14 feb 2018

LECTIO DIVINA DEL 1° DOMINGO DE CUARESMA CICLO B.

Domingo 18 de febrero de 2018. 

Génesis 9,8-15; 1° Pedro 3,18-22; San Marcos 1,12-15.

Oración inicial:
“Ven Espíritu Santo, ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para atender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros”. Amén


LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Génesis 9,8-15; 1° Pedro 3,18-22; San Marcos 1,12-15.

Claves de lectura:

1. "Crean la Buena Noticia". (Evangelio)
El Evangelio, la Buena Noticia que Jesús empieza a proclamar y que es un mensaje para el mundo entero, para éste y para el del más allá, comienza con su ayuno de cuarenta días. Jesús no inicia su Cuaresma por propia iniciativa, como mero ejercicio ascético, sino que es empujado al desierto por el Espíritu de Dios. Como tampoco soportará el sufrimiento de la cruz (al final de la Cuaresma eclesial) por ascetismo, sino por pura obediencia al Padre. La inmensa e ilimitada fecundidad de la obra de Cristo supone tanto al principio como al final una tremenda renuncia. Durante más de un mes vive sin probar bocado, se alimenta únicamente de la palabra y de la voluntad del Padre: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra» (Jn 4,34). Siguiendo el ejemplo de Jesús, todos los santos cuya predicación haya de ser fecunda tendrán que desprenderse de todo lo propio para anunciar eficazmente la proximidad del reino de Dios. El Señor vive su tiempo de ayuno entre las alimañas y los ángeles, que «le servían», entre el peligro corporal y la protección sobrenatural. Vive entre los dos extremos de la creación entera. Al desprenderse de todo lo que llena la vida cotidiana de los hombres, Jesús toma conciencia de las auténticas dimensiones del cosmos que, como Redentor del mundo, debe rescatar para Dios. Después de esta preparación lejos del mundo -renuncia a todo, incluso a lo más necesario para vivir-, puede presentarse abiertamente ante los hombres y proclamar: «Se ha cumplido el plazo».

2. «Esta es la señal del pacto». (1° Lectura)
Las dos lecturas muestran las dimensiones del mundo que hay que redimir. La primera describe la alianza primigenia y fundamental de Dios con Noé. Se trata de la promesa de una reconciliación definitiva de Dios con el mundo. Los nubarrones amenazadores del castigo inmisericorde han desaparecido definitivamente del cielo, son un pasado que nunca volverá. Tras la tormenta de la cólera ha salido el sol y se ha formado el arco iris, que se eleva desde la tierra hasta el cielo y recuerda a Dios su pacto con «todos los animales, con todos los vivientes». Este pacto no ha sido abolido ni ha quedado disminuido por la alianza con Israel y por la posterior Nueva Alianza de Cristo.

3. "Fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados". (2°Lectura)
La segunda lectura da una respuesta, aunque ciertamente misteriosa, a la cuestión de la suerte de los difuntos precristianos. Jesús «murió por los culpables», para conducirlos a Dios. Por eso él, corporalmente muerto, pero vivo espiritualmente, descendió a los infiernos para proclamar su mensaje de salvación a «los espíritus encarcelados». Pues antes de su muerte y de su descenso a los infiernos, nadie podía llegar a Dios (Hb 11,4O). Antes de la resurrección de Jesús, tampoco había bautismo que pudiera preservarnos del “sheol” (lugar de los muertos) veterotestamentario, de esa «cárcel» de los muertos que era una parte del mundo todavía no plenamente redimido. Pero para llegar al mundo de los muertos, Jesús tenía que someterse también él a la muerte, de la que haremos memoria al final de la Cuaresma y en virtud de la cual Cristo puede realizar la promesa contenida en la alianza pactada con Noé de someter al mundo entero, incluido «el último enemigo, la muerte» (1 Co 15,26), para poner al universo entero «bajo los pies del Padre».
(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 141 s.)

MEDITACIÓN.

