8 mar 2018

LECTIO DIVINA DEL 4° DOMINGO DE CUARESMA CICLO B.

Domingo 11 de marzo de 2018.
2° Crónicas 36,14-16.19-23; Efesios 2,4-10; San Juan 3,14-21.



“Mire la muerte para que la muerte nada valga… En la muerte de Cristo murió la muerte; porque la Vida muerta mató la muerte, la plenitud de la Vida devoró la muerte; la muerte fue absorbida en el cuerpo de Cristo”.
 (San Agustín, Comentarios sobre el evangelio de San Juan 12,11-13)

Oración inicial:
“Y aunque tinieblas padezco, en esta vida mortal no es tan crecido mi mal porque si de luz carezco tengo vida celestial; porque el amor da tal vida cuando más ciego va siendo, que tiene al ama rendida sin luz y a oscuras viviendo. Hace tal obra el amor después que le conocí que si hay bien o mal en mí todo lo hace de un sabor, y al alma transforma en sí y así en su llama sabrosa la cual en mí estoy sintiendo apriesa sin quedar cosa, todo me voy consumiendo.” Amén.
(San Juan de la Cruz)

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: 2° Crónicas 36,14-16.19-23; Efesios 2,4-10; San Juan 3,14-21.

Claves de lectura:

1. «El que no cree, ya está condenado». (Evangelio)
El evangelio nos da la oportunidad, en este tiempo de penitencia, de revisar nuestra idea del juicio divino. La afirmación decisiva es que el que desprecia el amor divino se condena a sí mismo. Dios no tiene ningún interés en condenar al hombre; Dios es puro amor, un amor que llega hasta el extremo de entregar su Hijo al mundo por amor; Dios no puede ya darnos más. La cuestión es si nosotros aceptamos este amor, de suerte que pueda demostrarse eficaz y fecundo en nosotros, o si, ante su luz, nosotros preferimos ocultarnos en nuestras tinieblas. En ese caso «detestamos la luz», detestamos el verdadero amor y afirmamos nuestro egoísmo de una u otra forma (el amor puramente sensual es también egoísmo). Si hacemos esto, ya «estamos condenados», no por Dios, sino por nosotros mismos.

2. «Las buenas obras que él determinó practicásemos». (2° Lectura)
La lectura del Nuevo Testamento nos muestra una vez más el «gran amor» de Dios por nosotros, pecadores, pues nos ha resucitado con Cristo y nos ha concedido un sitio con él en el cielo. Pero nosotros no hemos conquistado ese sitio, sino que nos ha sido dado por el amor y la gracia de Dios. Y sin embargo no por ello pasamos automáticamente a ser partícipes de la vida eterna, sino que debemos apropiarnos del don que Dios nos hace con nuestras «buenas obras». Pero tampoco tenemos necesidad de inventarnos trabajosamente estas buenas obras; el apóstol nos dice que Dios «las determinó» de antemano para que nosotros las «practicásemos»; El nos muestra mediante nuestra conciencia, mediante su revelación, mediante la Iglesia y mediante nuestros semejantes lo que debemos hacer y en qué sentido debemos hacerlo. Es posible que practicar estas obras determinadas de antemano nos cueste algo, pero tenemos que darnos cuenta de que la superación que se nos exige es también una gracia ofrecida por el amor de Dios, por lo que debemos realizar nuestras obras en paz y gratitud.

3. (1° Lectura)
La primera lectura nos muestra de una forma nueva lo que ocurre con el juicio de Dios y con su gracia. En ella se recuerda la enorme paciencia que Dios tuvo al principio con el Israel infiel, hasta que finalmente el desprecio y la burla de que eran objeto los mensajeros y profetas de Dios por parte de Israel llegó a tal punto que «ya no hubo remedio»: la única salida que quedaba era la destrucción total de Jerusalén y la deportación a Babilonia. Y sin embargo éste no es el fin del destino del pueblo: el exilio no durará siempre, surgirá la esperanza de un salvador terrestre -el rey Ciro- que como instrumento de la providencia divina permitirá a los desterrados volver a su patria. Estamos todavía en la Antigua Alianza y la gracia de Dios aún no se ha «consumado», por lo que a partir de aquí no podemos deducir lo que le sucederá finalmente al que menosprecia la gracia suprema de Dios ofrecida en Jesucristo. Nos queda sólo la esperanza ciega de que Dios tendrá al final misericordia incluso de los más obstinados y de que su luz brillará hasta en lo más profundo de las tinieblas.
(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C,
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 146 s.)

MEDITACIÓN.

