019. Padre Gustavo Jamut, omv.




Consagrándonos  a Dios a través de María Reina de la Paz.

Nuestra madre nos dice en el mensaje anual del 18 de marzo del 2012  dado a Mirjana : Queridos hijos: vengo entre ustedes porque deseo ser su madre su intercesora, deseo ser un vínculo entre ustedes y el Padre celestial, deseo tomarlos de la mano y caminar con ustedes en la lucha contra el espíritu impuro, hijos míos conságrense totalmente a mí,  yo tomaré sus vidas en mis manos maternas y les enseñaré la paz y el amor y entonces las entregaré a mi hijo, a ustedes les pido oren y ayuden ,oren por sus pastores para que unidos en mi Hijo puedan siempre anunciar alegremente la Palabra de Dios, les agradezco por haber respondido a mi llamado.


 Oración de Consagración a Dios a través de la Virgen Santísima.
Virgen María cuyo corazón desborda de bondad, hoy venimos a consagrarnos a Dios por medio de tu Inmaculado Corazón, tú nos invitas para que a través de nuestros si a  Dios y con nuestro servicio, mostremos tu amor por nosotros y por el mundo entero ,te pedimos madre que el fervor que brota de tu corazón descienda sobre todos nosotros y sobre cada bautizado, para que abrazados por el fuego del espíritu santo nos comprometamos cada día más para hacer luz en nuestras comunidades, en la Iglesia y en todos los ámbitos de la sociedad , creando unidad y transmitiendo a la mayor cantidad posible de personas el amor de Dios de manera concreta.
Madre te amamos inmensamente , ayúdanos a transformar nuestros corazones , para que demos como tú lo hiciste lo mejor de nosotros con un sí pleno al llamado de Dios para servir con alegría y responsabilidad , en las diversas tareas evangelizadoras que se nos han confiado , que sirvamos madre como tú lo hiciste en Nazaret, Ein Karem, en Belén y en cada lugar donde estuviste ayúdanos Madre a madurar en el verdadero amor y entrega;  acuérdate de nosotros Virgen María especialmente cuando caemos en la Tentación del desaliento,  de la confusión o de la tibieza,  tú sabes que nosotros somos hombres y mujeres pecadores y aun así sigues amándonos ayúdanos a rechazar la sutil tentación de la tibieza y de la mediocridad saliendo de nuestras zonas de confort y
de comodidad para servir al Señor como tú lo hiciste y como él nos pide ser servido con tu santísimo y maternal corazón, sana nos de toda enfermedad espiritual, libéranos de toda forma de ceguera, sordera o parálisis espiritual, para que hoy y cada día podamos orar diciendo con tu ayuda , hoy comienzo nuevamente, haznos Madre capaces de contemplar la bondad de tu maternal corazón para que así nos convirtamos cada día más,  para amar adiós a nuestras familias y a la misión a la que nos ha llamado que, así sea.


Y a todos aquellos que se han consagrado a Dios por las manos de María que están consagrando su país, los pastores, las familias que los bendigan nuestro buen Dios, que es,  Padre, Hijo y Espíritu Santo,  amén.

24 jun 2019

tHeART of the Child Art Exhibit and Lecture Series Invitation

33 días con la Reina de la Paz. 24 de junio 2019. 33° Día. Padre G. E. Jamut, omv.



  Ultimo día de preparación para consagrarse a Dios con la intercesión de María Reina de la Paz.


Oración inicial para cada día:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu santo, tu luz me envuelve y me protege, a la vez que el amor de la reina de la Paz me rodea.
Tu luz Señor guíe mis pasos en este día y con su resplandor hechas fuera las tinieblas, de mi alma, de mi familia, de mi iglesia y de cada rincón de mi país y de toda la tierra.
Madre de Jesús y Madre nuestra , nos unimos a ti en oración de intercesión pidiéndole a Dios que disipe hasta la más espesa oscuridad, para que ya no regrese ni siquiera a la más pequeña sombra del mal. Amen.

Texto bíblico para meditar: Hechos 1,4-5 “…en una ocasión mientras estaba comiendo con ellos les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperarán la promesa del padre la promesa les dijo que yo les he anunciado porque juan bautizó con agua pero ustedes serán bautizados en el espíritu santo dentro de pocos días…”
Mensaje de la Reina de la Paz del 25 de mayo de 2009: Queridos hijos, en este tiempo los invito a todos a orar por la venida del espíritu santo en cada criatura bautizada para que el Espíritu Santo los renueve a todos y nos conduzca por el camino del testimonio de la fe a ustedes y a todos aquellos que están lejos de Dios y de su amor estoy con ustedes e intercede por ustedes ante el altísimo gracias por haber respondido a mi llamado.
Reflexión: Victoria sobre el individualismo.
La tendencia en nosotros puede ser individualista y egoísta , incluso de nosotros los presentes y los sacerdotes y religiosas y quienes amamos a la Virgen María , por eso ella con sus mensajes nos invita a levantar la mirada ya mirar más allá de las propias necesidades y de las necesidades de nuestros familiares y amigos; un verdadero cristiano y discípulo de María lleva en sus corazones los deseos de nuestra señora que nos invita a orar para que el Espíritu Santo se mueva en el corazón de cada hombre y mujer que ha recibido el sacramento del bautismo pero que aún no está viviendo de acuerdo a la amistad con el Señor ella nos quiere enseñar que cuando nos unimos en oración y también unimos el testimonio de la propia vida y el anuncio pero que vamos aprendiendo sobre Dios, su iglesia con estos elementos Dios puede hacer cosas maravillosas sanando corazones heridos convirtiendo vidas liberando de adicciones y de comportamientos dañinos transformando hasta la misma personalidad de quienes aún no han tenido la experiencia del amor de Dios, te invito a que en este último día de preparación a la consagración repitas en tu corazón la siguiente oración:
Virgen María reina de la Paz nuestra vida se vuelve más hermosa cuando como hijos nos ponemos por medio de la oración bajo el refugio de tu manto y de tu amor materno hoy te pido que me ayudes a mostrar a los demás no sólo con palabras sino también con el ejemplo de mi manera de hablar de callar de actuar que tu hijo está vivo y que él es amor de este modo no sólo seré libre del individualismo del egoísmo de la indiferencia sino que seré puente de tu amor maternal para que tú puedas llegar a muchos corazones bendecirlos con tu amor y permitir que conozcan más profundamente a Dios .
Oración final para cada día:
Padre del cielo, en el Nombre de tu Hijo Jesucristo y por la intercesión de María Reina de la Paz pongo en tus manos, a todos tus hijos que habitamos en esta tierra, especialmente a los más necesitados de tener una experiencia, de tu amor y de tu Divina Misericordia que así sea.
Y que en este día te bendiga Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.