No es raro escuchar, cuando se habla de Jesús, de su entrega y de su fidelidad a la misión que el Padre le encomendó que "es que él era el Hijo de Dios". Es comprensible que busquemos alguna justificación al experimentar nuestras limitaciones. Pero lo cierto es que Jesús no jugó con ventaja: tampoco a él le resultó fácil.

EL COMPROMISO DEL BAUTISMO
En el comentario correspondiente a la fiesta del Bautismo del Señor, que se celebra unas cuantas semanas antes de este primer domingo de Cuaresma, decimos que, al recibir el bautismo, Jesús se comprometió a dar su vida por la felicidad de los hombres. Ese comentario termina con esta pregunta: "Recibir el bautismo cristiano es asumir el compromiso de seguir los pasos de Jesús. ¿Se parece mucho nuestro compromiso bautismal, nuestro compromiso cristiano, al compromiso de Jesús?" Quizá alguno se sienta inclinado a responder como decíamos anteriormente: "Pero es que Jesús era el Hijo de Dios".
Marcos, el evangelista, parece que tiene en su mente esta objeción y nos la responde antes de empezar a contarnos de qué modo Jesús llevó a cabo su misión con toda fidelidad: Jesús venció las mismas dificultades que debe superar cualquiera de sus seguidores. Es cierto que, para ello, contó con la fuerza del Espíritu de Dios y gozó de la ayuda de los ángeles; pero esto no es un privilegio, pues, como se verá a lo largo de todo el evangelio, todos los que se decidan a vivir como él vivió y asuman el compromiso de gastar la vida por la felicidad de los hombres podrán contar con tal fuerza y con la misma ayuda.

LAS TENTACIONES
Marcos no nos cuenta una por una las tentaciones que sufre Jesús, como hacen Mateo y Lucas, indicándonos así que no se trata de hechos aislados que sucedieron una vez y que no se volvieron a repetir más. Este relato, colocado al comienzo del evangelio, nos presenta el marco general en el que se habría de desarrollar toda la actividad pública de Jesús, las circunstancias que van a acompañar permanentemente la realización de su misión mesiánica: "Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás..." Su actividad será un proceso de liberación (cuarenta días en el desierto, como los cuarenta años del pueblo de Israel) que llevará a un nuevo modo de vivir en libertad (a una nueva tierra prometida).
Pero durante ese tiempo tendrá que luchar contra la tentación del poder simbolizado en Satanás. La tentación no se le presentará en forma de duda personal, como atracción que pudiera ejercer el poder en el mismo Jesús; serán otras personas las que intentarán desviarlo de la práctica del servicio y de la entrega de la propia vida y lo invitarán a elegir el camino del triunfo y de la conquista del poder para, una vez instalado, instaurar desde él el reino de Dios. Como ejemplo de esta tentación podríamos citar el episodio que cuenta el mismo evangelio de Marcos (Mc 8,31-33), cuando Jesús llamó "Satanás" a Pedro por protestar porque el camino de Jesús conducía a lo que él considera un fracaso, la muerte, e intentar desviarlo en dirección a la conquista del poder para, desde él, hacer triunfar el reino de Dios (domingo vigésimo cuarto del tiempo ordinario).
"Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio".
Pedro reaccionó así cuando Jesús anunció que el Mesías tenía que ser "rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días". Este conflicto es lo que Marcos anuncia cuando dice que Jesús pasó cuarenta días rodeado de fieras: que Jesús sufrirá durante toda su actividad la amenaza de personas que intentarán acabar con su vida. Así sucedió desde el principio (véase Mc 3, 6) hasta que, al final, lo mataron.
Cierto que en esa lucha por mantener con firmeza el compromiso de amor hasta la muerte que asumió en su bautismo, Jesús no se va a encontrar solo: habrá hombres y mujeres que, actuando de acuerdo con lo que Dios quiere (ésos son los ángeles, mensajeros de Dios; Juan Bautista acaba de ser llamado angel/mensajero de Dios; (véase Mc 1,2) le ayudarán ("le prestaban servicio") a llevar a buen término su camino.
Nuestra vida, como cristiano, debe ser también proceso de liberación personal y un compromiso con la liberación de todos los hombres y los pueblos oprimidos y explotados. Cierto, esa tarea no es fácil. Y encontraremos muchos obstáculos: nos intentarán sobornar ofreciéndonos el éxito, el poder o la riqueza para nosotros solos (incluso nos pueden llegar a decir que si logramos ocupar un puesto importante podremos influir más eficazmente en la sociedad), o nos amenazarán diciéndonos que nuestra actitud es ilegal o subversiva y que nos estamos arriesgando a ser juzgados y condenados por ello. No será fácil, por supuesto, pero podremos llegar al final como Jesús si, como él, nos abrimos a la acción del Espíritu y si actuamos unidos -ángeles unos para con los otros- con todos los que intentan organizar este mundo de acuerdo con lo que Dios quiere. Será duro, pero tampoco a él le resultó fácil. Y, al final, valdrá la pena.
(Aporte de RAFAEL J. GARCIA AVILES,
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990.Pág. 53ss.)