No nos debe dar miedo de Dios, si hay que temer a alguien es a nosotros mismos. No es Dios el que puede amargarnos la vida -ni ésta ni la futura-. Lo que nos puede perder es nuestra insensatez, nuestra resistencia a aceptarlo tal y como él se quiere manifestar: como amor sin límite.
NACER DE NUEVO.
Nicodemo, a quien Jesús dirige las palabras del evangelio de hoy, era un fariseo. El partido fariseo era adversario del saduceo, al que pertenecía la mayoría de los sumos sacerdotes, los jerarcas religiosos que gobernaban el templo de Jerusalén y a los que los fariseos acusaban de ilegítimos. Por eso Nicodemo, después de la expulsión de los mercaderes del templo, vino a negociar con Jesús para establecer un acuerdo. Él estaba dispuesto a aceptar que Jesús era un "maestro venido de parte de Dios", pero quería que todo se desarrollara "dentro de un orden", dentro del orden que establecía la Ley.
Nicodemo propone a Jesús que realice su misión de acuerdo con ellos, actuando como maestro de la Ley de Moisés, que era, según las doctrinas fariseas, fuente de vida y norma de comportamiento para el hombre.
La respuesta de Jesús fue tajante: no es sólo una reforma de las instituciones religiosas lo que él propone; según el proyecto de Dios, hay que "nacer de nuevo", hay que crear una nueva sociedad formada por hombres nuevos (Jn 3, 1-12).
LEVANTADO EN ALTO.
"Lo mismo que en el desierto Moisés levantó en alto la serpiente, así tiene que ser levantado este Hombre, para que todo el que lo haga objeto de su adhesión tenga vida definitiva".
La Ley, explica Jesús a Nicodemo, ya no puede desempeñar las funciones que se le atribuían en la doctrina de los fariseos. De hecho, no había cumplido esas funciones en el pueblo de Israel, pues no había sido capaz de impedir que la más importante de sus instituciones, el templo, se hubiera convertido en instrumento de muerte y de opresión de los pobres ¡en nombre de Dios mismo! La vida de Dios llegará a los hombres por un cauce totalmente distinto: por un hombre, el Hombre "levantado en alto", colgado en una cruz a la que lo llevará la fidelidad y la lealtad en el cumplimiento de su compromiso de amor con toda la humanidad. De este modo, "todo el que lo haga objeto de su adhesión", todo el que decida asumir esa forma de vivir y de morir (morir por amor, gastar la vida amando), nacerá de nuevo y obtendrá la "vida definitiva". Y, de ese modo, el Hombre "levantado en alto", el Mesías crucificado, será la norma de comportamiento para todos los que quieran caminar iluminados por Dios, para todos los que elijan la luz y abandonen la oscuridad de un mundo organizado en contra de la voluntad de Dios y de la felicidad del hombre.
ASÍ MANIFIESTO SU AMOR.
"Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva".
El hombre "levantado en alto" será, además, la revelación de una imagen de Dios inconcebible para los que habían vivido bajo la Ley. Esta, además de indicar qué era lo que el hombre debía hacer y qué lo que le estaba prohibido, establecía también el castigo que correspondía a los que violaban sus mandatos. La Ley era para el hombre (Pablo desarrollará espléndidamente estas ideas. Véase, por ejemplo, Rom 7, 7-24; Gál 3, 23-4,7) una constante amenaza de castigo. Pero Dios no es, no quiere ser, una amenaza para los seres que más ama, para los hombres. Y por eso ha decidido revelarse y manifestar su gloria en el amor de aquel hombre que llevó su compromiso hasta la entrega de su propia vida. Y en lugar de prometer un cielo para los que se porten bien y de amenazar con un infierno para los que se porten mal, envía a su Hijo para que nos descubra el infierno en que hemos convertido la tierra, y nos enseñe a construir el cielo aquí y ahora. Y dimite de su función de juez supremo y nos traspasa a nosotros la responsabilidad de decidir y de escoger entre salvar y condenar nuestra vida y nuestro mundo: "Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para que el mundo por él se salve. El que le presta adhesión no está sujeto a sentencia; el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia, por su negativa a prestarle adhesión en calidad de Hijo único de Dios".
Para mantener el desorden que nos empeñamos en llamar orden (la ley y el orden, que dicen algunos) es necesario un Dios que mande mucho y que amenace más; para que sus amenazas produzcan efecto y los hombres obedezcan sus leyes algunos necesitan un Dios que meta miedo; pero por lo que Jesús le dice a Nicodemo, Dios no va a estar por la labor. Cierto que él no va a imponer su punto de vista; sólo lo va a exponer... "levantado en alto". Allí lo podrán ver todos y podrán comprobar que Dios es amor. Y podrán escoger y ponerse del lado del crucificado o de sus asesinos; y elegir, para sí mismos y para el mundo, la salvación del amor de Dios o la ruina del orden este. Sin miedo: ¿qué miedo va a dar un Dios que se manifiesta en un hombre clavado en una cruz? Pero asumiendo cada cual su responsabilidad, no sólo por el lado en el que se coloque, sino por la imagen de Dios que anuncie a los demás, pues sólo una es válida: la que revela el Hombre aquel, el Hijo único de Dios.