CUARESMA: DESIERTO Y NOCHE
Lo mejor que tiene la noche es la esperanza del amanecer. Pero es necesaria la noche: sin ella, la luz del nuevo día no tendría ese sabor a victoria. Sería como un vaso de agua sin sed; o como un descanso que no ha sido preparado, deseado largamente desde la fatiga.
El diluvio fue una larga noche. ¿Noche, o muerte? Noche, porque una débil esperanza -el arca- se negaba a morir. Al final de aquella noche, el arco iris fue, para aquella familia que se salvó, como un amanecer de victoria, como una señal de alianza con el Señor.
El pecado es noche también. Y el bautismo, para Pedro, es como el arca; una señal de que esa noche tendrá también su amanecer. ¿Quién lo garantiza? Cristo, pasando de la noche de su muerte al alba de su resurrección: «Como Cristo era hombre, lo mataron; pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida».
El desierto era, para el pueblo judío, como otro nombre de la noche. Lugar de paso hacia una tierra que un día sería «su tierra», pero que aún quedaba lejos. Lugar de purificación y de esperanza. Buen lugar para las grandes batallas y para los grandes encuentros. Por eso Jesús, que quería entrar hasta el fondo de nuestra noche, quiso vivir la experiencia del desierto. «El Espíritu empujó a Jesús al desierto».
Y en el desierto entró como un hombre más; en pie de igualdad. Y en él empezó a librar su gran batalla. A solas con su limitación y con su miedo; cercado por una naturaleza que se le encrespaba ("vivía entre alimañas"), sin seguridades en que apoyarse ("dejándose tentar por Satanás"); desgastado por el hambre y por la sed. Una batalla que no será vencida de una vez para siempre, sino que habrá que continuar ganando cada día, palmo a palmo, cada vez más dura y más dramática, hasta el acoso de Getsemaní, hasta el fracaso de la cruz.
Con la Cuaresma entramos, nosotros también, en el desierto. En él -sed y silencio- nos vamos preparando para saborear un día el agua viva de la Pascua. En él nos vamos convenciendo de la inutilidad de tantas cosas que antes creímos necesarias, de lo débiles que eran nuestros puntos de apoyo. En él, al damos cuenta de nuestra radical pobreza, podremos acabar descubriendo que Dios es nuestra única esperanza.
Entremos, pues, sin miedo en ese desierto. Dispuestos a aguantar la sed y el hambre. Dejando pesos inútiles que nos impedirían caminar: comodidades que nos acaban enmoheciendo la disponibilidad, consumismo que pone en peligro toda nuestra escala de valores, seguridades que nos tientan a que apartemos los ojos del que es nuestra única seguridad: el Señor.
Entremos en la Cuaresma sin miedo a irnos metiendo en el silencio.
Sin miedo a lo que el Señor nos pueda pedir en la oración.
Sin miedo a vernos como somos cuando el sol, implacable, acabe derritiendo nuestros complicados maquillajes.
(Aporte de JORGE GUILLEN GARCIA, AL HILO DE LA PALABRA,
Comentario a las lecturas de domingos y fiestas, ciclo B GRANADA 1993.Pág. 38 s.)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Qué espíritu es el que nos mueve a nosotros?


ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

CÓMO SERÍA LA VIDA.
Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran correctamente. Jesús anuncia, más bien, un «acontecimiento» que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando: «Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que hacerle sitio». Según el evangelio más antiguo, Jesús «proclamaba esta Buena Noticia de Dios: se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia». Es un buen resumen del mensaje de Jesús: «Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Cambiad de manera de pensar y de actuar. Vivan creyendo esta buena noticia». Todos los expertos piensan hoy que esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje y la pasión que alentó toda su vida. Lo sorprendente es que Jesús nunca explica directamente en qué consiste el «reino de Dios». Lo que hace es sugerir en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él. Para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. Ése era el fuego que llevaba dentro: ¿cómo sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tiberio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara, no a Tiberio que sólo buscaba poder, riqueza y honor, sino a Dios que pide justicia y compasión para los últimos? ¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas?, ¿cómo cambiaría todo si la gente se pareciera, no a los grandes terratenientes que explotaban a los campesinos, sino a Dios que los quiere ver comiendo y no de hambre? Para Jesús el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia si se dedicará sólo a construir la vida tal como la quiere Dios, no como la quieren los amos del mundo?, ¿cómo seríamos los cristianos si viviéramos convirtiéndonos al reino de Dios?, ¿cómo lucharíamos por el «pan de cada día» para todo ser humano?, ¿cómo gritaríamos «Venga tu reino»?

 (Aporte de JOSÉ ANTONIO PAGOLA, ECLESALIA, 1/03/06).

Oración final:
“Dios, Padre nuestro: al comenzar esta Cuaresma te pedimos nos ayudes a empeñarnos en una auténtica conversión de nuestros corazones y nuestra vida personal y comunitaria, a la vez que nos esforzamos por transformar nuestra familia, nuestra sociedad, el mundo. Por Jesucristo nuestro Señor”. Amén.

Hno. Javier

7 feb 2018

Nos preparamos para la cuaresma

Se supone que es un momento en que simplificamos, despojándonos de los elementos físicos básicos para que podamos intensificar nuestras vidas espirituales. Se vuelve un poco más complicado cuando eres responsable de algo más que tu propia vida espiritual. Las madres a menudo descubren hasta qué punto nuestras decisiones (y nuestras actitudes) con respecto a la Cuaresma afectan a toda la familia. En ninguna parte es más evidente que el tema de la comida.
El ayuno es uno de los tres "pilares" de la Cuaresma, junto con la oración y la limosna. Y durante la Cuaresma, practicamos el ayuno de una manera particular, así como observar los viernes sin carne, cuando nos abstenemos de comer carne. Ayunar y abstenerse no son lo mismo, aunque a veces suceden juntos. Entonces, ¿qué significa todo ésto?
Ayunamos el Miércoles de Ceniza (este año, el 14 de febrero) y el Viernes Santo (este año, el 30 de marzo). Ayunar significa que podemos comer una comida completa y dos comidas más pequeñas (que, juntas, son más pequeñas que una comida completa). Cuando ayunamos, no comemos entre comidas , todas las personas de entre 18 y 59 años deben ayunar , con estas excepciones : mujeres embarazadas y lactantes y cualquier persona que sufra una enfermedad mental o una enfermedad física como la diabetes.
  • ¿Los niños tienen que ayunar? No.
  • ¿Las personas mayores tienen que ayunar? No.
  • ¿Tenemos que ayunar de los líquidos? No. El ayuno se refiere a la comida, no a los líquidos. Se permiten líquidos en cualquier momento , pero no se deben consumir alimentos sólidos entre las comidas.
Nos abstenemos de comer carne todos los viernes durante la Cuaresma, así como el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Abstenerse de comer carne significa que no comemos carne o productos cárnicos los viernes durante la Cuaresma, o el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Los católicos de 14 años en adelante deben abstenerse de comer carne en esos días.
Podemos comer:
  • huevos
  • pescado
  • granos
  • productos lácteos
  • vegetales y frutas
  • anfibios, reptiles y mariscos- cocodrilo durante la Cuaresma)
No podemos comer:
  • pollo u otras aves de corral
  • carne de vacuno
  • Cordero
  • Cerdo
  • juego
El área gris: cosas como salsa y caldo. 
La abstinencia no incluye jugos de carne y alimentos líquidos hechos de carne. Por lo tanto, alimentos tales como caldo de pollo, consomé, sopas cocinadas o aromatizadas con carne, salsas o salsas de carne, así como aderezos o condimentos hechos de grasa animal técnicamente no están prohibidos. Sin embargo, los teólogos morales tradicionalmente han enseñado que debemos abstenernos de todos los productos derivados de animales (excepto alimentos como gelatina, mantequilla, queso y huevos, que no tienen ningún sabor a carne). Los peces son una categoría diferente de los animales. Se permiten especies de peces salinos y de agua dulce, anfibios, reptiles (animales de sangre fría) y mariscos.