(Aporte de RAFAEL J. GARCIA AVILES
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990.Pág. 64ss.)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Me doy cuenta de que en el mensaje de Jesús todo se fundamenta sobre Dios y sobre la fe? ¿Cuáles son los pasos del dinamismo del “creer”?
¿Cómo me voy a preparar para la renovación de mi fe en la Vigilia Pascual?


ORACIÓN –CONTEMPLACIÓN.

ALGO MÁS QUE SOBREVIVIR.
"que tengan vida eterna".
Son muchos los observadores que, durante estos últimos años, vienen detectando en nuestra sociedad contemporánea graves signos indicadores de "una pérdida de amor a la vida".
Se ha hablado, por ejemplo, del "síndrome de la pasividad" como uno de los rasgos patológicos más característicos de nuestra sociedad industrial (E. Fromm). Son muchas las personas que no se relacionan activamente con el mundo, sino que viven sometidas pasivamente a los ídolos o exigencias del momento.
Individuos dispuestos a ser alimentados, pero sin capacidad alguna de creatividad personal propia. Hombres y mujeres cuyo único recurso es el conformismo. Seres que funcionan por inercia, movidos por «los tirones» de la sociedad que los empuja en una dirección o en otra.
Otro síntoma grave es el aburrimiento creciente en las sociedades modernas. La industria de la diversión y el ocio (TV, cine, sala de fiestas, conferencias, viajes...) consigue que el aburrimiento sea menos consciente, pero no logra suprimirlo.
En muchos individuos sigue creciendo la indiferencia por la vida, el sentimiento de infelicidad, el mal sabor de lo artificial, la incapacidad de entablar contactos vivos y amistosos.
Otro signo es "el endurecimiento del corazón". Personas cuyo recurso es aislarse, no necesitar de nadie, vivir «congelados afectivamente», desentenderse de todos y defender así su pequeña felicidad cada vez más intocable y cada vez más triste.
Y, sin embargo, los hombres estamos hechos para vivir y vivir intensamente. Y en esta misma sociedad se puede observar la reacción de muchos hombres y mujeres que buscan en el contacto personal íntimo o en el encuentro con la naturaleza o en el descubrimiento de nuevas experiencias, una salida para "sobrevivir".
Pero el hombre necesita algo más que «sobrevivir». Es triste que los creyentes de hoy no seamos capaces de descubrir y experimentar nuestra fe como fuente de vida auténtica. No estamos convencidos de que creer en Jesucristo es "tener vida eterna", es decir, comenzar a vivir ya desde ahora algo nuevo y definitivo que no está sujeto a la decadencia y a la muerte.
Hemos olvidado a ese Dios cercano a cada hombre concreto, que anima y sostiene nuestra vida y que nos llama y nos urge desde ahora a una vida más plena y más libre. Y, sin embargo, ser creyente es sentirse llamado a vivir con mayor plenitud, descubriendo desde nuestra adhesión a Cristo, nuevas posibilidades, nuevas fuerzas y nuevo horizonte a nuestro vivir diario.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 159 s.)

Oración final:
“Hoy nuestro corazón salta de gozo, Dios Padre nuestro, al sabernos amados por ti con un amor que nos hace hijos tuyos. La prueba que verifica tan gozosa noticia es Jesús, tu Hijo, y desde nuestro hermano mayor y amigo para siempre. Él no vino para condenar sino para salvar al hombre que tú amas con amor y con loca ternura de padre. Haz que sepamos corresponderte como hijos tuyos bien nacidos. Gracias, Señor, porque tú no eres un dios frío y lejano, sino un padre que nos amas, siempre desvelado por tu criatura el hombre. El secreto del mundo y de nuestra existencia humana está fundado en el latir de tu corazón que ama. ¡Gracias, Señor!”. Amén.

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 258)

Hno. Javier

4 mar 2018

LECTIO DIVINA DEL 3° DOMINGO DE CUARESMA CICLO B.



Domingo 4 de marzo de 2018.
Éxodo 20,1-17; 1° Corintios 1,22-25; San Juan 2,13-25.

Oración inicial:
“Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad toda entera, abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Tú, que descendiendo sobre la Virgen María de Nazareth, la convertiste en tierra buena donde el Verbo de Dios pudo germinar, purifica nuestros corazones de todo lo que opone resistencia a la Palabra. Haz que aprendamos como Ella a escuchar con corazón bueno y perfecto la Palabra que Dios nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto con nuestra perseverancia”. Amén.

LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Éxodo 20,1-17; 1° Corintios 1,22-25; San Juan 2,13-25.

Claves de lectura:

1. «Destruyan este templo». (Evangelio)
En medio de la Cuaresma se narra la purificación del templo, para que reflexionemos sobre lo que es el verdadero culto a Dios y la verdadera casa de Dios. El evangelio tiene dos acentos principales: el látigo inexorable con el que Jesús expulsa a todos los traficantes de la casa de oración de su Padre, y la prueba que da de su autoridad cuando los judíos le preguntan por qué obra con tanto celo: el verdadero templo, el de su cuerpo, destruido por los hombres, será reconstruido en tres días. Hasta que esto no suceda (la muerte y la resurrección están todavía por venir), la antigua casa de Dios ha de servir únicamente para la oración. El Dios de la Antigua Alianza no podía tolerar a dioses extranjeros a su lado, sobre todo no podía soportar al dios Mamón.
La dos lecturas aclaran en parte lo dicho en el evangelio: la primera, el primer acento principal, y la segunda, el segundo.

2. «Porque soy un Dios celoso». (1° Lectura)
La gran autorrevelación del Dios de la alianza, en la primera lectura, tiene dos partes (y una interpolación): en la primera parte, Dios, que ha demostrado su vitalidad y su poder haciendo salir a Israel de Egipto, se presenta como el único Dios (cfr. Dt 6,4); por eso ha de reservarse para sí toda adoración y castigar el culto tributado a los ídolos. En la segunda parte exige al pueblo con el que pacta la alianza que se comporte, en los «diez mandamientos», como corresponde a una alianza pactada con la única y suprema Majestad. Todos estos mandamientos no son prescripciones del derecho natural o preceptos puramente morales (aunque puedan ser también eso), sino exigencias de cómo ha de comportarse el hombre en la alianza con Dios. Ha sido incluida en la lista la ley del sábado, que en este contexto indica ante todo que entre los días de los hombres uno está reservado para el descanso, día que está caracterizado como propiedad privada de Dios y obliga a los hombres, con el descanso del trabajo cotidiano, a ser conscientes permanentemente de ello.

3. "Los judíos exigen signos". (2° Lectura)
La segunda lectura aclara el segundo motivo principal del evangelio, en el que los judíos exigen una prueba del poder de Jesús: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». La exigencia de signos para creer es rechazada por Jesús y al mismo tiempo escuchada, mediante la única señal que se les dará: «Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra» (Mt 12,38-4O). Exactamente lo mismo que en el evangelio: el templo destruido y reconstruido. El único signo que Dios da es para los hombres «lo necio», «lo débil», la cruz: se requiere la fe para poderlo captar, mientras que los judíos primero quieren ver para poder después creer. Por eso el signo que se les da aparece como un «escándalo», mientras que para los llamados a la fe es «Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios», que se manifiesta en el signo único y supremo de la muerte y resurrección de Jesús.

(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994. Pág. 144 s.)

MEDITACIÓN.

Los mandamientos no son límite, sino clave para ser feliz.
El Evangelio del tercer domingo de Cuaresma tiene como tema el templo.
Jesús purifica el antiguo templo, expulsando del mismo, con un látigo de cuerdas, a vendedores y mercaderías; entonces se presenta a sí mismo como el nuevo templo de Dios que los hombres destruirán, pero que Dios hará resurgir en tres días.
Pero esta vez desearía detenerme en la primera lectura, porque contiene un texto importante: el decálogo, los diez mandamientos de Dios. El hombre moderno no comprende los mandamientos; los toma por prohibiciones arbitrarias de Dios, por límites puestos a su libertad. Pero los mandamientos de Dios son una manifestación de su amor y de su solicitud paterna por el hombre. «Cuida de practicar lo que te hará feliz» (Dt 6, 3; 30, 15 s): éste, y no otro, es el objetivo de los mandamientos.
En algunos pasos peligrosos del sendero que lleva a la cumbre del Sinaí, donde los diez mandamientos fueron dados por Dios, para evitar que algún distraído o inexperto se salga del camino y se precipite al vacío, se han colocado señales de peligro, barandillas o se han creado barreras. El objetivo de los mandamientos no es diferente a eso. Los mandamientos se pueden comparar también a los diques o a una presa. Se sabe lo que ocurrió en los años cincuenta cuando el Po reventó los diques en Polesine, o lo que sucedió en 1963 cuando cayó la presa de Vajont y pueblos enteros quedaron sumergidos por la avalancha de agua y barro. Nosotros mismos vemos qué pasa en la sociedad cuando se pisotean sistemáticamente ciertos mandamientos, como el de no matar o no robar... Jesús resumió todos los mandamientos, es más, toda la Biblia, en un único mandamiento, el del amor a Dios y al prójimo. «De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22, 40). Tenía razón San Agustín al decir: «Ama y haz lo que quieras». Porque si uno ama de verdad, todo lo que haga será para bien. Incluso si reprocha y corrige, será por amor, por el bien de otro. Pero los diez mandamientos hay que observarlos en conjunto; no se pueden observar cinco y violar los otros cinco, o incluso uno solo de ellos. Ciertos hombres de la mafia honran escrupulosamente a su padre y a su madre; pero se permitirían «desear la mujer del prójimo», y si un hijo suyo blasfema le reprochan ásperamente, pero no matar, no mentir, no codiciar los bienes ajenos, son tema aparte. Deberíamos examinar nuestra vida para ver si también nosotros hacemos algo parecido, esto es, si observamos escrupulosamente algunos mandamientos y transgredimos alegremente otros, aunque no sean los mismos de los mafiosos. Desearía llamar la atención en particular sobre uno de los mandamientos que, en algunos ambientes, se transgrede con mayor frecuencia: «No tomarás el nombre de Dios en vano». «En vano» significa sin respeto, o peor, con desprecio, con ira, en resumen, blasfemando. En ciertas regiones hay gente que usa la blasfemia como una especie de intercalación en sus conversaciones, sin tener en absoluto en cuenta los sentimientos de quienes escuchan. Además muchos jóvenes, especialmente si están en compañía, blasfeman repetidamente con la evidente convicción de impresionar así a las chicas presentes. Pero un chaval que no tiene más que este medio para causar impresión en las chicas, quiere decir que está realmente mal. Se emplea mucha diligencia para convencer a un ser querido de que deje de fumar, diciendo que el tabaco perjudica la salud; ¿por qué no hacer lo mismo para convencerle de que deje de blasfemar?

(Aporte del P. Raniero Cantalamessa ofm cap,
Comentario a las lecturas del 3° domingo de Cuaresma, 16 de marzo de 2006)


Para la reflexión personal y grupal:
¿Dónde encontramos nosotros la «casa de oración»?

ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

EL CULTO AL DINERO.
No conviertan en un mercado la casa de mi Padre.
Hay algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos lo bastante. Vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación, la secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es sino lo que tiene. Se ha dicho que el dinero es «el símbolo e ídolo de nuestra civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho, son mayoría los que le rinden y sacrifican todo su ser.
J. Galbraith, el gran teórico del capitalismo moderno, describe así el poder del dinero en su obra «La sociedad de la abundancia». El dinero «trae consigo tres ventajas fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».
Cuantas personas, sin atreverse a confesarlo, saben que en su vida, lo decisivo, lo importante y definitivo es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.
Aquí está sin duda, una de las quiebras más graves de nuestra civilización. El hombre occidental se ha hecho materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la libertad, la justicia o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.
Y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se puede adquirir nuevas relaciones pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer pero no felicidad.
Pero, los creyentes hemos de recordar algo más. El dinero abre todas las puertas, pero nunca abre la puerta de nuestro corazón a Dios.
No estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías fustigando a las gentes con un azote en las manos. Y, sin embargo, ésa es la reacción de Jesús al encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa sino su propio negocio.
El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde sólo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están mediatizadas sólo por intereses de dinero.
Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios a los hombres cuando uno vive comprando o vendiéndolo todo, movido únicamente por el deseo de «negociar» su propio bienestar.
(Aporte de JOSE ANTONIO PAGOLA, BUENAS NOTICIAS,
NAVARRA 1985.Pág. 157 s.)

Oración final:
“Dios de la Vida, Padre todo misericordioso, que nos has señalado como Ley suprema el Amor: ayúdanos construir una comunidad de hermanos que te de siempre culto en espíritu y en verdad.” Amén.
Hno. Javier.

16 feb 2018

Dominó de Cuaresma

CAJITA CON PREGUNTAS : EL PREGUNTON

Chic@s: Este es un tarjetero que hice para resumir temas vistos con mis niños de COMUNIÓN. En una cajita llamada "El preguntón", metí las tarjetas con las preguntas y cada niño toma una tarjeta y responde. Las tarjetas las imprimi en hojas de colores. Me ha dado resultado!! Espero les sea útil. 
Y anexo un librito de PASCUA.




Elyzabeth Sifuentes  

RECURSOS PARA CATEQUISTAS

ttps://www.facebook.com/groups/1636547893271807/?ref=group_header

Trabajando los tiempos litúrgicos en la catequesis!!











material de : el rincón de las melli...
Claudia Morales RebollarMATERIALES PARA CATEQUESIS


14 feb 2018

LECTIO DIVINA DEL 1° DOMINGO DE CUARESMA CICLO B.