6° DOMINGO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO CICLO B. Domingo 11 de febrero de 2018.

LECTIO DIVINA DEL 6° DOMINGO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO CICLO B.
Domingo 11 de febrero de 2018.
Levítico 13,1-2.45-46; 1° Corintios 10,31-11,1; San Marcos 1,40-45

Festividad de Nuestra Señora de Lourdes
“Jornada mundial de los enfermos y de los agentes de salud”

Oración inicial:
“Hoy, Señor, vengo ante ti para alabarte. Hoy, Señor Jesús, con tu poder puedes cambiarme. Sáname, Señor, hoy quiero vivir, dame de tu amor, sin ti no puedo ser feliz. Sáname, Señor, líbrame del mal, toca el corazón para alcanzar la santidad.” (Canto litúrgico)

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Levítico 13,1-2.45-46; 1° Corintios 10,31-11,1; San Marcos 1,40-45

Claves de lectura:

1. "Quiero: queda limpio".(evangelio)
El encuentro de Jesús con el leproso, que le suplica de rodillas que le cure, muestra la total novedad de la conducta de Cristo con respecto al comportamiento veterotestamentario y rabínico. Un leproso no sólo estaba excluido de la comunidad -algo comprensible según las prescripciones higiénicas del Pentateuco-, sino que los rabinos afirmaban que la causa de esta enfermedad eran los graves pecados cometidos por el leproso y prohibían acercarse a él; cuando un leproso se acercaba, se le alejaba a pedradas. Jesús deja que el leproso del evangelio se le acerque y hace algo impensable para un judío: lo toca. Él es precisamente el Salvador enviado por Dios que como buen médico no sólo se preocupa de los enfermos del alma (los sanos no necesitan médico: Mt 9,12), sino que indica, al tocar al leproso, que no tiene miedo al contagio; más aún: toma sobre sí conscientemente la enfermedad del hombre y sus pecados. A propósito del comportamiento de Jesús, Mateo cita las palabras del Siervo de Dios: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8,17; Is S3,4). Pero esto no sucede en la impasibilidad más absoluta: el texto griego habla de una cólera de Jesús («le increpó») ante la miseria de los hombres, miseria que Dios no ha querido. Y cuando el leproso queda limpio, Jesús le ordena, para cumplir lo que manda la ley, que se presente ante el sacerdote, que ha de constatar la curación. «Para que conste» significa dos cosas: para que sepan que puedo curar enfermos y para que vean que no elimino la Ley sino que la cumplo. Que el ex leproso no respete el silencio que Jesús le impone, es una desobediencia que dificulta no poco la actividad de Jesús: «Ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo»; Jesús no quiere que se le confunda con un curandero.

2. «¡Impuro, impuro!». (1° Lectura)
La primera lectura recuerda las prescripciones de la Ley con respecto a la lepra. Se trata de medidas sumamente severas que obligaban al enfermo no sólo a vivir solo, separado de la comunidad, condenándole a descuidar su aspecto externo mientras duraba su enfermedad, sino también a gritar «¡Impuro, impuro!» cuando alguien se le acercaba. Esto es precisamente lo que el pecador contumaz debería hacer en la Iglesia, pues el que peca gravemente, mientras permanezca en pecado mortal, puede contaminar a los demás y no debería ocultar hipócritamente su separación de la «comunión de los santos». Como impuro que es, debería cuanto antes postrarse de rodillas a los pies de Jesús y suplicarle: «Si quieres, puedes curarme».

3. "Como yo sigo el ejemplo de Cristo". (2° Lectura)
En la segunda lectura, el apóstol procura asemejarse a su Señor en la medida de lo posible; él no puede tomar sobre sí los pecados de los hombres, pues esto pertenece exclusivamente a Cristo («¿Acaso crucificaron a Pablo por ustedes?»: 1 Co 1,13), pero puede acoger a los enfermos del cuerpo y mayormente a los del alma para devolverles la salud en virtud de la fuerza de Cristo. Su ir al encuentro de los enfermos y de los débiles no es condescendencia, sino pura actitud de servicio que puede llegar incluso a una participación en la pasión sustitutoria de Jesús (Col 1,24).
(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 138 s.)

MEDICTACIÓN.

Hoy acabamos esta primera etapa de la lectura continuada de Marcos (el miércoles empezamos la Cuaresma), y cuando la recuperemos después de Pascua ya será en el domingo undécimo, saltando al cuarto capítulo, cuando ya haya concluido eso que hemos denominado "la explosión de Galilea".
Hoy leemos otro de los signos que marcan esta explosión: Jesús rompe uno de los grandes tabúes: el tabú de la lepra, lo que hemos leído en la primera lectura. Jesús no rechaza a un leproso que se le acerca, en contra de lo que la Ley decía. Pero, además de esto, vale la pena notar dos cosas aún más sorprendentes: una, que nadie del entorno de Jesús haga ninguna observación sobre los peligros que esto comportaba; la otra, aún más importante, que un leproso tenga suficiente valor como para romper las obligaciones de marginación a que estaba sometido y se acerque a Jesús. Con todo esto, Marcos quiere mostrar que desde el inicio Jesús viene dispuesto a romper todos los tabúes que sea necesario, y que todo el mundo sabe que Jesús está constantemente dispuesto a esta ruptura.
Aparece también aquí el tema del "secreto mesiánico": Jesús no quiere que se divulgue su fama, porque eso podría ocasionar que la gente entendiera su mesianismo como un mesianismo guerrero y poderoso, como esperaban muchos. Pero el leproso no puede callar, sino todo lo contrario: de hecho, el que ha sido salvado por Jesús es imposible que calle. Y su fama, la explosión de Galilea, es imparable.
Finalmente, vale la pena notar que Jesús, a pesar de romper tabúes, no es un defensor de una especie de principio general de ilegalidad: Jesús quiere que la curación sea certificada por el sacerdote, como prescribe la Ley. La Ley sólo hay que romperla cuando oprime. Y además, el pobre leproso vivirá mucho más tranquilo si tiene un certificado que le autorice a hacer vida normal.
(Aporte de JOSEP LLIGADAS, MISA DOMINICAL 1994/0)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Qué actitud tenemos ante “los milagros”?
¿Cómo nos relacionamos con Dios cuando estamos enfermos?


ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

"... y lo tocó"