Domingo 18 de febrero de 2018. 

Génesis 9,8-15; 1° Pedro 3,18-22; San Marcos 1,12-15.

Oración inicial:
“Ven Espíritu Santo, ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para atender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros”. Amén


LECTURA.

Leemos los siguientes textos: Génesis 9,8-15; 1° Pedro 3,18-22; San Marcos 1,12-15.

Claves de lectura:

1. "Crean la Buena Noticia". (Evangelio)
El Evangelio, la Buena Noticia que Jesús empieza a proclamar y que es un mensaje para el mundo entero, para éste y para el del más allá, comienza con su ayuno de cuarenta días. Jesús no inicia su Cuaresma por propia iniciativa, como mero ejercicio ascético, sino que es empujado al desierto por el Espíritu de Dios. Como tampoco soportará el sufrimiento de la cruz (al final de la Cuaresma eclesial) por ascetismo, sino por pura obediencia al Padre. La inmensa e ilimitada fecundidad de la obra de Cristo supone tanto al principio como al final una tremenda renuncia. Durante más de un mes vive sin probar bocado, se alimenta únicamente de la palabra y de la voluntad del Padre: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra» (Jn 4,34). Siguiendo el ejemplo de Jesús, todos los santos cuya predicación haya de ser fecunda tendrán que desprenderse de todo lo propio para anunciar eficazmente la proximidad del reino de Dios. El Señor vive su tiempo de ayuno entre las alimañas y los ángeles, que «le servían», entre el peligro corporal y la protección sobrenatural. Vive entre los dos extremos de la creación entera. Al desprenderse de todo lo que llena la vida cotidiana de los hombres, Jesús toma conciencia de las auténticas dimensiones del cosmos que, como Redentor del mundo, debe rescatar para Dios. Después de esta preparación lejos del mundo -renuncia a todo, incluso a lo más necesario para vivir-, puede presentarse abiertamente ante los hombres y proclamar: «Se ha cumplido el plazo».

2. «Esta es la señal del pacto». (1° Lectura)
Las dos lecturas muestran las dimensiones del mundo que hay que redimir. La primera describe la alianza primigenia y fundamental de Dios con Noé. Se trata de la promesa de una reconciliación definitiva de Dios con el mundo. Los nubarrones amenazadores del castigo inmisericorde han desaparecido definitivamente del cielo, son un pasado que nunca volverá. Tras la tormenta de la cólera ha salido el sol y se ha formado el arco iris, que se eleva desde la tierra hasta el cielo y recuerda a Dios su pacto con «todos los animales, con todos los vivientes». Este pacto no ha sido abolido ni ha quedado disminuido por la alianza con Israel y por la posterior Nueva Alianza de Cristo.

3. "Fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados". (2°Lectura)
La segunda lectura da una respuesta, aunque ciertamente misteriosa, a la cuestión de la suerte de los difuntos precristianos. Jesús «murió por los culpables», para conducirlos a Dios. Por eso él, corporalmente muerto, pero vivo espiritualmente, descendió a los infiernos para proclamar su mensaje de salvación a «los espíritus encarcelados». Pues antes de su muerte y de su descenso a los infiernos, nadie podía llegar a Dios (Hb 11,4O). Antes de la resurrección de Jesús, tampoco había bautismo que pudiera preservarnos del “sheol” (lugar de los muertos) veterotestamentario, de esa «cárcel» de los muertos que era una parte del mundo todavía no plenamente redimido. Pero para llegar al mundo de los muertos, Jesús tenía que someterse también él a la muerte, de la que haremos memoria al final de la Cuaresma y en virtud de la cual Cristo puede realizar la promesa contenida en la alianza pactada con Noé de someter al mundo entero, incluido «el último enemigo, la muerte» (1 Co 15,26), para poner al universo entero «bajo los pies del Padre».
(Aporte de HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA,
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 141 s.)

MEDITACIÓN.

No es raro escuchar, cuando se habla de Jesús, de su entrega y de su fidelidad a la misión que el Padre le encomendó que "es que él era el Hijo de Dios". Es comprensible que busquemos alguna justificación al experimentar nuestras limitaciones. Pero lo cierto es que Jesús no jugó con ventaja: tampoco a él le resultó fácil.

EL COMPROMISO DEL BAUTISMO
En el comentario correspondiente a la fiesta del Bautismo del Señor, que se celebra unas cuantas semanas antes de este primer domingo de Cuaresma, decimos que, al recibir el bautismo, Jesús se comprometió a dar su vida por la felicidad de los hombres. Ese comentario termina con esta pregunta: "Recibir el bautismo cristiano es asumir el compromiso de seguir los pasos de Jesús. ¿Se parece mucho nuestro compromiso bautismal, nuestro compromiso cristiano, al compromiso de Jesús?" Quizá alguno se sienta inclinado a responder como decíamos anteriormente: "Pero es que Jesús era el Hijo de Dios".
Marcos, el evangelista, parece que tiene en su mente esta objeción y nos la responde antes de empezar a contarnos de qué modo Jesús llevó a cabo su misión con toda fidelidad: Jesús venció las mismas dificultades que debe superar cualquiera de sus seguidores. Es cierto que, para ello, contó con la fuerza del Espíritu de Dios y gozó de la ayuda de los ángeles; pero esto no es un privilegio, pues, como se verá a lo largo de todo el evangelio, todos los que se decidan a vivir como él vivió y asuman el compromiso de gastar la vida por la felicidad de los hombres podrán contar con tal fuerza y con la misma ayuda.

LAS TENTACIONES
Marcos no nos cuenta una por una las tentaciones que sufre Jesús, como hacen Mateo y Lucas, indicándonos así que no se trata de hechos aislados que sucedieron una vez y que no se volvieron a repetir más. Este relato, colocado al comienzo del evangelio, nos presenta el marco general en el que se habría de desarrollar toda la actividad pública de Jesús, las circunstancias que van a acompañar permanentemente la realización de su misión mesiánica: "Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás..." Su actividad será un proceso de liberación (cuarenta días en el desierto, como los cuarenta años del pueblo de Israel) que llevará a un nuevo modo de vivir en libertad (a una nueva tierra prometida).
Pero durante ese tiempo tendrá que luchar contra la tentación del poder simbolizado en Satanás. La tentación no se le presentará en forma de duda personal, como atracción que pudiera ejercer el poder en el mismo Jesús; serán otras personas las que intentarán desviarlo de la práctica del servicio y de la entrega de la propia vida y lo invitarán a elegir el camino del triunfo y de la conquista del poder para, una vez instalado, instaurar desde él el reino de Dios. Como ejemplo de esta tentación podríamos citar el episodio que cuenta el mismo evangelio de Marcos (Mc 8,31-33), cuando Jesús llamó "Satanás" a Pedro por protestar porque el camino de Jesús conducía a lo que él considera un fracaso, la muerte, e intentar desviarlo en dirección a la conquista del poder para, desde él, hacer triunfar el reino de Dios (domingo vigésimo cuarto del tiempo ordinario).
"Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio".
Pedro reaccionó así cuando Jesús anunció que el Mesías tenía que ser "rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días". Este conflicto es lo que Marcos anuncia cuando dice que Jesús pasó cuarenta días rodeado de fieras: que Jesús sufrirá durante toda su actividad la amenaza de personas que intentarán acabar con su vida. Así sucedió desde el principio (véase Mc 3, 6) hasta que, al final, lo mataron.
Cierto que en esa lucha por mantener con firmeza el compromiso de amor hasta la muerte que asumió en su bautismo, Jesús no se va a encontrar solo: habrá hombres y mujeres que, actuando de acuerdo con lo que Dios quiere (ésos son los ángeles, mensajeros de Dios; Juan Bautista acaba de ser llamado angel/mensajero de Dios; (véase Mc 1,2) le ayudarán ("le prestaban servicio") a llevar a buen término su camino.
Nuestra vida, como cristiano, debe ser también proceso de liberación personal y un compromiso con la liberación de todos los hombres y los pueblos oprimidos y explotados. Cierto, esa tarea no es fácil. Y encontraremos muchos obstáculos: nos intentarán sobornar ofreciéndonos el éxito, el poder o la riqueza para nosotros solos (incluso nos pueden llegar a decir que si logramos ocupar un puesto importante podremos influir más eficazmente en la sociedad), o nos amenazarán diciéndonos que nuestra actitud es ilegal o subversiva y que nos estamos arriesgando a ser juzgados y condenados por ello. No será fácil, por supuesto, pero podremos llegar al final como Jesús si, como él, nos abrimos a la acción del Espíritu y si actuamos unidos -ángeles unos para con los otros- con todos los que intentan organizar este mundo de acuerdo con lo que Dios quiere. Será duro, pero tampoco a él le resultó fácil. Y, al final, valdrá la pena.
(Aporte de RAFAEL J. GARCIA AVILES,
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990.Pág. 53ss.)