Cuando el único afán de las personas es verse libres de todo sufrimiento, resulta insoportable el contacto directo con el dolor y la miseria de los demás.
Por eso se explica que muchos hombres y mujeres se esfuercen por defender su pequeña felicidad, evitando toda relación y contacto con los que sufren.
La cercanía del niño mendigo o la presencia del joven drogadicto nos perturba y molesta.
Es mejor mantenerse lo más lejos posible.
No dejarnos contagiar o manchar por la miseria.
Privatizamos nuestra vida cortando toda clase de relaciones vivas con el mundo de los que sufren y nos aislamos en nuestros propios problemas, haciéndonos cada vez más insensibles al dolor ajeno.
Son muchos los observadores que detectan en la sociedad occidental un crecimiento de la apatía, la indiferencia e insensibilidad ante el sufrimiento de los otros.
Hemos aprendido a amurallarnos detrás de las cifras y las estadísticas que nos hablan de la miseria en el mundo y podemos calcular cuántos niños mueren de hambre cada minuto, sin que nuestro corazón se conmueva demasiado.
Incluso, las imágenes más crueles y trágicas que pueda servirnos la TV quedan rápidamente relegadas y olvidadas por la serie de moda.
El gran economista J.K Galbraith ha hablado de la creciente "indiferencia ante el Tercer Mundo". Según sus observaciones, el aumento de riqueza en los países poderosos ha aumentado la indiferencia hacia los países pobres. «A medida que aumentó la riqueza, se podía haber esperado que la ayuda aumentara a partir de la existencia de recursos cada vez más abundantes. Pero he aquí que ha disminuido la preocupación por los pobres tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo rico».
La actitud de Jesús hacia los marginados de su tiempo resulta especialmente interpeladora para nosotros.
Los leprosos eran segregados de la sociedad. Tocarlos significaba contraer impureza y lo correcto era mantenerse lejos de ellos, sin contaminarse con su problema ni su miseria. Jesús no sólo cura al leproso sino que lo toca. Restablece el contacto humano con aquel hombre que ha sido marginado por todos.
La sociedad seguirá levantando fronteras de separación hacia los marginados. Son fronteras que a un creyente sólo le indican las barreras que ha de traspasar para acercarse al hermano necesitado.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág.191 s.)

Oración final:
Gracias, Padre, porque Jesús, curando a los leprosos  nos mostró que el amor no margina a nadie, sino que regenera a la persona, restableciéndola en su dignidad. Cada sanación de Cristo nos habla de su corazón compasivo y nos confirma en la venida de tu amor y de tu reino.  Siguiendo su ejemplo, danos, Señor, un corazón sensible al bien de los hermanos, para saber dialogar contigo en la fe. Danos disponibilidad para escuchar tu palabra, sin encerrarnos en el monólogo egocéntrico y estéril de nuestra propia seguridad. Y concédenos superar todas las crisis  y dificultades de la fe en nuestro camino hacia la indispensable madurez cristiana. Amén.


(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 323)

Material Cuaresma 2018

Es Hacer un camino ( pintado de morado) que nos irá ubicando en distintos espacios cada domingo:
DESIERTO-TABOR-TEMPLO-OSCURIDAD-SEMBRADO…
La palabra de Dios que es nuestra brújula (GPS) nos ira acompañando cada domingo y tendrá un mensaje directo para nosotros (los bocadillos).
Os compartimos varios archivos de la misma idea:
– El dibujo que empieza en blanco y negro que cada semana se va coloreando
– Ficha en b/n que pueden los niños colorear cada domingo una parte y completar el bocadillo..
-Nosotros en la eucaristía imprimiremos el archivo MUPPY (tamaño 1,79 x 120 que como es el tamaño de las marquesinas de los autobuses sale muy barato) recortaremos el evangelio y las frases de los bocadillos y haremos que el evangelio avance por las distintas ubicaciones y añadiremos cada domingo una frase. También lo mandamos en A4.
Desde la Acción Católica General han preparado unas catequesis que podrán ayudarnos. Todavía nos las tenemos, pero en cuanto las tengamos las adjuntaremos a este material.
Buena travesía hacia la pascua…. Caminemos con esperanza esta cuaresma pues sabemos con quién vamos y que nos lleva a la VIDA.












CUARESMA 2018

w2.vatican.va                                 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2018

«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)

Queridos hermanos y hermanas:
Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.
Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).
Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.
Los falsos profetas
Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?
Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.
Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.
Un corazón frío
Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo[2]; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?
Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.
El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4].
¿Qué podemos hacer?
Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]
El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.
Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.
El fuego de la Pascua
Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.
Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.
En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.
Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.
Vaticano, 1 de noviembre de 2017
Solemnidad de Todos los Santos
Francisco


[1] Misal Romano, I Dom. de Cuaresma, Oración Colecta.
[2] «Salía el soberano del reino del dolor fuera de la helada superficie, desde la mitad del pecho» (Infierno XXXIV, 28-29).
[3] «Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el protagonista» (Ángelus, 7 diciembre 2014).
[4] Núms. 76-109.
[5] Cf. Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, 33.
[6] Cf. Pío XII, Enc. Fidei donum, III.
[7] Misal Romano, Vigilia Pascual, Lucernario.