CUARESMA: DESIERTO Y NOCHE
Lo mejor que tiene la noche es la esperanza del amanecer. Pero es necesaria la noche: sin ella, la luz del nuevo día no tendría ese sabor a victoria. Sería como un vaso de agua sin sed; o como un descanso que no ha sido preparado, deseado largamente desde la fatiga.
El diluvio fue una larga noche. ¿Noche, o muerte? Noche, porque una débil esperanza -el arca- se negaba a morir. Al final de aquella noche, el arco iris fue, para aquella familia que se salvó, como un amanecer de victoria, como una señal de alianza con el Señor.
El pecado es noche también. Y el bautismo, para Pedro, es como el arca; una señal de que esa noche tendrá también su amanecer. ¿Quién lo garantiza? Cristo, pasando de la noche de su muerte al alba de su resurrección: «Como Cristo era hombre, lo mataron; pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida».
El desierto era, para el pueblo judío, como otro nombre de la noche. Lugar de paso hacia una tierra que un día sería «su tierra», pero que aún quedaba lejos. Lugar de purificación y de esperanza. Buen lugar para las grandes batallas y para los grandes encuentros. Por eso Jesús, que quería entrar hasta el fondo de nuestra noche, quiso vivir la experiencia del desierto. «El Espíritu empujó a Jesús al desierto».
Y en el desierto entró como un hombre más; en pie de igualdad. Y en él empezó a librar su gran batalla. A solas con su limitación y con su miedo; cercado por una naturaleza que se le encrespaba ("vivía entre alimañas"), sin seguridades en que apoyarse ("dejándose tentar por Satanás"); desgastado por el hambre y por la sed. Una batalla que no será vencida de una vez para siempre, sino que habrá que continuar ganando cada día, palmo a palmo, cada vez más dura y más dramática, hasta el acoso de Getsemaní, hasta el fracaso de la cruz.
Con la Cuaresma entramos, nosotros también, en el desierto. En él -sed y silencio- nos vamos preparando para saborear un día el agua viva de la Pascua. En él nos vamos convenciendo de la inutilidad de tantas cosas que antes creímos necesarias, de lo débiles que eran nuestros puntos de apoyo. En él, al damos cuenta de nuestra radical pobreza, podremos acabar descubriendo que Dios es nuestra única esperanza.
Entremos, pues, sin miedo en ese desierto. Dispuestos a aguantar la sed y el hambre. Dejando pesos inútiles que nos impedirían caminar: comodidades que nos acaban enmoheciendo la disponibilidad, consumismo que pone en peligro toda nuestra escala de valores, seguridades que nos tientan a que apartemos los ojos del que es nuestra única seguridad: el Señor.
Entremos en la Cuaresma sin miedo a irnos metiendo en el silencio.
Sin miedo a lo que el Señor nos pueda pedir en la oración.
Sin miedo a vernos como somos cuando el sol, implacable, acabe derritiendo nuestros complicados maquillajes.
(Aporte de JORGE GUILLEN GARCIA, AL HILO DE LA PALABRA,
Comentario a las lecturas de domingos y fiestas, ciclo B GRANADA 1993.Pág. 38 s.)

Para la reflexión personal y grupal:
¿Qué espíritu es el que nos mueve a nosotros?


ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.

CÓMO SERÍA LA VIDA.
Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran correctamente. Jesús anuncia, más bien, un «acontecimiento» que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando: «Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que hacerle sitio». Según el evangelio más antiguo, Jesús «proclamaba esta Buena Noticia de Dios: se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia». Es un buen resumen del mensaje de Jesús: «Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Cambiad de manera de pensar y de actuar. Vivan creyendo esta buena noticia». Todos los expertos piensan hoy que esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje y la pasión que alentó toda su vida. Lo sorprendente es que Jesús nunca explica directamente en qué consiste el «reino de Dios». Lo que hace es sugerir en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él. Para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. Ése era el fuego que llevaba dentro: ¿cómo sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tiberio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara, no a Tiberio que sólo buscaba poder, riqueza y honor, sino a Dios que pide justicia y compasión para los últimos? ¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas?, ¿cómo cambiaría todo si la gente se pareciera, no a los grandes terratenientes que explotaban a los campesinos, sino a Dios que los quiere ver comiendo y no de hambre? Para Jesús el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia si se dedicará sólo a construir la vida tal como la quiere Dios, no como la quieren los amos del mundo?, ¿cómo seríamos los cristianos si viviéramos convirtiéndonos al reino de Dios?, ¿cómo lucharíamos por el «pan de cada día» para todo ser humano?, ¿cómo gritaríamos «Venga tu reino»?

 (Aporte de JOSÉ ANTONIO PAGOLA, ECLESALIA, 1/03/06).

Oración final:
“Dios, Padre nuestro: al comenzar esta Cuaresma te pedimos nos ayudes a empeñarnos en una auténtica conversión de nuestros corazones y nuestra vida personal y comunitaria, a la vez que nos esforzamos por transformar nuestra familia, nuestra sociedad, el mundo. Por Jesucristo nuestro Señor”. Amén.

Hno. Javier